Lectura de Hoy
10-10-2023
Devocional: Ezequiel 43
Han transcurrido casi veinte años desde la experiencia visionaria en la que Ezequiel contempló la gloria de Dios abandonando el templo (Ezequiel 10:18-22; 11:22-24). Aquí, en Ezequiel 43:1-12, es testigo del regreso del Señor.
Numerosas expresiones y frases nos recuerdan que la gloria que el profeta percibe ahora debe identificarse con la visión del trono móvil de los capítulos 1—3, y con la que abandonó el templo y la ciudad en 8—11. Ezequiel lo deja muy claro: “Esta visión era semejante a la que tuve cuando el Señor vino a destruir la ciudad de Jerusalén, y a la que tuve junto al río Quebar” (43:3).
Dentro de la estructura simbólica de la visión, esto significa que Dios se está manifestando en medio de su pueblo una vez más. Este debe responder avergonzándose de sus pecados (43:10-11) y adecuándose perfectamente a todo lo que él prescriba (43:11).
La culminación de esta visión dentro del libro de Ezequiel se encuentra en el último versículo del mismo: “Desde aquel día el nombre de la ciudad será: EL SEÑOR ESTÁ AQUÍ” (48:35). Eso es maravilloso. Cualquier lugar donde el Señor esté es santo. “Por eso, disponeos para actuar con inteligencia; tened dominio propio; poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os dará cuando se revele Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis a los malos deseos que teníais antes, cuando vivíais en la ignorancia. Más bien, sed santos en todo lo que hagáis, como también es santo quien os llamó; pues está escrito: ‘Sed santos, porque yo soy santo’” (1 Pedro 1:13-16). Juan tuvo una visión de “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios” (Apocalipsis 21:2). La voz gritó: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Apocalipsis 21:3).
Siempre debemos recordar lo siguiente: el Evangelio no es admirado en las Escrituras principalmente por la transformación social que lleva a cabo, sino porque reconcilia a hombres y mujeres con un Dios santo. Su propósito no es que podamos sentirnos satisfechos, sino que podamos reconciliarnos con el Dios viviente y santo. La consumación es deliciosa para el pueblo transformado de Dios. No lo es simplemente porque el entorno del nuevo cielo y la nueva tierra sea agradable, sino porque vivimos, trabajamos y adoramos para siempre en el resplandor incontenible de la presencia de nuestro santo Hacedor y Redentor. Esta perspectiva debe dar forma al estilo de vida y servicio de la iglesia, y determinar el pulso de su ministerio. La única alternativa es una idolatría altisonante y egoísta.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Filipenses 4
Un poco de consejo práctico para los cristianos (Filipenses 4:4-9):
(1) “Regocijaos en el Señor siempre” (4:4). Este mandamiento es tan importante que Pablo lo repite. Nuestra responsabilidad de obedecerlo es independiente de las circunstancias, pues no importa cuán miserable sea nuestra situación, el cristiano siempre tiene las razones más profundas para regocijarse en Cristo Jesús: el perdón de pecados y la esperanza de una vida de resurrección en el nuevo cielo y la nueva tierra, por no hablar de la consolación del Espíritu en el presente y mucho más. Hablando en términos prácticos, Pablo sabe bien que el creyente que verdaderamente se regocija en el Señor no puede ser un traidor, ni tramposo, ni quejoso, ni ladrón, ni perezoso, ni amargado ni lleno de odio.
(2) “Vuestra amabilidad sea conocida” (4:5). Es casi una paradoja deliciosa. Nuestra cultura quiere que seamos conocidos por la agresividad o por cierta superioridad o fuerza intrínseca. La persona amable no suele pensar en ser conocida. Pero Pablo quiere que nos esforcemos de tal manera por la amabilidad, que se nos conozca por nuestra gentileza. El fundamento que ofrece Pablo es que “el Señor está cerca”. En este contexto, probablemente no se refiere a la cercanía de la venida del Señor, sino a que el Señor mismo nunca está lejos de su pueblo: está cerca y vela por nosotros, como lo hace todo el tiempo. Esto se convierte en nuestra motivación para actuar como él quisiera que actuáramos.
(3) “No estéis afanosos” (4:6-7). Pablo no es partidario de un escapismo irresponsable, y menos todavía de un optimismo iluso. Más aún, en términos estrictos, no nos está pidiendo sencillamente que dejemos de preocuparnos y ya está; más bien, nos dice cómo dejar de preocuparnos. Debemos reemplazar esta ansiedad constante por otra cosa: “más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presentad vuestras peticiones a Dios y dadle gracias [vuelve el tema de la alabanza]” (4:6). Pablo no niega la agonía y el dolor de muchas de las experiencias humanas. ¿Cómo iba a hacer tal cosa? Sus cartas demuestran que sufrió lo peor. No obstante, conoce la solución. O la preocupación espanta a la oración, o la oración espanta a la preocupación. Más aún, afirma Pablo, esta oración disciplinada, agradecida e intercesora, trae consigo “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (4:7).
