Lectura de Hoy
14-10-2023
Devocional: Salmo 103
Uno de los salmos más hermosos es el Salmo 103. Reflexioné sobre él en el volumen I (meditación del 11 de junio). Aquí me gustaría volver a algunos de los temas que trata:
(1) El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor (103:8). Esta verdad se suele expresar con frecuencia en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando el Señor pasa por delante de Moisés, mientras este se esconde en una hendidura de la roca, entona: “El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad…” (Éxodo 34:6). Con todo, esta no es la impresión que muchos lectores del Antiguo Testamento tienen de Dios. De alguna manera, creen que es “de mecha corta”, siempre a punto de estallar y barrer una nación o dos. ¿Por qué lo ven así?
Probablemente se deba, en parte, a que no leen el Antiguo Testamento con precisión. O tal vez lo hagan de forma impresionada: están todos esos pasajes en los profetas, donde el Señor amenaza con juicio, y pueden dejar un sabor agrio y un olor a azufre. ¿Pero, acaso no deberíamos ver la misericordia del Señor en ellos? Retrasa el juicio pudiendo posponerlo durante años o incluso décadas. En cuanto ve las primeras señales de arrepentimiento genuino, se aparta de la ira, porque el Señor es “lento para la ira y grande en amor”. La estricta justicia sería inmediata, ¡algo fácil para la omnisciencia! La verdad es que Dios “No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades” (103:10).
(2) “Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro (103:13-14). Se diría que Dios busca razones para tener tanta paciencia como le sea posible. Pero también es cierto que un padre humano será mucho más compasivo y paciente con un hijo o una hija que le “tema” y que lo respete básicamente. En ese caso, cualquier confusión, fracaso o fallo se tratará, probablemente, con mayor paciencia que la conducta del hijo o la hija que es del todo anárquica. En cualquier caso, este Padre celestial nos conoce mejor que nosotros mismos. ¿Quién más capacitado que él puede decirnos de qué estamos hechos?
(3) En nuestra culpa ante un Dios santo, lo que más necesitamos es el perdón de todos nuestros pecados (103:3), que sean alejados: “Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” (103:12). Con esta seguridad, todas las demás bendiciones que merezcan la pena serán un día nuestras; sin el perdón de los pecados, cualquier otra bendición que hayamos recibido es peor que inútil: puede ser decepcionante.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Colosenses 4
En varios momentos del Nuevo Testamento, se nos presentan breves semblanzas de grupos de personas cristianas. Romanos 16 nos ofrece uno de estos retratos, y Colosenses 4:7-18 nos presenta otro. Los hombres y las mujeres que se mencionan brevemente vivieron vidas complejas y entrelazadas, de las cuales no sabemos casi nada. Pero son nuestros hermanos y hermanas en Cristo: se enfrentaron a la tentación, superaron desafíos, ejecutaron tareas muy diferentes y llevaron a cabo su papel en diversos estratos de la sociedad. La mirada breve que se nos ofrece aquí alimenta nuestra imaginación; nuestra curiosidad más plena será satisfecha sólo en el cielo.
Algunos comentarios nos pueden ofrecer pistas sobre lo que se puede aprender de la información que suministra la carta de Pablo.
(1) Pablo mantenía un grupo de personas trabajando con él. Una de sus funciones era viajar entre los lugares donde estaba Pablo y las iglesias de las cuales él se sentía responsable. Si combinamos las cartas de Pablo con el libro de los Hechos, es posible trazar algunas de las rutas constantes de viaje. Aquí, Pablo envía a Tíquico a los colosenses con un propósito explícitamente pastoral (4:7-8).
(2) El “Marcos” del que se habla en el 4:10, con toda seguridad era Juan Marcos, el autor del segundo Evangelio. Aquí se le identifica como pariente de Bernabé. Esto podría explicar parcialmente la disputa entre Bernabé y Pablo en cuanto a si se le debería dar a Marcos una segunda oportunidad después de que este abandonara la primera expedición misionera (Hechos 13:5, 13; 15:37-40). Ciertamente, ya al final del ministerio de Pablo, Marcos había sido restaurado ante los ojos del apóstol (2 Timoteo 4:11).
