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Por qué aborrezco el evangelio de la prosperidad

El evangelio de la prosperidad sigue plagando púlpitos e iglesias de todo el mundo. ¿Qué es el evangelio de la prosperidad? ¿Por qué es popular? ¿Por qué es peligroso? ¿Por qué John Piper se opone tanto a él? Así es como él lo explicó, en el otoño de 2008:

Entonces, ¿por qué me opongo con tanta vehemencia al llamado evangelio de la prosperidad? Hay una respuesta fácil, pero antes de darla, permítanme definir un poco a qué me refiero con evangelio de la prosperidad. La definición está en un continuo que va desde lo más radical hasta lo que se llamaría suave o ligero. La versión más radical diría básicamente que Dios quiere que seas rico, y que debes asociarte con Él por fe para buscar riquezas. La justificación sería: «No puedes lograr mucho en la vida sin dinero. Así que ve por él». Otra justificación podría ser: «Ustedes son hijos del reino, y los hijos del reino no visten ropas andrajosas. Visten como el Rey». Y así sucesivamente.

La versión ligera es simplemente más cautelosa, para no decir esas cosas escandalosas sobre la riqueza, pero minimiza el pecado y minimiza el dolor, mientras solo habla de lo bien que te irá si sigues a Cristo.

Predicando un evangelio diferente

Entonces, ¿por qué abomino este supuesto evangelio? Porque creo que es otro evangelio. Y la primera razón sería simplemente ir directamente a la Biblia y ver lo que dice Pablo sobre los que quieren ser ricos:

Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores (1 Ti 6:6-10).

En otras palabras, lo mismo que lleva a la gente a ser torturados con muchos dolores —a saber, el deseo de ser rico— es alimentado y cultivado por los predicadores de la prosperidad. Ellos están fomentando que este comportamiento suicida ocurra. Eso es abominable.

Maldecidos con la riqueza

Jesús dijo: «Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios» (Mt 19:24). ¿Por qué dijo eso? Porque las riquezas son muy peligrosas. No suelen ser una bendición. Suelen ser una maldición. Las personas son maldecidas con las riquezas. Son destruidos por las riquezas. Aquí, de nuevo, permítanme matizar un poco: No quiero decir que sea pecado ganar mucho dinero. Solo quiero decir que es pecaminoso querer tener mucho dinero.

Es suicida querer tener mucho dinero: graneros más grandes, vehículos más grandes, casas más grandes, carteras más grandes y ropas más finas, y todo crece con tus ingresos de modo que tu conciencia se endurece cada vez más, porque en este punto, si eres cristiano, tu conciencia tiene que mentirte: «Está bien. Esto está bien. Este es el camino del Calvario. Esto es lo que significa negarte a ti mismo. Esto es lo que significa seguir a Jesús. Esto es lo que significa morir cada día. Esto es lo que significa tener mi tesoro en el cielo». Pero no es así. No funcionará, de manera que tu conciencia tiene que ser lastimada para evitar que te mates.

Por eso Jesús dice: «Difícilmente ganará un rico el reino de los cielos». Pablo dice: «Los que quieren enriquecerse caen en tentación y se traspasan a sí mismos con muchos dolores». Entonces llega un predicador de la prosperidad que dice: «Sí, el Señor realmente quiere que seas rico. Debemos perseguir las riquezas. Seguir a Jesús es el camino hacia la riqueza. Las riquezas son la señal de la bendición de Dios». Yo diría simplemente que están en contradicción mutua y, por lo tanto, esto es mortal.

Aprovechándose de los pobres

Esta es otra razón por la que estoy realmente indignado. Estos predicadores de la prosperidad no se limitan a hablar a los estadounidenses que ya están bastante bien y tratar de ayudarlos a ser un poco más ricos. Se suben a sus aviones —sus aviones privados— y vuelan a África o a las Filipinas. Aterrizan, reúnen en un estadio a cien mil personas desesperadamente pobres y les dicen que si creen en Jesús se harán ricos, que todas sus necesidades estarán cubiertas, que sus mujeres ya no perderán a sus bebés y bla, bla, bla. Luego se suben a sus aviones con los bolsillos llenos y se van a casa.

