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Lectura de Hoy
05-11-2023
Devocional
Devocional: Oseas 11
En Oseas 9, Dios dice sobre su pueblo del pacto: “Toda su maldad comenzó […]; allí comencé a aborrecerlos. Por causa de sus maldades, los expulsaré de mi casa. No volveré a amarlos, pues todas sus autoridades son rebeldes”. Sin embargo, aquí, en Oseas 11, Dios declara: “Dentro de mí, el corazón me da vuelcos, y se me conmueven las entrañas” (11:8). ¿Cómo podemos unir estos dos pasajes?
En primer lugar, esta difícil situación emocional es el lenguaje del marido al que han dejado plantado: en este libro, el Dios todopoderoso juega el papel del marido engañado. Puede hacerse todas las concesiones que se quiera al antropomorfismo; es la forma en la que Dios se presenta en las Escrituras y, a la vez, los pasajes donde se afirman su total soberanía. Es la yuxtaposición de tales temas que han llevado al confesionalismo ortodoxo a insistir que Dios es, por una parte, simultáneamente soberano y trascendente, y, por la otra, personal e interactivo con los portadores de su imagen.
Segundo, la yuxtaposición de la ira y el amor de Dios hacen que sea innecesario sacar versículos de los dos capítulos (9 y 11). En el capítulo 11, la tensión ya es casi insostenible. El capítulo comienza con una breve revisión histórica. Dios salvó a Israel de Egipto en el tiempo del Éxodo (11:1) y le enseñó a andar, guiándolo “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor” (11:4). Pero cuanto más generoso con Israel, más se apartaba (11:2), y se negaron por completo a arrepentirse (11:5). Dios vendrá, pues, a ellos con gran ira: “En sus ciudades se blandirán espadas […]; aunque me invoquen, no los exaltaré” (11:6-7). Suena como si fuera demasiado tarde. Y, entonces, de repente, como si Dios estuviera hablando consigo mismo, pregunta cómo podría abandonarlos (11:8).
¿Cuál es la respuesta? Se halla en el carácter mismo de Dios. No es exactamente como un marido engañado. “Pero no daré rienda suelta a mi ira […]. Porque en medio de ti no está un hombre, sino que estoy yo, el Dios santo” (11:9). O, de forma más exacta, como demuestran los dos versículos siguientes, no vendrá finalmente a ellos con ira. Irán al cautiverio, pero él rugirá de nuevo con la influencia real del león y llamará a sus hijos de occidente, de Egipto, de Asiria y volverán a establecerse. De hecho, dentro de la más amplia estructura canónica, que Dios sea Dios y no un mero mortal, que tanto su ira como su amor tengan que ser satisfechos, significa que la ira y el amor se apresurarán adelante juntos, hasta que se encuentren en la cruz, la cruz del hombre que también fue llamado de Egipto por Dios para ser el hijo perfecto, el antetipo perfecto de Israel (11:1; Mateo 2:15).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Filemón
En el siglo I, se podía ejecutar legalmente a un esclavo que se escapara. Puede que su amo no empleara ese castigo, pero, como mínimo, si se encontraba a un esclavo que había huido, este sufriría un trato muy brutal.
Onésimo era un esclavo que había escapado de Filemón. En algún momento, Onésimo se convirtió. Ya sea que haya buscado a Pablo antes de su conversión, o después, Onésimo ahora está con Pablo, probablemente en Roma. El apóstol se halla en la cárcel esperando un juicio y Onésimo, ahora un creyente, está haciéndole recados y ayudándole.
Pero Pablo sabe que esto no puede continuar. El apóstol mismo podría ser acusado de asistir a un fugitivo. Legalmente, e incluso moralmente, Onésimo tenía que retornar con Filemón y arreglar las cosas. ¿Pero hasta qué punto era moral la propia esclavitud romana?
