
Nota del editor: «A tu descendencia daré esta tierra». Esta promesa divina hecha a Abraham en Génesis 12:7 introduce el profundo vínculo entre la tierra que se prometió a Israel y la narrativa del pueblo que la habita. Este tema de las promesas sobre la tierra, tan perdurable como controvertido, se extiende desde la historia bíblica hasta la geopolítica moderna. Al cumplirse un mes de la guerra entre Hamás e Israel, pedimos a tres eruditos veteranos evangélicos de alto nivel —G. K. Beale, Darrell Bock y Gerald McDermott— que explicaran la profundidad de esta relación bíblica entre Israel y la tierra y que consideraran si sigue siendo relevante para la iglesia en nuestro tiempo. Lee las otras perspectivas: Darrell Bock | Gerald McDermott
Resumen: En este ensayo, G. K. Beale explora las promesas de la tierra hechas a Israel en el Antiguo Testamento, examinando la idea de que las promesas tenían el propósito de expandirse más allá de las fronteras iniciales para abarcar toda la tierra. El autor analiza la evolución de la promesa de la tierra desde una ubicación específica en Canaán hasta un alcance mundial, aludiendo a la expansión escatológica de las fronteras de Israel como parte del plan predeterminado de Dios. Beale sostiene que en esta era las promesas han comenzado a cumplirse espiritualmente en Cristo y se consumarán físicamente en la nueva creación, proponiendo un «cumplimiento a plazos» en dos etapas. Concluye que los acontecimientos contemporáneos en Israel no representan el cumplimiento de estas promesas del Antiguo Testamento, sino que en Cristo y a través de la iglesia, la expansión del Edén se realizará universalmente.
El origen de la promesa de la tierra empieza en Génesis 1 – 2. En mi libro El templo y la misión de la iglesia argumento que el Edén era un jardín santuario y que Adán era su sumo sacerdote.
En los templos del mundo antiguo se colocaban imágenes del dios del templo. Adán era esa imagen, colocada en el templo del Edén. Su tarea consistía en «llenar la tierra» de la gloria de Dios como portador de la imagen divina junto con su descendencia como portadores de la misma (esta parece ser la implicación de Gn 1:26-28).
Así, él debía ampliar las fronteras del Edén, el lugar de la presencia de Dios. Adán y su descendencia debían ampliar las fronteras del Edén hasta circunscribir la tierra, de modo que la gloria de Dios se reflejara en todo el mundo a través de sus portadores de imagen.
El Adán corporativo amplía el lugar de la presencia de Dios
La comisión dada a Adán y Eva de multiplicar su descendencia, gobernar, someter y «llenar la tierra» se transmitió a Noé, luego repetidamente a los patriarcas y a Israel. En consecuencia, el manto de la responsabilidad de Adán se colocó sobre Abraham y su simiente, el pueblo de Israel; se les consideró un «Adán corporativo». La nación fue diseñada para representar a la humanidad verdadera. A partir de los patriarcas, la comisión se mezcló con la promesa de que esta se cumpliría en algún momento en una «simiente», pero Israel no llevó a cabo la comisión. Por lo tanto, se prometió continuamente que un tiempo escatológico vendría cuando esta comisión se llevaría a cabo en Israel.
"Adán y su descendencia debían ampliar las fronteras del Edén hasta circunscribir la tierra, de modo que la gloria de Dios se reflejara en todo el mundo"
Esa parte de la comisión de expandir el Edén hasta cubrir toda la tierra también continuó, pero ahora la tierra de Israel pasó a ser concebida como el Edén de Israel (como se le llama en varios puntos del Antiguo Testamento: Gn 13:10; Is 51:3; Ez 36:35; Jl 2:3). Esta descripción de la tierra de Israel como Edén se vio reforzada por las repetidas descripciones de la «tierra que mana leche y miel» y frutos exuberantes (p. ej., Nm 13:26-27; Dt 1:25; Neh 9:25).
La clave para entender por qué Israel debía ampliar las fronteras de su tierra hasta cubrirla reside en el hecho de que Israel era un Adán corporativo, y del mismo modo que él debía ampliar las fronteras del Edén, Israel debía hacer lo mismo. En particular, el Edén no era un mero pedazo de tierra, sino que era el primer tabernáculo (el lugar de la presencia divina), que Adán debía expandir.
Asimismo, la tierra de Israel debía expandirse porque en su centro, en Jerusalén, estaba el templo, en el que se encontraba el lugar santísimo, donde moraba la presencia de Dios. En el capítulo 19 de mi libro Una teología bíblica del Nuevo Testamento expuse que el templo de Israel simbolizaba el cielo visible e invisible (el santuario interior y el lugar santo, respectivamente) y la tierra (el atrio).
El propósito del simbolismo era señalar el fin de los tiempos, cuando la presencia reveladora especial de Dios irrumpiría del lugar santísimo y llenaría los cielos visibles y la tierra. En consecuencia, hay profecías que describen cómo la presencia de Dios saldrá del lugar santísimo, cubrirá Jerusalén (Is 4:4-6; Jr 3:16-17; Zc 1:16-2:11), luego se expandirá para cubrir toda la tierra de Israel (Ez 37:25-28), y finalmente cubrirá toda la tierra (Is 54:2-3; Dn 2:34-35, 44-45).
