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Los cristianos deben casarse con cristianos, pero ¿por qué?
En mis años discipulando a estudiantes universitarios y veinteañeros, he recibido una pregunta constante: «¿Puedo yo, un cristiano, tener una cita con alguien que no es cristiano?». Debido a que estoy persuadido de que la razón por la que los cristianos deben tener citas es para identificar a su futuro cónyuge, creo que la pregunta que se hace en el fondo es: «¿Puedo casarme con un no cristiano?».
La Biblia presenta una respuesta sencilla a esta pregunta: no. Sin embargo, a lo largo de los años he encontrado que la respuesta simple es simplemente insatisfactoria para muchos.
Ya sea que estés luchando con esta pregunta tú mismo o discipulando a un ser querido al respecto, necesitamos hacer el trabajo arduo necesario para entender por qué la Biblia instruye a los cristianos a no casarse con no cristianos. En el camino, descubriremos una visión del matrimonio que es más hermosa y que glorifica a Dios, una visión que los cristianos que buscan el matrimonio pueden anhelar en lugar de despreciar.
La unidad de la unión
Como ocurre con la mayoría de las grandes preguntas de la vida, la respuesta a por qué los cristianos no deben casarse con no cristianos tiene sus raíces en el jardín. Cuando a Jesús le hicieron una pregunta específica sobre el matrimonio en Marcos 10:2 («¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?»), Él empezó recordando el pasado. El diseño del matrimonio en el principio informó la respuesta de Jesús sobre cómo se debe abordar en el presente, y lo mismo debe ser verdad para nosotros.
En el principio, el pináculo de la creación de Dios es la humanidad (varón y mujer), las únicas criaturas creadas a Su imagen (Gn 1:27). Un poco más adelante, cuando se describe a Eva como tomada de Adán, también es traída de vuelta a él al unirse más estrechamente en una unión de «una sola carne» (2:22-24).
El matrimonio no es simplemente un hombre y una mujer unidos por un contrato hecho por hombres. Se funden para crear algo nuevo mediante un pacto sostenido por Dios
Deberíamos pensar en esta unión de una sola carne menos como pegamento y más como soldadura. Cuando estoy en mi taller de construcción y quiero una unión fuerte entre dos piezas de madera, aplico pegamento en la unión. El pegamento actúa como un potente agente que mantiene unidas dos cosas, pero en última instancia, las dos cosas siguen siendo dos cosas. En cambio, en el trabajo con metales, la soldadura une dos piezas por fusión. Los metales que se unen se funden y comienzan a fluir juntos para crear realmente algo nuevo a partir de los dos, y esto crea una unión más fuerte que un simple adhesivo. Los metales renuncian a su individualidad para convertirse en algo nuevo y diferente de lo que eran antes.
Del mismo modo, el matrimonio no es simplemente un hombre y una mujer unidos por un contrato hecho por hombres. Se funden para crear algo nuevo mediante un pacto sostenido por Dios. Pero, por supuesto, la caída de Génesis 3 cambia el matrimonio, junto con todo lo demás, para siempre.
El propósito del principio
A medida que la historia redentora de la Biblia se desarrolla sobre las secuelas de la caída, el matrimonio adquiere feas aberraciones en manos de seres humanos pecadores.
Después de los fallos de los patriarcas y al entrar en el desierto con el pueblo de Israel, Dios les da leyes sobre el matrimonio. En Éxodo, Dios ordena a Su pueblo que no se case con las hijas de la tierra que les va a dar, porque esas mujeres harán que Su pueblo se aleje de Él y vaya tras otros dioses (Éx 34:11-16). Esto se reitera en Deuteronomio antes de que el pueblo entre en la tierra (Dt 7:3-4) y Nehemías vuelve a insistir en este tema en la ceremonia de renovación del pacto descrita en el capítulo 10, cuando los exiliados regresan de Babilonia.
Aunque este mandamiento pueda sonar extraño a nuestros oídos occidentales del siglo XXI, las prohibiciones de Dios en contra de que Su pueblo se mezcle en matrimonio con las naciones no son racistas, sino religiosas. A Dios le preocupa la pureza de la adoración de Su pueblo, no la pureza de su linaje. La necesidad de esta prohibición se muestra quizá más vívidamente en la vida del rey Salomón.
Salomón: Un estudio de caso
Salomón agradó a Dios pidiendo solamente sabiduría para guiar al pueblo de Dios (1 R 3:10). Por ello, Dios le concedió riquezas y sabiduría que el mundo jamás había conocido (4:29-34). De todo el mundo conocido acudieron personas para maravillarse de su sabiduría y gobierno, y bendijeron al Señor por su causa (10:1-10). Pero, trágicamente, Salomón se casó con muchas mujeres extranjeras que lo apartaron del Señor, y «su corazón no estuvo dedicado por completo al SEÑOR su Dios, como había estado el corazón de David su padre» (11:4).
Salomón, con la riqueza de la sabiduría de Dios a su disposición, aún así se apartó de la verdadera adoración a Dios casándose con quienes no amaban a Dios. ¿Por qué tantos de nosotros pensamos que seremos la excepción?
Es anecdótico, pero nunca he conocido a un cristiano cuyo cónyuge no creyente le haya ayudado a profundizar en su fe y a acercarse más al Señor. Esto es porque cuando un cristiano se casa con alguien que no lo es, se une al mundo. El cristiano no solo está unido sino fusionado a los caminos de la impiedad con un cónyuge que rechaza el camino del reino de Dios.
“Pero eso es Israel, ¿qué hay de la iglesia?”
A medida que la historia redentora avanza más allá de la entidad geopolítica de Israel definida por el antiguo pacto a través de la cruz y la resurrección de Jesús y empieza la era de la iglesia definida por el nuevo pacto, el principio sigue siendo el mismo. El matrimonio no ha cambiado y Dios tampoco. Aunque el reino de Cristo no está definido por fronteras físicas, sino que se extiende hasta los confines de la tierra, el pueblo de Dios sigue siendo una «nación santa» y está llamado a ser santo como Él es santo (1 P 2:9, 15).
En sus cartas a los Corintios, Pablo reitera esta ética matrimonial y admite que, cuando una persona se convierte al cristianismo estando ya casada con un no cristiano, no debe buscar el divorcio, lo que demuestra que Dios honra los matrimonios verdaderos en general (1 Co 7:12-17). Sin embargo, dice a los solteros que si buscan casarse, deben hacerlo «solo en el Señor» (v. 39). En otro lugar, refiriéndose más ampliamente a la iglesia, Pablo explica que no debemos estar «unidos en yugo desigual con los incrédulos» (2 Co 6:14), porque contamina nuestra adoración al rechazar fundamentalmente nuestra nueva naturaleza en Cristo.
El propósito principal del matrimonio
¿Por qué deseas casarte? Tal vez sea por compañía, o tal vez busques una «buena persona» con la que puedas establecerte y formar una familia. No son malos deseos, pero debemos buscar constantemente poner nuestros deseos bajo la voluntad revelada de Dios y vivir de acuerdo con Sus propósitos. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es el propósito del matrimonio?
¿Cómo podemos esperar que nuestros matrimonios reflejen el misterio del evangelio si entramos a propósito en este pacto con alguien que no cree que Jesús es el Señor?