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Lectura de Hoy
02-12-2023
Devocional
Devocional: Lucas 16
El relato del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) estimula la imaginación por su poderoso efecto reversible. El rico y poderoso acaba en el infierno; el pobre que estaba a su puerta, es alzado junto a Abraham. Algunas observaciones:
(1) La narrativa no aclara la razón por la que Lázaro, el mendigo, fue recibido arriba en la presencia de Abraham ni por qué se excluyó al rico de esa dicha y se le envió al infierno. Pero se nos dan pistas. Aunque la Biblia no imagina, ni mucho menos, que todos los pobres sean automáticamente justificados (véase Proverbios) y todos los ricos condenados (considérese Salomón, Zaqueo y Filemón), no obstante existe una cierta armonización. En otro lugar, Jesús insiste en la imposibilidad de servir a Dios y al dinero (Mateo 6:24). La narrativa que tenemos ante nosotros afirma que Lázaro, enfermo y hambriento, se echaba delante de la puerta del rico, y que literalmente se moría por recibir las sobras de la comida. El rico no le daba nada. Por tanto, no tenía compasión; contravenía hasta la más elemental de las expectativas sociales de buena educación y hospitalidad; ni siquiera daba limosnas. En cuanto a Lázaro, pertenece a una antigua tradición en Israel que se remonta a la literatura sapiencial que suele asociar al pobre y menospreciado con el contrito y justo. Aquí, sencillamente se supone. Luego viene la inversión de papeles. Resultaría desconcertante para aquellos oyentes de Jesús que perseguían el todopoderoso siclo.
(2) La descripción del estado tras la muerte debe de ser simbólica, al menos en parte (¿Existe una sima real entre Lázaro y el rico? ¿Pueden conversar los residentes de ambos dominios, de un lado a otro, a voluntad?). No obstante, algunos elementos de esta imagen han de aceptarse en sentido literal, o todo el relato se desmonta. El rico sufre un tormento consciente (completamente en línea con otros pasajes de las Escrituras). Lázaro está (literalmente) en “el seno de Abraham”, es decir, con Abraham, y dondequiera que este se encuentra debe haber paz y bendición. El abismo fijado se asegura de que nadie pase de una morada a otra, algo que descarta la opinión de que algunos pueden convertirse después de la muerte.
(3) La respuesta de Abraham a la preocupación del rico por sus hermanos que aún viven, establece dos puntos importantes. Primero, no tenían excusa alguna, porque contaban con las Escrituras (“Moisés y los Profetas”, 16:29). No deberíamos pensar que quienes no escuchan lo que dicen las Escrituras prestarán oído a nada más; ¿por qué, pues, recurrir a artimañas? Se supone que las Escrituras son el primer recurso. Segundo, incluso lo espectacularmente milagroso no es más convincente que ellas (16:31). Aquellos que no se persuadan por estas “tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos” (16:31). Además, alguien lo hizo.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Juan 1
El párrafo inicial de 1 Juan 1 almacena muchos tesoros. Quiero centrarme en el versículo 3 y echarle también un vistazo al 4.
Suponiendo que el autor es el apóstol Juan, el “nosotros” que hace toda esta proclamación probablemente es un recurso editorial, o un “nosotros” que conscientemente habla en nombre del círculo de los testigos apostólicos. Por tanto, en este contexto se distingue del “nosotros” de todos los cristianos; y en particular, del “vosotros” que se refiere a los lectores: “Os anunciamos lo que hemos visto y oído” (1:3). Los dos versículos anteriores especifican qué fue lo que vieron y oyeron Juan y los demás testigos. Es nada menos que la Encarnación: “Lo que era desde el principio” (1:1) uno con Dios es justamente lo que apareció en la historia verdadera y en repetidas ocasiones fue escuchado, visto y tocado. La Palabra eterna se hizo hombre (1:14 en el Evangelio de Juan); aquí, “Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y os anunciamos a vosotros la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado” (1:2). Así, Juan reitera: “Os anunciamos lo que hemos visto y oído” (1:3).
