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Lectura de Hoy

16-10-2023

Devocional

Devocional: Daniel 1

“El año tercero del reinado del rey Joacim de Judá” (Daniel 1:1) es una estimación según los cálculos babilonios; en Judá, habría sido su cuarto año, es decir, el 605 a.C. La primera ronda de deportaciones ocurrió, pues, en el 605 y habría incluido a Daniel; en la segunda, iban Ezequiel, Joacim, la reina madre, la aristocracia y los artesanos cualificados, y sucedió en el 597. La definitiva y asoladora destrucción de Jerusalén aconteció en el 587.

Casi veinte años antes de que esto tuviera lugar, un número de jóvenes judíos de la aristocracia habían sido llevados a Babilonia. Según Daniel 1, los trataron muy bien. La política imperial no solo era generosa, sino inteligente. El imperio apartaba a estos jóvenes de talento y buenos modales y les proporcionaba la mejor educación y formación social del mundo, con una serie de prerrequisitos para que el futuro fuera aún más agradable. A su debido tiempo, entrarían al servicio del gobierno y serían intensamente leales a sus benefactores, mientras que contribuirían con su juventud, sus aptitudes y su conocimiento de las fronteras imperiales. Los cuatro jóvenes hebreos aquí mencionados llegarían a ser tan babilonios en su apariencia que se olvidarían hasta del nombre recibido al nacer: Daniel sería Beltsasar; Ananías sería Sadrac, etc.

Pero Daniel hizo una raya en el agua. Le podía haber costado la vida. No objetó en contra del cambio de su nombre ni en el servicio real para el imperio babilonio. Pero no se “contaminaría” (1:8) comiendo alimentos preparados en las cocinas reales. Sabía que, si participaba de ellos, casi con toda seguridad comería de vez en cuando lo que la ley de Dios prohibía estrictamente. Para él, era un asunto de obediencia y de conciencia. En la providencia de Dios, el jefe ante quien era responsable, Aspenaz, era comprensivo y el resultado se recoge en este capítulo.

Muchos de nosotros pensaríamos hoy que la postura de Daniel era vagamente quijotesca, pero desde luego no es algo que imitaríamos. ¿Por qué morir por culpa de unas salchichas? Piensa un poco en ello; ¿hay algo por lo que merezca la pena morir? Es probable que no, si la vida solo consiste en lo que ocurre durante nuestro breve periplo terrenal y lo único que importa es lo que me sucede a mí. Pero el objetivo de Daniel era complacer a Dios y ceñirse al pacto. Babilonia no podía poner una trampa a sus valores; a este respecto, estaba dispuesto a morir. El problema es que, cuando una cultura se queda sin cosas por las que morir, tampoco tiene ya ninguna por la que vivir. Un colega en el ministerio (el Dr. Roy Clements) ha dicho con frecuencia: “Somos mártires potenciales o potenciales suicidas; no veo término medio alguno entre ambas cosas. Y la Biblia insiste en que todo creyente en el Dios verdadero tiene que ser un mártir potencial”.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 1 Reyes 19

Seguro que Elías esperaba que, tras la confrontación triunfante del Monte Carmelo, Israel volvería al Dios vivo (1 Reyes 19). Como él había ejecutado a los profetas falsos, la reina Jezabel sería eliminada a petición popular de una población indignada y decidida a ser fiel y leal al pacto. Tal vez, el mismo rey Acab se arrepentiría y se uniría.

Sin embargo, no sucedió así. El rey Acab informó a Jezabel sobre todo lo que había sucedido y ella amenaza de muerte a Elías (19:2). El pueblo brilla por su ausencia. El texto nos dice que “Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo” (19:3). De hecho, una versión textual (que bien podría ser la original) dice: “Elías vio y huyó por su vida”; es decir, que ahora se dio cuenta de las dimensiones de todo el problema y huyó. Descendió hasta Beerseba, en la frontera sur del reino de Judá, dejó allí a su criado y siguió su camino. Luego, llegó al Monte Horeb, el lugar donde se dio la Ley. Estaba tan profundamente deprimido que quiso morir (19:4). Peor aún, sucumbió a la autocompasión: todos los demás han rechazado a Dios, todos los israelitas han quebrantado el pacto, han matado a todos los profetas salvo a Elías. “Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!” (19:10).

