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Lectura de Hoy
10-12-2023
Devocional
Devocional: Lucas 24
El Jesús resucitado se apareció a sus discípulos en varias ocasiones. Aquí reflexionamos sobre Lucas 24:36-49.
A pesar de lo que la Biblia afirma sobre la naturaleza transformada del cuerpo resucitado (en especial, 1 Corintios 15), en esta sección, Jesús se sale de su camino para demostrar que no es un cuerpo desmaterializado ni un espíritu incorpóreo. Se le puede tocar; se pueden ver las cicatrices de los clavos (esta es la relevancia de sus palabras: “Mirad mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo!” [24:39]); habla de sí como alguien “de carne y hueso” (24:39); come algo de alimento en presencia de sus discípulos (24:42-43). Esto es totalmente coherente con las demás voces de los testigos del Nuevo Testamento. Es algo glorioso e inimaginable: la muerte ha sido vencida y el tan prometido rey, una vez crucificado, está vivo.
Pero Jesús insiste en que, hasta cierto punto, sus discípulos no deberían haberse sorprendido. Él les había ido prediciendo durante algún tiempo que moriría y volvería a resucitar, pero ellos no tenían la capacidad de aceptar sus palabras de forma literal. Ahora prosigue: lo que le ha ocurrido cumple lo que estaba escrito acerca de él “en la ley de Moisés, los Profetas y los Salmos” (24:44; es decir, en las tres divisiones del canon hebreo, que solía citarse exactamente de esta manera). Que Jesús tenga que explicárselo presupone, desde luego, que, en lo que a él concierne, hasta el momento ellos no han entendido las Escrituras como es debido. Ahora, él les abre la mente para que puedan superar esta deficiencia (24:45). Lo hace mediante una sinopsis de lo que declaran las Escrituras, tal como explicó precisamente las mismas cosas a los dos discípulos en el camino de Emaús. En aquella ocasión, comenzó desde Moisés y todos los profetas, y explicó “lo que se refería a él en todas las Escrituras” (24:27).
Es evidente que Jesús leía el Antiguo Testamento de una forma integrada, con él mismo en el centro de las Escrituras. En los registros del Nuevo Testamento escritos por los discípulos inmediatos de Jesús y sus herederos, podemos obtener una mirada bastante exhaustiva del entendimiento que tenía en cuanto a sí mismo a este respecto. No sólo se veía como el legítimo rey mesiánico según el linaje de David, sino también como el siervo sufriente que sería herido por nuestras transgresiones. Sabía que no era únicamente el sacrificio expiatorio, sino el sacerdote que lo ofrecía. No sólo era el Hijo obediente que desempeñó la misión que su Padre le había asignado, sino también el Verbo eterno hecho carne que desveló perfectamente al Padre a una generación de rebeldes portadores de su imagen. Y mucho más que esto. Y todas estas cosas deberíamos verlas nosotros también e inclinarnos en solemne y gozosa adoración.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Apocalipsis 1
Antes de la visión inicial de Apocalipsis 1, la cual presenta a Jesús exaltado mediante los símbolos apocalípticos que nos recuerdan a las imágenes del Anciano de Días en Daniel 7 (Apocalipsis 1:12-16), Juan ofrece una breve alabanza: “Al que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! ¡Amén!” (1:5-6).
(1) Si bien este libro contiene muchas imágenes sorprendentes e incluso aterradoras de Dios y del Cordero, comienza con una declaración del amor de Jesús, su peculiar amor por el pueblo de Dios: “Al que nos ama… ¡sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos!”. Nada inspira tanto nuestra gratitud y asombro como el amor que nos ha mostrado el eterno Hijo de Dios en la cruz. Creo que fue T.T. Shields quien escribió: “¿Hubo alguna vez un corazón tan endurecido, / y habrá tal ingratitud / que aquél por quien sufrió Jesús / sea capaz de decir: ‘No es nada para mí’?”
