Lectura de Hoy
18-10-2023
Devocional: Daniel 3
La estatua que Nabucodonosor erigió (Daniel 3) fue, sin duda, pensada para unificar el imperio. Por esta razón, ordenó que todos los “pueblos, naciones y gente de toda lengua […] deberéis inclinaros y adorar la estatua de oro” (3:4-5). Viviendo en una cultura pluralista en la que las personas podían añadir dioses con impunidad a su panteón personal, para Nabucodonosor sólo la rebeldía o la insubordinación intransigente sería el motivo de que alguien se negara a adorar a la imagen. Desde su perspectiva, la amenaza del horno ardiente garantizaba la conformidad y el provecho político potencial era incalculable. En Babilonia, los hornos tenían la función principal de cocer los ladrillos (cf. Génesis 11:3) y se usaban ampliamente porque había escasez de piedra idónea para la edificación. Se han excavado grandes hornos de ladrillos en las ruinas de la antigua Babilonia. Con toda seguridad, Nabucodonosor no habría tenido el más mínimo escrúpulo en quemar vivas a las personas (Jeremías 29:22).
El impresionante intercambio en este capítulo se establece entre Nabucodonosor y los tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abed-nego, tras su primera negativa a inclinarse ante la imagen (3:13-18). La última burla del emperador casi reta a cualquier dios a dar un paso adelante: “¡No habrá dios capaz de libraros de mis manos!” (3:15). Como pagano, vivía desde luego en un mundo de dioses poderosos aunque limitados, y, en algunos casos, ciertamente se sentía igual a ellos o incluso superior. Desde la perspectiva del teísmo bíblico, esto es una arrogancia monstruosa.
Sin embargo, la respuesta de los tres hombres es lo que merece ser memorizada y que se reflexione sobre ella: “¡No hace falta que nos defendamos ante ti! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de tus manos. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, has de saber que no honraremos a tus dioses ni adoraremos tu estatua” (3:16-18). Observa: (a) Su educación básica y su respeto no disminuyen a pesar de la osadía de sus palabras. (b) No desean en absoluto disculparse por su postura. El creyente sabio nunca se disculpa por Dios ni por ninguno de sus atributos. (c) No dudan de la capacidad que Dios tiene de salvarlos y así lo expresan: Dios no es rehén de otros dioses ni de ningún ser humano, sean emperadores o cualquier otra cosa. (d) Pero no pueden saber si Dios los salvará y este aspecto no afecta a su decisión. La fidelidad no depende de una escotilla de escape. Escogen la lealtad, porque es lo correcto, aunque les cueste la vida. El valor que necesitamos en este siglo anticristiano es educado y constante. Nunca se disculpa por Dios. Cree con gozo que Dios todo lo puede, pero está preparado para sufrir con tal de no transigir en su obediencia de todo corazón.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Tesalonicenses 4
En 1 Tesalonicenses 4, Pablo nuevamente da instrucciones explícitas a sus conversos sobre cómo vivir (ver meditación del 4 de octubre). Aunque el tiempo que estuvo con los tesalonicenses fue breve, Pablo puede recordar esas pocas semanas y comentar: “Por lo demás, hermanos, os pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigáis progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendisteis de nosotros. De hecho, ya lo estáis practicando” (4:1). Lo que sigue en este capítulo son cuatro áreas de este tipo de instrucción (y aún más en el próximo capítulo, pero no las discutiremos aquí). Los tres primeros párrafos sobre “cómo vivir” están adornados de motivaciones y terminología teológicas; el cuarto es principalmente teológico en su argumento pero la razón para escribir es completamente práctica.
