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Lectura de Hoy
12-12-2023
Devocional
Devocional: Hageo 1
El profeta Hageo es uno de los varios “profetas posexílicos”, es decir, profetas que se dirigieron al pueblo del pacto de Dios que regresó a la Tierra Prometida después del exilio. Hageo 1 puede datarse alrededor de agosto del 520 a.C., casi veinte años después de que los primeros grupos de judíos regresaran a casa. Aunque inicialmente va destinado a Zorobabel y a Josué (1:1), casi de inmediato queda claro que el mensaje pretende ser para todos (1:3-4), para “todo el resto del pueblo” (1:14).
Zorobabel era nieto del rey Joaquín, que había sido llevado al exilio en el 597. Era, pues, el heredero aspirante al trono de David. Zorobabel era hijo de Pedaías, el tercer hijo de Joaquín (1 Crónicas 3:19); al parecer, el primer hijo, Sealtiel, no tuvo descendencia. Tal vez adoptara a su sobrino mayor que, después de él, llevaría su nombre (como en 1:1). En cualquier caso, Zorobabel era “gobernador de Judá”. Esto le habría permitido muy poca libertad, ya que la relación de su autoridad con la del gobernador de Samaria, que era el centro provincial y las fronteras de sus respectivos territorios estaban mal definidas. Josué era hijo de Josadac, el sacerdote, que fue llevado cautivo en el 587 (1 Crónicas 6:15). Era responsable de los asuntos religiosos de la comunidad.
La carga de este primer capítulo, expuesta en el desafío al mensaje del profeta (1:1-11) y la respuesta de Zorobabel y el pueblo (1:12-15), es que había retrasado demasiado tiempo la edificación del nuevo templo. Habían tenido bastante tiempo y energía para construir sus casas con hermosos paneles (1:4), pero no el suficiente para ponerse manos a la obra con el templo. Por esta razón, Dios dice por qué los veinte años anteriores habían sido tan duros. Se niega a derramar grandes bendiciones sobre ellos cuando han sido tan cortos de vista con respecto a lo que debería haber sido el núcleo central de su iniciativa: la adoración gozosa y comprometida del Dios Todopoderoso. “¡Reflexionad!”, repite una y otra vez el profeta 81:5, 7) y descubrirán que esta valoración de su pasado reciente es totalmente realista. “Vosotros esperáis mucho, pero cosecháis poco; lo que almacenáis en vuestra casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué?… ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras vosotros solo os ocupáis de la vuestra!” (1:9).
La cuestión fundamental no es de edificación, sino de prioridades. Nuestra generación se enfrenta a este desafío como cualquier otra. ¿Para qué molestarse en pedir a Dios que nos bendiga si nuestras prioridades no están conscientemente alineadas con las suyas? Esto afectará a nuestra conducta y nuestro discurso, a nuestros libros de bolsillo y a nuestra imaginación, nuestra vocación y nuestra jubilación, donde vivamos, lo que hagamos y cómo lo hagamos.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Apocalipsis 3
Las siete iglesias de Asia Menor (aproximadamente, una tercera parte de lo que hoy día es Turquía, la parte occidental) son muy diferentes unas de otras (Apocalipsis 2-3). En la mayoría de las ocasiones, reflejan algo de las ciudades en las que están ubicadas, ya sea porque imitan sus defectos o porque soportan su opresión. Dos de las siete iglesias, en Esmirna y Filadelfia, son pequeñas y están subyugadas, y no reciben crítica. Las otras cinco se hallan en varios niveles de peligrosidad.
La iglesia que recibe el menor aliento y la mayor condenación es la de Laodicea (Apocalipsis 3:14-22), una iglesia que refleja demasiado su contexto. Laodicea era un centro bancario. Aquí, viajeros de oriente cambiaban su dinero y así lo hacía Cicerón, el famoso orador romano, cuando viajó fuera de las fronteras del imperio hacia el este. El negocio del dinero trajo prosperidad a esta ciudad. También se la conocía como un centro oftalmológico. Las infecciones de los ojos eran comunes y en Laodicea los médicos habían desarrollado una fórmula que había resultado eficaz para muchos. Las ovejas de esta zona producían una lana negra que era especialmente fuerte, algo así como la tela de “jeans” del mundo antiguo. El único verdadero defecto de la ciudad era su sistema acuífero. La vecina ciudad de Colosas tenía la única fuente de agua dulce en el valle de Lico; por otro lado, en Herápolis, otra ciudad cercana, había aguas termales y por ello se le conocía como un lugar en el que se “realizaban curas”. Las aguas que recibía Laodicea discurrían por kilómetros mediante tubería de piedra y estaban contaminadas. Dejaban unos depósitos gruesos de carbonato en las tuberías y eran conocidas en el mundo antiguo por su sabor asqueroso.
Juan recoge estos elementos. La iglesia se cree rica, pero no se da cuenta de que, espiritualmente, está en bancarrota. Cree que puede “ver” (es decir, que discierne), pero la realidad es que está ciega. Sostiene que está bien vestida, completamente presentable, mientras Dios la percibe como desnuda. Esta iglesia se ha vuelto arrogante y orgullosa de la misma forma que la ciudad era arrogante y orgullosa. El Jesús exaltado exhorta a esta iglesia a “comprar” el “oro” que sólo él puede ofrecer, el ungüento de los ojos que sólo él puede proveer y los vestidos blancos (que indican pureza) que sólo él les puede dar (3:18). Esto dado que, por el estado actual en el que se encuentran, le resultan como el agua de Laodicea: ni fría y refrescante (como el agua de Colosas), ni caliente y medicinal (como la de Híerapolis), sino francamente nauseabunda. No son frescos y útiles, ni son calientes y útiles; son meramente asquerosos y provocan el vómito.