Uno puede comprender la desesperación de Elías. En parte, se fundamenta en unas expectativas que no se han cumplido. Pensó que todo lo ocurrido provocaría una renovación masiva. Ahora no sólo se siente aislado, sino traicionado. Y sin embargo:

(1) Sus datos estaban equivocados. Él sabía que al menos cien de los profetas del Señor todavía vivían, aunque estuvieran escondidos (18:13).

(2) El estado en el que se encontraba no le hacía apto para juzgar los corazones de todos los israelitas. Es posible que algunos fueran fieles a Yahvé, pero estaban aterrorizados de Jezabel y por eso permanecían callados. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que él mismo estaba haciendo?

(3) Dios asegura a Elías que ha “reservado” para sí siete mil personas que nunca se han arrodillado ante Baal ni lo han besado (19:18). Aquí, vemos el comienzo de un tema principal en la Biblia: la doctrina del remanente. Puede que la comunidad del pacto en general haya apostatado, pero el Dios Todopoderoso sigue “reservando” para sí un remanente fiel. Este, a su debido tiempo, se convirtió en el núcleo de la iglesia naciente del Nuevo Testamento.

(4) A veces, Dios obra y habla de manera sutil y no en confrontaciones masivas (19:11-13).

(5) Tarde o temprano, incluso los líderes más fuertes (de hecho, especialmente los líderes fuertes) necesitan un ayudante y aprendiz más joven que camine a su lado, lleve parte de la carga y, posteriormente, continúe la tarea (19:19-21).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

1 Reyes 19

Elías huye de Jezabel

19 Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho y cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías, diciendo: «Así me hagan los dioses y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu vida como la vida de uno de ellos». Elías tuvo miedo, y se levantó y se fue para salvar su vida; y vino a Beerseba de Judá y dejó allí a su criado, y anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un arbusto; pidió morirse y dijo: «Basta ya, SEÑOR, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres». Y acostándose bajo el arbusto, se durmió; pero un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate, come». Entonces vio que en su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y una vasija de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. El ángel del SEÑOR volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: «Levántate, come, porque es muy largo el camino para ti». Se levantó, pues, y comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.

Elías se encuentra con Dios

Allí entró en una cueva y pasó en ella la noche; y vino a él la palabra del SEÑOR, y Él le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?». 10 Y él respondió: «He tenido mucho celo por el SEÑOR, Dios de los ejércitos; porque los israelitas han abandonado Tu pacto, han derribado Tus altares y han matado a espada a Tus profetas. He quedado yo solo y buscan mi vida para quitármela».

11 Entonces el SEÑOR le dijo: «Sal y ponte en el monte delante del SEÑOR». En ese momento el SEÑOR pasaba, y un grande y poderoso viento destrozaba los montes y quebraba las peñas delante del SEÑOR; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del viento, un terremoto; pero el SEÑOR no estaba en el terremoto. 12 Después del terremoto, un fuego; pero el SEÑOR no estaba en el fuego. Y después del fuego, el susurro de una brisa apacible. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva. Y una voz vino a él y le preguntó: «¿Qué haces aquí, Elías?». 14 Entonces él respondió: «He tenido mucho celo por el SEÑOR, Dios de los ejércitos; porque los israelitas han abandonado Tu pacto, han derribado Tus altares y han matado a espada a Tus profetas. He quedado yo solo y buscan mi vida para quitármela».

15 Y el SEÑOR le dijo: «Ve, regresa por tu camino al desierto de Damasco y cuando hayas llegado, ungirás a Hazael por rey sobre Aram; 16 y a Jehú, hijo de Nimsi, ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo, hijo de Safat de Abel Mehola, ungirás por profeta en tu lugar. 17 Al que escape de la espada de Hazael, Jehú lo matará, y al que escape de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. 18 Pero dejaré 7,000 en Israel, todas las rodillas que no se han doblado ante Baal y toda boca que no lo ha besado».

Llamamiento de Eliseo

19 Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes delante de él, y él estaba con la última. Elías pasó adonde él estaba y le echó su manto encima. 20 Dejando él los bueyes, corrió tras Elías, y dijo: «Permítame besar a mi padre y a mi madre, entonces lo seguiré». Y él le dijo: «Ve, vuélvete, pues, ¿qué te he hecho yo?». 21 Entonces se volvió, dejando de seguirlo, tomó un par de bueyes y los sacrificó, y con los aparejos de los bueyes coció su carne, y la dio a la gente y ellos comieron. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía.


