Vida Cristiana

Mira tu enfermedad a la luz del evangelio

Las personas que me conocen o me han visto hablar saben que la mitad de mi cara está paralizada. Esto se debe a la parálisis de Bell. Llevo algunos años con ella y ahora estoy mejor. No estoy totalmente curada, pero estoy en un punto en el que no mejorará y (Dios mediante) no empeorará.

Esta parálisis hace que las tareas cotidianas sean más difíciles para mí: cerrar mi ojo derecho, comer, beber, hablar, sonreír, etc. Aun así, la peor parte de mi enfermedad fue el aspecto espiritual y las personas que me dijeron que Dios (o el karma) me estaba castigando. Esto desafió la forma en que veía la salud y la enfermedad.

Si te pregunto cuál es tu opinión sobre la enfermedad o la salud, ¿cómo responderías?

Cualquier profesional de la salud sabe que la salud no es exactamente lo contrario a la enfermedad. Es más complejo que eso. La Organización Mundial de la Salud afirma que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedades o debilidad”.

Deberíamos querer estar sanos y luchar por el bienestar en todas estas áreas de nuestras vidas. Pero la salud tiene que ser más que eso. Como personas cambiadas por el evangelio, debemos considerar otro aspecto: la esfera espiritual.

Recordar el evangelio

El evangelio cambia la forma en que vemos la enfermedad, y se demuestra cuando nos hacemos preguntas como: ¿por qué Dios me permitiría estar enfermo? ¿Por qué Dios permitiría que mi hijo se enfermara?

"Nuestro Señor gobierna y conoce toda la historia. Es decir, a Dios no le sorprende nuestra enfermedad."

Cuando estás enfermo, o alguien a tu alrededor lo está, debemos recordar que Dios ideó su plan de salvación antes de la creación y sabe su final. Nuestro Señor gobierna y conoce toda la historia. Es decir, a Dios no le sorprende nuestra enfermedad. No le sorprende el resultado de tus últimos exámenes de laboratorios, lo que encontró el cirujano, o el hecho de que el tratamiento no funcionó.

Solo cuando comprendemos la profundidad evangelio y cómo Dios logró nuestra redención para su gloria, podemos ver cómo Él puede usar nuestra salud o enfermedad, incluso la enfermedad final —la muerte— para alabanza de su Nombre. Vemos varios ejemplos de esto en las Escrituras (por ej.: Jn. 911).

La verdad del evangelio no disminuye el valor de los pensamientos y las emociones que experimentamos durante la enfermedad. Sin embargo, el evangelio nos permite ver la gloria de Dios como algo mucho más valioso para nosotros que nuestra propia salud, ya que esta gloria es el propósito y fin de todas las cosas (Ro. 11:36).

Nuestra naturaleza humana caída rechaza esto con facilidad. Lo sé por experiencia.

Mientras luchaba con mi parálisis, fue difícil para mí entender por qué Dios la permitió. Fue una lucha emocional mientras lidiaba con la vanidad y el miedo al hombre. Fue una lucha física debido a los inconvenientes y el dolor que causó. Fue una lucha espiritual mientras batallaba con ira, depresión, y vergüenza.

Pero cuando me recordaron el evangelio una y otra vez, no me quedó duda de que esta parálisis era lo mejor para mí porque, en última instancia, era lo que más le daba gloria a Dios y era algo que Él usaría para hacerme más como Jesús (Ro. 8:28-29). Fue una demostración de Dios cuidando mi corazón en una situación que mi carne clasificó como mala. Mi parálisis glorificó a Dios porque Él la usó para llevarme a atesorarlo más profundamente.

Un lugar para la medicina

Esto no significa que no haya buscado formas de mejorar mi salud. ¡Lo intenté todo!
Al creer en el evangelio, también acepto las otras verdades que la Biblia nos cuenta sobre el Dios que nos salvó. Por ejemplo, que Dios es el Creador. Al ser portadores de su imagen, podemos ver cómo la medicina es una expresión de la creatividad e inteligencia que Dios nos da. Así como podemos alegrarnos y darle gloria a Dios por diferentes tipos de tecnología, podemos hacer lo mismo con los tratamientos médicos.

Algunos dirían que buscar tratamiento y medicina puede verse como una falta de fe en la soberanía de Dios y, por lo tanto, es pecaminoso. Sin embargo, ¿analizamos nuestros corazones cuando buscamos tratamientos? El uso de la medicina en sí no es pecaminoso, pero la forma en que nos relacionamos con ella puede serlo. ¿Buscamos tratamiento porque es en lo que hemos puesto nuestra mayor esperanza? ¿O buscamos tratamiento porque creemos que es algo que Dios puede usar para su gloria?

Aunque Dios puede usar mucho a los médicos (y esto es algo importante para mí, pues soy médico), nosotros estamos limitados de una manera en que Dios no lo está (ver Ec. 81 R. 17). No debemos confiar únicamente en la comprensión o habilidad humana. Cuando abordamos el tratamiento y la medicina a través del lente del evangelio, reconocemos que no podemos depositar toda nuestra esperanza en ellos.

Ten tu esperanza en Jesús

La realidad es que algunos de nosotros no seremos sanados de las cosas que nos aquejan en esta vida. He tenido parálisis facial durante años y no recuperaré el uso de la parte afectada en este lado de la eternidad. Otros padecen enfermedades que no les permiten tener hijos. Otros tienen enfermedades incapacitantes que no les permiten vivir mucho tiempo, o los restringen a una silla de ruedas. Todo esto parece una lista sombría de ejemplos, pero aquí podemos ver más de la hermosura del evangelio.

"Debido al evangelio, la sanidad suprema vendrá para aquellos que confían en el Señor Jesucristo."

Sabemos que, debido al evangelio, la sanidad suprema vendrá para aquellos que confían en el Señor Jesucristo. Dios le reveló a Juan un tiempo en el que eventualmente no habrá más dolor, lágrimas, o muerte (Jn. 11Ap. 21). En esto radica nuestra esperanza. No en nuestra propia salud. No en medicamentos o cirugías que nos liberen del dolor. Está en lo que Dios prometió: el bienestar completo de quienes profesan su Nombre y confían en Él.

Mientras cuidamos nuestra salud y la de nuestros seres queridos, mantengamos nuestros ojos en el evangelio mientras consideramos lo que realmente significa “estar bien”. A medida que el evangelio nos ayuda a reconocer que los médicos y la atención que brindan no son la solución definitiva, nos recuerda que Dios sí es la solución definitiva.

Si el tema recurrente de nuestras vidas es vivir para la gloria de Dios, podemos reconocer que Dios puede sanar milagrosamente a los pacientes, usar profesionales de la salud para sanar, o permitir una enfermedad porque está trabajando para hacernos más como su Hijo de maneras que no entendemos por ahora.

Esto es lo que debemos recordar en medio de la enfermedad: sin importar el caso, nuestra carne y nuestros corazones fallarán, pero Dios es nuestra fuerza y ​​porción para siempre (Sal. 73:26). Y tenemos acceso a Él, nuestra fuerza, por el evangelio. ¡Aleluya!

Gabriela de Morales es bióloga, médico y consejera genética. Sirve a las mujeres de Iglesia Reforma y escribe para Mitos Rotos.

Acerca del Autor

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