(1) Pablo afirma que la voluntad de Dios para los tesalonicenses es que sean santificados (4:3). Si bien, para Pablo, la santificación suele ser posicional o por definición (por ejemplo, piensa en el hecho de que los creyentes han sido santificados en Cristo en el momento de su conversión; en otras palabras, separados para Dios y su obra; ver meditación del 27 de agosto), aquí se refiere a las implicaciones de la conversión en cuanto a la manera de vivir de los creyentes. En particular, le preocupa el ámbito sexual. El texto griego del versículo 4 podría significar que “aprenda a controlar su propio cuerpo” (en términos sexuales), o que “aprenda a vivir con su propia esposa” (en armonía sexual honrosa, no en explotación o manipulación sexual) o incluso que “aprenda a conseguir una esposa” (de manera honrosa, no mediante una relación basada únicamente en la lujuria). El hecho de que “Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad” (4:7) tiene una consecuencia inmediata sobre nuestra conducta sexual.
(2) El amor en la comunidad cristiana es señal de que la iglesia ha “aprendido de Dios”. Si bien es excelente la reputación de los tesalonicenses en este sentido, aun así Pablo les anima a crecer y mejorar (4:9-10).
(3) La ambición cristiana debe ir dirigida a una fidelidad tranquila, sin entrometerse en lo ajeno, y a trabajar arduamente para no ser una carga para los demás. A juzgar por la frecuencia con la que Pablo vuelve a esta idea, uno sospecha que la iglesia de Tesalónica estaba llena de vagos (5:14; 2 Tesalonicenses 3:11-13).
(4) El último párrafo (4:13-18) trata sobre “los que duermen” y el contexto nos muestra que se refiere a los cristianos que han muerto. ¿Qué les ocurre? Aparentemente, Pablo no pudo dedicarle mucho tiempo a estos asuntos cuando estuvo entre ellos. Y como no quiere que sean ignorantes (4:13), les relata lo que sucede. El punto importante a observar es que esta doctrina se desarrolla para mitigar el dolor que experimentan los creyentes al perder seres queridos: nos entristecemos, pero no “como esos otros que no tienen esperanza” (4:13). Las instrucciones sobre cómo vivir se extienden incluso a cómo guardar luto.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
La viña de Nabot
21 Después de estas cosas aconteció que Nabot de Jezreel tenía una viña que estaba en Jezreel, junto al palacio de Acab, rey de Samaria, 2 y Acab le dijo a Nabot: «Dame tu viña para que me sirva de huerta para hortaliza porque está cerca, al lado de mi casa, y en su lugar yo te daré una viña mejor; si prefieres, te daré su precio en dinero». 3 Pero Nabot le dijo a Acab: «No permita el SEÑOR que le dé la herencia de mis padres». 4 Acab entonces se fue a su casa disgustado y molesto a causa de la palabra que Nabot de Jezreel le había dicho; pues dijo: «No le daré la herencia de mis padres». Acab se acostó en su cama, volvió su rostro y no comió.
5 Pero Jezabel su mujer se acercó a él, y le preguntó: «¿Por qué está tu espíritu tan decaído que no comes?». 6 Entonces Acab le respondió: «Porque le hablé a Nabot de Jezreel, y le dije: “Dame tu viña por dinero; o, si prefieres, te daré una viña en su lugar”. Pero él dijo: “No te daré mi viña”». 7 Su mujer Jezabel le dijo: «¿No reinas ahora sobre Israel? Levántate, come, y alégrese tu corazón. Yo te daré la viña de Nabot de Jezreel». 8 Y ella escribió cartas en nombre de Acab, las selló con su sello y envió las cartas a los ancianos y a los nobles que vivían en la ciudad con Nabot. 9 Y escribió en las cartas: «Proclamen ayuno y sienten a Nabot a la cabeza del pueblo. 10 Sienten a dos hombres malvados delante de él que testifiquen contra él, diciendo: “Tú has blasfemado a Dios y al rey”. Entonces sáquenlo y apedréenlo para que muera».