(4) Tened pensamientos santos (4:8-9). Lo que entra es lo mismo que sale. Somos renovados mediante la transformación de nuestra mente (Romanos 12:1-2). Así que vigila lo que le das a tu mente como alimento; cuida lo que piensas; decídete a dirigir tus pensamientos por canales buenos y saludables, no aquellos caracterizados por la amargura, el resentimiento, la lujuria, el odio o la envidia. Medita sobre todas las cosas que Pablo incluye en su variada lista del versículo 8. Más aún, aquí también Pablo mismo nos sirve de gran ejemplo (4:9: no nos pide que hagamos algo que él mismo no practica).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Reyes 12
La división del reino en dos partes dispares—el reino de Israel con sus diez tribus al norte y el reino de Judá con dos tribus al sur (1 Reyes 12)— nos presenta una dinámica asombrosa entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana.
Dios ya había anunciado, a través del profeta Ahías, que Jeroboam le arrancaría al sucesor de Salomón las diez tribus del norte (11:26-40). A Jeroboam se le dijo de manera explícita que, si permanecía fiel al Señor, este establecería para él una dinastía. No obstante, una vez Jeroboam asegura las tribus del norte, lo primero que hace es construir becerros de oro en Betel y en Dan, y consagrar sacerdotes no levíticos porque no quiere que su pueblo viaje hasta el templo en Jerusalén (12:25-33). ¿Acaso no se da cuenta de que si Dios tiene el poder para darle las diez tribus y la preocupación de advertirle sobre la infidelidad, ciertamente también lo tiene para preservar la integridad del reino del norte aunque el pueblo suba a Jerusalén para las fiestas principales? No obstante, Jeroboam ejecuta sus juicios políticos, rehúsa obedecer a Dios y se muestra desagradecido ante lo que se le ha concedido. Su único legado duradero es que, en todo el resto del Antiguo Testamento, se le nombra como “Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel” (2 Reyes 14:24, por ejemplo).
Más inexplicable aún es Roboam, el hijo de Salomón. Puede que Salomón haya sido un diestro administrador de la justicia, pero, al final de su vida, sus proyectos enormemente costosos estaban desgastando a su pueblo. Sus representantes le garantizan a Roboam que le serán fieles únicamente si les alivia un poco la carga. Los ancianos le aseguran a Roboam que su petición es razonable: debe tomar la actitud de siervo ante este pueblo y servirle, pues así descubrirá que ellos le servirán para siempre (12:7). Con una enorme insensibilidad y crasa estupidez, Roboam escucha el consejo de “jóvenes” ensimismados que no tenían la menor noción sobre la gente en general y sobre esta nación en particular (12:8), de manera que Roboam responde con dureza, no sólo rechazando la petición del pueblo, sino prometiendo más exigencias y mayor brutalidad. Y, de repente, la rebelión ha comenzado.
Aun así, el escritor comenta: “De modo que el rey no le hizo caso al pueblo. Las cosas tomaron este rumbo por voluntad del Señor, para que se cumpliera lo que ya él le había dicho a Jeroboam hijo de Nabat por medio de Ahías el silonita” (12:15). La soberanía de Dios (ver, por ejemplo, la meditación del 3 de junio) no excusa ni mitiga la insensatez de Roboam ni la rebelión de Jeroboam; su estupidez y pecado no significa que Dios haya perdido el control. Estos misterios de la providencia hacen difícil “leer” la historia; también se vuelven un enorme consuelo y nos permiten descansar en Romanos 8:28.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Jeroboam y el hombre de Dios
13 Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá a Betel por palabra del SEÑOR, cuando Jeroboam estaba junto al altar para quemar incienso. 2 Y el hombre de Dios clamó contra el altar por palabra del SEÑOR, y dijo: «Oh altar, altar, así dice el SEÑOR: “A la casa de David le nacerá un hijo, que se llamará Josías; y él sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman incienso sobre ti, y sobre ti serán quemados huesos humanos”».
