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Todos los creyentes deben prepararse para el ministerio

Todos los creyentes hemos sido llamados al ministerio, aunque no siempre se trate de un llamado al ministerio formal a tiempo completo. Me refiero a que, en virtud a nuestra unión al cuerpo de Cristo, todos los creyentes somos vehículos por el cual el evangelio de Jesucristo es predicado en el mundo y reflejado por nuestro testimonio.

Sin embargo, el ministerio de todos los creyentes no se limita a compartir el evangelio con aquellos que no creen. Todo cristiano cumple una función como miembro del cuerpo de Cristo y está llamado a servir en diferentes áreas ministeriales dentro de su iglesia local.

A continuación, deseo compartir cuatro puntos con bases bíblicas que resumen mi entendimiento de por qué es importante que todos los cristianos, sin importar la edad o condición social o económica, se preparen para el ministerio al que son llamados. ya sea de manera informal, mediante libros y recursos edificantes, o formalmente, con instrucción en institutos o seminarios, además de la formación en la comunión de la iglesia local, por dar algunos ejemplos.

1. Prepararse para el ministerio es una orden de Cristo

En la gran comisión, el Señor no dio a Sus discípulos una tarea opcional, sino un mandato para todos los creyentes sin excepción: «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mt 28:19-20a).

Este mandato implica que todos los cristianos tienen la responsabilidad de compartir el evangelio y hacer discípulos, lo que requiere una preparación adecuada para comunicar las verdades de la fe de manera efectiva.

Nuestro sacerdocio no consiste en ofrecer sacrificios para la reconciliación, sino en anunciar al mundo la reconciliación con Dios en Cristo

 

En ese sentido, Pedro anima a todos los creyentes a estar preparados para dar explicaciones de nuestra fe: «Santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes…» (1 P 3:15).

Todos los creyentes debemos tener una comprensión clara de nuestra salvación y nuestra fe, para poder cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado.

2. Prepararse para el ministerio corresponde con nuestro sacerdocio

Todos los creyentes somos sacerdotes. Ahora, cuando pensamos en «sacerdotes», es posible que la primera imagen que nos venga a la mente sea la de un hombre religioso vestido con una sotana negra y una cruz colgando del cuello.

Pedro nos ofrece en cambio una perspectiva muy interesante y «revolucionaria» para la mentalidad religiosa de su tiempo y también de nuestros días: «Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable» (1 P 2:9; cp. Ap 1:6). Pedro está diciendo que la labor del ministerio evangelístico corresponde a todos los creyentes, no solo a los líderes de la iglesia porque, al final, todos los creyentes son sacerdotes.

En el Antiguo Testamento, la labor de los sacerdotes era la de mediar entre Dios y el pueblo de Israel a través de los rituales y los sacrificios de la ley mosaica. Los sacerdotes constituían, de alguna forma, puentes de reconciliación o como intermediarios para el perdón de los pecados. Este oficio se ha cumplido en Jesús, el Sumo Sacerdote perfecto y eterno que ofreció Su propia sangre para nuestra reconciliación con Dios (2 Co 2:18He 9:11-12).

Cada cristiano es miembro del cuerpo de Cristo y depende de los demás miembros para vivir de la manera que agrada a Dios

 

No obstante, los cristianos somos sacerdotes en el sentido de que somos portavoces y vehículos del evangelio para las demás personas. Nuestro sacerdocio no consiste en ofrecer sacrificios para la reconciliación, sino en anunciar al mundo la reconciliación con Dios en Cristo. Somos embajadores del reino de los cielos que ruegan a las personas: «¡Reconcílience con Dios!» (2 Co 5:19-20). De esa manera, tendemos un puente para que el no creyente tenga la oportunidad de escuchar la Palabra de Dios y venir a los pies de Cristo.

El famoso predicador del siglo XIX, Charles Spurgeon, sostenía que «cada creyente es un “ministro”, y no solo aquellos con una posición formal en la iglesia». Todos los creyentes deben estar preparados y equipados para poder compartir el evangelio de la reconciliación.

3. Prepararse para el ministerio nos ayuda a ser como Cristo

Una de las razones más importantes por la cual todo creyente debe prepararse y equiparse para el ministerio es porque está predestinado, desde la eternidad pasada y hasta la eternidad futura, a ser hecho conforme a la imagen y semejanza de Cristo en Su humanidad perfecta (Ro 8:29).

Ese es el glorioso futuro al cual hemos sido llamados. Sin embargo, necesitamos ocuparnos en nuestra salvación, como lo expresa el apóstol Pablo (Fil 2:12). No digo que debamos esforzarnos para ganar la salvación o luchar para no perderla. A lo que me refiero, al igual que Pablo, es a practicar nuestra salvación con un sentido de crecimiento espiritual, a flexionar nuestra «musculatura espiritual» en el ministerio para ser cada vez más como Cristo.

Por eso Pablo le escribió a Timoteo: «Ejercítate para la piedad» (1 Ti 4:7). La palabra «ejercítate» utilizada aquí es el término griego gumnazo, del cual deriva nuestra palabra gimnasio. De hecho, Pablo agrega: «Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura» (v. 8). Pablo está diciendo que la madurez espiritual debe cultivarse y ejercitarse para que lleguemos a ser como Jesús, tal como un músculo debe flexionarse para crecer. Esto implica un llamado a la preparación, para que seamos cada vez más fieles en nuestro ministerio como creyentes.

4. Prepararse para el ministerio edifica al cuerpo de Cristo

Aunque la preparación para el ministerio trae grandes beneficios personales (como el mencionado en el punto anterior), la vida cristiana no es una vida en solitario. Los creyentes somos llamados a vivir en comunión los unos con los otros en la iglesia local.

El crecimiento espiritual del creyente aporta al crecimiento espiritual de toda la iglesia

 

Dios ha dado dones espirituales a cada uno de Sus hijos, pero no para que sean autosuficientes. Cada cristiano es miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia, y depende de los demás miembros para vivir de la manera que agrada a Dios. Además, el contexto de la iglesia local es donde mejor podemos cumplir nuestro llamado al servicio.

El apóstol Pablo dice que Cristo entregó líderes a la iglesia «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4:12). Pablo está diciendo con toda claridad que todos los creyentes deben ser capacitados y equipados para que la iglesia pueda crecer a la medida de la estatura de Cristo. El crecimiento espiritual del creyente aporta al crecimiento espiritual de toda la iglesia y por eso hacemos bien en prepararnos para el ministerio.

En conclusión, la preparación para el ministerio es una responsabilidad que todos los cristianos deben asumir con alegría y por amor a Cristo y a Su iglesia. El creyente debe prepararse para el ministerio porque es una orden de Cristo y porque nuestra identidad como sacerdotes lo requiere. El creyente también debe capacitarse porque los cristianos hemos sido llamados a ser a la imagen de Cristo y de esa manera, ser de edificación para la iglesia.

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