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4 principios para practicar la apologética

Cuando se trata de apologética, necesito toda la ayuda posible. Estos son cuatro principios sabios que otros me han enseñado en los últimos años y que me esfuerzo por recordar cuando recomiendo y defiendo la fe cristiana.

Ninguno de ellos es nuevo, pero me han resultado inmensamente útiles.

1. La apologética es un asunto nuestro, no un asunto mío.

Si vamos a hacer apologética bien, nos necesitamos unos a otros. Ninguno de nosotros puede ser una tienda de una sola parada para todos los asuntos apologéticos. Dado que soy filósofo, lo mío es analizar grandes conceptos abstractos y encontrar suposiciones ocultas. Pero si me piden que me ponga práctico y hable de política, me quedo fuera de mi zona de confort.

Necesito cristianos expertos en política y economía, por ejemplo, que analicen las consecuencias prácticas de las grandes ideas teológicas y filosóficas, para que las refuten periódicamente. Juntos podremos desarrollar una defensa completa de la fe cristiana.

"Si vamos a hacer apologética bien, nos necesitamos unos a otros. Juntos podremos desarrollar una defensa completa de la fe cristiana"

Todos necesitamos personas diferentes a nosotros que nos acompañen en la tarea apologética. Necesitamos «bulldogs» protectores (como Cristo con los fariseos) y «collies» mansos (como Cristo con la mujer junto al pozo). Necesitamos jóvenes y viejos; ricos y pobres; blancos y negros; cristianos africanos, orientales y occidentales; que cada uno presente el inmutable y glorioso evangelio de formas que complementen la sensibilidad y los puntos ciegos de los compañeros apologistas

2. La apologética es tanto el cómo como el qué.

Lo que se dice es solo un aspecto de la apologética. El mismo argumento puede ser memorable o mediocre, impactante o aburrido, dependiendo de cómo se exprese. Una frase bien elaborada es la flecha que clava la punta de lanza de la verdad. Lo he aprendido de C. S.
Lewis, de Jackie Hill Perry y de Francis Spufford, entre otros. Se toman su tiempo para elaborar frases que dejen cantar la verdad y eso marca la diferencia en la impresión que dejan.

Quizá nadie lo haya hecho tan bien en los últimos cien años como G. K. Chesterton. En The Everlasting Man [El hombre eterno], señala: «Las cosas que pueden resultar familiares mientras la familiaridad genera afecto, más vale que se conviertan en desconocidas cuando la familiaridad genera desprecio». Si la gente cree que sabe lo que vas a decir, te prestará poca atención. Chesterton piensa que la mayoría de las personas en Occidente están tan a la defensiva contra lo que creen que es el cristianismo que haríamos bien en volver a contar todo el evangelio como si estuviéramos en un entorno del lejano Oriente para que sea «admirado como una historia pagana, en los mismos lugares donde es condenado como una historia cristiana».

Esto es lo brillante de muchas de las parábolas de Jesús. Algunos de los comportamientos que aparecen en ellas no son del todo correctos; algunas actitudes nos hacen dudar. Así que cuenta la vieja, vieja historia, predica el único evangelio verdadero. Pero cuéntala con un cambio de perspectiva; predícalo con una frescura inquietante. No dejes que la gente se vaya pensando que ya lo ha oído todo antes.

3. La apologética también es quién.

Hay otro aspecto crucial para ser embajador de Cristo: quién eres, tu carácter. Recuerdo haber llevado a un amigo ateo empedernido e intelectualmente brillante a escuchar un debate entre William Lane Craig y un ateo del departamento de filosofía de Cambridge. El filósofo era preciso, pues lanzaba una serie de argumentos bien dirigidos e inmaculadamente presentados; pero también era cruel, pues se burlaba de las credenciales de Craig.

Cuando volvía a casa después del debate, le pregunté a mi amigo escéptico y ateo empedernido qué le había parecido. Para mi sorpresa, su reacción predominante fue que Craig le gustaba más como persona porque no contraatacaba cuando le atacaban con golpes bajos.

Ese día, el carácter de Craig habló más alto que sus argumentos (1 P 3:15).

"Los argumentos más poderosos expresados de manera memorable caen como un castillo de naipes si salen de la boca de una persona en pecado continuo"

El carácter también cuenta cuando nos alejamos de la arena apologética. En los últimos años hemos sido testigos de la espectacular desaparición de más de un apologista cristiano prominente que esgrimía argumentos poderosos y hablaba con una prosa brillante.

Lamentablemente, a estos apologistas les faltaba una tercera cualidad crucial y no negociable: la piedad.

Los argumentos más poderosos expresados de la manera más memorable caen como un castillo de naipes si salen de la boca de una persona en pecado continuo, impenitente y grave.

Todos pecamos, pero conocemos la diferencia entre una vida cristiana normal de arrepentimiento y de lucha, y una vida que consiente e incluso oculta males deplorables.

Señor, ten misericordia de todos nosotros.

4. La apologética hoy significa ser un infiltrado extranjero.

En los últimos años, he intentado adoptar la postura de lo que Pierce Taylor Hibbs describe en un libro que se publicará próximamente como un «infiltrado-extranjero».

Un gran modelo para esto es La ciudad de Dios de Agustín. Agustín era un infiltrado en la cultura romana, la cual puso bajo el microscopio. Apreció realmente por qué Cicerón es tan buen escritor y tan admirado en la sociedad romana. No se limitó a leer una hoja de trucos sobre cómo derribar Roma; Agustín escribió sobre Roma de un modo que demostraba a los romanos que los comprendía.

Pero también era un extranjero. Al observar la cultura romana con los ojos de alguien cuyos pensamientos y emociones se mueven al ritmo bíblico, vio las peculiaridades e idiosincrasias que eran invisibles para los propios romanos.

Algunos de nosotros somos más naturalmente infiltrados (¡Contextualiza! ¡Sé relevante!), y otros son más naturalmente extranjeros (¡Proclama! ¡Sé fiel!). ¿Qué aspecto de ser un infiltrado-extranjero necesitas trabajar cuando practicas la apologética?

Estos son cuatro principios que intento aprender en mi propia práctica apologética. Oren por mí. También estaré orando por los lectores de este artículo, para que Dios les dé la gracia para encarnar y vivir estos principios en sus propios encuentros apologéticos.

Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Chris Watkin (PhD, Universidad de Cambridge) es investigador del Australian Research Council Future Fellow y profesor asociado de lenguas europeas en la Universidad Monash de Melbourne (Australia). Es un erudito con reputación internacional en el pensamiento europeo moderno y contemporáneo, el ateísmo y la relación entre la Biblia y la filosofía. Su obra publicada abarca desde monografías académicas sobre filosofía contemporánea hasta libros escritos para lectores en general, tanto cristianos como seculares, incluido el premiado Biblical Critical Theory: How the Bible’s Unfolding Story Makes Sense of Modern Life and Culture..

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