3 Aquel mismo día dio una señal, y dijo: «Esta es la señal de que el SEÑOR ha hablado: “El altar se romperá y las cenizas que están sobre él se derramarán”». 4 Cuando el rey oyó la palabra que el hombre de Dios había clamado contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar y dijo: «¡Préndanlo!». Pero la mano que extendió contra él se le quedó rígida, de modo que no podía volverla hacia sí. 5 El altar se rompió y las cenizas se derramaron del altar, conforme a la señal que el hombre de Dios había dado por palabra del SEÑOR. 6 El rey respondió al hombre de Dios: «Te ruego que supliques al SEÑOR tu Dios, y ores por mí, para que mi mano me sea restaurada». El hombre de Dios suplicó al SEÑOR y la mano del rey le fue restaurada, y quedó como antes. 7 Entonces el rey dijo al hombre de Dios: «Ven conmigo a casa y refréscate, y te daré una recompensa». 8 Pero el hombre de Dios dijo al rey: «Aunque usted me diera la mitad de su casa no iría con usted, tampoco comería pan ni bebería agua en este lugar. 9 Porque así se me ordenó por palabra del SEÑOR, que me dijo: “No comerás pan, ni beberás agua, ni volverás por el camino que fuiste”». 10 Y se fue por otro camino, no regresó por el camino por donde había ido a Betel.
El profeta y el hombre de Dios
11 Moraba entonces en Betel un anciano profeta; y sus hijos fueron y le contaron todo lo que el hombre de Dios había hecho aquel día en Betel. Las palabras que él había hablado al rey, también las contaron a su padre. 12 Y su padre les dijo: «¿Por dónde se fue?». Y sus hijos le mostraron el camino por donde se había ido el hombre de Dios que había venido de Judá. 13 Entonces dijo a sus hijos: «Aparéjenme el asno». Le aparejaron el asno, se montó sobre él, 14 y fue tras el hombre de Dios; lo halló sentado debajo de una encina, y le dijo: «¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?». Y él respondió: «Yo soy». 15 Entonces le dijo: «Ven conmigo a casa y come pan». 16 Y él respondió: «No puedo volver contigo ni ir contigo; tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar. 17 Porque me vino un mandato por palabra del SEÑOR: “No comerás pan ni beberás agua allí, ni volverás por el camino que fuiste”». 18 Y el otro le respondió: «Yo también soy profeta como tú, y un ángel me habló por palabra del SEÑOR, diciendo: “Tráelo contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua”». Pero le estaba mintiendo. 19 Entonces se volvió con él, comió pan en su casa y bebió agua.
20 Y cuando ellos estaban a la mesa, la palabra del SEÑOR vino al profeta que le había hecho volver; 21 y él le gritó al hombre de Dios que vino de Judá: «Así dice el SEÑOR: “Porque has desobedecido el mandato del SEÑOR, y no has guardado el mandamiento que el SEÑOR tu Dios te ha ordenado, 22 sino que has vuelto y has comido pan y bebido agua en el lugar del cual Él te dijo: ‘No comerás pan ni beberás agua’, tu cadáver no entrará en el sepulcro de tus padres”». 23 Y después de haber comido pan y de haber bebido agua, aparejó el asno para él, para el profeta que había hecho volver. 24 Y cuando este se fue, un león lo encontró en el camino y lo mató, y su cadáver quedó tirado en el camino y el asno estaba junto a él; también el león estaba junto al cadáver. 25 Entonces pasaron unos hombres y vieron el cadáver tirado en el camino y el león que estaba junto al cadáver; y fueron y lo dijeron en la ciudad donde vivía el anciano profeta.
26 Cuando el profeta que le había hecho volver del camino lo oyó, dijo: «Es el hombre de Dios, que desobedeció el mandato del SEÑOR; por tanto el SEÑOR lo ha entregado al león que lo ha desgarrado y matado, conforme a la palabra que el SEÑOR le había hablado». 27 Entonces habló a sus hijos, diciendo: «Aparéjenme el asno». Y se lo aparejaron. 28 Fue y halló el cadáver tirado en el camino, y el asno y el león estaban junto al cadáver; el león no había comido el cadáver ni desgarrado el asno. 29 El profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y lo trajo. Vino a la ciudad del anciano profeta para hacer duelo por él y enterrarlo. 30 Puso el cadáver en su propio sepulcro, e hicieron duelo por él, diciendo: «¡Ay, hermano mío!».
31 Y después de haberlo enterrado, dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, entiérrenme en el sepulcro donde está enterrado el hombre de Dios; pongan mis huesos junto a sus huesos. 32 Porque ciertamente sucederá lo que él clamó por palabra del SEÑOR contra el altar en Betel y contra todas las casas de los lugares altos que están en las ciudades de Samaria».
