Vida Cristiana
¿Qué es la disforia de género y por qué debería importarnos?
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Hace varios años me invitaron a una cena que incluía una sesión fotográfica para la que no me había preparado. No llevaba algo digno de ser capturado por las cámaras, así que una amiga se ofreció a prestarme una blusa. Me pareció linda, aunque al ser floreada y con volantes no era precisamente «mi estilo». Con todo, decidí probármela. Pero no esperaba la reacción que tuve al ver mi reflejo. A pesar de que la tela era buena y el corte nada revelador, esa blusa me hacía sentir muy incómoda. La respuesta de mi cuerpo fue visceral, incluso tuve que dar un paso atrás: esa del espejo, con la blusa amarilla de flores, simplemente no era yo. De inmediato me quité la extraña prenda y me puse otra cosa.
¿Qué pasaría si alguien se sintiera así todo el tiempo? ¿Qué pasaría si, sin importar la cantidad de blusas que se probara, una mujer jamás pudiera sentirse cómoda con ninguna prenda diseñada para las personas de su sexo? ¿Qué pasaría si la incomodidad fuera más allá de la ropa? ¿Qué pasaría si un varón se mirara en el espejo y lo que deseara arrancarse no fuera una corbata, sino sus propios genitales?
Imaginar estos escenarios nos permite vislumbrar un destello de lo que las personas que sufren disforia de género experimentan de manera constante.
La palabra disforia se refiere a un «estado de ánimo de tristeza, ansiedad o irritabilidad». Según el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés), la disforia de género es una condición de «marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado». Una jovencita con disforia de género no desea desarrollarse como mujer; más bien, la mera idea le resulta incapacitante y angustiante.
Está convencida de que no es una mujer, independientemente de las características biológicas de su cuerpo. ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué deberíamos invertir tiempo en tratar de entenderlo?
"La ola de confusión sobre lo que significa ser hombre o mujer sigue golpeando; muchos, cuyos cuerpos son causa constante de agonía, están buscando paz "
Ciertamente, el asunto de la identidad de género puede resultar desconcertante incluso para aquellos que hemos dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre él. Con todo, no podemos darnos el lujo de ignorarlo. El tema es inescapable. La ola de confusión sobre lo que significa ser hombre o mujer sigue golpeando y ninguno de nosotros estamos exentos de ser arrastrados con fuerza. Existen personas para quienes sus cuerpos son causa constante de agonía y están buscando paz. Sin embargo, muchos la están buscando en los lugares equivocados.
El género
La palabra género ha sido utilizada de distintas maneras a lo largo de la historia (en inglés). Alrededor del siglo XIII, la palabra género se refería principalmente a las personas o cosas que compartían ciertas características. Para finales del siglo XIV ya se registraba el uso gramatical de género (para referirse a las palabras como masculinas, femeninas o neutras). A principios del siglo XV, se usaba como sinónimo de sexo biológico; para el siglo XX, género se volvió la manera más usual de referirse al sexo de un ser humano. En 1963, la literatura feminista utilizó género para describir atributos sociales asociados con el sexo femenino o masculino.
Por otro lado, la expresión identidad de género se utiliza para describir el sentir interno que una persona tiene de ser hombre o ser mujer.
Cuando se dice, entonces, que la disforia de género es una condición de «marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado», esto quiere decir que la identidad de género de una persona —lo que percibe acerca de su condición como hombre o mujer— no corresponde con su sexo biológico.
La disforia de género es una condición psicológica real. Las personas que la padecen no pueden evitar la angustia mental de sentir que están en el cuerpo equivocado o que definitivamente no encajan con las expresiones culturales usuales para su género. Cada una de las personas que experimentan disforia de género es un ser humano creado a imagen de Dios; es nuestra responsabilidad amarlos con compasión y verdad en medio de su lucha.
El problema es que hoy muchas de estas personas no están recibiendo la ayuda que necesitan para abrazar la realidad de su cuerpo y sexo, porque ya no es aceptable mostrarles la belleza (si bien a veces dolorosa) de lo que significa ser hombre o mujer. Más bien, se empuja a los profesionales de la salud mental a afirmar la identidad de género percibida por el paciente (en inglés). ¿Por qué? Porque se piensa que el individuo y sus sentimientos subjetivos son los que tienen la última palabra respecto a su verdadero género. Pero lo que pensemos o sintamos acerca de nuestra sexualidad no cambia nuestra realidad biológica, impresa en el núcleo de cada una de las células de nuestro cuerpo y revelada a través de características físicas propias de los hombres o las mujeres.
"La disforia de género es una condición psicológica real. El problema es que muchos no están recibiendo la ayuda que necesitan para abrazar su cuerpo y sexo "
El diagnóstico de disforia de género en el DSM-5 sustituyó al diagnóstico de desorden de identidad de género de la edición anterior (DSM IV), que decía: «Trastorno caracterizado por un malestar clínicamente significativo o un deterioro del funcionamiento debido a la identificación intergenérica (es decir, el deseo de ser o la insistencia real en ser del otro sexo) y un malestar persistente derivado de la creencia de que el sexo o el género de uno es inapropiado para su verdadero yo». Nota como los antiguos términos denotaban esta condición psicológica como un «trastorno» y un «desorden». Observa también que se hablaba de desear ser o creer que eres del otro sexo o género.