11 Los hombres de su ciudad, los ancianos y los nobles que vivían en su ciudad, hicieron como Jezabel les había mandado, tal como estaba escrito en las cartas que ella les había enviado. 12 Proclamaron ayuno y sentaron a Nabot a la cabeza del pueblo. 13 Entonces entraron los dos hombres malvados y se sentaron delante de él; y los dos hombres malvados testificaron contra él, es decir, contra Nabot delante del pueblo, diciendo: «Nabot ha blasfemado a Dios y al rey». Y lo llevaron fuera de la ciudad, lo apedrearon y murió. 14 Después enviaron un mensaje a Jezabel, diciendo: «Nabot ha sido apedreado y ha muerto».
15 Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y había muerto, Jezabel dijo a Acab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot de Jezreel, la cual él se negó a dártela por dinero, porque Nabot no está vivo, sino muerto». 16 Así que cuando Acab oyó que Nabot había muerto, se levantó para descender a la viña de Nabot de Jezreel, para tomar posesión de ella.
17 Entonces vino la palabra del SEÑOR a Elías el tisbita, diciendo: 18 «Levántate, desciende al encuentro de Acab, rey de Israel, que está en Samaria; ahora él está en la viña de Nabot, adonde ha descendido a tomar posesión de ella. 19 Le hablarás: “Así dice el Señor: ‘¿Has asesinado, y además has tomado posesión de la viña?’”. También le hablarás: “Así dice el SEÑOR: ‘En el lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, los perros lamerán tu sangre, tu misma sangre’”».
20 Y Acab dijo a Elías: «¿Me has encontrado, enemigo mío?». Y él respondió: «Te he encontrado, porque te has vendido para hacer el mal ante los ojos del SEÑOR. 21 Por tanto, traeré mal sobre ti, te barreré completamente y cortaré de Acab todo varón, tanto siervo como libre en Israel. 22 Haré tu casa como la casa de Jeroboam, hijo de Nabat, y como la casa de Baasa, hijo de Ahías, por la provocación con la que me has provocado a ira y porque has hecho pecar a Israel. 23 También de Jezabel ha hablado el SEÑOR: “Los perros comerán a Jezabel en la parcela de Jezreel”. 24 Cualquiera de Acab que muera en la ciudad, lo comerán los perros, y el que muera en el campo, lo comerán las aves del cielo».
25 Ciertamente no hubo nadie como Acab que se vendiera para hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR, porque Jezabel su mujer lo había convencido. 26 Su conducta fue muy abominable, pues fue tras los ídolos conforme a todo lo que habían hecho los amorreos, a los que el SEÑOR había echado de delante de los israelitas.
27 Cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sí y ayunó, se acostó con el cilicio y andaba abatido. 28 Entonces la palabra del SEÑOR vino a Elías el tisbita, diciendo: 29 «¿Ves como Acab se ha humillado delante de Mí? Porque se ha humillado delante de Mí, no traeré el mal en sus días; pero en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa».
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4 Por lo demás, hermanos, les rogamos, y les exhortamos en el Señor Jesús, que tal como han recibido de nosotros instrucciones acerca de la manera en que deben andar y agradar a Dios, como de hecho ya andan, así abunden en ello más y más. 2 Pues ustedes saben qué preceptos les dimos por autoridad del Señor Jesús. 3 Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; 4 que cada uno de ustedes sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, 5 no en pasión degradante, como los gentiles que no conocen a Dios.
6 Que nadie peque ni defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes les dijimos y advertimos solemnemente. 7 Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación. 8 Por tanto, el que rechaza esto no rechaza a un hombre, sino al Dios que les da a ustedes Su Espíritu Santo.
9 Pero en cuanto al amor fraternal, no tienen necesidad de que nadie les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados por Dios a amarse unos a otros. 10 Porque en verdad lo practican con todos los hermanos que están en toda Macedonia. Pero les instamos, hermanos, a que abunden en ello más y más, 11 y a que tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado; 12 a fin de que se conduzcan honradamente para con los de afuera, y no tengan necesidad de nada.
La venida del Señor
13 Pero no queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como lo hacen los demás que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús. 15 Por lo cual les decimos esto por la palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
16 Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. 17 Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. 18 Por tanto, confórtense unos a otros con estas palabras.