33 Después de este hecho, Jeroboam no se volvió de su mal camino, sino que volvió a nombrar sacerdotes para los lugares altos de entre el pueblo; al que lo deseaba lo investía para que fuera sacerdote de los lugares altos. 34 Y esto fue motivo de pecado para la casa de Jeroboam, lo que hizo que fuera borrada y destruida de sobre la superficie de la tierra.
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Regocijo y paz en el Señor
4 Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, estén así firmes en el Señor, amados.
2 Ruego a Evodia y a Síntique, que vivan en armonía en el Señor. 3 En verdad, fiel compañero, también te ruego que ayudes a estas mujeres que han compartido mis luchas en la causa del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense! 5 La bondad de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.
El secreto de la paz
8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten. 9 Lo que también han aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practiquen, y el Dios de paz estará con ustedes.
Actitud ejemplar de Pablo hacia las cosas materiales
10 Me alegré grandemente en el Señor de que ya al fin han reavivado su cuidado para conmigo. En verdad, antes se preocupaban, pero les faltaba la oportunidad. 11 No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación.
12 Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. 14 Sin embargo, han hecho bien en compartir conmigo en mi aflicción.
15 Ustedes mismos también saben, filipenses, que al comienzo de la predicación del evangelio, después que partí de Macedonia, ninguna iglesia compartió conmigo en cuestión de dar y recibir, sino solamente ustedes. 16 Porque aun a Tesalónica enviaron dádivas más de una vez para mis necesidades.
17 No es que busque la dádiva en sí, sino que busco fruto que aumente en su cuenta. 18 Pero lo he recibido todo y tengo abundancia. Estoy bien abastecido, habiendo recibido de Epafrodito lo que han enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios. 19 Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. 20 A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Saludos y bendición
21 Saluden a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo los saludan. 22 Todos los santos los saludan, especialmente los de la casa de César.
23 La gracia del Señor Jesucristo sea con el espíritu de ustedes.
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La gloria de Dios llena el templo
43 Entonces el hombre me llevó a la puerta, la puerta que da hacia el oriente; 2 y vi que la gloria del Dios de Israel venía de la parte del oriente. Su voz era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía de Su gloria. 3 Tenía el aspecto de la visión que vi, como la visión que había visto cuando Él vino a destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que yo había visto junto al río Quebar. Entonces me postré sobre mi rostro. 4 La gloria del SEÑOR entró en el templo por el camino de la puerta que da hacia el oriente. 5 Entonces el Espíritu me levantó y me llevó al atrio interior, y la gloria del SEÑOR llenó el templo.
6 Y oí a uno que me hablaba desde el templo, mientras el hombre estaba de pie junto a mí, 7 y me dijo: «Hijo de hombre, este es el lugar de Mi trono, el lugar de las plantas de Mis pies, donde habitaré entre los israelitas para siempre. Y la casa de Israel no volverá a profanar Mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes cuando mueran, 8 poniendo su umbral junto a Mi umbral, y sus postes junto a Mis postes con solo un muro entre ellos y Yo. Ellos han profanado Mi santo nombre con las abominaciones que han cometido; por eso los he consumido en Mi ira. 9 Que alejen ahora de Mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y Yo habitaré entre ellos para siempre.
10 »Y tú, hijo de hombre, describe el templo a la casa de Israel, para que se avergüencen de sus iniquidades, y tomen las medidas de su plano. 11 Y si se avergüenzan de todo lo que han hecho, enséñales el diseño del templo, su estructura, sus salidas, sus entradas, todos sus diseños, todos sus estatutos y todas sus leyes. Escribe esto ante sus ojos para que guarden todas sus leyes y todos sus estatutos, y los cumplan. 12 Esta es la ley del templo: todo su territorio sobre la cumbre del monte por todo alrededor será santísimo. Así es la ley del templo.
13 »Estas son las medidas del altar en codos (cada codo real de un codo y un palmo menor): la base, un codo real (52.5 centímetros), el ancho, codo real; su reborde en la orilla por todo alrededor, un palmo (26 centímetros). Y esta será su altura: 14 desde la base en el suelo hasta el zócalo inferior será de dos codos (1.05 metros), por un codo (52.5 centímetros) de ancho; y desde el zócalo menor hasta el zócalo mayor será de cuatro codos (2.1 metros), por un codo de ancho. 15 El hogar del altar será de 4 codos (2.1 metros), y del hogar del altar se extenderán hacia arriba cuatro cuernos. 16 El hogar del altar será de 12 codos (6.30 metros) de largo por 12 codos de ancho, cuadrado por sus cuatro lados. 17 Y el zócalo será de 14 codos (7.35 metros) de largo por 14 codos de ancho por sus cuatro lados; el borde alrededor será de medio codo (26.25 centímetros), y su base, de un codo (52.5 centímetros) alrededor; sus gradas mirarán al oriente».
