La Biblia se compone de muchos libros y fue escrita por varios autores a lo largo de los siglos, pero como Palabra de Dios, es un libro unificado que revela un solo mensaje. Es crucial entender cuál es el mensaje general de la Biblia para interpretarlo y aplicarlo de manera correcta a nuestras vidas.
SUMARIO
Este artículo explica cuál es el mensaje central de la Biblia, pensando en dos formas de describir la historia general de las Escrituras. Primero, se exploran los movimientos de las tramas bíblicas sobre la creación, la caída, la redención y la nueva creación para comprender el mensaje de la Biblia. En segundo lugar, la historia de la Biblia se explica pensando en cómo se revela el plan de Dios por medio de los pactos;, desde el pacto de la creación hasta el nuevo pacto en Cristo.
La Biblia es un libro grande que consta de muchos temas, literatura diversa y abarca siglos. Sin embargo, a pesar de ser escrita por múltiples autores y abordar varios temas, la Biblia es una gran historia cuyo mensaje central es sobre lo que nuestro Dios trino Creador y de pactos planeó en la eternidad, ejecutado en el tiempo, para glorificarse a Sí mismo mediante la redención de Su pueblo, el juicio del pecado y la renovación de todas las cosas en Cristo Jesús (Ro 11:33-36; Ef 1:9-10; Col 1:15-20).
Desde Génesis hasta Apocalipsis, el mensaje de la Biblia es ante todo sobre el Dios trino. Se centra en Su nombre y gloria y en cómo Él, en Su gracia, ha elegido compartir con nosotros —aunque perfectamente completo y satisfecho en Sí mismo— lo que resulta para la alabanza de Su gloriosa gracia y nuestro bien eterno (Ef 2:1-10).
Podemos resumir la historia de la Biblia, que es larga y tiene diferentes capas, en un par de maneras. Primero, podemos capturarla en términos de cuatro movimientos principales de la trama: creación, caída, redención y nueva creación. Segundo, podemos describir el desarrollo del plan eterno de Dios desde la creación hasta la nueva creación por medio de la progresión de los pactos bíblicos. Veamos estas dos formas de resumir la historia y el mensaje general de la Biblia.
La historia y el mensaje de la Biblia por medio de sus movimientos de la trama en desarrollo
Al pensar en los movimientos de la trama bíblica, podemos captar los contornos más amplios de su historia y mensaje, y pensar en su cosmovisión única en comparación con otros puntos de vista. Pensar en estos movimientos nos ayuda a responder las preguntas que toda persona se hace y debe responder: ¿De dónde venimos? ¿Qué salió mal? ¿Cuál es la solución a nuestro problema? ¿Hacia dónde va la historia?
Creación
¿De dónde vino todo? Génesis 1 – 2 nos da el relato de la creación de Dios de todas las cosas, incluidos nosotros, Sus criaturas portadoras de Su imagen. Aunque esta sección de la Biblia es corta, es teológicamente significativa y fundamental para todo lo que sigue, al preparar el escenario para el resto del drama que se desarrolla en la Palabra.
Aquí nos encontramos con varios personajes claves, pero primero captamos el escenario de la historia de las Escrituras. Asimismo, en la creación se establecen varios patrones tipológicos, que en la historia alcanzarán su cumplimiento en Cristo y en el nuevo pacto (p. ej., el descanso del séptimo día [Gn 2:1-3; Éx. 20:8-11] y la salvación descansan en Cristo [Heb 3:7-4:13]; el Edén como un templo santuario que se cumple en Cristo como el nuevo templo, y el matrimonio que apunta a una realidad mayor, a saber, la relación de Cristo con Su pueblo [Gn 2:24-25; Ef 5:32]). Todos estos patrones se desglosarán de manera progresiva a través de los pactos posteriores, todos los cuales trabajan hacia un fin último y explican la historia de la Biblia.
