Lectura de Hoy
26-09-2023
Devocional: Ezequiel 29
En ciertos aspectos, la profecía contra Egipto (Ezequiel 29) es parecida a las pronunciadas contra otras naciones mencionadas en esta sección de Ezequiel (caps. 25—32). La repetición de temas nos indica lo importantes que son para Dios, por ejemplo, la maldad de la arrogante confianza en uno mismo y jactarse de ser independiente (29:3, 9). No obstante, existen además varios elementos frescos que merecen considerarse.
(1) Dios acusa a Egipto de ser “un bastón de caña” que no puede proporcionar el apoyo prometido. Cuando intentaron descansar sobre él, se quebró y les desgarró la carne de sus manos (29:6; cf. Isaías 36:6 = 2 Reyes 18:21). Las personas y las naciones no deberían prometer lo que no pueden cumplir.
(2) Como Israel (y por ende, otras muchas naciones), Egipto sería derrotado y una parte importante de su población acabaría exiliada (29:12). Así como los israelitas podrían volver a su tierra gracias a las políticas más tolerantes de los persas, otros muchos exiliados volverían a sus respectivos territorios. Entre estos, se encontrarían los egipcios en particular (29:13). Este hecho es obra de Dios: “Reuniré a los egipcios de entre los pueblos donde fueron dispersados”.
(3) Sin embargo, Dios afirma que Egipto nunca más será una gran potencia (29:14-16). Si él es el Dios que puede levantar y hacer caer naciones, tiene todo el derecho de tomar estas decisiones. Algunas potencias antiguas han desaparecido práctica o totalmente: los heteos, los asirios, los babilonios. Los egipcios siguen existiendo, pero Dios dice que los volverá débiles, de forma que “no podrán dominar a las otras naciones” (29:15), ni otros pueblos como Israel confiarán en ellos (29:16).
(4) Uno de los razonamientos más intrigantes que se hace “entre bambalinas” se encuentra en 29:17-20. Nabucodonosor de Babilonia va a vencer a Tiro, pero esa campaña será dura y poco provechosa. Por tanto, Dios dará Egipto a Babilonia, en parte como pago por sus largos y costosos años invertidos contra Tiro. “Al rey de Babilonia le entregaré Egipto como recompensa por lo que hizo contra Tiro, porque ellos lo hicieron por mí. Lo afirma el Señor omnipotente” (29:20). En ningún momento debemos creer que cualquiera de esas naciones actuase en obediencia voluntaria al Señor (¡cf. Isaías 10:5ss.!). Él no debe nada a nadie y lo dispone todo como cree oportuno.
Por supuesto, no conoceríamos estas cosas sin la revelación de Dios. Ellas nos instan a no exponer con demasiada vehemencia opiniones acerca de lo que está aconteciendo en nuestra época, cuando solo vemos una pequeña parte del gran cuadro de lo que el propio Dios está haciendo.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Gálatas 2
Algunos comentaristas entienden que lo que dice Pablo en Gálatas 2:1 ss., es que después de varios años regresó a Jerusalén para presentar a los apóstoles y a otros líderes el evangelio que había estado predicando entre los gentiles, para que ellos le evaluaran y afirmaran. Lo hizo en privado, desde luego, pero el asunto era que Pablo temía haber estado corriendo o haber corrido en vano su carrera (2:2). Esto demuestra que Pablo no se sentía tan seguro como aparentaba serlo en el capítulo anterior. En cierto sentido, sí que era una imitación de un apóstol.