(3) Los colaboradores de Pablo solían incluir judíos y gentiles (4:11). No hace falta mucha imaginación para reconocer los retos y tensiones que nacían de este arreglo, así como las bendiciones y riquezas.
(4) Epafras surge como un modelo formidable. Siempre está “luchando en oración” por los creyentes colosenses. Lo que pide, sobre todo lo demás, es que ellos, “plenamente convencidos, os mantengáis firmes, cumpliendo en todo la voluntad de Dios.” (4:12). ¡Cuánta necesidad hay hoy día en la iglesia de Cristo de guerreros de oración con un énfasis como este!
(5) El “Lucas” que se menciona en el 4:14 seguramente era el autor del tercer Evangelio y del libro de los Hechos, y era gentil (puesto que aparece en la sección de los gentiles dentro de esta lista, 4:11ss). Esto le convierte en el único escritor gentil de un documento del Nuevo Testamento. A Demas se le menciona en la misma frase, pero probablemente este es el mismo que al final abandona la misión y el evangelio (2 Timoteo 4:10). Los buenos comienzos no garantizan buenos finales.
(6) Las iglesias del primer siglo no tenían edificios propios. Los creyentes se reunían regularmente en los hogares de los miembros más adinerados. Ninfas, de Laodicea, era una de las mujeres ricas de una ciudad próspera, y la iglesia se congregaba en su casa (4:15).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Elías predice la sequía
17 Elías el tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: «Vive el SEÑOR, Dios de Israel, delante de quien estoy, que ciertamente no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por la palabra de mi boca». 2 Y vino a Elías la palabra del SEÑOR, diciendo: 3 «Sal de aquí y dirígete hacia el oriente, y escóndete junto al arroyo Querit, que está al oriente del Jordán. 4 Y beberás del arroyo, y he ordenado a los cuervos que te sustenten allí». 5 Él fue e hizo conforme a la palabra del SEÑOR, pues fue y habitó junto al arroyo Querit, que está al oriente del Jordán. 6 Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne al atardecer, y bebía del arroyo. 7 Sucedió que después de algún tiempo el arroyo se secó, porque no había caído lluvia en la tierra.
Elías y la viuda de Sarepta
8 Vino después a él la palabra del SEÑOR, diciendo: 9 «Levántate, ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y quédate allí; porque yo he mandado a una viuda de allí que te sustente». 10 Él se levantó y fue a Sarepta. Cuando llegó a la entrada de la ciudad, allí estaba una viuda recogiendo leña, entonces la llamó y le dijo: «Te ruego que me consigas un poco de agua en un vaso para que yo beba». 11 Cuando ella iba a conseguirla, la llamó y le dijo: «Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano». 12 Pero ella respondió: «Vive el SEÑOR tu Dios, que no tengo pan, solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija y estoy recogiendo unos trozos de leña para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que comamos y muramos».
13 Entonces Elías le dijo: «No temas; ve, haz como has dicho, pero primero hazme una pequeña torta de eso y tráemela; después harás para ti y para tu hijo. 14 Porque así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “No se acabará la harina en la tinaja ni se agotará el aceite en la vasija, hasta el día en que el SEÑOR mande lluvia sobre la superficie de la tierra”». 15 Entonces ella fue e hizo conforme a la palabra de Elías, y ella, él y la casa de ella comieron por muchos días. 16 La harina de la tinaja no se acabó ni se agotó el aceite de la vasija, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado por medio de Elías.
17 Pero sucedió que después de estas cosas, se enfermó el hijo de la mujer dueña de la casa; y su enfermedad fue tan grave que no quedó aliento en él. 18 Y ella le dijo a Elías: «¿Qué tengo que ver contigo, oh hombre de Dios? ¡Has venido para traer a memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo!». 19 «Dame a tu hijo», le respondió Elías. Y él lo tomó de su regazo y lo llevó a la cámara alta donde él vivía, y lo acostó en su propia cama. 20 Y clamó al SEÑOR: «Oh SEÑOR, Dios mío, ¿has traído también mal a la viuda con quien estoy hospedado haciendo morir a su hijo?». 21 Entonces se tendió tres veces sobre el niño, y clamó al SEÑOR: «Oh SEÑOR, Dios mío, te ruego que el alma de este niño vuelva a él». 22 El SEÑOR escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. 23 Y Elías tomó al niño, lo bajó de la cámara alta a la casa y se lo dio a su madre; y Elías dijo: «Mira, tu hijo vive». 24 Entonces la mujer dijo a Elías: «Ahora conozco que tú eres hombre de Dios, y que la palabra del SEÑOR en tu boca es verdad».