Así que Pablo escribe a Filemón y a Apia, sabiendo que son cristianos, probablemente adinerados, con una casa lo suficientemente grande como para acomodar a la iglesia de su localidad. La carta es una obra maestra de diplomacia firme y piadosa.
Pablo felicita a Filemón por su amor y ánimo (v. 7). Menciona que sencillamente podría ordenarle tomar determinada acción (v. 8), pero prefiere apelar a él como “Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo” (v. 9) para que Filemón actúe por amor. Entonces es cuando menciona a Onésimo y expone su petición. Pablo quiere que Filemón reciba de vuelta a Onésimo, a quien Pablo describe como su “hijo”, ahora una persona “útil” (eso es lo que significa el nombre Onésimo) y tan amada por el apóstol que es como si fuera el “propio corazón” de Pablo (vv. 10-12). Pablo con gusto se hubiera quedado con él, pero no quiere hacer nada sin el “consentimiento” de Filemón (v. 14). Es cierto que Onésimo se había escapado, pero, a pesar de lo reprensible que fue ese acto, en la perspectiva más amplia, “quizás para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que lo recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado” (vv. 15- 16). Seguramente, será por ello, amado por Filemón, “como persona y como hermano en el Señor” (v. 16).
De manera que Filemón debe darle la bienvenida a Onésimo como se la daría al propio apóstol Pablo (v. 17), quien espera visitarles pronto para ver cómo van las cosas (v. 22). Parece ser que Onésimo le robó a Filemón cuando se fue: Pablo dice que con gusto pagará la cantidad total, aunque le recuerda gentilmente a Filemón la enorme deuda que este tiene con el hombre que le trajo el evangelio.
Nada destruye la crueldad en las relaciones con mayor rapidez que el evangelio cuando se aplica correctamente.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.
2 Reyes 18
Ezequías rey de Judá
18 En el año tercero de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Acaz, rey de Judá. 2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi, hija de Zacarías. 3 Hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, conforme a todo lo que su padre David había hecho. 4 Quitó los lugares altos, derribó los pilares sagrados y cortó la Asera. También hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque hasta aquellos días los israelitas le quemaban incienso; y la llamaban Nehustán.
5 Ezequías confió en el SEÑOR, Dios de Israel. Después de él, no hubo ninguno como él entre todos los reyes de Judá, ni entre los que fueron antes de él, 6 porque se apegó al SEÑOR; no se apartó de Él, sino que guardó los mandamientos que el SEÑOR había ordenado a Moisés. 7 El SEÑOR estaba con él; adondequiera que iba prosperaba. Se rebeló contra el rey de Asiria y no le sirvió. 8 Derrotó a los filisteos hasta Gaza y su territorio, desde las torres de atalaya hasta las ciudades fortificadas.
9 En el año cuarto del rey Ezequías, que era el año séptimo de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Samaria y la sitió, 10 y después de tres años la tomaron. En el año sexto de Ezequías, que era el año noveno de Oseas, rey de Israel, Samaria fue tomada. 11 Y el rey de Asiria llevó a Israel al destierro en Asiria, y los puso en Halah y en el Habor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos, 12 porque no obedecieron la voz del SEÑOR su Dios, sino que quebrantaron Su pacto, es decir, todo lo que Moisés, siervo del SEÑOR, había ordenado; no escucharon, ni lo cumplieron.
Invasión de Senaquerib
13 En el año catorce del rey Ezequías, subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. 14 Entonces Ezequías, rey de Judá, envió a decir al rey de Asiria en Laquis: «He hecho lo malo. Retírate de mí; lo que me impongas, aceptaré». Y el rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, 10.2 toneladas de plata y una tonelada de oro. 15 Y Ezequías le dio toda la plata que se hallaba en la casa del SEÑOR y en los tesoros de la casa del rey. 16 En aquel tiempo Ezequías quitó el oro de las puertas del templo del SEÑOR, y de los postes de las puertas que el mismo Ezequías, rey de Judá, había revestido de oro, y lo entregó al rey de Asiria.