(2) Jesucristo “por su sangre nos ha librado de nuestros pecados”. Algunas versiones más antiguas lo traducen como: “nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. La diferencia en el griego es una sola letra; lo más seguro es que la NVI sea correcta. Por su sangre, es decir, mediante su muerte expiatoria y sacrificial, Jesús pagó por nuestros pecados y, por ello, nos libró de su maldición. No sólo eso, sino que todos los beneficios que recibimos—el don del Espíritu Santo, las promesas de la protección duradera de Dios, la vida eterna, la resurrección consumadora—han sido aseguradas mediante la muerte de Jesús y todas ellas se unen para librarnos de nuestros pecados: su culpa, su poder, sus resultados.
(3) Cristo “ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre”. En un sentido, estamos en el reino, en el ámbito de su reinado salvador. En otro sentido, Cristo reina ahora sobre todo en su soberanía incondicional (Mateo 28:18; 1 Corintios 15:25) y en ese sentido, todos y todo está en su reino. Pero, en la medida en que los cristianos son el foco particular de la comunidad redimida y el anticipo de la redención transformadora del universo que aún está por venir, nosotros mismos podemos vernos como su reino. Más aún, nos ha hecho sacerdotes. Los cristianos no tienen sacerdotes además de Jesús, su gran sumo sacerdote: sólo hay un mediador entre Dios y los seres humanos (1 Timoteo 2:5). Pero, en otro sentido, somos sacerdotes: todos los cristianos sirven de mediadores entre Dios y este mundo quebrantado y pecaminoso. Mediamos entre Dios y los pecadores como nosotros al proclamar fielmente y vivir el evangelio, y asumimos sus necesidades a través de nuestras oraciones intercesoras ante nuestro Padre celestial. Jesucristo ha hecho de nosotros un reino y sacerdotes para servir a Dios su Padre.
2 Crónicas 10
Roboam y la rebelión de Israel
10 Entonces Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para hacerlo rey. 2 Y cuando lo oyó Jeroboam, hijo de Nabat (porque él estaba en Egipto adonde había huido de la presencia del rey Salomón), volvió Jeroboam de Egipto. 3 Y enviaron a llamarlo. Entonces vino con todo Israel, y hablaron a Roboam: 4 «Su padre hizo pesado nuestro yugo; ahora pues, aligere la dura servidumbre de su padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y le serviremos». 5 Entonces él les dijo: «Vuelvan otra vez a mí dentro de tres días». Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón cuando aún vivía, diciendo: «¿Qué me aconsejan que responda a este pueblo?». 7 Y ellos le respondieron: «Si usted es bueno con este pueblo, les complace y les dice buenas palabras, entonces ellos serán sus siervos para siempre». 8 Pero él abandonó el consejo que le habían dado los ancianos, y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y le servían. 9 «¿Qué aconsejan», les pregunto, «que respondamos a este pueblo que me ha hablado: “Aligere el yugo que su padre puso sobre nosotros”?». 10 Y los jóvenes que se habían criado con él le respondieron: «Así dirá al pueblo que le ha hablado: “Su padre hizo pesado nuestro yugo, pero usted hágalo más ligero para nosotros”. Así usted les dirá: “Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. 11 Por cuanto mi padre los cargó con un pesado yugo, yo añadiré a su yugo; mi padre los castigó con látigos, pero yo los castigaré con escorpiones”».
12 Entonces vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día como el rey lo había dicho: «Vuelvan a mí al tercer día». 13 El rey les respondió con dureza, pues el rey Roboam había despreciado el consejo de los ancianos, 14 y les habló conforme al consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre les hizo pesado su yugo, pero yo lo haré más pesado; mi padre los castigó con látigos, pero yo los castigaré con escorpiones». 15 El rey no escuchó al pueblo, porque esto venía de parte de Dios, para que el SEÑOR confirmara la palabra que Él había hablado por medio de Ahías el silonita a Jeroboam, hijo de Nabat.
16 Cuando todo Israel vio que el rey no los escuchaba, el pueblo respondió al rey:
«¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel! ¡Mire ahora por su casa, David!».
Y todo Israel se fue a sus tiendas. 17 Pero en cuanto a los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá, Roboam reinó sobre ellos. 18 Entonces el rey Roboam envió a Adoram, que estaba a cargo de los trabajos forzados, pero los israelitas lo mataron a pedradas; y el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén. 19 Así Israel ha estado en rebeldía contra la casa de David hasta hoy.