No hay cristianismo sin la Encarnación. Más aún, la Encarnación no es una noción ambigua sobre cómo lo divino se identifica con lo humano. Es absolutamente concreta: el Verbo que estaba con Dios y que era Dios se hizo carne (Juan mismo lo escribe en el 1:1,14 de su evangelio). Esto es fundamental en la época de Juan, ya que él está combatiendo contra quienes afirmaban que algo verdaderamente espiritual podría ponerse carne humana, pero jamás podría hacerse un ser humano. También es fundamental hoy día, cuando discutamos con un filósofo materialista que afirme que la única realidad es aquella que ocupa el continuo espaciotemporal.
Juan les dice a sus lectores que les proclama esta verdad “para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1:3). La comunión en el Nuevo Testamento es algo más que un sentimiento cálido. Es compañerismo comprometido, en el cual los intereses personales quedan subordinados a la misión común. Los primeros testigos entraron en la comunión “con el Padre y con su Hijo, Jesucristo”. Los lectores de Juan pueden entrar en esa comunión al hacerlo en la de los apóstoles. Por eso Juan proclama lo que ha visto y oído. Los apóstoles sirven de mediadores del evangelio a los demás. No podemos entrar en comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo, sin hacerlo con los apóstoles que fueron los primeros testigos de la encarnación.
Nada de esto fomenta una religión convencional. Juan escribe para que “nuestro” o “vuestro” gozo sea cumplido (1:4): cualquiera de las variantes del original dice la verdad sobre esto.
2 Crónicas 1
El rey Salomón pide sabiduría
1 Salomón, hijo de David, se estableció firmemente en su reino, y el SEÑOR su Dios estaba con él y lo engrandeció en gran manera. 2 Y Salomón habló a todo Israel, a los capitanes de miles y de cientos, a los jueces y a todos los príncipes de todo Israel, jefes de casas paternas. 3 Entonces Salomón y toda la asamblea con él fueron al lugar alto que había en Gabaón, porque allí estaba la tienda de reunión de Dios, que Moisés, siervo del SEÑOR, había hecho en el desierto. 4 Pero David había traído el arca de Dios de Quiriat Jearim al lugar que había preparado para ella, porque le había levantado una tienda en Jerusalén. 5 Y el altar de bronce que había hecho Bezalel, hijo de Uri, hijo de Hur, estaba delante del tabernáculo del SEÑOR, al cual consultaron Salomón y la asamblea. 6 Subió Salomón allí, delante del SEÑOR, al altar de bronce que estaba en la tienda de reunión, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7 Aquella noche Dios se apareció a Salomón y le dijo: «Pide lo que quieras que Yo te dé». 8 Entonces Salomón dijo a Dios: «Tú has mostrado gran misericordia con mi padre David, y me has hecho rey en su lugar. 9 Ahora, oh SEÑOR Dios, Tu promesa a mi padre David se ha cumplido, porque me has hecho rey sobre un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra. 10 Dame ahora sabiduría y conocimiento, para que pueda salir y entrar delante de este pueblo; porque, ¿quién podrá juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?».
11 Y dijo Dios a Salomón: «Por cuanto esto estaba en tu corazón, y no has pedido riquezas, ni bienes, ni gloria, ni la vida de los que te odian, ni aun has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría y conocimiento para poder gobernar a Mi pueblo sobre el cual te he hecho rey, 12 sabiduría y conocimiento te han sido concedidos. También te daré riquezas y bienes y gloria, tales como no las tuvieron ninguno de los reyes que fueron antes de ti, ni los que vendrán después de ti». 13 Salomón salió del lugar alto que estaba en Gabaón, de la tienda de reunión, a Jerusalén, y reinó sobre Israel.