Caída
¿Qué salió mal? En Génesis 3, todo cambió en el mundo bueno de Dios. Adán, el primer hombre, cambió para siempre la dirección de la historia con su decisión de rebelarse contra Dios. Cuando fue tentado por la serpiente, Adán desobedeció a Dios y hundió a toda la humanidad en el pecado, la muerte y la condenación. La caída establece el terrible problema que el resto de la Escritura trata de abordar.
Aparte de Génesis 3, no podemos entender el plan de redención divino y cómo nosotros, como humanos, podemos estar justificados ante nuestro Dios santo, dado nuestro pecado. Debido al pecado de Adán y nuestro destierro de Su presencia, nuestra única esperanza se encuentra en la iniciativa de la gracia de Dios para redimir y revertir los efectos del pecado y la muerte causados por Adán.
Redención
¿Dónde encontramos esperanza? En Génesis 3:15, Dios promete que un hijo, la «simiente» de la mujer, un día vencerá a la serpiente y revertirá lo que Adán hizo. Aunque los humanos merecen la muerte por su pecado (Ro 6:23), la muerte no tendrá la última palabra. En verdad, el resto de la Biblia, con todas sus historias y detalles —el pueblo, el sistema de sacrificios, sus eventos salvíficos— nos dice cómo sucederá esto al desarrollar lentamente esta promesa de «buenas nuevas», que finalmente nos lleva a Cristo.
A medida que se desarrolla la historia, finalmente Cristo viene —el propio Hijo de Dios— y por Su vida, muerte y resurrección, el Padre crea una nueva humanidad, la iglesia, que disfruta del perdón total de los pecados, corazones nuevos y acceso al Padre por el Espíritu. En Cristo, lo que el Dios trino pretendía originalmente para Sus criaturas, mutiladas por la caída, ahora comienza a restaurarse.
Nueva creación
¿Hacia dónde va la historia? La dirección de la historia es hacia la nueva creación, la meta y el fin de la promesa redentora de Dios. El orden actual es la vieja creación en Adán, pero Cristo traerá una nueva creación. Los profetas del Antiguo Testamento describen esta nueva creación como efectuada con la venida del Rey y Mesías de Dios. Por medio de Su vida y obra en la cruz, Jesús trae la nueva creación. A Su regreso, se consuma la nueva creación, como se describe de manera hermosa en Apocalipsis 21 – 22. Pero incluso ahora, algo de lo que Juan vio en visiones está presente en el pueblo de Cristo, que es una nueva creación, una colonia de la era futura, aunque todavía esperamos su plenitud cuando Cristo regrese.
Estos cuatro movimientos de la trama son una forma de resumir la historia de la Biblia. Captan muy bien el mensaje de la Biblia de lo que Dios ha planeado en la eternidad, ejecutado en el tiempo, para glorificarse a Sí mismo al destruir el pecado y redimir a Su pueblo en Cristo. Sin embargo, otra forma de captar el mensaje de la Biblia es pensar en cómo el plan redentor de Dios, desde la creación hasta la nueva creación, se desarrolla de manera progresiva por medio de los pactos.
La historia y el mensaje de la Biblia por medio de sus pactos en desarrollo
Los movimientos de la trama de las Escrituras ayudan a capturar el mensaje de la Biblia, pero los pactos sirven como la columna vertebral de la historia de la Biblia que mantiene unidas sus diversas piezas. Pacto es una palabra que describe quién es Dios como el Señor del pacto y Su elección misericordiosa de ser nuestro Dios: «Yo seré Su Dios, y ellos me serán Mi pueblo» (Jr 31:33). Por medio de los pactos, llegamos a saber cuál es el plan eterno de Dios.
Cada pacto, desde Adán hasta Cristo, contribuye al plan y, en última instancia, por medio de los pactos, descubrimos cómo se cumplen todas las promesas de Dios en Cristo.