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1 Tesalonicenses 2

Comportamiento de Pablo como ministro de Jesucristo

2 Porque ustedes mismos saben, hermanos, que nuestra visita a ustedes no fue en vano, sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como saben, tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablarles el evangelio de Dios en medio de mucha oposición. Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño, sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones. Porque como saben, nunca fuimos a ustedes con palabras lisonjeras, ni con pretexto para sacar provecho. Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres, ni de ustedes ni de otros, aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponer nuestra autoridad.

Más bien demostramos ser benignos entre ustedes, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros. Porque recuerdan, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de día y de noche para no ser carga a ninguno de ustedes, les proclamamos el evangelio de Dios.

10 Ustedes son testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con ustedes los creyentes. 11 Saben además de qué manera los exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de ustedes, como un padre lo haría con sus propios hijos, 12 para que anduvieran como es digno del Dios que los ha llamado a Su reino y a Su gloria.

Pablo da gracias por los tesalonicenses

13 Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en ustedes los que creen. 14 Pues ustedes, hermanos, llegaron a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea, porque también ustedes padecieron los mismos sufrimientos a manos de sus propios compatriotas, tal como ellos padecieron a manos de los judíos.

15 Estos mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas, y a nosotros nos expulsaron, y no agradan a Dios sino que son contrarios a todos los hombres, 16 impidiéndonos hablar a los gentiles para que se salven, con el resultado de que siempre llenan la medida de sus pecados. Pero la ira de Dios ha venido sobre ellos hasta el extremo.

17 Pero nosotros, hermanos, separados de ustedes por breve tiempo, en persona pero no en espíritu, estábamos muy ansiosos, con profundo deseo de ir a verlos. 18 Ya que queríamos ir a ustedes, al menos yo, Pablo, más de una vez; pero Satanás nos lo ha impedido. 19 Porque ¿quién es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria? ¿No lo son ustedes en la presencia de nuestro Señor Jesús en Su venida? 20 Pues ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo.

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Daniel 1

Daniel y sus compañeros en la corte de Nabucodonosor

1 En el tercer año del reinado de Joacim, rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Jerusalén y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá, así como algunos de los utensilios de la casa de Dios. Estos se los llevó a la tierra de Sinar, a la casa de su dios, colocando los utensilios en la casa del tesoro de su dios.

Entonces el rey mandó a Aspenaz, jefe de sus oficiales, que trajera de los israelitas a algunos de la familia real y de los nobles. Estos jóvenes no debían tener defecto alguno, serían de buen parecer, inteligentes en toda rama del saber, dotados de entendimiento y habilidad para discernir y que tuvieran la capacidad para servir en el palacio del rey; y le dio órdenes de que les enseñara la escritura y la lengua de los caldeos. El rey les asignó una ración diaria de los manjares del rey y del vino que él bebía, y mandó que los educaran por tres años, después de los cuales entrarían al servicio del rey.

Entre estos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. Entonces el jefe de oficiales les puso nuevos nombres: a Daniel le puso Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed Nego.

Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía, y pidió al jefe de oficiales que le permitiera no contaminarse. Dios concedió a Daniel hallar favor y gracia ante el jefe de oficiales, 10 y el jefe de oficiales dijo a Daniel: «Temo a mi señor el rey, porque él ha asignado su comida y su bebida. ¿Por qué ha de ver sus rostros más pálidos que los de los demás jóvenes de su edad? Así pondrían en peligro mi cabeza ante el rey».

11 Pero Daniel dijo al mayordomo a quien el jefe de oficiales había nombrado sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12 «Te ruego que pongas a prueba a tus siervos por diez días, y que nos den legumbres para comer y agua para beber. 13 Que se compare después nuestra apariencia en tu presencia con la apariencia de los jóvenes que comen los manjares del rey, y haz con tus siervos según lo que veas».

14 El mayordomo los escuchó en esto y los puso a prueba por diez días. 15 Después de los diez días el aspecto de ellos parecía mejor y estaban más rollizos que todos los jóvenes que habían estado comiendo los manjares del rey. 16 Así que el mayordomo siguió suprimiendo los manjares y el vino que debían beber, y les daba legumbres.

17 A estos cuatro jóvenes Dios les dio conocimiento e inteligencia en toda clase de literatura y sabiduría. Además, Daniel entendía toda clase de visiones y sueños.

