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Lectura de Hoy
01-12-2023
Devocional
Devocional: Miqueas 6
Existen importantes puntos comunes entre Miqueas 6 y Lucas 15. Con todo, los abordaré de forma indirecta.
Uno de los eslóganes de la Reforma fue simul justus et peccator, una frase en latín que significa algo así como “simultáneamente justificado y pecador”. Fue una forma de llegar a la naturaleza legal de la justificación tal como la expuso Pablo. Basándose en la muerte de Cristo, Dios declara justos a los pecadores culpables; no es porque, desde el acto de justificación en sí mismo, sean verdaderamente justos y rectos en sus actos y pensamientos, sino porque han quedado absueltos ante el tribunal de la justicia de Dios. Cristo ha pagado su pena y, por tanto, son justos ante los ojos de Dios, aunque, en su propio ser, siguen siendo pecadores. Sin embargo, los reformadores nunca argumentaron que la justificación se sostenga por sí sola. Forma parte de la salvación, pero no constituye su totalidad. El Espíritu Santo proporciona convicción de pecado y regeneración; el paso definitivo es la transformación final de cada miembro del pueblo de Dios en cuerpo y espíritu en el día final. Estos elementos y otros más van juntos, y todos los que son verdaderamente salvos los experimentarán en última instancia. Por tanto, aunque la justificación en y por sí misma no cambia el que la persona sea un pecador, nunca opera por sí misma. La auténtica salvación no solo nos perdona, sino que nos transforma.
Miqueas lo entiende. No trata tanto la razón de la aceptación de Israel delante de Dios (algo vinculado finalmente a la gracia de Dios, Deuteronomio 9), sino que insiste en que, si la relación de pacto con Dios es genuina, no se sumergirá en la idolatría, el sincretismo y la injusticia. “¿Cómo podré acercarme, pues, al Señor? ¿Sacrificaré los preceptivos becerros de un año?” (6:6). “¿O miles de carneros? ¿Ofreceré a mi propio hijo: sería el justo pago “por mi pecado” (6:7)? Los requisitos del Señor son estos: “Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (6:8).
Miqueas no está solo en este punto, claro está. Jesús predicó algo similar citando a Oseas (Mateo 9:13). Pablo insiste en que los perversos no heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9-11). Con esto, no quiere decir que solo los beatos perennes lo conseguirán, porque sigue afirmando que muchos de sus lectores practicaron antes un mal sorprendente. Pero, si han sido salvos de verdad, la transformación debe manifestarse. Esto también es verdad en la parábola del hijo pródigo (Levítico 15:11-27). Se le recibe por la gracia del padre. A pesar de ello, en la complejidad del regreso, el hijo abandona su pecado mientras se deja caer en la misericordia de su padre. Por fundamentalmente importante que sea simul justus et peccator, jamás de los jamases se debe utilizar para justificar la práctica del pecado.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Crónicas 29
El relato del cronista sobre la muerte de David está precedido por la historia de los generosos regalos que luego financiarían la construcción del templo después de la partida de David, así como por la oración que David pronunció (1 Crónicas 29). Lo más chocante no es la cantidad de dinero que David y los demás ofrendaron, sino la teología de la oración de David. Se destacan los siguientes puntos:
(1) En la doxología inicial (29:10-13), David reconoce que todo le pertenece a Dios (29:11). Si los seres humanos “poseemos” algo, debemos confesar con franqueza: “De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo” (29:12). Por tanto, en el núcleo de su oración, David dice: “tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido” (29:14); nuevamente, en cuanto a toda esta riqueza que se está recolectando, “de ti procede todo cuanto hemos conseguido para construir un templo a tu santo nombre ¡Todo es tuyo!” (29:16). Esta postura destruye por completo cualquier noción de que podemos “darle” algo a Dios en términos absolutos. Se convierte en un placer ofrendarle a Dios, no sólo porque le amamos, sino porque con alegría reconocemos que todo lo que “poseemos” le pertenece a él.
(2) No debe sorprendernos, entonces, que la oración comience con expresiones exuberantes de alabanza (29:10).
(3) David reconoce que toda la existencia humana es transitoria. Dios mismo debe ser alabado “desde siempre y para siempre” (29:10), pero en cuanto a nosotros, “somos extranjeros y peregrinos, como lo fueron nuestros antepasados. Nuestros días sobre la tierra son sólo una sombra sin esperanza” (29:15). Este pasaje es extraordinario. Los israelitas están en la tierra prometida, en el “descanso”; no obstante, al igual que se refleja en el Salmo 95 y Hebreos 3:6-4:11; 11:13, este no puede ser el descanso final, pues todavía son “extranjeros y peregrinos”. David es rey, la cabeza de una dinastía poderosa y duradera. Sin embargo, individualmente, tanto el monarca como el plebeyo deben confesar que sus días sobre la tierra son como una sombra (29:15). Aquí tenemos a un hombre de fe que sabe que necesita estar fundamentado en Aquel que habita en la eternidad o, de otra manera, no tiene valor alguno.
