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Lectura de Hoy
23-11-2023
Devocional
Devocional: Lucas 7
Dos pensamientos impactantes se reúnen en Lucas 7:36-50:
(1) El primero ya lo he mencionado en estos dos volúmenes, pero merece la pena citarlo de nuevo. ¿Quién tiene derecho de perdonar los pecados? Si alguien te roba los ahorros de tu vida o asesina a tu cónyuge, yo no tendría derecho a perdonar a quien hubiera perpetrado estos delitos. En el plano humano, solo puede perdonar la parte perjudicada. Desde la perspectiva de Dios, independientemente de cuántos seres humanos hayan sido dañados, la principal ofensa es contra Dios mismo (cf. Salmo 51:4). Dios puede perdonar, pues, cualquier pecado, porque siempre es la parte perjudicada. En el plano humano, la mujer pecadora de esta narrativa no había perjudicado en modo alguno a Jesús. En este aspecto, él no tenía derecho a perdonarla. Sin embargo, la narrativa gira en torno al perdón de Jesús hacia esta mujer (7:48), y los demás invitados, un tanto confundidos por este desarrollo de las cosas, suscitan la pregunta: “¿Quién es este que hasta perdona pecados?” (7:49). Sí, ¿quién es?
(2) El axioma que Jesús desarrolla en su intercambio con Simón es desconcertante. Por una parte, es lo suficientemente claro: cabe esperar que la persona a la que se le ha perdonado mucho tenga más que agradecer al benefactor que aquella a quien se le ha perdonado poco. Como afirma Jesús: “A quien poco se le perdona, poco ama” (7:47). El axioma tiene sentido en cuanto a la conducta tanto de la mujer como del fariseo: a ella la vencen las lágrimas de pura gratitud, mientras que él es un estirado y arrogante.
Pero si el axioma se lleva demasiado lejos, ¿no significaría que aquellos que han vivido una vida relativamente “buena” amarán a Dios menos, de forma inevitable, que quienes se han convertido de una vida de degradación abismal? Uno entonces podría argumentar que existen ciertos beneficios por ser unos degradados antes de la conversión: uno aprecia la gracia en la proporción correspondiente al grado de depravación que la gracia debe vencer.
Esto no viene al caso. Socialmente, claro está, los pecados de la mujer son mucho peores que los del fariseo. Pero los grados de pecado que uno comete a escala social no son nada en comparación con lo terrible de la rebeldía que cada uno hemos permitido en nuestra vida. Simón el fariseo ni siquiera había llegado al punto de percibir que necesitaba ser perdonado. Supongamos por un momento que dos personas se han convertido, una procedente de un trasfondo socialmente despreciable y otra de un origen disciplinado y “justo”: ¿y luego qué? Ambos deberían orar para poder ver la fealdad de sus propios pecados, ya sean unos que la sociedad desapruebe o esos feos pecados (tan a menudo condenados por Jesús) de la arrogancia y la santurronería. Y es que, a menos que se nos dé la gracia de ver el horror de nuestro pecado, casi con toda seguridad no comprenderemos jamás la gloria de la gracia y amaremos a Jesús demasiado poco.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Santiago 5
Una cosa es esperar la venida del Señor; otra, es esperar bien.
Puede que aguardemos la venida del Señor con honestidad y actitud de autoevaluación—no sólo reconociendo que el Segundo Adviento es una parte necesaria de nuestro credo, sino incluso, en cierto sentido anticipando la Parusía y esperando que ocurra en nuestra época—y que aún así tengamos que admitir que nuestra vida no refleja la convicción de esa perspectiva. De hecho, esta espera por su regreso puede que sea meramente un caballo de batalla de nuestra lectura o enseñanza, un mapa bien manejado del futuro que nos diferencia de otros creyentes, en vez de un elemento fijo de nuestra cosmovisión que efectivamente moldee nuestra conducta.
Por supuesto que hay un elemento de la espera por el regreso del Señor que es justamente eso: esperar. Igual que “espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto” (Santiago 5:7), así también nosotros debemos aguardar con paciencia y mantenernos firmes (5:8).
No obstante, como todas las analogías, esta no es perfecta (ni pretende serlo), y el propio Santiago la deja al margen. Después de todo, el agricultor es paciente porque sabe, más o menos, cuándo llegará la cosecha; nosotros no sabemos cuándo regresará Jesús.
Hay otras diferencias. El granjero espera el fruto; nosotros al Juez que “está a la puerta” (5:9). Esto significa que lo que esperamos tiene una consecuencia directa sobre la manera como vivimos: “No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados” (5:9) por ese mismo Juez.
Además, si bien los agricultores tienen que trabajar arduamente mientras esperan la cosecha, en circunstancias normales, su espera no está caracterizada por el sufrimiento y la persecución. Los cristianos que aguardan el fin se enfrentan a ambas cosas, según afirma Santiago, y con eso en mente, nuestra espera es más parecida a la perseverancia de los profetas (5:10) que a la placidez del agricultor. Ellos “hablaron en nombre del Señor” y la mayoría de las veces sufrieron injurio por ello. Ese sufrimiento no domesticó su fiel proclamación. Pero no debemos restringir a los profetas los modelos que buscamos. Consideremos a Job, un hombre justo que se enfrentó a dificultades catastróficas y, sin embargo, perseveró, y hemos “visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso” (5:11). Esa perspectiva es importante: al final, no sólo prevalece la justicia de Dios, sino también su compasión y misericordia. El enfoque en el regreso de Jesús y en el fin no sólo moldea nuestra actual manera de vivir, sino que traerá con sí la vindicación perfecta en la incomparable bondad de la consumación.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.