Esta lectura no se sostiene. Lo que Pablo quiere decir es algo totalmente distinto. Los gálatas han sido invadidos por agitadores del exterior, hombres que se presentan a sí mismos como autorizados por Jerusalén, como si fueran apoyados por los apóstoles “habituales”. El libro de los Hechos presenta evidencias de que este tipo de personas a veces perseguía a Pablo. De manera que él va a Jerusalén, no para que le validen o le redirijan su evangelio (en este momento, Pablo no va a cambiar de opinión ni de dirección), sino para asegurar que no hubiera, entre los líderes de Jerusalén, una idea errónea sobre lo que él predicaba. Además, quería animar a esos líderes a separarse por completo de los “hermanos falsos” que injustamente apelan a Jerusalén para perjudicar a Pablo y a su ministerio entre los gentiles. Es decir, que Pablo busca asegurar que no está corriendo en vano su carrera porque estos agitadores intentan deshacer su obra. Él quiere hacer lo que sea necesario para socavar sus pretensiones y destruir su influencia. Hechos 15 muestra que eso es justamente lo que consiguió el Concilio de Jerusalén. De hecho, Gálatas 2:11-14 sugiere que Pablo logró la consistencia en el evangelio más rápido que algunos de los otros apóstoles. No estaba sometiéndose al criterio de ellos sobre el contenido de su predicación, sino todo lo contrario. Estaba dispuesto a emitir su propia reprensión si los veía comportarse de manera inconsistente.
Aunque de estas confrontaciones surgen muchos temas teológicos de vital importancia, en esta coyuntura podemos considerar uno muy práctico. Si bien merece la pena luchar por el evangelio, hay maneras correctas e incorrectas de hacerlo. Cuando la inconsistencia de Pedro se hizo pública y ocasionó un daño público, la reprensión de Pablo también fue pública (2:11-21). Cuando Pablo intenta aclarar las cosas, averiguar lo que está sucediendo y presentar la valoración de su propia obra, se acerca a los demás de manera “privada” (2:2). Después de todo, le preocupa el avance del evangelio sin diluir y no su propia reivindicación. Cuando nos encontremos en posición de contender tenazmente por el evangelio, debemos pensar en cómo hacerlo de la manera más agradable y estratégica.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Salmo de alabanza de David
22 David habló las palabras de este cántico al SEÑOR el día que el SEÑOR lo libró de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl. 2 Y dijo:
«El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador; 3 Mi Dios, mi roca en quien me refugio; Mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable y mi refugio; Salvador mío, Tú me salvas de la violencia. 4 Invoco al SEÑOR, que es digno de ser alabado, Y soy salvo de mis enemigos. 5 Las ondas de la muerte me cercaron, Los torrentes de iniquidad me atemorizaron, 6 Los lazos del Seol me rodearon, Las redes de la muerte surgieron ante mí. 7 En mi angustia invoqué al SEÑOR, Sí, clamé a mi Dios; Desde Su templo oyó mi voz, Y mi clamor llegó a Sus oídos. 8 Entonces la tierra se estremeció y tembló, Los cimientos de los cielos temblaron Y fueron sacudidos, porque Él se indignó. 9 Humo subió de Su nariz, Y el fuego de Su boca consumía; Carbones fueron por él encendidos. 10 Inclinó también los cielos, y descendió Con densas tinieblas debajo de Sus pies. 11 Cabalgó sobre un querubín, y voló; Y apareció sobre las alas del viento. 12 De tinieblas hizo pabellones a Su alrededor, Abundantes aguas, densos nubarrones. 13 Del fulgor de Su presencia Ascuas de fuego se encendieron. 14 Tronó el SEÑOR desde los cielos, Y el Altísimo dio Su voz. 15 Envió flechas, y los dispersó, Relámpagos, y los confundió. 16 Entonces los abismos del mar aparecieron, Los cimientos del mundo quedaron al descubierto, Por la reprensión del SEÑOR, Por el soplo del aliento de Su nariz. 17 Extendió la mano desde lo alto y me tomó; Me sacó de las muchas aguas. 18 Me libró de mi poderoso enemigo, De los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo. 19 Se enfrentaron a mí el día de mi infortunio, Pero el SEÑOR fue mi sostén. 