El pacto de Dios con la creación por medio de Adán y Noé
Como se señaló antes, la Biblia comienza con la creación del mundo y de los seres humanos, pero lo hace comenzando primero con Dios como Creador y Señor (Gn 1 – 2; Sal 103:19; Dn 4:34- 35; Hch 17:24-25). La obra de creación de Dios es la realización de Su plan eterno en el tiempo (Ef 1:11; Ap 4:1), que Él dirige a un telos o fin específico. A medida que se desarrolla la historia, el plan de Dios se revela por medio de relaciones de pacto específicas, las cuales nos llevan a Cristo (Col 1:15-20).
A partir de Génesis 1, Dios se presenta como el Dios increado, independiente, autosuficiente, que crea y gobierna todas las cosas con Su Palabra (Gn 1 – 2; Sal 50:12-14; Hch 17:24-25; cp. Jn 1:1). Como Creador y Señor, Dios está completamente presente y relacionado con Sus criaturas:
Él sustenta y gobierna todas las cosas de manera libre, poderosa y decidida para el fin que desea (Sal 139:1-10; Hch 17:28; Ef 1:11). Como persona, Dios manda, ama, consuela y juzga de acuerdo consigo mismo. De hecho, a medida que avanzamos a través de la historia de la redención, Dios se revela a Sí mismo no solo como unipersonal sino como tripersonal, un ser en relación: Padre, Hijo y Espíritu.
Dios también es el Santo (Gn 2:1-3; Éx 3:2-5; Lv 11:44; Is 6:1-3; cp. Ro 1:18-23). La santidad de Dios está asociada a Su independencia y aseidad («vida en Sí mismo»). Como Dios, existe por Sí mismo y se justifica a Sí mismo como norma moral del universo. Él es «demasiado puro para ver el mal» e incapaz de tolerarlo (Hab 1:12-13; cp. Is 1:4-20; 35:8). Dios debe actuar con justicia santa cuando Su pueblo se rebela contra Él. Sin embargo, Él es el Dios que ama a Su pueblo con un amor santo y de pacto (Os 11:9). La santidad y el amor de Dios nunca están reñidos (1 Jn 4:8; Ap 4:8). Sin embargo, a medida que el pecado entra en el mundo, y Dios en Su gracia promete redimirnos, surge la pregunta de cómo lo hará y se mantendrá fiel a Sí mismo, una pregunta central para la historia que se desarrolla en la Biblia.
A continuación, se nos presenta a Adán, el primer hombre, quien es la cabeza representativa de la humanidad y de la creación. Las Escrituras dividen a todos los humanos bajo dos cabezas representativas: Adán y Cristo (Ro 5:12-21; 1 Co 15:12-28). En el plan de Dios, Adán es un tipo de Cristo, que anticipa al último Adán (Ro 5:14). Pero Adán, lamentablemente, por su acto representativo de desobediencia, hundió a todas las personas en el pecado, con consecuencias para toda la creación. Sin embargo, según la promesa de Dios (Gn 3:15), un «hijo/simiente» deshará la maldición del pecado sobre el mundo y restaurará la humanidad a Dios.
Sin embargo, en esta promesa surge la pregunta de quién será esta «simiente». Después de todo, dada la santidad de Dios, ¿cómo pueden ser justificados los humanos caídos ante Él? Dios no puede pasar por alto nuestro pecado; Él debe permanecer fiel a Su propia demanda justa contra el pecado. Pero ¿cómo puede Dios seguir siendo justo y el que justifica a los impíos? En las Escrituras, esta es la pregunta principal que impulsa la historia de la Biblia. Dios debe juzgar el pecado humano, pero dada Su promesa de redimir, se crea una tensión en las relaciones de pacto de la Biblia. Dios promete ser nuestro Dios y que moraremos en Su presencia, pero Él es santo y nosotros no. Sin duda, en los pactos posteriores, Dios inicia y proporciona varios medios para tratar con el pecado (p. ej., el sacerdocio, el sistema de sacrificios, el tabernáculo-templo [Lv 17:11]). Pero bajo el pacto mosaico, se pretendía que esto nunca fuera suficiente. Dios estaba enseñando a Su pueblo sobre sus limitaciones intrínsecas que apuntaban más allá de sí mismo para una mayor provisión y pacto. A medida que se desarrolla el plan de Dios, la única forma de resolver esta tensión es mediante la provisión de un hijo específico, uno que es humano y el Hijo divino. Solo Él puede redimirnos y justificarnos (Ro 3:21-26). Pero esto es anticiparnos a lo que está por venir.