14 Y Salomón juntó carros y hombres de a caballo; y tenía 1,400 carros y 12,000 hombres de a caballo, y los puso en las ciudades de los carros, y en Jerusalén, junto al rey. 15 El rey hizo la plata y el oro tan común en Jerusalén como las piedras, e hizo los cedros tan abundantes como los sicómoros en el llano. 16 Los caballos de Salomón eran importados de Egipto y de Coa, y los mercaderes del rey los adquirían de Coa por cierto precio. 17 Y se importaba un carro de Egipto por 600 siclos (6.84 kilos) de plata, y un caballo por 150 y de la misma manera los exportaban a todos los reyes de los hititas y a los reyes de Aram.
1 Juan 1
Asunto y propósito de la carta
1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos, esto escribimos acerca del Verbo de vida. 2 Y la vida se manifestó. Nosotros la hemos visto, y damos testimonio y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y se manifestó a nosotros. 3 Lo que hemos visto y oído les proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. 4 Les escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo.
Dios es Luz
5 Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla. 6 Si decimos que tenemos comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros.
Miqueas 7
Lamento por la corrupción de Israel
7 ¡Ay de mí!, porque soy Como los recogedores de frutos de verano, como los rebuscadores en la vendimia. No hay racimo de uvas que comer, Ni higo temprano que tanto deseo. 2 Ha desaparecido el bondadoso de la tierra, Y no hay ninguno recto entre los hombres. Todos acechan para derramar sangre, Unos a otros se echan la red. 3 Para el mal las dos manos son diestras. El príncipe pide, y también el juez, una recompensa, El grande habla de lo que desea su alma, Y juntos lo traman. 4 El mejor de ellos es como un zarzal, Y el más recto como un seto de espinos. El día que pongas tus centinelas, Tu castigo llegará. ¡Entonces será su confusión! 5 No se fíen del vecino, Ni confíen en el amigo. De la que reposa en tu seno, Guarda tus labios. 6 Porque el hijo trata con desdén al padre, La hija se levanta contra la madre, Y la nuera contra su suegra; Los enemigos del hombre son los de su propia casa.
Dios, fuente de luz y salvación
7 Pero yo pondré mis ojos en el SEÑOR, Esperaré en el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá. 8 No te alegres de mí, enemiga mía. Aunque caiga, me levantaré, Aunque more en tinieblas, el SEÑOR es mi luz.
9 La indignación del SEÑOR soportaré, Porque he pecado contra Él, Hasta que defienda mi causa y establezca mi derecho. Él me sacará a la luz, Y yo veré Su justicia. 10 Entonces mi enemiga lo verá, Y se cubrirá de vergüenza la que me decía: «¿Dónde está el SEÑOR tu Dios?». Mis ojos la contemplarán; Entonces será pisoteada Como el lodo de las calles. 11 Viene el día para la edificación de tus muros; Aquel día se extenderán tus límites. 12 Viene el día cuando ellos vendrán hasta ti Desde Asiria y las ciudades de Egipto; Desde Egipto hasta el Río, De mar a mar y de monte a monte. 13 Y la tierra será desolada a causa de sus habitantes, Por el fruto de sus obras.
14 Pastorea a Tu pueblo con Tu cayado, El rebaño de Tu heredad, Que mora solo en el bosque, En medio de un campo fértil. Que se apacienten en Basán y Galaad Como en los días de antaño. 15 «Como en los días de tu salida de la tierra de Egipto, Te mostraré milagros». 16 Verán las naciones y se avergonzarán De todo su poderío; Se pondrán la mano sobre la boca, Sus oídos se ensordecerán. 17 Lamerán el polvo como la serpiente, Como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando de sus fortalezas, Al SEÑOR nuestro Dios vendrán llenos de miedo, Y temerán delante de ti. 18 ¿Qué Dios hay como Tú, que perdona la iniquidad Y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en Su ira para siempre, Porque se complace en la misericordia. 19 Volverá a compadecerse de nosotros, Eliminará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar Todos nuestros pecados. 20 Otorgarás a Jacob la verdad Y a Abraham la misericordia, Las cuales juraste a nuestros padres Desde los días de antaño.
Lucas 16