Resulta sorprendente que los pasajes de Jeremías 3, Isaías 54 y Daniel 2 aludan explícitamente a las promesas patriarcales o a Génesis 1:28, al hablar de la expansión de la tierra. Desde la perspectiva de los escritores del Antiguo Testamento, es difícil saber si se preveía que esta expansión completa se produjera por medios militares o por otras vías más pacíficas (p. ej. mediante la sumisión voluntaria de las naciones a Israel y a su Dios).
Sabemos, al menos, que Israel debía ampliar su posesión inicial de la tierra prometida por medios militares (Dt 9:1; 11:23; 12:29; 18:14). Sin embargo, otros textos prevén un medio más pacífico en el escatón por el cual las naciones de toda la tierra se someten a Israel (Am 9:11-12; Is 2:3-4; 11:10-12), con la posible implicación de que Israel posea sus tierras.
Profecías de la expansión universal
Esta teología expansiva de la tierra-templo es la base de otras profecías sobre la expansión universal de la tierra de Israel. Aunque no habla del templo, Isaías profetiza sobre la resurrección final de los muertos (Is 26:16-19) que coincidirá con la gente resucitada habitando la nueva creación. Dice: «Has aumentado la nación, oh SEÑOR, has aumentado la nación, te has glorificado, has ensanchado todos los límites de la tierra» (v. 15). Así pues, la alusión a Génesis 1:28 («sean fecundos y multiplíquense» y «llenen la tierra»), tal como sin duda se ha refractado a través de las promesas abrahámicas, conduce a la expansión de la tierra de Israel.
Sorprendentemente, esta expansión cósmica está directamente vinculada a la resurrección de Israel al final de los tiempos, lo que sugiere que el cumplimiento de la comisión de Génesis 1:28 de expandirse se produce a través de la resurrección de las personas. Este patrón de multiplicación y llenado de la tierra es el mismo que hemos observado en Génesis 1:28 y Génesis 2, donde los mandatos de Génesis 1:28 deben llevarse a cabo concretamente mediante la expansión del santuario del Edén. Hemos observado este mismo patrón de Génesis 1 – 2 en la expansión prometida de Israel sobre la tierra y la expansión del templo de Jerusalén.
La noción de que las fronteras de Israel se ampliarán hasta cubrir la tierra no solo está implícita en Isaías 26:18-19 («liberación para la tierra» [véase especialmente la LXX] y «la tierra dará a luz a los espíritus»), sino que se afirma explícitamente en 27:2-6. En este pasaje, se describe a Israel en el escatón como una «viña de delicias» (como el jardín del Edén) que Dios protegerá y con la que estará en «paz» (el participio del sustantivo para «delicias» [ḥemed] aparece en las descripciones del Edén en Gn 2:9; 3:6). Este viñedo se extenderá hasta cubrir toda la tierra: «En los días venideros Jacob echará raíces, Israel florecerá y brotará, y llenará el mundo entero de fruto» (Is 27:6). Esto es un eco del «fructiquen… y llenen la tierra» de Génesis 1:28.
Así pues, las promesas a Abraham representan un importante desarrollo de Génesis 1 – 2, en las anticipaciones para la expansión de la tierra de Israel. Puesto que mi conclusión sobre Génesis 1 – 2 es que la tierra sagrada del Edén iba a ampliarse hasta cubrir toda la creación, no sería sorprendente ver este tema desarrollado en las promesas a los patriarcas. Esto es exactamente lo que encontramos.
Aunque la forma inicial de la promesa abrahámica se refiere solo a Canaán, se sitúa en un contexto global: «En ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12:1-3). La siguiente reafirmación (13:14-17) sigue teniendo en cuenta los límites de Canaán, pero se añade algo más: «Haré tu descendencia como el polvo de la tierra; de manera que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia podrá contarse» (13:16). Esto puede tomarse en sentido figurado, de modo que la descendencia israelita será numerosa pero aún cabrá dentro de los límites de la tierra prometida. Pero como es de naturaleza escatológica, es más probable que, aun siendo figurado, se refiera a un número de israelitas tan grande que no cabrían en la tierra.
Multiplicando para bendecir
La misma idea está implícita en Génesis 15:5 («Cuenta las estrellas, si te es posible contarlas… Así será tu descendencia») y 22:17-18 («Multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar»). Génesis 28:14 conecta directamente la multiplicación con las bendiciones para toda la tierra («También tu descendencia será como el polvo de la tierra. Te extenderás hacia el occidente y hacia el oriente, hacia el norte y hacia el sur; y en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra.»; ¡casi idéntico es 26:3-4!).
Si estos textos del Génesis se refieren a la simiente de los patriarcas llenando no solo las fronteras de Israel sino toda la tierra, entonces sugieren lo que se ha afirmado explícitamente en algunos de los pasajes anteriores sobre la expansión universal de Israel al final de los tiempos. Esta idea también encaja con Génesis 1 – 2: expandir el espacio sagrado del Edén hasta que la progenie de Adán y Eva «llene la tierra».