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La imagen de oro
3 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de 60 codos (27 metros) y su anchura de 6 codos (2.7 metros). La levantó en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. 2 Entonces el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, prefectos y gobernadores, los consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los gobernantes de las provincias para que vinieran a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.
3 Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos y gobernadores, los consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los gobernantes de las provincias para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Y todos estaban de pie delante de la estatua que Nabucodonosor había levantado. 4 Entonces el heraldo proclamó con fuerza: «Se les ordena a ustedes, pueblos, naciones y lenguas, 5 que en el momento en que oigan el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, se postren y adoren la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado. 6 Pero el que no se postre y adore, será echado inmediatamente en un horno de fuego ardiente».
7 Por tanto, en el momento en que todos los pueblos oyeron el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
8 Sin embargo, en aquel tiempo algunos caldeos se presentaron y acusaron a los judíos. 9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Oh rey, viva para siempre! 10 Usted, oh rey, ha proclamado un decreto de que todo hombre que oiga el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, se postre y adore la estatua de oro, 11 y el que no se postre y adore, será echado en un horno de fuego ardiente. 12 Pero hay algunos judíos a quienes usted ha puesto sobre la administración de la provincia de Babilonia, es decir, Sadrac, Mesac y Abed Nego, estos hombres, oh rey, no le hacen caso. No sirven a sus dioses ni adoran la estatua de oro que ha levantado».
13 Entonces Nabucodonosor, enojado y furioso, dio orden de traer a Sadrac, Mesac y Abed Nego. Estos hombres, pues, fueron conducidos ante el rey. 14 Habló Nabucodonosor y les dijo: «¿Es verdad Sadrac, Mesac y Abed Nego que no sirven a mis dioses ni adoran la estatua de oro que he levantado? 15 ¿Están dispuestos ahora, para que cuando oigan el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, se postren y adoren la estatua que he hecho? Porque si no la adoran, inmediatamente serán echados en un horno de fuego ardiente. ¿Y qué dios será el que los libre de mis manos?».
16 Sadrac, Mesac y Abed Nego le respondieron al rey Nabucodonosor: «No necesitamos darle una respuesta acerca de este asunto. 17 Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente. Y de su mano, oh rey, nos librará. 18 Pero si no lo hace, ha de saber, oh rey, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado».
Librados del horno de fuego
19 Entonces Nabucodonosor se llenó de furor, y demudó su semblante contra Sadrac, Mesac y Abed Nego. Reaccionó ordenando que se calentara el horno siete veces más de lo que se acostumbraba calentar. 20 Y mandó que algunos valientes guerreros de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed Nego, y los echaran en el horno de fuego ardiente. 21 Entonces estos hombres fueron atados y arrojados con sus mantos, sus túnicas, sus gorros y sus otras ropas en el horno de fuego ardiente.
22 Como la orden del rey era apremiante y el horno había sido calentado excesivamente, la llama del fuego mató a los que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed Nego. 23 Pero estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed Nego cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente.
24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantándose apresuradamente preguntó a sus altos oficiales: «¿No eran tres los hombres que echamos atados en medio del fuego?». «Así es, oh rey», respondieron ellos. 25 «¡Miren!», respondió el rey. «Veo a cuatro hombres sueltos que se pasean en medio del fuego sin sufrir daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante al de un hijo de los dioses».
26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiente y dijo: «Sadrac, Mesac y Abed Nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan acá». Entonces Sadrac, Mesac y Abed Nego salieron de en medio del fuego. 27 Y los sátrapas, los prefectos, los gobernadores y los altos oficiales del rey se reunieron para ver a estos hombres, cómo el fuego no había tenido efecto alguno sobre sus cuerpos, ni el cabello de sus cabezas se había chamuscado, ni sus mantos habían sufrido daño alguno, ni aun olor del fuego había quedado en ellos.