Apocalipsis 1
La revelación de Jesucristo
1 La Revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto. Él la dio a conocer enviándola por medio de Su ángel a Su siervo Juan, 2 quien dio testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio. 3 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas en ella, porque el tiempo está cerca.
Saludo a las siete iglesias
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a ustedes, de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de parte de los siete Espíritus que están delante de Su trono, 5 y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con Su sangre, 6 e hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Dios, Su Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. 7 Él viene con las nubes, y todo ojo lo verá, aun los que lo traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él. Sí. Amén.
8 «Yo soy el Alfa y la Omega», dice el Señor Dios, «el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso».
Visión de Cristo
9 Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. 10 Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como sonido de trompeta, 11 que decía: «Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea».
12 Entonces me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo, y al volverme, vi siete candelabros de oro. 13 En medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la nieve. Sus ojos eran como una llama de fuego. 15 Sus pies se parecían al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y Su voz como el ruido de muchas aguas. 16 En Su mano derecha tenía siete estrellas, y de Su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
17 Cuando lo vi, caí como muerto a Sus pies. Y Él puso Su mano derecha sobre mí, diciendo: «No temas, Yo soy el Primero y el Último, 18 y el que vive, y estuve muerto. Pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe, pues, las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de estas. 20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que viste en Mi mano derecha y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete iglesias.
Sofonías 2
Castigo de los enemigos de Judá
2 Congréguense, congréguense, Oh nación sin pudor, 2 Antes que entre en vigencia el decreto (Como tamo pasa el día), Antes que venga sobre ustedes El ardor de la ira del SEÑOR, Antes que venga sobre ustedes El día de la ira del SEÑOR. 3 Busquen al SEÑOR, Todos ustedes, humildes de la tierra Que han cumplido Sus preceptos; Busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá serán protegidos El día de la ira del SEÑOR.
4 Porque Gaza será abandonada, Y Ascalón desolada; Asdod será expulsada al mediodía, Y Ecrón será desarraigada. 5 ¡Ay de los habitantes de la costa del mar, La nación de los cereteos! La palabra del SEÑOR está contra ustedes: Canaán, tierra de los filisteos, Yo te destruiré hasta que no quede habitante alguno. 6 Y la costa del mar se convertirá en pastizales, En campos para pastores y rediles para ovejas. 7 La costa será Para el remanente de la casa de Judá; Allí apacentarán Y en las casas de Ascalón reposarán al atardecer; Porque el SEÑOR su Dios los cuidará Y los hará volver de su cautiverio.
8 «He oído las afrentas de Moab Y los ultrajes de los amonitas, Con los cuales afrentaron a Mi pueblo Y se engrandecieron sobre su territorio. 9 Por tanto, vivo Yo», declara el SEÑOR de los ejércitos, Dios de Israel, «Que Moab será como Sodoma, Y Amón como Gomorra: Campo de ortigas y mina de sal, Una desolación perpetua. El remanente de Mi pueblo los saqueará, Y el resto de Mi nación los heredará».
10 Esto tendrán ellos como pago por su orgullo, porque han afrentado y se han engrandecido sobre el pueblo del SEÑOR de los ejércitos. 11 Terrible será el SEÑOR contra ellos, porque debilitará a todos los dioses de la tierra; y se inclinarán a Él todas las costas de las naciones cada una desde su lugar.
12 «También ustedes, etíopes, serán muertos por Mi espada».
13 Él extenderá Su mano contra el norte Y destruirá a Asiria, Y hará de Nínive una desolación, árida como el desierto. 14 Los rebaños se echarán en medio de ella, Toda clase de animales. Tanto el pelícano como el erizo Pasarán la noche en los capiteles; El ave cantará en la ventana, Habrá desolación en el umbral, Porque Él ha dejado al descubierto el entablado de cedro. 15 Esta es la ciudad divertida Que vivía confiada, Que decía en su corazón: «Yo soy, y no hay otra más que yo». ¡Cómo ha sido hecha una desolación, Una guarida de fieras! Todo el que pase por ella silbará Y agitará su mano.
Lucas 24