¿Qué significa decir que Dios murió en la cruz? Respondo con un el extracto de un libro que edité hace unos diez años:
En uno de sus himnos, Charles Wesley escribió: “¡Divino amor, lo que tú has hecho! ¡El Dios inmortal murió por mí!”. Decir esto es algo audaz porque dice mucho: “Dios… murió”. La misma Biblia lo dice sin rodeos en algunos lugares, como por ejemplo en Hechos 20:28: “La iglesia de Dios, la cual El compró con Su propia sangre”. Así habla la voz de la fe cuando confiesa lo que Dios ha hecho. Esta es una buena oración cristiana. Cuando los teólogos ven declaraciones duras y paradójicas como “Dios ha muerto”, por instinto quieren aclarar lo que se dice. Ellos no quieren eliminar el impacto o la fuerza de la frase (que sería muy mala teología), pero sí quieren asegurarse de que se comunique la verdadera paradoja en lugar de otra cosa. Quieren descartar los malentendidos que eliminan el impacto, o lo sustituyen por el falso impacto de la incoherencia lógica.
Por ejemplo, es posible pensar que “Dios murió” significa algo así como: “Así como hay una muerte humana para los humanos, aparentemente hay una muerte divina para Dios, y eso fue lo que pasó en el Calvario”. Pero la analogía es absurda. La muerte es un concepto que solo funciona dentro del contexto de una creación. Se necesita una existencia finita y contingente para que dicha existencia tenga su eclipse o disolución en la muerte. Pensar en una “muerte divina” de manera analógica a la “muerte humana” es, probablemente, una idea incoherente. Parece pertenecer a la categoría de “trucos que puedes hacer con el lenguaje” mediante la combinación de cualquier adjetivo con cualquier sustantivo: círculo cuadrado, bebé quieto, calor frío, muerte divina. Cuando quitas la ilusión de una muerte divina propiamente hablando, se puede ver que la frase “Dios murió” significa que Dios experimentó la única clase de muerte que puede experimentar, y esa es la muerte de la criatura. ¿Cómo pudo haber pasado eso?
Esto es precisamente donde las categorías calcedónicas entran en juego, y en lugar de quitar el poder poético de las palabras de Wesley, la teología de la encarnación de Calcedonia pone la poesía dentro la poesía, por así decirlo. De acuerdo con la explicación calcedónica de la encarnación, el Hijo de Dios tuvo en unión personal con Él mismo una naturaleza humana completa, y por lo tanto existió como una persona teantrópica (divina y humana). Él no dejó de ser Dios, sino que tomó la naturaleza humana en una unión hipostática (personal) consigo mismo. Hizo suya esa humanidad, y en esa humanidad adueñada se apropió de la muerte humana y real. Murió la única muerte que existe, nuestra muerte.
Cabe destacar, por cierto, que al declarar la encarnación de esta manera, implicamos una de sus presuposiciones: la doctrina de la Trinidad. En la frase “Dios ha muerto”, el sujeto “Dios” significa “la segunda Persona de la Trinidad, Dios el Hijo”. Cada una de las tres Personas es Dios, pero son distintas Personas en su relación interpersonal entre sí. El Hijo no es una tercera parte de Dios, o parte de Dios, o la versión buena de Dios, sino simplemente Dios. Dios (el Padre) ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo único, y por lo tanto Dios (el Hijo, uno en la Trinidad) murió en la cruz. Calcedonia ya nos proporciona la cristología desde una perspectiva trinitaria, y no tiene sentido sin presuponer la Trinidad.
Así que, con todas las distinciones complejas puestas en su lugar, la frase “Dios murió” también puede decirse en esta forma más larga: “la segunda Persona eterna de la Trinidad, Dios el Hijo, tomó en unión personal consigo mismo una naturaleza completamente humana, sin confundirla, sin cambiarla, dividirla, o separarla de su naturaleza divina eterna, a través de la cual experimento la muerte”. No sorprende que Charles Wesley no plasmara en música esta frase más larga en lugar de la que usó. Por otro lado, no hay duda que la frase más larga es precisamente lo que quería decir con la corta. A la sugerencia de que podía haber querido decir otra cosa con ella, Charles Wesley hubiera respondido que, siendo un cristiano ortodoxo y no un hereje, no podía haber pensado otra cosa. Adicionalmente, no hay engaño ni juego de manos en esa paráfrasis ampliada de “Dios murió”. La frase más larga es lo que significa la más corta, y ambas son verdaderas en la medida que se definen entre sí.
Aun así, aquí acecha una tentación. La tentación es sentirse decepcionado por la frase calcedónica más larga, como que algo ha sido removido, disuelto en demasiadas distinciones, refinado hasta ser insustancial. El peligro radica en escuchar la frase más larga como si eso significara, “la mitad de la tercera parte de Dios tuvo un mal fin de semana”. Pero no se trata de eso. Significa que Dios murió, y lo hizo de la única manera que la teología cristiana puede afirmarlo. El truco es escuchar la frase larga como si significara lo mismo que la corta sin sentirse engañado. El truco es no escuchar esa tercera frase (“la mitad de la tercera parte de Dios…”) haciendo eco detrás de las otras frases. Solo las categorías conceptuales de Calcedonia, tomadas junto a un contexto trinitario adecuado, pueden bloquear tales nociones indignas de la teología y la doxología cristiana. Este conjunto de distinciones siempre han funcionado en el pensamiento cristiano a fin de retener el poder y precisión de la frase más larga y la más corta, las cuales representan la expresión inmediata del corazón creyente, y la exactitud que viene de una comprensión bien enseñada.
Dios no tomó el camino fácil, ni nos salvó sin ser tocado por la profundidad del sufrimiento humano. Podemos estar seguros de que el Todopoderoso llegó a los extremos para rescatarnos.
¡Dios murió en la cruz! Charles Wesley sin duda conocía el valor del marco conceptual encarnado y trinitario, porque cuando cantó “¡Divino amor, lo que tú has hecho! ¡El Dios inmortal murió por mí!”, inmediatamente lo parafraseó en términos de la acción vicaria que la segunda Persona de la Trinidad hizo por nosotros: “El Hijo coeterno del Padre llevó todos mis pecados sobre el madero”.
Esto es un fragmento de mi ensayo “Chalcedonian Categories for the Gospel Narrative (Categorías calcedónicas en las narrativas de los evangelios)” de Jesus in Trinitarian Perspective, (B&H Academic, 2007).
Publicado originalmente en The Scriptorium Daily. Traducido por Raúl Caban.
Fred Sanders es un teólogo sistemático con énfasis en la doctrina de la Trinidad. Él y su esposa Susan tienen dos hijos, Freddy y Phoebe. Son miembros de Grace Evangelical Free Church. Puedes leer más de él aquí.