17 Desde Laquis el rey de Asiria envió a Jerusalén, al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces con un gran ejército contra el rey Ezequías. Y subieron y llegaron a Jerusalén. Y cuando subieron, llegaron y se colocaron junto al acueducto del estanque superior que está en la calzada del campo del Batanero. 18 Llamaron al rey, y salió a ellos Eliaquim, hijo de Hilcías, que era mayordomo, con el escriba Sebna y el cronista Joa, hijo de Asaf.
19 Entonces el Rabsaces les dijo: «Digan ahora a Ezequías: “Así dice el gran rey, el rey de Asiria: ‘¿Qué confianza es esta que tú tienes? 20 Tú dices (pero solo son palabras vanas): “Tengo consejo y poder para la guerra”. Pero ahora, ¿en quién confías que te has rebelado contra mí? 21 Yo sé que tú confías en el báculo de esta caña quebrada, es decir, en Egipto, en el cual, si un hombre se apoya, penetrará en su mano y la traspasará. Así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él. 22 Pero si ustedes me dicen: “Nosotros confiamos en el SEÑOR nuestro Dios”, ¿no es Él aquel cuyos lugares altos y cuyos altares Ezequías ha quitado y ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Adorarán delante de este altar en Jerusalén”? 23 Ahora pues, te ruego que llegues a un acuerdo con mi señor el rey de Asiria, y yo te daré 2,000 caballos, si por tu parte puedes poner jinetes sobre ellos. 24 ¿Cómo, pues, puedes rechazar a un oficial de los menores de los siervos de mi señor, y confiar en Egipto para tener carros y hombres de a caballo? 25 ¿He subido ahora sin el consentimiento del SEÑOR contra este lugar para destruirlo? El SEÑOR me dijo: “Sube contra esta tierra y destrúyela”’”».
26 Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, Sebna y Joa dijeron al Rabsaces: «Le rogamos que hable a sus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos, y no nos hable en la lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla». 27 Pero el Rabsaces les dijo: «¿Acaso me ha enviado mi señor para hablar estas palabras solo a tu señor y a ti, y no a los hombres que están sentados en la muralla, condenados a comer sus propios excrementos y beber su propia orina con ustedes?». 28 El Rabsaces se puso en pie, gritó a gran voz en la lengua de Judá, y dijo: «Escuchen la palabra del gran rey, el rey de Asiria. 29 Así dice el rey: “Que no los engañe Ezequías, porque él no los podrá librar de mi mano; 30 ni que Ezequías les haga confiar en el SEÑOR, diciendo: ‘Ciertamente el SEÑOR nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria’. 31 No escuchen a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: ‘Hagan la paz conmigo y salgan a mí, y coma cada uno de su vid y cada uno de su higuera, y beba cada cual de las aguas de su cisterna, 32 hasta que yo venga y los lleve a una tierra como la tierra de ustedes, tierra de grano y de vino nuevo, tierra de pan y de viñas, tierra de olivos y de miel, para que vivan y no mueran’.
Pero no escuchen a Ezequías porque los engaña, diciendo: ‘El SEÑOR nos librará’. 33 ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria? 34 ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim, de Hena y de Iva? ¿Cuándo han librado ellos a Samaria de mi mano? 35 ¿Quiénes de entre todos los dioses de estas tierras han librado su tierra de mi mano, para que el SEÑOR libre a Jerusalén de mi mano?”». 36 Pero el pueblo se quedó callado y no le respondió palabra alguna, porque la orden del rey era: «No le respondan». 37 Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, mayordomo de la casa real, el escriba Sebna y el cronista Joa, hijo de Asaf, fueron a Ezequías con sus vestidos rasgados, y le relataron las palabras del Rabsaces.