20 También me sacó a un lugar espacioso; Me rescató, porque se complació en mí. 21 El SEÑOR me ha premiado conforme a mi justicia; Conforme a la pureza de mis manos me ha recompensado. 22 Porque he guardado los caminos del SEÑOR, Y no me he apartado impíamente de mi Dios. 23 Pues todas Sus ordenanzas estaban delante de mí, Y en cuanto a Sus estatutos, no me aparté de ellos. 24 También fui íntegro para con Él, Y me guardé de mi iniquidad. 25 Por tanto el SEÑOR me ha recompensado conforme a mi justicia, Conforme a mi pureza delante de Sus ojos. 26 Con el benigno te muestras benigno, Con el hombre íntegro te muestras íntegro; 27 Con el puro eres puro, Y con el perverso eres sagaz. 28 Salvas al pueblo afligido, Pero Tus ojos están sobre los altivos A quienes Tú humillas. 29 Porque Tú eres mi lámpara, oh SEÑOR; El SEÑOR alumbra mis tinieblas. 30 Pues contigo aplastaré ejércitos, Con mi Dios escalaré murallas. 31 En cuanto a Dios, Su camino es perfecto; Acrisolada es la palabra del SEÑOR; Él es escudo a todos los que a Él se acogen. 32 Pues ¿quién es Dios, fuera del SEÑOR? ¿Y quién es roca, sino solo nuestro Dios? 33 Dios es mi fortaleza poderosa, Y el que pone al íntegro en Su camino. 34 Él hace mis pies como de ciervas, Y me afirma en mis alturas. 35 Él adiestra mis manos para la batalla, Y mis brazos para tensar el arco de bronce. 36 Tú me has dado también el escudo de Tu salvación, Y Tu ayuda me engrandece. 37 Ensanchas mis pasos debajo de mí, Y mis pies no han resbalado. 38 Perseguí a mis enemigos y los destruí, Y no me volví hasta acabarlos. 39 Los he consumido y los he destrozado, y no pudieron levantarse; Cayeron debajo de mis pies. 40 Pues Tú me has ceñido con fuerzas para la batalla; Has subyugado debajo de mí a los que contra mí se levantaron. 41 También has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, Y destruí a los que me odiaban. 42 Clamaron, pero no hubo quién los salvara; Aun al SEÑOR clamaron, mas no les respondió. 43 Entonces los pulvericé, como polvo de la tierra, Como lodo de las calles los trituré y los pisé. 44 Tú me has librado también de las contiendas de mi pueblo; Me has guardado para ser cabeza de naciones; Pueblo que yo no conocía me sirve. 45 Los extranjeros me fingen obediencia, Al oírme, me obedecen. 46 Los extranjeros desfallecen, Y salen temblando de sus fortalezas. 47 El SEÑOR vive, bendita sea mi roca, Y ensalzado sea Dios, roca de mi salvación, 48 El Dios que por mí hace venganza, Y hace caer pueblos debajo de mí; 49 El que me libra de mis enemigos. Tú me exaltas sobre los que se levantan contra mí; Me rescatas del hombre violento. 50 Por tanto, te daré gracias, oh SEÑOR, entre las naciones, Y cantaré alabanzas a Tu nombre. 51 Él es torre de salvación a Su rey, Y muestra misericordia a Su ungido, A David y a su descendencia para siempre».
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Los apóstoles respaldan a Pablo
2 Entonces, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. 2 Subí por causa de una revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para asegurarme de que no corría ni había corrido en vano. 3 Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego.
4 Y esto fue por causa de los falsos hermanos introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud, 5 a los cuales ni por un momento cedimos, para no someternos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca con ustedes.
6 Y de aquellos que tenían reputación de ser algo (lo que eran, nada me importa; Dios no hace acepción de personas); pues bien, los que tenían reputación, nada me enseñaron. 7 Sino al contrario, vieron que se me había encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión. 8 (Porque Aquel que obró eficazmente para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles). 9 Al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. 10 Solo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer.
