Reflexiones
¿Podemos cumplir con la misión que Jesús nos dejó?
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. (1 Pedro 3:8-9)”
Existe una frase muy popular en el mundo secular qué dice;
“EN ESTE MUNDO CADA UNO ELEGIE SUS PROPIAS BATALLAS."
Este dicho nos da a entender que cada uno se nosotros tenemos el derecho de molestarnos y de actuar sobre lo que nos afecta. Sin embargo, también es cierto que hay causas que son más justas que otras, y que a lo largo del tiempo cada generación va construyendo su propia historia.
“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. (Santiago 1:12-16)”
La Palabra de Dios es realmente la espada de la verdad. Ella es clara y es así como podemos encontrar en sus escritos, palabras de aliento y palabras dulces, pero también a través de ellas, se nos advierte acerca de las batallas que tendremos que enfrentar en esta vida.
Soportar pruebas y las tentaciones son experiencias que ocurren al momento de cumplir una misión y nuestro Señor Jesucristo es el mejor ejemplo de esto, pues siendo el hijo de Dios tuvo que pasar por innumerables pruebas, saliendo al final del camino victorioso.
Vivimos en un mundo donde nadie puede negar, que existe el pecado y es por ello, que debemos pedir sabiduría al momento de actuar.
Como se explica en este pasaje del apóstol Santiago, nuestra propia concupiscencia es la que abre las puertas para dejar entrar el pecado en nosotros, desatando así nuestras batallas internas.
En cambio, sí resistimos con paciencia desde nuestra fe y sin desviarnos de nuestra misión, demostraremos un amor profundo por nuestro Dios y Él se encargará, de entregarnos vida eterna para todos los que le amamos y hacemos Su voluntad.
¡¡¡JESÚS HA VENCIDO AL MUNDO!!!
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)”
Aunque el mundo quiera hacernos elegir este tipo de batallas, nuestro deber es pasar por el lado e inclinarnos hacia nuestra salvación.
Mientras afuera haya tormentas y mareas altas, debemos estar firmes y seguros en que nuestra misión, que nos ha encomendado nuestro Señor Jesucristo, es el remedio sanador para el caos que afecta a esta humanidad.
En este mundo encontraremos una serie de realidades injustas, por lo tanto, nuestros actos deben ser de paz, alivio y de refrigerio para el que se ha agotado en el fervor de la batalla.
Desde el momento que hemos recibido a nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas, ya no tendremos que pelear solos en este mundo, pues nuestro Señor Jesucristo ha vencido al mundo y Él como fiel guerrero, permanecerá inmutable a nuestro lado.
Como cristianos y como Sus hijos compartamos el amor de nuestro Dios, ya que esto es lo que realmente importa y es a través de lo cual, encararemos con valentía y decisión el pecado que subyuga a este mundo.
La misión que Jesús nos entrega, parte de esta gran verdad, es que seamos participes de la verdadera construcción del Evangelio y para lograr este objetivo, debemos seguir los pasos de nuestro Señor Jesucristo.
La Escritura nos habla de Débora, quién fue una valiente mujer, cuyo propósito en esta vida fue encomendado por Dios mismo. Su historia es contada en un entorno de guerra, años después que el pueblo de Israel llegó a la tierra prometida.
Débora era juez y profetisa, y sus dones habían sido dados por nuestro Dios y ella en todo momento los usaba para Su honra.
Débora debía llamar a Barack y hacer que se cumpliera lo que Dios había profetizado, con el fin de derrotar a Sisara, el cual, era el capitán del ejército enemigo de Canaán y que anteriormente había sometido al pueblo de Israel.
La misión de Débora era clara y aunque podemos pensar en el miedo que tuvo que enfrentar por semejante situación, Débora no dudo ni un instante y dejó que se hiciera la voluntad de Dios. De esta actitud valiente de Débora podemos aprender los beneficios que lograremos cuando nos disponemos a obedecer nuestro Dios, ya que:
¡¡¡ÉL NUNCA FALLA!!!
“Así perezcan todos tus enemigos, oh, Jehová; Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años. (Jueces 5:31)”
De la historia de Débora, así como de tantas otras, debemos recordar que nuestro Dios, sabe exactamente lo que necesitamos y en este caso, se hizo Su perfecta voluntad y no falló. Las Escrituras nos cuentan, que después de este suceso, hubo cuarenta años de paz en Israel. Por lo tanto, cumplir con la misión que nuestro Señor nos ha encomendado, requiere ir con fe, de que podremos cumplir nuestra misión, porque es Él quién guiará nuestros pasos.
¿HUBO GUERRA EN EL TIEMPO DE DÉBORA?
Sí, sin duda que la hubo y no se pudo evitar, pues en este caso se trataba de la liberación de una Nación y a pesar de todo esto, la disposición para hacer la obra de Dios se mantuvo intacta siempre y como resultado se logró la victoria.
Quizá nuestra misión sean otras y las batallas que debemos enfrentar están lejos de convocar a 10.000 guerreros para defender a Israel en ese tiempo, pero, aun así, debemos ser valientes, para salir victorioso de nuestra misión y esto solo lo podremos lograr, perseverando y confiando en todo momento que seremos protegidos por nuestro Señor.
Sin duda que somos afortunados, al poder cumplir la misión encomendada por nuestro Señor y estar dispuestos a sufrir si fuese necesario por hacer el bien.
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. (1 Pedro 3:8-17)”
¿Es posible sufrir aun cuando seamos perseverantes y pacientes?
Sí, pero esto ocurre realmente cuando determinamos combatir el pecado que en este momento reina este mundo caído y aunque esto nos pueda causar dolor en algunos casos, es parte de nuestra misión, el tratar de resistir en favor de la salvación, de los que aún no conocen a Cristo.
Es mil veces mejor, que nuestro dolor venga por tratar de ser justos, a que este dolor sea causa de nuestro pecado. Sufrir a causa de la Palabra de Dios, es una demostración clara, de nuestro amor por Él, y debemos estar dispuestos a vivir el Evangelio, aunque el mundo vaya en nuestra contra.
Además, mis queridos hermanos, debemos tener presente que, ese dolor no viene de parte de nuestro Dios, ya que en Su Presencia, solo encontraremos paz de todo lo que nos atribula, por ello para poder estar firmes en nuestra misión, debemos recordar qué Él es nuestro refugio ante este mundo.
Nuestra misión mis queridos hermanos es seguir evangelizando para la honra de nuestro Padre Celestial. Es decir, sí el mundo nos da a elegir batallar, Dios de igual manera nos adiestrará para cumplir nuestra misión.
¿A QUIÉN OBEDECEREMOS?
Aceptar que somos Sus hijos y que Él nos eligió para hacer Su obra y para crecer en ella, es el mayor propósito que podemos tener. De la manera en que Débora, respondió la misión que Dios le encomendó, así debemos cumplir nosotros nuestra misión en Cristo.
Aunque este desafío sea más grande de lo que podamos imaginar, pensemos con fe, que los podremos afrontar, debemos reconocer que Dios, conoce mejor nuestras capacidades, que nosotros mismos y Él espera de nosotros obediencia. Y que esta valla acompañada de nuestra fe, y todo nos será posible y al final del camino, ganaremos la corona de la vida. Por ello sufrir en pos de la salvación, es una gran señal de qué estamos caminando por la senda correcta.
QUE DIOS LOS ACOMPAÑE SIEMPRE, POR LAS CENDAS DEL BIEN Y QUE DIOS LOS BENDIGA POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE. AMÉN
Franklin Mirabal, es miembro líder de la Iglesia Asamblea de Dios Central de Higüey, República Dominicana.