En Noé, también vemos que continúan los propósitos de la creación de Dios. Cuando Dios juzgó al mundo con un diluvio, salvó a Noé, a su familia y a dos de cada criatura. Noé y su familia fueron un «reinicio» de la creación. Como Dios ordenó a Adán antes que él, Noé debía llenar la tierra y gobernarla. Cuando Dios hizo un pacto con Noé (Gn 9:13), fue una reafirmación del pacto fundamental con Adán y la creación. Sin embargo, el pacto de Noé se establece en el contexto de un mundo caído reservado para el juicio. Debido a la promesa de Dios, sabemos que Dios preservará la creación hasta el final de los tiempos, a pesar del pecado humano continuo, y dará a luz la simiente prometida a través de Noé, quien revertirá todos los efectos del pecado de Adán.
El pacto de Dios con Abraham y sus hijos
A medida que los hijos de Noé se multiplicaron, vivieron como sus antepasados, llevando a cabo la rebelión pecaminosa de la humanidad. La torre de Babel es evidencia de que continúa la ambición humana de desafiar a Dios, así como Adán lo hizo. El pecado se transmite de generación en generación, y nos preguntamos cómo Dios revertirá los efectos del pecado y la muerte y nos restaurará a nuestro papel de portadores de Su imagen.
La respuesta es el pacto abrahámico. Ubicado en el contexto de Génesis 1 – 11, el pacto abrahámico es cómo Dios cumplirá Su promesa de redimir y restaurar. A través de una familia, Abraham y su simiente, Dios cumplirá Su promesa de revertir los efectos del pecado y la muerte. Por gracia soberana, no según lo que hizo Abraham o que haya algo especial en él, Dios escogió a Abraham, un idólatra, y prometió bendecirlo con un gran nombre, tierra y descendencia para traer la salvación a todas las naciones (Gn 12:1-3; cp. Jos 24:2-4). Por medio del pacto abrahámico, Dios aclara aún más cómo se llevará a cabo Su promesa salvadora. En su inauguración en Génesis 15, Dios demuestra que solo Él cumplirá Su promesa de salvar. Las promesas de Dios dependen de que Él sea fiel a Su Palabra, que Abraham recibió solo por fe (Gn 15:6).
En el Edén, Dios expulsó a Adán de Su presencia. Ahora los hijos de Abraham, identificados como aquellos que confían y obedecen a Dios, serán el pueblo de Dios, restaurados a Su presencia y reconstruidos para cumplir la intención de Dios para los humanos.
El pacto de Dios con Israel por medio de Moisés
Los descendientes de Abraham se multiplicaron en la nación de Israel. A medida que continúa la historia, Dios hace un nuevo acuerdo con ellos. En el pacto de Dios con Israel, mediado por Moisés, la promesa de Dios ahora se enfoca en una nación entera: una nación santa y un reino de sacerdotes que serán hijos de Dios (Éx 4:22; 9:6). Dios liberó a Su pueblo de Egipto mediante el éxodo, que estableció a Israel como el pueblo del pacto de Dios y sirvió como paradigma para los actos salvíficos de Dios a seguir.