18 Después de los días que el rey había fijado para que fueran presentados, el jefe de oficiales los trajo ante Nabucodonosor. 19 El rey habló con ellos, y de entre todos ellos no se halló ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Entraron, pues, al servicio del rey. 20 Y en todo asunto de sabiduría y conocimiento que el rey les consultó, los encontró diez veces superiores a todos los magos y encantadores que había en todo su reino. 21 Daniel estuvo allí hasta el primer año del rey Ciro.

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Salmos 105

Las obras maravillosas del SEÑOR en favor de Israel

105 Den gracias al SEÑOR, invoquen Su nombre; Den a conocer Sus obras entre los pueblos. Cántenle, cántenle; Hablen de todas Sus maravillas. Gloríense en Su santo nombre; Alégrese el corazón de los que buscan al SEÑOR. Busquen al SEÑOR y Su fortaleza; Busquen Su rostro continuamente. Recuerden las maravillas que Él ha hecho, Sus prodigios y los juicios de Su boca, Oh simiente de Abraham, Su siervo, Hijos de Jacob, Sus escogidos. Él es el SEÑOR nuestro Dios; Sus juicios están en toda la tierra.

Para siempre se ha acordado de Su pacto, De la palabra que ordenó a mil generaciones, Del pacto que hizo con Abraham, Y de Su juramento a Isaac. 10 También lo confirmó a Jacob por estatuto, A Israel como pacto eterno, 11 Diciendo: «A ti te daré la tierra de Canaán Como porción de la heredad de ustedes». 12 Cuando eran pocos en número, Muy pocos, y extranjeros en el país, 13 Cuando vagaban de nación en nación, Y de un reino a otro pueblo, 14 Él no permitió que nadie los oprimiera, Y por amor a ellos reprendió a reyes, diciéndoles: 15 «No toquen a Mis ungidos, Ni hagan mal a Mis profetas».

16 Y llamó al hambre sobre la tierra; Quebró todo sustento de pan. 17 Envió a un hombre delante de ellos, A José, vendido como esclavo. 18 Con grillos afligieron sus pies, Él mismo fue puesto en cadenas, 19 Hasta que su predicción se cumplió; La palabra del SEÑOR lo puso a prueba. 20 El rey envió, y lo soltó, El soberano de los pueblos lo puso en libertad. 21 Lo puso por señor de su casa, Y administrador sobre todos sus bienes, 22 Para que encarcelara a sus príncipes a voluntad suya, Y a sus ancianos enseñara sabiduría. 23 También Israel entró en Egipto, Así peregrinó Jacob en la tierra de Cam. 24 E hizo que su pueblo se multiplicara mucho, Y los hizo más fuertes que sus adversarios.

25 Les cambió el corazón para que odiaran a Su pueblo, Para que obraran astutamente contra Sus siervos. 26 Envió a Moisés Su siervo, Y a Aarón a quien había escogido. 27 Estos hicieron las maravillas de Dios entre ellos, Y prodigios en la tierra de Cam. 28 Mandó tinieblas e hizo que se oscureciera, Pero ellos no atendieron a Sus palabras. 29 Convirtió sus aguas en sangre, E hizo morir sus peces. 30 Se llenó su tierra de ranas Hasta en las alcobas de sus reyes. 31 Él habló, y vinieron enjambres de moscas Y mosquitos por todo su territorio. 32 Les dio granizo por lluvia, Y llamas de fuego en su tierra. 33 Devastó también sus vides y sus higueras, Y destrozó los árboles de sus territorios. 34 Él habló, y vinieron langostas, Y orugas sin número; 35 Que devoraron toda la vegetación de su país, Y se comieron el fruto de su suelo. 36 También hirió de muerte a todo primogénito de su tierra; Las primicias de todo su vigor.

37 Pero a Su pueblo lo sacó con plata y oro, Y entre Sus tribus no hubo quien tropezara. 38 Egipto se alegró cuando se fueron, Porque su terror había caído sobre ellos. 39 Extendió una nube para cubrirlos, Y fuego para iluminarlos de noche. 40 Pidieron, y les mandó codornices, Y los sació de pan del cielo. 41 Abrió la roca, y brotaron las aguas; Corrieron como un río en tierra seca. 42 Porque se acordó de Su santa palabra Dada a Abraham Su siervo, 43 Y sacó a Su pueblo con alegría, Y a Sus escogidos con gritos de júbilo. 44 También les dio las tierras de las naciones, Y poseyeron el fruto del trabajo de los pueblos, 45 A fin de que guardaran Sus estatutos, Y observaran Sus leyes. ¡Aleluya!

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