Devocional: Miqueas 5
Si la visión de Miqueas 4 con miras al futuro no incluye ninguna descripción de un Mesías venidero, los versículos de apertura de Miqueas 5 enderezan el equilibrio. El capítulo comienza con una triste descripción de Jerusalén y su rey (5:1). Probablemente, es una alusión histórica a la invasión de los asirios, con Senaquerib al mando, en el 701 a.C. Aunque, en la providencia de Dios, Jerusalén resistió, las demás ciudades amuralladas de Judá fueron invadidas, y el rey Ezequías fue humillado y casi derrocado. Lo ideal era que el rey del linaje de David aplacara la rebelión y el desorden “con puño de hierro” (Salmo 2); debía fomentar la justicia golpeando con la vara de su boca (Isaías 11:4). Con todo, aquí golpean “con vara” “en la mejilla al gobernante de Israel” (5:1).
Pero la dinastía sobrevive. Sin describir los pasos intermedios, el profeta Miqueas está pensando en otro rey del linaje davídico (5:2-4). Surge de Belén Efrata, hogar ancestral de David, lugar de nacimiento de su dinastía. Desde este pueblo, Dios dice: “Saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales” (5:2). Este lenguaje no afirma la preexistencia eterna de esta figura mesiánica (aunque, por supuesto, no la niega). Más bien, el glorioso proyecto se basa en el pasado, en la antigua dinastía de David. Cuando este rey tome el cetro, será para “pastorearlos” no con la fuerza incierta de Ezequías ni de ningún otro rey que le preceda en la línea, sino “con el poder del Señor y en la majestad del nombre del Señor su Dios” (5:49. Y, en su momento, “dominará hasta los confines de la tierra” y la paz segura descrita en el capítulo anterior llegará (5:4-5).
Por tanto, en la plenitud del tiempo, Dios organizó los asuntos internacionales para asegurarse de que Jesús no naciera en Nazaret, la residencia de María y José, sino en Belén, su hogar ancestral (Lucas 2). Fue casi como si el Dios Todopoderoso caminara una segunda milla: no solo se diría que Jesús “según la naturaleza humana era descendiente de David” (Romanos 1:3) y, por tanto, un renuevo de Belén, sino que en realidad había nacido allí. De hecho, cuando los Magos llegaron a la corte de Herodes para preguntar si había nacido el Rey prometido, los principales sacerdotes y maestros de la ley citaron este pasaje en Miqueas 5 para resolver el asunto: nacería en Belén de Judea (Mateo 2:5-6). Aunque la aldea de Belén no era en absoluto atractiva (“pequeña entre las tribus de Judá”, 5:2), con un hijo como este no podría considerarse “de ninguna manera la menor entre los principales de Judá” (Mateo 2.6).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Crónicas 28
Ya hemos observado que 1 y 2 Crónicas son diferentes de los libros de Samuel y de Reyes (aunque las Crónicas cubren aproximadamente el mismo período de la historia que Samuel y Reyes) porque le pone mucho más énfasis al reino del sur, Judá, una vez se divide la monarquía. Aun en esta coyuntura, sin embargo, durante el período de la monarquía unida, 1 y 2 Crónicas expanden enormemente todo lo que tenga que ver con el templo.
En este marco, 1 Crónicas 28 revela un poco más de detalle, no sólo de la transferencia de poder de David a Salomón, sino del origen de los planes del templo. Sobre esto último, David insta al pueblo a servir bien a Salomón; exhorta a Salomón a servir a Dios el Señor con todo su corazón: “pues el Señor escudriña todo corazón y discierne todo pensamiento. Si lo buscas, te permitirá que lo encuentres; si lo abandonas, te rechazará para siempre” (28:9). En particular, David encomienda a Salomón la construcción del templo, para la cual David mismo había hecho una gran provisión (29:10, 20-21). No se informa nada sobre el intento de Adonías, hijo de David, de usurpar el trono antes de que Salomón fuera coronado, ni de la manera como Betsabé protegió estratégicamente a su hijo Salomón (1 Reyes 1); nada se menciona sobre la sustancial lista de otras disposiciones que David le dejó a Salomón (1 Reyes 2). Todo el énfasis aquí es sobre el traslado de poder y cómo afecta a la construcción del templo.
Hay un nuevo elemento de crucial importancia. Se nos dice que David le dio a Salomón “También le entregó el diseño de todo lo que había planeado para los atrios del templo del Señor, para los cuartos de alrededor, para los tesoros del templo de Dios y para los depósitos de las ofrendas sagradas” (28:12), así como las divisiones de los sacerdotes y levitas, la cantidad de oro o plata que debía utilizar en los instrumentos y otras cosas más (28:13-17). Sobre todo, “también le dio el diseño de la carroza y de los querubines que cubren con sus alas extendidas el arca del pacto del Señor” (28:18) en el Lugar Santísimo. “Todo esto —dijo David— ha sido escrito por revelación del Señor, para darme a conocer el diseño de las obras” (28:19).
Esta es la contrapartida al énfasis constante de Éxodo sobre el hecho de que Moisés y sus colaboradores construyeron el tabernáculo en cumplimiento exacto de los planos que Moisés recibió en el monte. Luego, esto se recoge en Hebreos 8:5, demostrándose que el tabernáculo era sólo una copia de un original mayor (ver la meditación del 14 de marzo). Implícitamente, el mismo cuidado se emplea en la construcción del templo y esta vez, David sirve de mediador en vez de Moisés.