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Filemón
Saludo
1 Pablo , prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo:
A Filemón nuestro amado hermano y colaborador, 2 y a la hermana Apia, y a Arquipo, nuestro compañero de lucha, y a la iglesia que está en tu casa: 3 Gracia a ustedes y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
El amor y la fe de Filemón
4 Doy gracias a mi Dios siempre, haciendo mención de ti en mis oraciones, 5 porque oigo de tu amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús y hacia todos los santos. 6 Ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en ustedes mediante Cristo. 7 Pues he llegado a tener mucho gozo y consuelo en tu amor, porque los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano.
Pablo intercede por Onésimo
8 Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte hacer lo que conviene, 9 no obstante, por causa del amor que te tengo, te hago un ruego, siendo como soy, Pablo, anciano, y ahora también prisionero de Cristo Jesús: 10 te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones; 11 quien en otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí. 12 Y te lo he vuelto a enviar en persona, es decir, como si fuera mi propio corazón.
13 Hubiera querido retenerlo conmigo, para que me sirviera en lugar tuyo en mis prisiones por el evangelio. 14 Pero no quise hacer nada sin tu consentimiento, para que tu bondad no fuera como por obligación, sino por tu propia voluntad. 15 Porque quizá por esto se apartó de ti por algún tiempo, para que lo volvieras a recibir para siempre, 16 ya no como esclavo, sino como más que un esclavo, como un hermano amado, especialmente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor.
17 Si me tienes, pues, por compañero, acéptalo como me aceptarías a mí. 18 Y si te ha perjudicado en alguna forma, o te debe algo, cárgalo a mi cuenta.
19 Yo, Pablo, escribo esto con mi propia mano. Yo lo pagaré (por no decirte que aun tú mismo te me debes a mí). 20 Sí, hermano, permíteme disfrutar este beneficio de ti en el Señor. Recrea mi corazón en Cristo.
21 Te escribo confiado en tu obediencia, sabiendo que harás aún más de lo que digo. 22 Y al mismo tiempo, prepárame también alojamiento, pues espero que por las oraciones de ustedes les seré concedido.
Saludos y bendición
23 Te saluda Epafras, mi compañero de prisión en Cristo Jesús; 24 también Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores.
25 La gracia del Señor Jesucristo sea con el espíritu de ustedes.
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Oseas 11
El amor de Dios por su pueblo
11 Cuando Israel era niño, Yo lo amé, Y de Egipto llamé a Mi hijo. 2 Cuanto más los llamaban los profetas, Tanto más se alejaban de ellos; Seguían sacrificando a los Baales Y quemando incienso a los ídolos. 3 Sin embargo, Yo enseñé a andar a Efraín, Yo lo llevé en Mis brazos; Pero ellos no comprendieron que Yo los sanaba. 4 Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, Y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; Me incliné y les di de comer.
5 No volverán a la tierra de Egipto, Sino que Asiria será su rey, Porque rehusaron volver a Mí. 6 La espada girará contra sus ciudades, Destruirá sus cerrojos Y los consumirá por causa de sus intrigas. 7 Pues Mi pueblo se mantiene infiel contra Mí; Aunque ellos lo llaman para que se vuelva al Altísimo, Ninguno lo exalta.
8 ¿Cómo podré abandonarte, Efraín? ¿Cómo podré entregarte, Israel? ¿Cómo podré Yo hacerte como a Adma? ¿Cómo podré tratarte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de Mí, Se enciende toda Mi compasión. 9 No ejecutaré el furor de Mi ira; No volveré a destruir a Efraín. Porque Yo soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti, Y no vendré con furor. 10 En pos del SEÑOR caminarán, Él rugirá como un león; Ciertamente Él rugirá, Y Sus hijos vendrán temblando desde el occidente. 11 De Egipto vendrán temblando como aves, Y de la tierra de Asiria como palomas, Y Yo los estableceré en sus casas, declara el SEÑOR.
12 Efraín me rodea de mentiras, Y de engaño la casa de Israel; Judá todavía anda lejos de Dios, Y del Santo, que es fiel.
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Salmos 132–134