Los desarrollos posteriores de estas promesas patriarcales en el Antiguo Testamento hacen más explícito el carácter sugestivo del aspecto universalizador de las mismas. Por ejemplo, el Salmo 72:17 («Y sean benditos por él los hombres; / Llámenlo bienaventurado todas las naciones») desarrolla la promesa de Génesis 22:18 («En tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra»). Esto es significativo porque el bendecido es el Rey israelita del final de los tiempos (la simiente individualizada de Abraham), quien dominará «de mar a mar y desde el río hasta los confines de la tierra» (Sal 72:8 LBLA). Se trata de una ampliación explícita de las fronteras originales de la tierra prometida, que se habían fijado «desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el río Éufrates» (Éx 23:31).
Esto se resume en Génesis 15:18 como «desde el río de Egipto hasta el río grande, el río
Éufrates». El salmo comienza con el «río» (aparentemente de Egipto), pero sustituye el «río Éufrates» por «los confines de la tierra». De nuevo, la promesa patriarcal relativa a la tierra de Israel es universalizada por el salmo. Zacarías 9:10 cita el Salmo 72:8, desarrollando la misma idea sobre el Rey escatológico de Israel: «Su dominio será de mar a mar, y desde el Río hasta los confines de la tierra».
El Salmo 2 también es similar al Salmo 72. La promesa de Dios al Mesías (2:2, 7) es «dar a las naciones como herencia Suya y los confines de la tierra como Su posesión» (v. 8). La formulación de «dar una herencia» (nātan + naḥălâ) en Deuteronomio es una expresión típica utilizada en la promesa de Dios de dar la tierra de Canaán a Israel (p. ej., Dt 4:21, 38; 12:9; 15:4; 19:10; 21:23; 24:4; 25:19; 26:1; 29:8).
Asimismo, «posesión» (ʾăḥuzzâ) se refiere a Israel heredando la tierra prometida (Gn 17:8; Nm 32:32; Dt 32:49). Aquí, en el Salmo 2, la promesa de Dios de la tierra de Canaán como posesión se extiende hasta los «confines de la tierra». Como en el Salmo 72, la promesa se hace a un Rey israelita, del final de los tiempos, bajo cuyo gobierno los límites originales de la tierra prometida se ampliarán para cubrir toda la tierra.
Expandida al mundo entero
El Nuevo Testamento entiende la promesa de la tierra como una promesa de que la tierra de Israel se ampliaría hasta abarcar el mundo entero. Por ejemplo, Romanos 4:13 dice: «Porque la promesa a Abraham o a su descendencia de que él sería heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley…» (así también Heb 11:8-16; Mt 5:5 en alusión al Sal 37:11).
"Las promesas de la tierra se cumplirán de forma física cuando todos los creyentes hereden la tierra"
Las promesas de la tierra se cumplirán de forma física cuando todos los creyentes hereden la tierra, pero la inauguración de este cumplimiento es principalmente espiritual hasta la consumación final en un nuevo cielo y una nueva tierra totalmente físicos. La forma física en que estas promesas de la tierra han comenzado a cumplirse es que Cristo mismo introdujo la nueva creación mediante Su resurrección física. En este sentido, las promesas abrahámicas relativas a la tierra son promesas a su «simiente», refiriéndose en última instancia a Cristo (Gá 3:16) y a los que están unidos a Él (v. 29). Esta explicación concuerda con la afirmación de Pablo de que «tantas como sean las promesas [del Antiguo Testamento] de Dios, en Él [Cristo] todas son sí» (2 Co 1:20).
He tratado muchas de estas promesas y he descubierto que, incluso en el contexto del Antiguo Testamento, incluían no solo una dimensión física, sino también espiritual (p. ej., reflejar la gloria de Dios como portadores de Su imagen). Estas promesas han comenzado espiritualmente y se consumarán físicamente en la nueva creación final. Este cumplimiento en dos etapas puede denominarse «cumplimiento a plazos». Incluso la etapa inicial, espiritual, forma parte de un cumplimiento literal; la promesa del Antiguo Testamento siempre tuvo en vista una dimensión espiritual.
Por lo tanto, ninguna de las referencias a la promesa de la tierra prometida a Israel en el Antiguo Testamento parece estar relacionada con las promesas del regreso del Israel étnico a la tierra prometida en esta tierra actual. Lo que sucede en Israel hoy está en el plan predestinado de Dios, pero no es ningún tipo de cumplimiento de Sus promesas en el Antiguo Testamento. Mientras que Adán e Israel (el Adán corporativo) fracasaron en expandir el Edén por todo el mundo, es ahora en Cristo, el postrer Adán y verdadero Israel, y la iglesia, en unión con el postrer Adán y verdadero Israel, que el Edén será finalmente expandido hasta los confines de la tierra.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
G. K. Beale (PhD, Cambridge) es profesor de Nuevo Testamento en el Reformed Theological Seminary de Dallas, Texas. Está casado con Dorinda desde hace 44 años y tiene tres hijos (Stephen, Nancy y Hannah). Es ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa (OPC).