(4) David enfatiza sobremanera la integridad: “Yo sé, mi Dios, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud… y he visto con júbilo que tu pueblo, aquí presente, te ha traído sus ofrendas” (29:17). El éxito de esta recaudación de fondos no se mide en términos de valor monetario, sino por la integridad con la que se dio toda la riqueza.
(5) En el análisis final, David reconoce con honestidad que la devoción constante y la integridad de vida son imposibles fuera de la gracia providente de Dios (29:18). Por ello, cualquier posibilidad de orgullo personal basado en la cantidad de dinero donada se disipa en un reconocimiento agradecido de la soberanía misericordiosa de Dios.
1 Crónicas 29
Ofrendas para el templo
29 Entonces el rey David dijo a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único que Dios ha escogido, es aún joven y sin experiencia, y la obra es grande; porque el templo no es para hombre, sino para el SEÑOR Dios. 2 Con toda mi habilidad he provisto para la casa de mi Dios, el oro para las cosas de oro, la plata para las cosas de plata, el bronce para las cosas de bronce, el hierro para las cosas de hierro, la madera para las cosas de madera; también piedras de ónice, piedras de engaste, piedras de antimonio, piedras de varios colores, toda clase de piedras preciosas y piedras de alabastro en abundancia. 3 Además, en mi amor por la casa de mi Dios, el tesoro que tengo de oro y de plata, lo doy a la casa de mi Dios, además de todo lo que ya he provisto para la santa casa, 4 es decir, 102 toneladas de oro, del oro de Ofir, y 238 toneladas de plata acrisolada para revestir las paredes de los edificios; 5 de oro para las cosas de oro, y de plata para las cosas de plata, es decir, para toda la obra hecha por los artesanos. ¿Quién, pues, está dispuesto a dar su ofrenda hoy al SEÑOR?».
6 Entonces los jefes de las casas paternas, y los jefes de las tribus de Israel, y los capitanes de millares y de centenares, con los supervisores sobre la obra del rey, ofrecieron voluntariamente sus donativos; 7 y para el servicio de la casa de Dios dieron 170 toneladas y 10,000 monedas (85 kilos) de oro, 1,340 toneladas de plata, 612 toneladas de bronce y 3,400 toneladas de hierro. 8 Y todos los que tenían piedras preciosas las dieron al tesoro de la casa del SEÑOR a cargo de Jehiel el gersonita. 9 Entonces el pueblo se alegró porque habían contribuido voluntariamente, porque de todo corazón hicieron su ofrenda al SEÑOR; y también el rey David se alegró en gran manera.
10 Y David bendijo al SEÑOR en presencia de toda la asamblea, y dijo: «Bendito eres, oh SEÑOR, Dios de Israel, nuestro padre por los siglos de los siglos. 11 Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; Tuyo es el dominio, oh SEÑOR, y te exaltas como soberano sobre todo. 12 De Ti proceden la riqueza y el honor; Tú reinas sobre todo y en Tu mano están el poder y la fortaleza, y en Tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. 13 Ahora pues, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos Tu glorioso nombre. 14 Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de Ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de Tu mano te damos. 15 Porque somos extranjeros y peregrinos delante de Ti, como lo fueron todos nuestros padres; como una sombra son nuestros días sobre la tierra, y no hay esperanza. 16 Oh SEÑOR, Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificarte una casa para Tu santo nombre procede de Tu mano, y todo es Tuyo. 17 Sabiendo yo, Dios mío, que Tú pruebas el corazón y te deleitas en la rectitud, yo he ofrecido voluntariamente todas estas cosas en la integridad de mi corazón; y ahora he visto con alegría a Tu pueblo, que está aquí, hacer sus ofrendas a Ti voluntariamente. 18 Oh SEÑOR, Dios de nuestros padres Abraham, Isaac e Israel, preserva esto para siempre en las intenciones del corazón de Tu pueblo, y dirige su corazón hacia Ti. 19 Dale a mi hijo Salomón un corazón perfecto para que guarde Tus mandamientos, Tus testimonios y Tus estatutos, para que los cumpla todos y edifique el templo, para el cual he provisto».
20 Entonces David dijo a toda la asamblea: «Bendigan ahora al SEÑOR su Dios». Y toda la asamblea bendijo al SEÑOR, al Dios de sus padres, y se inclinaron y se postraron ante el SEÑOR y ante el rey.