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4 Amos, traten con justicia y equidad a sus siervos, sabiendo que ustedes también tienen un Señor en el cielo.
Exhortaciones finales
2 Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. 3 Oren al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado, 4 para manifestarlo como debo hacerlo. 5 Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. 6 Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona.
Asuntos personales
7 En cuanto a todos mis asuntos, les informará Tíquico, nuestro amado hermano, fiel ministro y consiervo en el Señor. 8 Porque precisamente para esto lo he enviado a ustedes, para que sepan de nuestras circunstancias y que conforte sus corazones; 9 y con él a Onésimo, fiel y amado hermano, que es uno de ustedes. Ellos les informarán acerca de todo lo que aquí pasa.
Saludos
10 Aristarco, mi compañero de prisión, les envía saludos. También Marcos, el primo de Bernabé, (acerca del cual ustedes recibieron instrucciones. Si va a verlos, recíbanlo bien). 11 También Jesús, llamado Justo. Estos son los únicos colaboradores conmigo en el reino de Dios que son de la circuncisión, y ellos han resultado ser un estímulo para mí. 12 Epafras, que es uno de ustedes, siervo de Jesucristo, les envía saludos, siempre esforzándose intensamente a favor de ustedes en sus oraciones, para que estén firmes, perfectos y completamente seguros en toda la voluntad de Dios. 13 Porque de él soy testigo de que tiene profundo interés por ustedes y por los que están en Laodicea y en Hierápolis. 14 Lucas, el médico amado, les envía saludos, y también Demas. 15 Saluden a los hermanos que están en Laodicea, también a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.
16 Cuando esta carta se haya leído entre ustedes, háganla leer también en la iglesia de los laodicenses. Ustedes, por su parte, lean la carta que viene de Laodicea. 17 Díganle a Arquipo: «Cuida el ministerio que has recibido del Señor, para que lo cumplas».
18 Yo, Pablo, escribo este saludo con mi propia mano. Acuérdense de mis cadenas. La gracia sea con ustedes.
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El río del santuario
47 Después me hizo volver a la entrada del templo; y vi que brotaban aguas de debajo del umbral del templo hacia el oriente, porque la fachada del templo daba hacia el oriente. Y las aguas descendían de debajo, del lado derecho del templo, al sur del altar. 2 Me sacó por la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por fuera hasta la puerta exterior, por la puerta que da al oriente. Y las aguas fluían del lado sur.
3 Cuando el hombre salió hacia el oriente con un cordel en la mano, midió 1,000 codos (525 metros), y me hizo pasar por las aguas, con el agua hasta los tobillos. 4 Midió otros 1,000 codos (525 metros), y me hizo pasar por las aguas, con el agua hasta las rodillas. De nuevo midió otros 1,000 codos y me hizo pasar por las aguas, con el agua hasta la cintura. 5 Y midió otros 1,000 codos (525 metros); y ya era un río que yo no pude vadear, porque las aguas habían crecido, aguas que tenían que pasarse a nado, un río que no se podía vadear. 6 Entonces me preguntó: «¿Has visto, hijo de hombre?». Me llevó y me hizo volver a la orilla del río. 7 Cuando volví, vi que en la orilla del río había muchísimos árboles a uno y otro lado.
8 Y me dijo: «Estas aguas salen hacia la región oriental y descienden al Arabá; luego siguen hacia el mar y desembocan en el mar; entonces las aguas del mar quedan purificadas. 9 Y sucederá que dondequiera que pase el río, todo ser viviente que en él se mueve, vivirá. Y habrá muchísimos peces, porque estas aguas van allá, y las otras son purificadas; así vivirá todo por donde pase el río. 10 Junto a él se pararán los pescadores, y desde En Gadi hasta En Eglaim habrá un lugar para tender las redes. Sus peces serán según sus especies, como los peces del Mar Grande, numerosísimos. 11 Pero sus pantanos y marismas no serán purificados; serán dejados para salinas. 12 Junto al río, en su orilla, a uno y otro lado, crecerán toda clase de árboles que den fruto para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto. Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para comer y sus hojas para sanar».