En el Sinaí, Dios da Su ley de pacto a Israel (Éx 19 – 20). Moisés sirve como mediador del pacto, y Dios describe Sus planes para la nación. Estos planes incluyen los roles clave de los profetas, sacerdotes y reyes, y cada rol toca un aspecto del rol original de Adán en el Edén. Una vez más, vemos que el pacto de Dios con Israel se basa en los pactos anteriores y continúa revelando el único plan redentor de Dios y Sus propósitos originales para nosotros. El pacto de Dios incluye bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia, y es por medio de su obediencia que Israel experimentaría las bendiciones de Dios.
Con el tiempo, aunque Israel a veces obedece, el patrón de su vida es en gran parte de desobediencia. A pesar de su llamado especial, Israel actúa como Adán en su rebelión y rechazo a Dios. Como tal, el antiguo pacto, aunque dado por Dios, apunta a algo más grande.
En sí mismo, el pacto era insuficiente; prefiguró lo que era necesario para salvarnos, pero no lo proporcionó en su totalidad.
En el plan de Dios, descubrimos que Dios, de varias maneras, tenía la intención de que este pacto apuntara hacia Cristo y el nuevo pacto (Jr 31:31-34). En el plan de Dios, el pacto de Israel estaba destinado a ser temporal como parte del plan en desarrollo de Dios por medio de los pactos. Por gracia permitió que Dios habitara en medio de Israel, pero también reveló la necesidad de un mayor pacto, mediador y sacrificio. El antiguo pacto cumplió varios propósitos: reveló la naturaleza del pecado (Ro 7:13), reveló la grandeza de la gracia de Dios y anticipó la justicia de Dios en el evangelio (Ro 3:21) y también sirvió como guardián para conducirnos a Cristo (Gá 3:19-4:7).
El pacto de Dios con David y su Hijo
Por medio del pacto davídico, la promesa de Dios ahora se enfoca en un individuo: el rey. Los pactos anteriores ahora llegan a un punto crítico en este pacto, ya que Dios prometió un «hijo/rey» que gobernaría el mundo para siempre (2 S 7:14, 19).
En esta promesa de «hijo», escuchamos ecos de Israel como hijo de Dios (Éx 4:22). Aún más: escuchamos ecos de la promesa de Dios de proveer un «hijo/simiente» que deshará la obra de Adán (Gn 3:15). Algo central en el plan redentor de Dios es la restauración del papel de vicerregente de la humanidad por medio de la simiente. Cuando llegamos a David, sabemos que es por medio del rey davídico que la creación será restaurada, lo cual se enseña claramente en los Profetas y el Salterio (Sal 2, 8, 45, 72; Is 9:6-7; 11, 53). Sin embargo, David y sus hijos desobedecen, dejando así en duda las promesas de salvación de Dios. Pero Dios asegura dar a luz a un prometido, un rey davídico, pero ¿dónde está el rey?
Esto lleva al mensaje de los Profetas y a la anticipación de un nuevo pacto. Los profetas hablan del juicio de Dios sobre Israel por su violación del pacto, pero también dan una palabra de esperanza. Anuncian un patrón general de renovación recapitulando la historia pasada de redención y proyectándola hacia el futuro. Los profetas proclaman que Dios cumplirá su promesa de redimir y lo hará por medio de un fiel rey davídico (Is 7:14; 9:6-7; 11:1-10; 42:1-9; 49:1-7; 52:13 – 53:12; 55:3; 61:1-3; Jr 23:5-6; Ez 34:23-24). En este rey, identificado como el «siervo de Yahvé», vendrá un pacto nuevo/eterno con el derramamiento del Espíritu (Ez 36 – 37; Jl 2:28-32), el reinado salvífico de Dios entre las naciones, el perdón de los pecados (Jr 31:34) y una nueva creación (Is 65:17). La esperanza de los Profetas se encuentra en el nuevo pacto.