21 Al día siguiente sacrificaron víctimas al SEÑOR y le ofrecieron holocaustos: 1,000 novillos, 1,000 carneros y 1,000 corderos, con sus libaciones y sacrificios en abundancia por todo Israel. 22 Comieron, pues, y bebieron aquel día delante del SEÑOR con gran alegría.
por segunda vez proclamaron rey a Salomón, hijo de David, y lo ungieron como príncipe para el SEÑOR, y a Sadoc como sacerdote. 23 Entonces Salomón se sentó en el trono del SEÑOR como rey en lugar de su padre David; prosperó y todo Israel le obedeció. 24 Y todos los oficiales, los hombres valientes, y también todos los hijos del rey David juraron obediencia al rey Salomón. 25 El SEÑOR engrandeció en gran manera a Salomón ante los ojos de todo Israel, y le dio un reinado glorioso como nunca había tenido ningún rey en Israel antes de él.
26 David, hijo de Isaí, reinó sobre todo Israel; 27 el tiempo que reinó sobre Israel fue de cuarenta años; reinó en Hebrón siete años y en Jerusalén reinó treinta y tres. 28 Y murió en buena vejez, lleno de días, riquezas y gloria; y su hijo Salomón reinó en su lugar. 29 Los hechos del rey David, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas del vidente Samuel, en las crónicas del profeta Natán y en las crónicas del vidente Gad, 30 con todo su reinado, su poder y todos los acontecimientos que vinieron sobre él, sobre Israel y sobre todos los reinos de aquellas tierras.
2 Pedro 3
La promesa de la venida del Señor
3 Amados , esta es ya la segunda carta que les escribo, en las cuales, como recordatorio, despierto en ustedes su sincero entendimiento, 2 para que recuerden las palabras dichas de antemano por los santos profetas, y el mandamiento del Señor y Salvador declarado por los apóstoles de ustedes. 3 Ante todo, sepan esto: que en los últimos días vendrán burladores con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones, 4 y diciendo: «¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación».
5 Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo, y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, 6 por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado por el agua. 7 Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por Su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos.
El día del Señor
8 Pero, amados, no ignoren esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. 10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas.
11 Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no deben ser ustedes en santa conducta y en piedad, 12 esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! 13 Pero, según Su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.
Exhortación final
14 Por tanto, amados, puesto que ustedes aguardan estas cosas, procuren con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha e irreprensibles. 15 Consideren la paciencia de nuestro Señor como salvación, tal como les escribió también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada. 16 Asimismo en todas sus cartas habla en ellas de esto; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen, como también tuercen el resto de las Escrituras, para su propia perdición.
17 Por tanto, amados, sabiendo esto de antemano, estén en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigan de su firmeza. 18 Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Miqueas 6
Juicio de Dios contra su pueblo
6 Oigan ahora lo que dice el SEÑOR: «Levántate, litiga con los montes, Y oigan las colinas tu voz. 2 Oigan, montes, la acusación del SEÑOR, Y ustedes, perdurables cimientos de la tierra, Porque el SEÑOR tiene litigio contra Su pueblo, Y con Israel entablará juicio. 3 Pueblo Mío, ¿qué te he hecho, O en qué te he molestado? ¡Respóndeme! 4 Pues Yo te hice subir de la tierra de Egipto, Y de la casa de servidumbre te redimí, Y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a Miriam. 5 Pueblo Mío, acuérdate ahora De lo que tramó Balac, rey de Moab, Y de lo que le respondió Balaam, hijo de Beor, Desde Sitim hasta Gilgal, Para que conozcas las justicias del SEÑOR».
La injusticia y su castigo
6 ¿Con qué me presentaré al SEÑOR Y me postraré ante el Dios de lo alto? ¿Me presentaré delante de Él con holocaustos, Con becerros de un año? 7 ¿Se agrada el SEÑOR de millares de carneros, De miríadas de ríos de aceite? ¿Ofreceré mi primogénito por mi rebeldía, El fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 8 Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el SEÑOR de ti, Sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, Y andar humildemente con tu Dios?
9 La voz del SEÑOR clamará a la ciudad (Prudente es temer Tu nombre): «Escucha, oh tribu, ¿quién ha señalado su tiempo? 10 ¿Hay todavía alguien en casa del impío Con tesoros de impiedad Y medida escasa que es maldita? 11 ¿Puedo justificar balanzas falsas Y bolsa de pesas engañosas? 12 Porque los ricos de la ciudad están llenos de violencia, Sus habitantes hablan mentiras Y su lengua es engañosa en su boca. 13 Por eso Yo también te haré enfermar, hiriéndote, Asolándote por tus pecados. 14 Tú comerás, pero no te saciarás, Y tu maldad estará en medio de ti. Apartarás, pero nada salvarás, Y lo que salves, Yo lo entregaré a la espada. 15 Sembrarás, pero no segarás; Pisarás la oliva, pero no te ungirás con aceite, Y la uva, pero no beberás vino. 16 Han sido guardados los estatutos de Omri Y todas las obras de la casa de Acab, Y andas en sus consejos. Por tanto te entregaré a la destrucción, Y a tus habitantes a la burla. Ustedes tendrán que soportar el oprobio de Mi pueblo».
Lucas 15