Judíos y gentiles justificados por la fe
11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque él era digno de ser censurado. 12 Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando aquellos vinieron, Pedro empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión. 13 Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?
15 »Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles. 16 Sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Puesto que por las obras de la ley nadie será justificado.
17 »Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de pecado? ¡De ningún modo! 18 Porque si yo reedifico lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor. 19 Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios.
20 »Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano».
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Profecía contra Egipto
29 En el año décimo, el mes décimo, a los doce días del mes, vino a mí la palabra del SEÑOR: 2 «Hijo de hombre, pon tu rostro contra Faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. 3 Habla y di: “Así dice el Señor DIOS:
‘Yo estoy contra ti, Faraón, rey de Egipto, El gran monstruo que yace en medio de sus ríos, Que ha dicho: “Mío es el Nilo, Yo mismo me lo hice”. 4 -’Pondré garfios en tus quijadas, Y haré que los peces de tus ríos se peguen a tus escamas; Te sacaré de en medio de tus ríos, Con todos los peces de tus ríos pegados a tus escamas. 5 -’Y te abandonaré en el desierto, A ti y a todos los peces de tus ríos. Caerás en campo abierto, No serás juntado ni recogido. A las fieras de la tierra y a las aves del cielo Te he dado por alimento. 6 -’Entonces sabrán todos los habitantes de Egipto que Yo soy el SEÑOR, Porque han sido solo vara de caña para la casa de Israel. 7 -’Cuando te tomaron en la mano, Te quebraste, y desgarraste todas sus manos; Y cuando se apoyaron en ti, Te quebraste e hiciste que se estremecieran todos sus lomos’.
8 Por tanto, así dice el Señor DIOS: ‘Voy a traer contra ti la espada, y exterminaré de ti hombres y animales. 9 Y la tierra de Egipto se convertirá en desolación y ruina. Entonces sabrán que Yo soy el SEÑOR.
Porque dijiste: “El Nilo es mío y yo lo he hecho”, 10 por tanto, estoy contra ti y contra tus ríos, y haré de la tierra de Egipto una ruina completa, una desolación, desde Migdol hasta Sevene y hasta la frontera de Etiopía. 11 No pasará por ella pie de hombre, ni pie de animal pasará por ella, ni será habitada por cuarenta años. 12 Y haré de la tierra de Egipto una desolación en medio de tierras desoladas; y sus ciudades, en medio de ciudades devastadas, estarán desoladas por cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los esparciré por las tierras’.
13 ”Porque así dice el Señor DIOS: ‘Después de cuarenta años recogeré a los egipcios de entre los pueblos donde estaban dispersos; 14 y cambiaré la suerte de Egipto y los haré volver a la tierra de Patros, a la tierra de su origen; y allí serán un reino humilde. 15 Será el más humilde de los reinos y jamás se levantará sobre las naciones. Los empequeñeceré para que no dominen a las naciones. 16 Y nunca más será la confianza de la casa de Israel, al recordar la iniquidad de haber vuelto a Egipto. Entonces sabrán que Yo soy el Señor DIOS’”».
17 En el año veintisiete, el mes primero, el día primero del mes, vino a mí la palabra del SEÑOR: 18 «Hijo de hombre, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo que su ejército realizara una gran campaña contra Tiro; toda cabeza ha quedado calva y toda espalda desollada. Pero él y su ejército no recibieron pago de Tiro por la campaña que había realizado contra ella». 19 Por tanto, así dice el Señor DIOS: «Voy a dar la tierra de Egipto a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Se llevará sus riquezas, capturará su botín y tomará su despojo; y esto será la paga para su ejército. 20 Le he dado la tierra de Egipto por la obra que realizó contra Tiro, porque trabajaron para mí», declara el Señor DIOS.
21 «En aquel día haré brotar el poderío de la casa de Israel, y abriré tu boca en medio de ellos. Entonces sabrán que Yo soy el SEÑOR».