En cuanto al nuevo pacto, todos los profetas enseñan sobre él, pero Jeremías 31 es probablemente el más famoso de los textos del AT. Jeremías se enfoca en lo que es central y fundamental para el nuevo pacto: la promesa del perdón completo de los pecados (31:34). Bajo el pacto de Israel, el perdón de los pecados se otorgaba por medio del sistema de sacrificios.
Sin embargo, Dios nunca tuvo la intención de que el antiguo sistema fuera un fin en sí mismo (Gá 3 – 4), lo cual es evidente por el anuncio de Dios de que en el nuevo pacto el pecado «no recordaré más» (Jr 31:34). Entonces, lo que se anticipa bajo el nuevo pacto es una restauración de la comunión con Dios y la morada de Dios con nosotros en una nueva creación, en última instancia, el cumplimiento de Génesis 3:15.
El nuevo pacto de Dios en Cristo
La pregunta del AT es cuándo y cómo cumplirá Dios Sus promesas, Sus pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés y David. Con la venida de Cristo, todas las promesas de Dios son «sí» en Él (2 Co 1:20). Como Dios planeó desde la eternidad, por medio del nuevo pacto establecido por nuestro Señor Jesús, nuestro Dios trino inaugura Su reino salvador en el mundo. En Su encarnación, el Hijo divino se convierte en el Hijo humano prometido, la simiente de Abraham, el verdadero Israel y el Hijo mayor de David, y realiza nuestra redención por su obra. Por la vida, muerte, resurrección, ascensión y el derramamiento del Espíritu de Jesús en Pentecostés, Él paga por nuestro pecado, nos rehace como Su nueva creación y quita la maldición del pecado sobre la creación. Solo en Cristo, todas las promesas de Dios se cumplen y el propósito original de nuestra creación ahora se cumple para siempre.
Estas gloriosas verdades están bellamente representadas en Apocalipsis 21 – 22. Después de que se promulgue el juicio final sobre el pecado, la nueva creación viene en toda su plenitud consumada. En el regreso de Cristo, la nueva creación viene en su plenitud consumada para que toda la creación sea el lugar donde el Dios trino en toda su gloria manifiesta su singular presencia de pacto con nosotros. El Edén ha dado paso a la nueva creación y lo que Dios creó para nosotros en primer lugar, es decir, morar en Su presencia como Su pueblo, ahora se realiza total y finalmente para siempre, ¡amén!
La Biblia, como la Palabra de Dios escrita, se trata principalmente de lo que nuestro glorioso Dios trino ha hecho para glorificarse a Sí mismo mediante la redención de Su pueblo, el juicio del pecado y la renovación de todas las cosas en Cristo. Para la iglesia, tal mensaje es una buena noticia, que debe movernos a la fe, la esperanza, el amor y la fidelidad a Cristo. Pero el mensaje de la Biblia también nos recuerda que fuera de Cristo solo hay un juicio final, que debe movernos a la proclamación fiel del evangelio.
Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.
LECTURAS ADICIONALES
T. D. Alexander, From Eden to the New Jerusalem [Del Edén a la Nueva Jerusalén] (Grand Rapids: Kregel, 2009). Craig G. Bartholomew and Michael W. Goheen, The Drama of Scripture [El drama de la Escritura], 2nd (Grand Rapids: Baker Academic, 2014). Chris Bruno, El mensaje completo de la Biblia en 16 palabras (Wheaton: Crossway, 2015). Stephen G. Dempster, Dominion and Dynasty [Dominio y dinastía] (Downers Grove: IVP Academic, 2003). Peter J. Gentry and Stephen J. Wellum, God’s Kingdom through God’s Covenants [El reino de Dios a través de los pactos de Dios] (Wheaton: Crossway, 2015). Graeme Goldsworthy, Estrategia divina (Downers Grove: IVP Academic, 2002). Stephen Wellum and Trent Hunter, Christ from Beginning to End [Cristo desde el principio hasta el fin] (Grand Rapids: Zondervan, 2018).