En el diagnóstico de disforia de género (en inglés), las palabras «trastorno» y «desorden» se han eliminado por completo. El objetivo ahora es comunicar que «la presencia de la varianza de género no es la patología, sino que la disforia proviene de la angustia causada por la no alineación del cuerpo y la mente y/o la marginación social de las personas con varianza de género». En otras palabras, ahora se piensa que el problema no es que tu mente no esté alineada con tu cuerpo, sino que esto te cause angustia. La solución para la disforia, entonces, no será que tu psicología abrace la realidad de tu biología, sino eliminar la angustia… a través de hormonas o cirugías si es necesario.
Nota también la frase «género asignado» en la definición clínica actual de disforia de género. Esto se refiere a la clasificación de un bebé como hombre o mujer, usualmente tras la inspección de sus genitales externos. ¿Por qué se utiliza «género asignado» en lugar de simplemente «género» o «sexo»? De nuevo, porque se piensa que el individuo es quien tiene la última palabra respecto a su verdadero género. Así, al nacer se nos «asigna» un género, pero ahora se afirma que no necesariamente es nuestro «verdadero género», sin importar nuestras características biológicas. Como si esto fuera poco, en los últimos años la identidad de género se ha separado completamente del sexo, que es binario: el individuo ya no solo puede buscar identificarse como hombre o mujer, sino también como ambos, ninguno, de género fluído o más.1
Tu cuerpo importa
El escritor Andrew T. Walker explica que «las personas con disforia de género experimentan la sensación de que su cuerpo biológico está mintiendo» (Dios y el debate transgénero, p. 33). Esta lucha es real y puede llegar a ser terriblemente dolorosa. Es preciso acompañar a aquellos que están en medio de ella con compasión. Pero el cuerpo —a diferencia de nuestros fluctuantes pensamientos y sentimientos— no miente. Ignorar la realidad de nuestra biología solo nos destruye. Literalmente.
Chloe Cole, una jovencita estadounidense, cuenta en una entrevista (en inglés) cómo fue diagnosticada con disforia de género a los doce años. A los trece empezó a recibir hormonas para bloquear la pubertad y, poco después, testosterona. A los quince años le quitaron los pechos. A los dieciséis se dio cuenta de que todo había sido un error. Modificar su cuerpo a través de cirugías y químicos no fue la solución para la angustia de su mente. Pero lo hecho, hecho está. Su cuerpo fue mutilado y no puede volver atrás. Todavía están por verse los efectos a largo plazo del tratamiento hormonal. Ahora Cole se dedica a hablar (en inglés) en contra de la atención médica que afirma el género. «Ninguna niña de quince años debería pasar por eso», dice.
"No nos conformamos con un alivio temporal. Gracias al sacrificio de Cristo, sabemos que viviremos con una psicología perfectamente alineada a la biología"
La historia de Chloe es, en muchos sentidos, extrema. No todos los que presentan síntomas de disforia de género llegan tan rápido a los extremos que ella llegó para tratar de aliviar la falta de alineación entre su mente y cuerpo, mucho menos a una edad tan tierna. Debemos reconocer que hay personas que lo han intentado todo para tratar su disforia sin ver mejora alguna. Aun así, muchos de ellos se resisten a negar la realidad de sus cuerpos y aprenden a vivir con el dolor de la disforia. A otros, la angustia los ha empujado a modificar sus cuerpos, y existen aquellos que han encontrado que eso les trae alivio, a veces parcial y a veces total.
Si nuestra única esperanza es esta tierra, ese alivio —uno que niega la realidad del cuerpo y lo obliga a someterse a la mente— podría ser suficiente. La buena noticia es que no tenemos que conformarnos con el alivio temporal en un mundo pasajero. El Dios que nos creó hombres y mujeres está restaurando todas las cosas y nos llama a someternos a Él en amor. Eso traerá una paz eterna, que sobrepasa todo entendimiento. «La paz les dejo, Mi paz les doy, no se la doy a ustedes como el mundo la da», dijo Jesús. «No se turbe su corazón ni tenga miedo. […] Me voy, y vendré a ustedes» (Jn 14:27-28).
Gracias al sacrificio de Cristo, todos los que confiamos en Él viviremos un día en un lugar sin más llanto ni dolor, con cuerpos glorificados y con una psicología perfectamente alineada a la biología. Esperamos ese tiempo con esperanza. Mientras tanto, procuramos la verdad, aunque a veces sea dolorosa y traiga una aflicción momentánea. Negar la verdad —incluyendo la verdad biológica— jamás traerá paz eterna a nadie.
1 Algunos ya han llegado al punto de negar la realidad biológica binaria del sexo en los seres humanos (en inglés), pero ese es otro tema que debe ser tratado en otra ocasión.
Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.