18 Y el hombre me dijo: «Hijo de hombre, así dice el Señor DIOS: “Estos son los estatutos para el altar el día que sea construido, para ofrecer holocaustos sobre él y para esparcir sobre él sangre. 19 A los sacerdotes levitas que son de la descendencia de Sadoc, que se acercan a Mí para servirme”, declara el Señor DIOS, “darás un novillo de la vacada para la ofrenda por el pecado. 20 Y tomarás de su sangre y la pondrás sobre sus cuatro cuernos, en los cuatro ángulos del zócalo y en el borde todo alrededor; así lo limpiarás y harás expiación por él. 21 Luego tomarás el novillo para la ofrenda por el pecado, y será quemado en el lugar señalado del templo, fuera del santuario. 22 Al segundo día ofrecerás un macho cabrío sin defecto para la ofrenda por el pecado, y purificarás el altar como lo purificaron con el novillo. 23 Cuando hayas terminado de purificarlo, ofrecerás un novillo sin defecto de la vacada y un carnero sin defecto del rebaño. 24 Los ofrecerás delante del SEÑOR, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos y los ofrecerán en holocausto al SEÑOR.
25 ”Durante siete días prepararás diariamente un macho cabrío para la ofrenda por el pecado; también serán preparados un novillo de la vacada y un carnero sin defecto del rebaño. 26 Durante siete días harán expiación por el altar y lo purificarán; así lo consagrarán. 27 Cuando hayan terminado estos días, sucederá que del octavo día en adelante, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar sus holocaustos y sus ofrendas de paz; y Yo me complaceré en ustedes”, declara el Señor DIOS».
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Alabanza al SEÑOR y advertencia contra la incredulidad
95 Vengan, cantemos con gozo al SEÑOR, Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. 2 Vengamos ante Su presencia con acción de gracias; Aclamemos a Él con salmos. 3 Porque Dios grande es el SEÑOR, Y Rey grande sobre todos los dioses, 4 En cuya mano están las profundidades de la tierra; Suyas son también las cumbres de los montes. 5 Suyo es el mar, pues Él lo hizo, Y Sus manos formaron la tierra firme.
6 Vengan, adoremos y postrémonos; Doblemos la rodilla ante el SEÑOR nuestro Hacedor. 7 Porque Él es nuestro Dios, Y nosotros el pueblo de Su prado y las ovejas de Su mano. Si ustedes oyen hoy Su voz, 8 No endurezcan su corazón como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto, 9 Cuando sus padres me tentaron, Me pusieron a prueba, aunque habían visto Mi obra. 10 Por cuarenta años me repugnó aquella generación, Y dije: «Es un pueblo que se desvía en su corazón Y no conocen Mis caminos. 11 Por tanto, juré en Mi ira: Ciertamente no entrarán en Mi reposo».
Invitación a la adoración
96 Canten al SEÑOR un cántico nuevo; Canten al SEÑOR, toda la tierra. 2 Canten al SEÑOR, bendigan Su nombre; Proclamen de día en día las buenas nuevas de Su salvación. 3 Cuenten Su gloria entre las naciones, Sus maravillas entre todos los pueblos. 4 Porque grande es el SEÑOR, y muy digno de ser alabado; Temible es Él sobre todos los dioses. 5 Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos, Pero el SEÑOR hizo los cielos. 6 Gloria y majestad están delante de Él; Poder y hermosura en Su santuario.
7 Den al SEÑOR, oh familias de los pueblos, Den al SEÑOR gloria y poder. 8 Den al SEÑOR la gloria debida a Su nombre; Traigan ofrenda y entren en Sus atrios. 9 Adoren al SEÑOR en vestiduras santas; Tiemblen ante Su presencia, toda la tierra. 10 Digan entre las naciones: «El SEÑOR reina; Ciertamente el mundo está bien afirmado, será inconmovible; Él juzgará a los pueblos con equidad».
11 Alégrense los cielos y regocíjese la tierra; Ruja el mar y cuanto contiene; 12 Gócese el campo y todo lo que en él hay. Entonces todos los árboles del bosque cantarán con gozo 13 Delante del SEÑOR, porque Él viene; Porque Él viene a juzgar la tierra: Juzgará al mundo con justicia Y a los pueblos con Su fidelidad.
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