Eso es perverso, porque la Biblia está muy llena de enseñanzas acerca de que esta vida es una aflicción momentánea: «Esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Co 4:17). ¿A qué se refiere Pablo con «esta aflicción»? Se refiere a toda la vida. Lo leve y pasajero corresponde al peso de la gloria eterna en el cielo. Quiere decir que cuando vienes a Cristo, vienes y mueres; puedes contar con ello: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hch 14:22).

El cristianismo normal es dolor. El patrón es estar afligidos pero siempre gozosos (ver 2 Co 6:10). Los predicadores de la prosperidad no preparan a los nuevos convertidos en los países del tercer mundo para soportar las realidades de lo que les costará ser cristianos.

Hasta los confines de la tierra

Aquí hay otra razón. Hay alrededor de 1568 grupos de personas en el mundo —de un total de 13 000—, que ni siquiera tienen misioneros que se involucren con ellos y, por lo tanto, todos sus miembros carecen de esperanza. La mayoría de esos mil quinientos grupos étnicos se encuentran en lugares muy peligrosos; lo que significa que, si vas allí, tus hijos podrían contraer enfermedades y morir, tu esposa podría ser capturada y violada o tu familia podría ser masacrada y asesinada. ¿Quién va a ir? Nosotros tenemos que ir.

Jesús dijo: «Hagan discípulos de todos los grupos de personas», no solo de los fáciles, no solo de los cómodos (ver Mt 28:19). ¿Quién va a ir? ¿El producto de los predicadores de la prosperidad? No lo creo. Las personas que van a ir son las personas a quienes se les ha enseñado que seguir a Cristo es sufrir, y que es breve. Son solo ochenta años. Luego viene el cielo.

Acabo de leer esta mañana con Noël y Talitha (mi esposa y mi hija) los primeros párrafos de Apocalipsis 21: «Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo» (Ap 21:1-2). Él habitará entre nosotros y seremos Su pueblo, y Él será nuestro Dios. Entonces toda lágrima será enjugada y ya no habrá más dolor, porque las primeras cosas han pasado (ver Ap 21:3-4).

La nueva creación se acerca

Eso está por venir. Uno de los problemas bíblicos esenciales del evangelio de la prosperidad es una escatología sobrerealizada. Dios nos promete que todos vamos a ser ricos. Vamos a ser dueños del mundo. Vamos a juzgar a los ángeles. Pablo utilizó ese argumento en 1 Corintios 3: ¿No se dan cuenta de que van a heredar el mundo? Todas las cosas son de ustedes. Apolos es suyo. Cefas es suyo. La vida es suya. La muerte es de ustedes. Y la conclusión que sacó fue: ¿Por qué te jactarías en los hombres? En otras palabras, ¿por qué no tomarías eso como un medio que te permita sufrir, ser humilde, bondadoso, como un siervo, y caminar por este camino del Calvario y soportar el dolor de ser cristiano? (ver 1 Co 3:19-23).

Eso está por llegar. Pero en lugar de decir: «Tenemos que esperar a eso y derramar nuestras vidas a través de muchas tribulaciones aquí», dicen: «Tráelo ahora. Tráiganlo ahora. El reino ya está aquí, ¿verdad? Jesús trajo el reino». Se trata de la superposición de estas dos eras. Pero ellos no entienden.

La era nueva es una era hermosa, y hay sanidades que ocurren en este mundo. Yo no niego eso. Solo niego muy vehementemente que todo el mundo vaya a ser sanado. Dejen que estos predicadores de la prosperidad con su discurso de sanidad y su discurso de palabra de fe vayan al piso de cuidados especiales de un asilo, o a la sala de emergencias o a las salas de cuidados intensivos de los hospitales. Vayan allá. Vayan allí y prediquen su evangelio. Pero no, no lo hacen. Se ponen sus ropas bonitas y se paran en las luces, con dinero esparcido por todas partes, con gente que quiere desesperadamente que alguien les diga cómo hacerse ricos. Así ganan mucho dinero. No van a lugares donde es imposible enfrentarse a la realidad a menos que tengas una teología del sufrimiento.

Por todas esas razones, y más, es trágico que una de las mayores exportaciones de Estados Unidos sea el evangelio de la prosperidad. La gente está siendo destruida por él. Los cristianos están siendo debilitados por él. Dios está siendo deshonrado por él. Las almas perecen por su causa, y muchos se enriquecen a través de él.


Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

Acerca del Autor

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