Vida Cristiana
Te amaré
Nota del editor: Este es el cuarto artículo en esta serie del matrimonio. Puede leer la entrada anterior haciendo clic aquí.
Así como nuestra sociedad desconoce que el matrimonio es un pacto, también desconoce lo que es el amor. Sí, puede parecer extraño al ver cuántas canciones, poemas, películas y novelas ha inspirado el amor, pero abunda un falso concepto del amor en nuestro tiempo.
Hoy día las personas se casan porque sienten una irresistible atracción romántica hacia otra persona. Una emoción que te embarga. Mariposas en el estómago. El hombre se acerca a una mujer y piensa “Creo que estoy enamorado de ella”, y al considerar el matrimonio no se hace preguntas respecto a la fe, a sus virtudes, a su carácter… la única pregunta que impera en su mente es “¿Estoy realmente enamorado de ella?”. El dilema está servido, porque al pasar el tiempo uno puede caer en la cuenta de que ya no está enamorado de su esposa, sino de la secretaria, o de la vecina del quinto… “Cariño, se acabó todo. Ya no estoy enamorado de ti”.
¿Es eso el amor? ¿No se parece todo esto más a una gripe que a otra cosa? ¿Es el amor un virus que viene y va de forma caprichosa? ¿Será verdad que Cupido va lanzando flechas al azar?
La gente se casa y se divorcia por la misma razón: “estoy enamorado de ti” o “no estoy enamorado de ti”. Las películas de Hollywood nos han vendido un concepto del amor romántico, y nuestra cultura dice “Haz lo que te diga el corazón, pero primero apaga el cerebro”. Según nuestra sociedad el “amor” es una especie de impulso biológico, una atracción irresistible, un apetito, un deseo, un capricho, un sentimiento… ¿Por qué se quieren casar? -preguntan a la joven pareja- ¡Por que estamos enamorados!… ¿y ya está? ¿Es que estar “enamorados” es el único fundamento que debe tener el matrimonio? ¿Nos hemos parado a contemplar las virtudes de la mujer de Proverbios 31, y del hombre del Salmo 1?
¿No deberían llamar nuestra atención en primer lugar el carácter espiritual de la otra persona?
No quiero parecer poco romántico. El romanticismo es algo hermoso que se debe de cuidar y cultivar en el matrimonio. El atractivo físico tiene su lugar en la relación de pareja, y está bien que te suba la adrenalina cuando ella se acerca a ti… o que pienses continuamente en tu amada… Cuando leemos el Cantar de los Cantares vemos esa pasión y esa ternura del amor romántico, y el romanticismo dentro del matrimonio se ha de cuidar y nutrir cada día como quien cuida de un hermoso rosal.
La cuestión es que el romanticismo es parte del amor, pero no es todo el amor. La Coca-Cola está más rica con sus burbujas; sin burbujas se convierte en una bebida aburrida, pero sigue siendo Coca-Cola. Ahora bien, jamás pedirías un vaso lleno de burbujas y nada más… ¿verdad?
Así mismo, el amor romántico es parte del amor, pero no es todo el amor. En todo matrimonio ha de haber romanticismo, emoción, sorpresa, deseo, pasión, ilusión… pero cuando todo esto no está, sigue habiendo amor.
Entonces descubrimos esta gran verdad, que el amor no es un sentimiento que te lleva a una acción, sino una acción que te lleva a un sentimiento. Según el mundo es al revés: “Haz lo que te dicte el corazón”. Pero el amor matrimonial según Dios es un pacto incondicional entre un hombre y una mujer, en el cual ponen su voluntad. Una hermosa decisión, que vendrá acompañada de hermosos sentimientos.
El amor ante todo es un acto de la voluntad. Amar no es una emoción; amar es una decisión. Si no fuera así, parecería injusto que Dios nos ordenara amar: “Maridos amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la Iglesia” (Ef. 5:25); Las ancianas “enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos” (Tit. 2:4); “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen” (Mt. 5:44).
¡Puedes imaginar amar a tu enemigo! Por supuesto, no estás enamorado de él. Sin embargo, puesto que el amor es una decisión del corazón, en obediencia a Dios puedo tratar a mi enemigo con benignidad, con caridad, con paciencia, devolviéndole bien por mal.
Dios nos amó, no porque estuviera enamorado de nosotros, sino porque quiso amarnos. El amor es una decisión del corazón, pero lo más hermoso del asunto es que tras la decisión de amar, Dios te regala los sentimientos de amor. Cuando la pareja contrae matrimonio dice claramente “te amaré, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad…”, y tal vez debieran añadir “te amaré cuando esté enamorado de ti y cuando deje de estarlo…”, porque un anillo en nuestra mano nos va a recordar toda la vida que hemos contraído con nuestra esposa un pacto de amor. Que el Señor te bendiga.
David Barceló es pastor de la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, desde sus inicios en el año 2005. Conferencista en varias ciudades de España y Latinoamérica. Felizmente casado con su esposa Elisabet, son padres de cuatro hijos, Moises, Daniel, Elisabet y Abraham.