Límites y división de la tierra
13 Así dice el Señor DIOS: «Estos serán los límites según los cuales repartirán la tierra por heredad entre las doce tribus de Israel; José tendrá dos partes. 14 La repartirán por heredad a cada uno en igual proporción que a su hermano; porque juré darla a sus padres, esta tierra les tocará en heredad.
15 »Y estos serán los límites de la tierra: Por el lado norte, desde el Mar Grande, camino de Hetlón, hasta la entrada de Zedad; 16 Hamat, Berota, Sibraim, que está entre el territorio de Damasco y el territorio de Hamat; Hazar Haticón, que está en el límite de Haurán. 17 El límite se extenderá desde el mar hasta Hazar Enán en la frontera con Damasco, y en el norte, hacia el norte, hasta la frontera con Hamat; este es el lado norte. 18 Por el lado oriental, entre Haurán, Damasco, Galaad y la tierra de Israel, al Jordán; medirán desde el límite norte hasta el mar oriental; este es el lado oriental. 19 Y el lado sur, hacia el sur, se extenderá desde Tamar hasta las aguas de Meriba de Cades, hacia el torrente de Egipto, hasta el Mar Grande; este es el lado sur, hacia el sur. 20 Y el lado occidental será el Mar Grande, desde el límite sur hasta enfrente de Lebo Hamat; este es el lado occidental.
21 »Repartirán, pues, esta tierra entre ustedes según las tribus de Israel. 22 La sortearán como heredad entre ustedes y entre los extranjeros que residen en medio de ustedes y que hayan tenido hijos entre ustedes. Y serán para ustedes como nativos entre los israelitas; se les sorteará herencia con ustedes entre las tribus de Israel. 23 En la tribu en la cual el extranjero resida, allí le darán su herencia», declara el Señor DIOS.
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Himno de alabanza
Salmo de David.
103 Bendice, alma mía, al SEÑOR, Y bendiga todo mi ser Su santo nombre. 2 Bendice, alma mía, al SEÑOR, Y no olvides ninguno de Sus beneficios. 3 Él es el que perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus enfermedades; 4 El que rescata de la fosa tu vida, El que te corona de bondad y compasión; 5 El que colma de bienes tus años, Para que tu juventud se renueve como el águila.
6 El SEÑOR hace justicia, Y juicios a favor de todos los oprimidos. 7 A Moisés dio a conocer Sus caminos, Y a los israelitas Sus obras. 8 Compasivo y clemente es el SEÑOR, Lento para la ira y grande en misericordia. 9 No luchará con nosotros para siempre, Ni para siempre guardará Su enojo. 10 No nos ha tratado según nuestros pecados, Ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. 11 Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, Así es de grande Su misericordia para los que le temen. 12 Como está de lejos el oriente del occidente, Así alejó de nosotros nuestras transgresiones. 13 Como un padre se compadece de sus hijos, Así se compadece el SEÑOR de los que le temen. 14 Porque Él sabe de qué estamos hechos, Se acuerda de que solo somos polvo.
15 El hombre, como la hierba son sus días; Como la flor del campo, así florece; 16 Cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser, Y su lugar ya no la reconoce. 17 Pero la misericordia del SEÑOR es desde la eternidad hasta la eternidad, para los que le temen, Y su justicia para los hijos de los hijos, 18 Para los que guardan Su pacto Y se acuerdan de Sus preceptos para cumplirlos.
19 El SEÑOR ha establecido Su trono en los cielos, Y Su reino domina sobre todo. 20 Bendigan al SEÑOR, ustedes Sus ángeles, Poderosos en fortaleza, que ejecutan Su mandato, Obedeciendo la voz de Su palabra. 21 Bendigan al SEÑOR, ustedes todos Sus ejércitos, Que le sirven haciendo Su voluntad. 22 Bendigan al SEÑOR, ustedes todas Sus obras, En todos los lugares de Su dominio. Bendice, alma mía, al SEÑOR.
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