28 Entonces Nabucodonosor dijo: «Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed Nego que ha enviado a Su ángel y ha librado a Sus siervos que, confiando en Él, desobedecieron la orden del rey y entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a ningún otro dios excepto a su Dios. 29 Por tanto, proclamo un decreto de que todo pueblo, nación o lengua que diga blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed Nego sea descuartizado y sus casas reducidas a escombros, ya que no hay otro dios que pueda librar de esta manera». 30 Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, Mesac y Abed Nego en la provincia de Babilonia.
LIBRO QUINTO
Dios libra de aflicciones
107 Den gracias al SEÑOR, porque Él es bueno; Porque para siempre es Su misericordia. 2 Díganlo los redimidos del SEÑOR, A quienes ha redimido de la mano del adversario, 3 Y los ha reunido de las tierras, Del oriente y del occidente, Del norte y del sur.
4 Vagaron por el desierto, por lugar desolado, No hallaron camino a ciudad habitada; 5 Hambrientos y sedientos, Su alma desfallecía en ellos. 6 Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR, Y Él los libró de sus aflicciones; 7 Y los guió por camino recto, Para que fueran a una ciudad habitada. 8 Den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 9 Porque Él ha saciado al alma sedienta, Y ha llenado de bienes al alma hambrienta.
10 Moradores de tinieblas y de sombra de muerte, Prisioneros en miseria y en cadenas, 11 Porque fueron rebeldes a las palabras de Dios Y despreciaron el consejo del Altísimo; 12 Humilló sus corazones con trabajos, Tropezaron y no hubo quien los socorriera. 13 Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los salvó de sus aflicciones; 14 Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte Y rompió sus cadenas. 15 Den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 16 Porque Él rompió las puertas de bronce E hizo pedazos las barras de hierro.
17 Por causa de sus caminos rebeldes, Y por causa de sus iniquidades, los insensatos fueron afligidos. 18 Su alma aborreció todo alimento, Y se acercaron hasta las puertas de la muerte. 19 Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los salvó de sus aflicciones. 20 Él envió Su palabra y los sanó Y los libró de la muerte. 21 Que ellos den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 22 Ofrezcan también sacrificios de acción de gracias Y hablen de Sus obras con cantos de júbilo.
23 Los que descienden al mar en naves Y hacen negocio sobre las grandes aguas, 24 Han visto las obras del SEÑOR Y Sus maravillas en lo profundo. 25 Pues Él habló, y levantó un viento tempestuoso Que encrespó las olas del mar. 26 Subieron a los cielos, descendieron a las profundidades, Sus almas se consumían por el mal. 27 Temblaban y se tambaleaban como ebrios, Y toda su pericia desapareció. 28 En su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los sacó de sus aflicciones. 29 Cambió la tempestad en suave brisa Y las olas del mar se calmaron. 30 Entonces se alegraron, porque las olas se habían aquietado, Y Él los guió al puerto anhelado. 31 Que den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 32 Exáltenlo también en la congregación del pueblo, Y alábenlo en la reunión de los ancianos.
33 Él convierte los ríos en desierto Y los manantiales en secadales; 34 La tierra fértil en salinas, Por la maldad de los que moran en ella. 35 Transforma el desierto en estanque de aguas, Y la tierra seca en manantiales; 36 En ella hace morar a los hambrientos, Para que establezcan una ciudad donde vivir, 37 Y siembren campos, planten viñas, Y recojan una cosecha abundante. 38 Los bendice también y se multiplican mucho, Y no disminuye su ganado.
39 Cuando son disminuidos y abatidos Por la opresión, la calamidad y la aflicción, 40 Vierte desprecio sobre los príncipes, Y los hace vagar por un lugar desolado sin camino. 41 Pero al pobre lo levanta de la miseria y lo pone seguro en alto, Y multiplica sus familias como un rebaño. 42 Los rectos lo ven y se alegran, Pero a toda iniquidad se le cierra la boca. 43 ¿Quién es sabio? Que preste atención a estas cosas, Y considere las bondades del SEÑOR.
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