Vida Cristiana
Dejará padre y madre
Sin duda alguna, el pasaje bíblico más trascendental en cuanto al tema del matrimonio es el de Génesis 2:24. La descripción que Moisés hace del matrimonio se vuelve a repetir hasta tres veces más en la Biblia (Mateo 19:5; Marcos 10:7, 8; Efesios 5:31), y supone una hermosa descripción de cómo es el matrimonio tal como Dios lo ha diseñado.
Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo, y creó de la costilla de Adán una esposa para él. En la primera boda de la historia, Dios entregó la novia al novio, Adán recibió a Eva con gozo, y en ese momento como conclusión Moisés escribe: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. Adán no sabía lo que era “dejar padre y madre”, así que es lógico pensar que estas palabras no son de Adán, sino de Moisés, quien describe de forma sencilla y profunda los aspectos más básicos del matrimonio.
Este pasaje es vital para el tema que estamos tratando. Nos deja ver con claridad que el matrimonio es una institución de diseño divino, no humano. Nos deja ver con claridad que el matrimonio constituye el fundamento de la civilización, la célula básica de cualquier nación, y que por tanto la destrucción del matrimonio supone el fin de una cultura. Nos deja ver con claridad que el matrimonio supone un orden creacional, no cultural, y la fórmula magistral es la misma para todos los matrimonios de todos los tiempos. En este artículo trataremos en más detalle el primer aspecto citado en Génesis 2:24: “Dejará…”.
El matrimonio en primer lugar supone dejar tu familia de origen para poderte unir a tu esposa y empezar una nueva familia. El fracaso de muchos matrimonios viene por aquí, porque no han sido capaces de dejar de una forma sana, no han cortado el cordón umbilical -económico, emocional, etc.- que aún les unía a sus padres. Como escribe el autor canadiense Mike Mason en su libro “The mystery of marriage”, “Un matrimonio no es la unión de dos mundos, sino el abandono de dos mundos a fin de que un mundo nuevo pueda ser formado”. Es necesario dejar para poder empezar algo nuevo.
Así como el viajero deja el tren y sube al autobús para poder continuar su viaje, la pareja deja su vida de solteros para empezar juntos algo nuevo. Pero dejar no significa abandonar. El nuevo matrimonio no debe desentenderse y despreocuparse de sus padres, sino seguir velando por su bienestar y salud, por sus necesidades de afecto y compañía, porque dejar no significa dejar de honrar. Dejar supone que la nueva pareja ha formado una nueva unidad familiar, autónoma en todos los sentidos, pero que debe seguir honrando padre y madre y honrando suegro y suegra.
En una ocasión mi esposa y yo conversábamos con unos amigos rusos que nos explicaban sus primeros años de matrimonio. Se casaron en Moscú, y queriendo aplicar fielmente la Palabra de Dios, él pidió a su empresa que lo trasladara a Vladivostok, en la frontera con Corea, porque quería “dejar padre y madre”. Dejar no supone necesariamente poner miles de kilómetros por en medio. Se puede estar muy lejos físicamente y continuar dependiendo de los padres de manera emocional y aun económica. Dejar supone que tu relación con los padres ya no es la de un niño o un joven. Les debes honor, pero no obediencia. Les debes respeto, pero no dependencia. Escuchas su consejo, y con tu esposa tomas las decisiones oportunas.
Dejar supone que ahora tu relación con tu esposa es prioritaria. Prefieres escucharla a ella, agradarla a ella, atender a sus ideas, sus gustos, su opinión, sus preferencias, su tiempo, sus sentimientos… prefieres estar con ella. Dejar supone que ya no dependes del afecto y aprobación de tus padres, sino de tu cónyuge. Adán está solo, pero es un hombre adulto. Si Dios hubiera creado un bebé le hubiera dado unos padres, pero a un hombre adulto Dios le dio una esposa. Dejar supone no desear que mi esposa cambie para agradar a mis padres; en todo caso que cambie para agradar a Dios.
Dejar padre y madre supone estar dispuesto a “dejarlo todo”. “Padre y madre” en la antigüedad implicaba dejar “tu mundo”, la familia, el clan, la empresa familiar, las amistades, la tierra… (¿ya no quedan ni Romeos ni Julietas?) Cuántos matrimonios se han roto por no querer renunciar a las amistades, a una carrera profesional, a una ciudad… Dejar implica poder decir: “Primero el Señor, luego tú, y lo demás después…”.
Este es un mandato para el hombre y para la mujer. Si una mujer no deja el vínculo de dependencia con sus padres será problemático, pero si un hombre no deja esa dependencia con sus padres será catastrófico. El hombre, como líder del hogar, debe tomar las riendas de su casa y tomar decisiones por el bien de su nueva familia. Por otro lado, Dios le dice a la mujer que deje su familia de origen para unirse a su marido. No le dice que deje padre y madre para unirse a sus hijos. Ambos -esposo y esposa- han de poder decir “Primero DIOS, luego TÚ, luego nuestros HIJOS”. Cuando el tópico latino es más bien ”¡Mis hijos son lo primero! ¡Ellos tienen mi sangre! ¡Y a ti, te encontré en la calle!”… La inercia de muchas madres -y algunos padres- de idolatrar a los hijos y anteponerlos a la relación matrimonial es otra manera de faltar a este mandato. Dejar supone centrar nuestra prioridad y atención en la relación matrimonial como fundamento del hogar.
Escribe el consejero bíblico Wayne Mack “Si ustedes son padres, su meta debe ser preparar a sus hijos para que los dejen, no para que se queden. Su vida no debe girar alrededor de ellos porque esto los transformará en inválidos emocionales. Ustedes deben prepararse para el día en que sus hijos se vayan, cultivando intereses comunes, aprendiendo a hacer cosas juntos, y profundizando la amistad entre ustedes”[1].
Tristemente, vemos a muchos matrimonios que tras casar al último hijo se miran el uno al otro y dicen “¿Y tú quién eres?”. Dejar padre y madre supone que de forma completa mi cónyuge se convierte en mi prioridad, y una gran inversión para el futuro de nuestros hijos y la felicidad de sus futuros matrimonios es que vean en nosotros las prioridades correctas. En el siguiente artículo veremos la relevancia del resto de este versículo del Génesis, y qué significa “unirse a su mujer” y “ser una sola carne”. Que Dios te bendiga y que Él bendiga tu hogar.
[1] Mack, Wayne. Fortaleciendo el Matrimonio, Grand Rapids: Portavoz, 1992, p.11
David Barceló es pastor de la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, desde sus inicios en el año 2005. Conferencista en varias ciudades de España y Latinoamérica. Felizmente casado con su esposa Elisabet, son padres de cuatro hijos, Moises, Daniel, Elisabet y Abraham.