Mientras daba a Sus discípulos las últimas instrucciones para llevar a cabo Su misión en la tierra, Jesús les dejó esta promesa: «¡Recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:20). Pero ¿qué significa que Cristo esté con nosotros, y qué significa esta promesa para el éxito de la gran comisión?
Cuando pensamos que Cristo está con nosotros, es fácil imaginar Su presencia fuera de nosotros. Podríamos imaginarlo con nosotros como un miembro amoroso de la familia que viene a nuestro lado y nos consuela cuando estamos tristes. O podemos pensar que está con nosotros como un amigo que nos apoya, nos anima o nos fortalece en nuestra debilidad. Pero Cristo no solo está con nosotros: está en nosotros.
La promesa de la presencia de Cristo con Sus discípulos hasta el fin de los tiempos no es solamente Su compromiso de consolarnos, apoyarnos o incluso fortalecernos. Estas palabras no pretenden simplemente motivar o inspirar. Por el contrario, demuestran que Cristo está activo dentro de nosotros, animando nuestro testimonio. Esta promesa asombrosa garantiza que la misión de Cristo se cumplirá en todo el mundo.
Cristo en nosotros
Para profundizar en el misterio de la presencia de Cristo con nosotros, es necesaria la revelación del Nuevo Testamento. Antes de que los discípulos emprendieran su misión, Jesús les ordenó que esperaran la llegada del Espíritu Santo (Lc 24:49; Hch 1:4). La venida del Espíritu marcó el comienzo de una nueva era, pero también hizo realidad la unión del creyente con el Hijo de Dios (Ro 8:9-10). La promesa de Jesús de estar con Sus discípulos se hizo realidad de una manera que nadie podía imaginar: Cristo estaba con ellos y en ellos por Su Espíritu.
"La promesa de la presencia de Cristo con Sus discípulos hasta el fin de los tiempos garantiza que la misión de Cristo se cumplirá en todo el mundo"
Así, cuando Ananías mintió al apóstol Pedro, fue acusado de mentir al Espíritu Santo (Hch 5:3). Más tarde, cuando Pablo perseguía a los creyentes, se nos dice que perseguía al Señor Jesús (9:4-5). A esto se refería Jesús cuando dijo: «El que los recibe a ustedes, me recibe a Mí» (Mt 10:40). No se trata únicamente de que los creyentes representen a Cristo, sino de que Cristo está verdaderamente en nosotros y nosotros en Él (Jn 14:20). La iglesia llena del Espíritu es el cuerpo de Cristo en la tierra.
Cuando Cristo vive en los creyentes por el Espíritu (Gá 2:20), no destruye su personalidad (Col 1:29). Al contrario, los transforma por el hecho de estar unidos a Él (2 Co 3:18). Esta realidad establece la identificación principal de los discípulos de Cristo. Con mucho, el distintivo más utilizado por los escritores del Nuevo Testamento para referirse a los cristianos se basa en esta unión con Cristo. No somos simplemente cristianos, hermanos, santos o creyentes, sino los que están «en Cristo».
El cumplimiento de las Escrituras
Cuando Jesús se apareció a los dos discípulos de camino a Emaús, les reprendió gentilmente por su falta de atención a las Escrituras: «Era necesario que se cumpliera todo lo que sobre Mí está escrito…» (Lc 24:44). Al resumir todo lo que estaba escrito, Jesús destacó tres acontecimientos fundamentales que estaban profetizados: la muerte sustitutiva del Mesías, Su victoriosa y reivindicadora resurrección, y la proclamación mundial del arrepentimiento en Su Nombre para el perdón de los pecados.
Para entonces, los dos primeros ya se habían cumplido. Jesús había marchado hacia Su destino en Jerusalén con una determinación arrolladora (Mr 10:32). Tal y como explicó en repetidas ocasiones, había venido a cumplir las Escrituras (Mt 5:17-18), incluido el hecho de que debía sufrir (Mt 16:21; Mr 8:31; Lc 9:22; 17:25). En más de una docena de ocasiones, los acontecimientos de la vida de Jesús cumplieron claramente lo que estaba predicho.
Nuestro Señor persiguió con un enfoque solemne el cumplimiento de estos dos primeros acontecimientos: Su sacrificio sustitutivo y Su victoriosa resurrección.
Ahora, solamente queda uno. Y hemos de esperar que persista con no menos empeño en la realización del tercer acontecimiento escrito: la proclamación mundial del evangelio. Según la gran comisión, Jesús no solo nos acompaña. No está simplemente a nuestro lado, consolándonos cuando somos débiles. No, Jesús nos guía y nos impulsa desde adentro. El Hijo de Dios cumple esta tercera etapa fundamental de Su misión obrando a través de la iglesia.
Lo vemos en Hechos, donde Lucas registra la continuación de la actividad de Cristo (Hch 1:1). Pablo enseña esta verdad en su discurso al rey Agripa, explicando que «el Cristo había de padecer… Él debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles» (26:23, énfasis añadido). Pablo repite la triple misión del Mesías, dejando claro que Cristo mismo la cumplirá.
La proclamación del evangelio
La unión de Cristo con los creyentes por el Espíritu tiene este propósito propulsor: la proclamación mundial del evangelio. Como todo lo predicho en las Escrituras, podemos confiar en su cumplimiento.
"No somos simplemente cristianos, hermanos, santos o creyentes, sino los que están «en Cristo»"
Entonces, ¿qué significa que Cristo esté con nosotros hasta el fin del mundo? Significa que el cumplimiento de la evangelización mundial es tan inevitable como la muerte y resurrección de nuestro Señor. Sucederá (Mt 24:14). Sí, las naciones se resistirán a ello; Jesús lo predijo.
Sin embargo, somos más que vencedores por medio de Cristo quien nos amó (Ro 8:37). Jesucristo está obrando en Su pueblo para cumplir el tramo final de lo que estaba escrito.
Esto significa que la presencia de Cristo en la iglesia tiene una trayectoria misionera. Vive en nosotros y nos impulsa a seguir adelante con todo el compromiso que le caracteriza para cumplir la más pequeña pincelada de las Escrituras. Hay muchas cosas importantes que los cristianos pueden hacer, pero Cristo enfatiza la misión de proclamar Su obra salvadora a todas las naciones. Las misiones son la alineación de nuestra actividad con la obra de Cristo en el mundo.
El Señor Jesús no está esperando a que decidamos si queremos participar en Su misión. Más bien, por medio de Su Espíritu, nos anima a seguir adelante en una obra de proclamación mundial que llevará a cabo a través de nosotros. Impulsados por Su amor, nos unimos a Aquel que vive en nosotros, para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él (2 Co 5:15).
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Scott Logsdon (PhD, Southeastern Baptist Theological Seminary) es pastor de una iglesia de habla inglesa en Asia Central, donde reside con su esposa. Tiene veinte años de experiencia en la plantación de iglesias transculturales.