Vida Cristiana
Mi trabajo me obliga a descuidar mi descanso, ¿qué hago?
El llanto de un niño interrumpió la quietud de la noche. Por quinta vez. Mi amiga Laura se arrastró hacia la cuna para alimentar a su insaciable pequeño de tres meses.
En medio de un remolino de pañales y platos sucios, esta nueva etapa hacía que Laura se sintiera como una zombi con aroma a leche agria. Se preguntaba si algún día volvería a sentirse como un humano. «Dices que descansar no es opcional, ¡já!», me reclamó con sarcasmo. «Yo quisiera dormir… el problema es que no puedo».
Este dilema no es exclusivo para los padres de niños pequeños. Al escucharme hablar sobre la importancia de las rutinas de sueño para el desarrollo de las disciplinas espirituales, alguien me dijo: «Dormirse antes de la medianoche para poder levantarse temprano a orar es un lujo que no todo el mundo puede darse. Yo me levanto antes de que salga el sol para salir a trabajar. Cuando llego a casa, ya pasan de las diez de la noche».
Buscando descanso
Soy sensible a este tipo de situaciones. He experimentado el desgaste fruto de los incontables desvelos con un recién nacido. También he pasado por etapas en las que el trabajo o el ministerio hacen que las labores empiecen muy temprano y terminen mucho después de que se oculte el sol. Con todo, sigo creyendo firmemente que el descanso es parte central de nuestro diseño como criaturas limitadas; ignorarlo no honra a Dios y no nos hace bien.
"El descanso físico es un regalo de nuestro Señor. En Cristo Jesús, somos amados de Dios y podemos reposar"
Esto no significa, por supuesto, que jamás pasaremos noches sin sueño. Jesús mismo dejó de dormir para dedicarse a la oración antes de elegir a los apóstoles (Lc 6:12). Los que servían por la noche en el templo fueron llamados a adorar al Señor en la alabanza vespertina del Salmo 134. Desvelarse es, en ocasiones, apropiado.
Entonces, ¿cómo podemos identificar cuando estamos siendo negligentes con nuestro reposo de cuando estamos cumpliendo con las buenas obras que Dios ha preparado para nosotros (Ef 2:10)? Aquí hay algunas ideas.
1) Pide al Señor que examine tu corazón
Es fácil engañarnos y vestir de piedad nuestras vidas desordenadas. Nos convencemos de que al trabajar sin descanso estamos siendo buenos padres o ministros, cuando lo que estamos siendo es malos administradores de las labores que el Señor nos ha confiado.
Ve delante del Señor y pídele que te muestre si hay algo de lo que debes arrepentirte y cambiar (Sal 139:23-24). Dices que no puedes descansar como se debe, pero ¿la situación de verdad amerita continuos desvelos o simplemente estás poniendo excusas?
* Muchos estudiantes, por ejemplo, se desvelan porque no saben organizar sus lecturas, estudios y proyectos. Pasan semanas cumpliendo con lo mínimo al asistir a sus lecciones y tomar algunas notas, para luego pasar la semana de finales en un estrés frenético sin poder tomar ni siquiera unas horas para descansar.
* Aunque es natural que en los primeros meses los niños no tengan horarios regulares de vigilia y sueño, muchos padres de familia llevan años sin dormir adecuadamente, porque no han sido diligentes para establecer ritmos de descanso y esfuerzo que sus hijos poco a poco aprendan a respetar.
* Muchos afirman que su exigente trabajo de oficina no les permite desconectarse el fin de semana, pero lo que los mantiene pegados al teléfono es en realidad el temor al hombre o el deseo de sobresalir por encima de sus compañeros de trabajo.
2) Considera en qué etapa estás y haz ajustes
Una vez que hayas pedido al Señor que examine tu corazón y hayas evaluado cómo desempeñas esas responsabilidades que te mantienen despierto, quizá descubras que lo que necesitas es organizarte mejor para descansar de manera apropiada.
Sin embargo, también es posible que descubras que estás haciendo lo que debes hacer de la manera en que debes hacerlo, y aún así el descanso es escaso o difícil de conseguir. Eso sucede.
Existen etapas de la vida familiar, laboral y ministerial que demandan más tiempo y energía de lo normal. Puede ser que estés en los primeros meses de la crianza o de la fundación de una organización; quizá te encuentres en una residencia de medicina o en los días previos a un gran evento; podría ser que estés en medio de una dificultad económica extraordinaria de la que debas sacar a tu familia.
Si tienes la convicción de que esas labores son las que Dios ha preparado para ti, desempéñalas para Su gloria y en dependencia de Su Espíritu, confiando en que Él te fortalecerá y te dará la sabiduría que necesitas para regresar a ritmos sanos de trabajo y descanso.
"Si tienes la convicción de que estás haciendo las labores que Dios ha preparado para ti, desempéñalas para Su gloria y en dependencia de Su Espíritu"
Sin embargo, no olvides ajustar el resto de tus actividades para ser capaz de enfocarte en lo demandante de tus labores actuales. Muchas veces el descanso es escaso no porque tu empresa sea nueva y tengas mucho qué hacer, sino porque además de atender tu emprendimiento quieres servir en dos ministerios, aprender un idioma y no perderte los nuevos episodios de tu serie favorita. No desaproveches el escaso tiempo que tienes para reposar llenándote de actividades adicionales.
Enfócate en esforzarte cuando es tiempo de esforzarte y en descansar cuando es tiempo de descansar. Cuando tengas oportunidad de reposar, asegúrate de hacerlo de formas verdaderamente restauradoras: no te enganches en el teléfono, ve a dormir.
Recuerda que esta etapa debe ser justamente eso, una etapa. Los seres humanos fuimos creados para requerir ciertas horas de sueño para funcionar correctamente. No es sabio ir en contra de ese diseño. Si tus labores te obligan a hacerlo de manera permanente, es probable que sea tiempo de buscar otras opciones.
3) Recuerda dónde está tu verdadero descanso
El descanso físico es importante, pero el descanso espiritual lo es aún más. Si no descansamos en la mano de Dios mientras laboramos, todo nuestro esfuerzo es en vano:
Si el Señor no edifica la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si el Señor no guarda la ciudad,
En vano vela la guardia.
Es en vano que se levanten de madrugada,
Que se acuesten tarde,
Que coman el pan de afanosa labor,
Pues Él da a Su amado aun mientras duerme (Sal 127:1-2).
El Señor cuida nuestras familias, trabajos y ministerios. Podemos hacer nuestro mejor esfuerzo y luego descansar en que Dios se encarga de los resultados. En ciertas etapas, el descanso no será el ideal, pero eso no significa que no podamos disfrutar del reposo que sí tenemos.
El descanso físico es un regalo de nuestro Señor. Nuestra cultura frenética quiere robarnos ese buen regalo, ya sea llevándolo a un extremo pecaminoso (la pereza) o rechazándolo como algo imposible de recibir o incluso como algo malo (el afán). No creamos esas mentiras.
En Cristo Jesús, somos amados por Dios y podemos reposar.
Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.