1 Crónicas 18
Victorias de David
18 Después de esto, David derrotó a los filisteos y los sometió, y tomó Gat y sus aldeas de mano de los filisteos. 2 También derrotó a Moab, y los moabitas fueron siervos de David, trayéndole tributo. 3 David derrotó además a Hadad Ezer, rey de Soba, cerca de Hamat, cuando este iba a establecer su dominio en el río Éufrates. 4 David le tomó 1,000 carros y 7,000 hombres de a caballo y 20,000 soldados de a pie; David desjarretó todos los caballos de los carros, pero dejó suficientes caballos para 100 carros.
5 Cuando vinieron los arameos de Damasco en ayuda de Hadad Ezer, rey de Soba, David mató a 22,000 hombres de los arameos. 6 Entonces David puso guarniciones en Aram de Damasco; y los arameos fueron siervos de David, trayéndole tributo. Y el SEÑOR ayudaba a David dondequiera que iba. 7 David tomó los escudos de oro que llevaban los siervos de Hadad Ezer, y los trajo a Jerusalén. 8 Asimismo David tomó una gran cantidad de bronce de Tibhat y de Cun, ciudades de Hadad Ezer, con el cual Salomón hizo el mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce.
9 Cuando Tou, rey de Hamat, oyó que David había derrotado a todo el ejército de Hadad Ezer, rey de Soba, 10 envió a su hijo Adoram al rey David para saludarlo y bendecirlo, porque había peleado contra Hadad Ezer y lo había derrotado, pues Hadad Ezer había estado en guerra con Tou. Y Adoram trajo toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce. 11 Estos el rey David dedicó también al SEÑOR, junto con la plata y el oro que había tomado de todas estas naciones: de Edom, Moab, Amón, Filistea y Amalec.
12 Además, Abisai, hijo de Sarvia, derrotó a 18,000 edomitas en el valle de la Sal. 13 Puso guarniciones en Edom, y todos los edomitas fueron siervos de David. Y el SEÑOR daba la victoria a David dondequiera que iba.
Oficiales de David
14 David reinó sobre todo Israel, y administraba justicia y derecho a todo su pueblo. 15 Joab, hijo de Sarvia, era comandante del ejército; y Josafat, hijo de Ahilud, era cronista; 16 Sadoc, hijo de Ahitob, y Abimelec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes, y Savsá era escriba; 17 Benaía, hijo de Joiada, era jefe de los cereteos y peleteos; y los hijos de David eran los primeros junto al rey.
Santiago 5
Advertencias a los ricos
5 ¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vienen sobre ustedes. 2 Sus riquezas se han podrido y sus ropas están comidas de polilla. 3 Su oro y su plata se han oxidado, su herrumbre será un testigo contra ustedes y consumirá su carne como fuego. Es en los últimos días que han acumulado tesoros. 4 Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Han vivido lujosamente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer desenfrenado. Han engordado sus corazones en el día de la matanza. 6 Han condenado y dado muerte al justo. Él no les hace resistencia.
Exhortación a la paciencia
7 Por tanto, hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor. Miren cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. 8 Sean también ustedes pacientes. Fortalezcan sus corazones, porque la venida del Señor está cerca. 9 Hermanos, no se quejen unos contra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las puertas. 10 Hermanos, tomen como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. 11 Miren que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Han oído de la paciencia de Job, y han visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso.
Exhortaciones varias
12 Y sobre todo, hermanos míos, no juren, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Antes bien, sea el sí de ustedes, sí, y su no, no, para que no caigan bajo juicio.
13 ¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas. 14 ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados.
16 Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho. 17 Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, 20 sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.
Jonás 2
Oración de Jonás
2 Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el vientre del pez, 2 y dijo:
«En mi angustia clamé al SEÑOR, Y Él me respondió. Desde el seno del Seol pedí auxilio, Y Tú escuchaste mi voz. 3 Pues me habías echado a lo profundo, En el corazón de los mares, Y la corriente me envolvió; Todas tus encrespadas olas y tus ondas pasaron sobre mí. 4 Entonces dije: “He sido expulsado de delante de Tus ojos; Sin embargo, volveré a mirar hacia Tu santo templo”. 5 Me rodearon las aguas hasta el alma, El gran abismo me envolvió, Las algas se enredaron en mi cabeza. 6 Descendí hasta las raíces de los montes, La tierra con sus cerrojos me ponía cerco para siempre; Pero Tú sacaste de la fosa mi vida, oh SEÑOR, Dios mío. 7 Cuando en mí desfallecía mi alma, Del SEÑOR me acordé; Y mi oración llegó hasta Ti, Hasta Tu santo templo. 8 Los que confían en ídolos vanos Su propia misericordia abandonan. 9 Pero yo con voz de acción de gracias Te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del SEÑOR».
10 Entonces el SEÑOR dio orden al pez, y este vomitó a Jonás en tierra firme.
Lucas 7