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Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel
Masquil de Asaf.
78 Escucha , pueblo mío, mi enseñanza; Inclinen ustedes su oído a las palabras de mi boca. 2 En parábolas abriré mi boca; Hablaré enigmas de la antigüedad, 3 Que hemos oído y conocido, Y que nuestros padres nos han contado. 4 No lo ocultaremos a sus hijos, Sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del SEÑOR, Su poder y las maravillas que hizo.
5 Porque Él estableció un testimonio en Jacob, Y puso una ley en Israel, La cual ordenó a nuestros padres Que enseñaran a sus hijos, 6 Para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer, Y estos se levantaran y lo contaran a sus hijos, 7 Para que ellos pusieran su confianza en Dios, Y no se olvidaran de las obras de Dios Sino que guardaran Sus mandamientos; 8 Y que no fueran como sus padres, Una generación porfiada y rebelde, Generación que no preparó su corazón, Y cuyo espíritu no fue fiel a Dios.
9 Los hijos de Efraín eran arqueros bien equipados, Pero volvieron las espaldas el día de la batalla. 10 No guardaron el pacto de Dios Y rehusaron andar en Su ley; 11 Olvidaron Sus obras Y los milagros que les había mostrado. 12 Él hizo maravillas en presencia de sus padres, En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. 13 Dividió el mar y los hizo pasar, Y contuvo las aguas como en un montón. 14 Después los guió de día con la nube Y toda la noche con un resplandor de fuego. 15 Partió las rocas en el desierto, Y les dio agua tan abundante como las profundidades del océano; 16 Hizo salir corrientes de la peña E hizo descender aguas como ríos.
17 Pero aún siguieron pecando contra Él, Rebelándose contra el Altísimo en el desierto. 18 Y en sus corazones tentaron a Dios, Pidiendo comida a su gusto. 19 Hablaron contra Dios, Y dijeron: «¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto? 20 Entonces Él golpeó la roca y brotaron aguas, Y torrentes se desbordaron; ¿Podrá también dar pan? ¿Proveerá carne para Su pueblo?».
21 Por tanto, al oírlo, el SEÑOR se indignó; Un fuego se encendió contra Jacob, Y aumentó también la ira contra Israel, 22 Porque no creyeron en Dios, Ni confiaron en Su salvación. 23 Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba, Y abrió las puertas de los cielos; 24 Hizo llover sobre ellos maná para comer, Y les dio comida del cielo. 25 Pan de ángeles comió el hombre; Dios les mandó comida hasta saciarlos. 26 Hizo soplar en el cielo el viento del este, Y con Su poder dirigió el viento del este, 27 Él hizo llover sobre ellos carne como polvo, Aladas aves como arena de los mares, 28 Y las hizo caer en medio del campamento, Alrededor de sus viviendas. 29 Comieron y quedaron bien saciados, Y les concedió su deseo. 30 Antes de que hubieran satisfecho su deseo, Mientras la comida aún estaba en su boca, 31 La ira de Dios se alzó contra ellos Y mató a algunos de los más robustos, Y subyugó a los escogidos de Israel. 32 A pesar de todo esto, todavía pecaron Y no creyeron en Sus maravillas. 33 Él, pues, hizo terminar sus días en vanidad, Y sus años en terror súbito.
34 Cuando los hería de muerte, entonces lo buscaban, Y se volvían y buscaban con diligencia a Dios; 35 Se acordaban de que Dios era su Roca, Y el Dios Altísimo su Redentor. 36 Pero con su boca lo engañaban Y con su lengua le mentían. 37 Pues su corazón no era leal para con Él, Ni eran fieles a Su pacto. 38 Pero Él, siendo compasivo, perdonaba sus iniquidades y no los destruía; Muchas veces contuvo Su ira, Y no despertó todo Su furor. 39 Se acordaba de que ellos eran carne, Un soplo que pasa y no vuelve.
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