Muchas iglesias occidentales se encuentran en una posición parecida. Escucha la Palabra del Señor: “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (3:19-20).
2 Crónicas 13
Reinado de Abías
13 En el año dieciocho del rey Jeroboam, Abías comenzó a reinar sobre Judá. 2 Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Micaías, hija de Uriel, de Guibeá. Y hubo guerra entre Abías y Jeroboam. 3 Abías comenzó la batalla con un ejército de valientes guerreros, 400,000 hombres escogidos, mientras que Jeroboam se puso en orden de batalla contra él con 800,000 hombres escogidos, valientes y fuertes.
4 Entonces Abías se levantó en el monte Zemaraim que está en la región montañosa de Efraín, y dijo: «Escúchenme, Jeroboam y todo Israel: 5 ¿No saben ustedes que el SEÑOR, Dios de Israel, dio a David el reino sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos con pacto de sal? 6 Pero Jeroboam, hijo de Nabat, siervo de Salomón, hijo de David, se alzó y se rebeló contra su señor. 7 Con él se juntaron hombres indignos y malvados que prevalecieron sobre Roboam, hijo de Salomón, cuando Roboam era joven y tímido, y no pudo prevalecer contra ellos. 8 Y ahora ustedes intentan resistir al reinado del SEÑOR que está en manos de los hijos de David, porque son una gran multitud y tienen con ustedes los becerros de oro que Jeroboam les hizo por dioses. 9 ¿No han echado fuera ustedes a los hijos de Aarón, y a los sacerdotes del SEÑOR, y a los levitas, y se han hecho sacerdotes como los pueblos de otras tierras? Cualquiera que venga a consagrarse con un novillo y siete carneros, aun este puede llegar a ser sacerdote de los que no son dioses.
10 »Pero en cuanto a nosotros, el SEÑOR es nuestro Dios, y no lo hemos abandonado; y los hijos de Aarón sirven al SEÑOR como sacerdotes, y los levitas en sus funciones. 11 Y cada mañana y cada tarde ellos queman holocaustos e incienso aromático al SEÑOR; y el pan está colocado sobre la mesa limpia, y el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde. Porque nosotros guardamos la ordenanza del SEÑOR nuestro Dios, pero ustedes lo han abandonado. 12 Así que Dios está con nosotros a la cabeza, y Sus sacerdotes con las trompetas de aviso para tocar la alarma contra ustedes. ¡Oh israelitas!, no luchen contra el SEÑOR, Dios de sus padres, porque nada lograrán».
13 Mientras tanto Jeroboam había puesto una emboscada para atacar por detrás, así que aunque Israel estaba frente a Judá, la emboscada estaba detrás de estos. 14 Cuando Judá se volvió, vieron que eran atacados por delante y por detrás. Clamaron, pues, al SEÑOR, y los sacerdotes tocaron las trompetas. 15 Entonces los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y mientras los hombres de Judá lanzaban el grito de guerra, Dios hirió a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá.
16 Cuando los israelitas huyeron delante de Judá, Dios los entregó en sus manos. 17 Abías y su gente los derrotaron con una gran matanza, y cayeron muertos 500,000 hombres escogidos de Israel. 18 Así fueron humillados los israelitas en aquel tiempo, y los hijos de Judá prevalecieron porque se apoyaron en el SEÑOR, Dios de sus padres. 19 Abías persiguió a Jeroboam, y le tomó varias ciudades: Betel con sus aldeas, Jesana con sus aldeas y Efraín con sus aldeas. 20 Jeroboam no volvió a recuperar poder en los días de Abías; y el SEÑOR lo hirió y murió.
21 Abías se hizo poderoso. Tomó para sí catorce mujeres, y tuvo veintidós hijos y dieciséis hijas. 22 Los demás hechos de Abías, y sus caminos y sus palabras están escritos en la historia del profeta Iddo.
Apocalipsis 3
Mensaje a la iglesia de Sardis
3 «Escribe al ángel de la iglesia en Sardis:
“El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice esto: ‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto. 2 Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras delante de Mi Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 ’Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. 5 Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de Mi Padre y delante de Sus ángeles.
6 ’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».
Mensaje a la iglesia de Filadelfia
7 «Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
“El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto: 8 ‘Yo conozco tus obras. Por tanto he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poco poder, has guardado Mi palabra y no has negado Mi nombre. 9 Por tanto, Yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; Yo haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que Yo te he amado. 10 Porque has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra.
11 ’Vengo pronto. Retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona. 12 Al vencedor le haré una columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Escribiré sobre él el nombre de Mi Dios y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Mi Dios, y Mi nombre nuevo.
13 ’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».
Mensaje a la iglesia de Laodicea
14 «Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
“El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: 15 ‘Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. 17 Porque dices: “Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad”. No sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo. 18 Te aconsejo que de Mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos y que puedas ver.
19 ’Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete. 20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. 21 Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en Mi trono, como yo también vencí y me senté con Mi Padre en Su trono.
22 ’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».
Hageo 1
Exhortación a la reedificación del templo
1 El año segundo del rey Darío, en el mes sexto, el día primero del mes, vino la palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac: 2 «Así dice el SEÑOR de los ejércitos: “Este pueblo dice: ‘No ha llegado el tiempo, el tiempo de que la casa del SEÑOR sea reedificada’”». 3 Entonces vino la palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo: 4 «¿Es acaso tiempo para que ustedes habiten en sus casas artesonadas mientras esta casa está desolada?».
5 Ahora pues, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos! 6 Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no hay suficiente para que se sacien; beben, pero no hay suficiente para que se embriaguen; se visten, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota».
7 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos! 8 Suban al monte, traigan madera y reedifiquen el templo, para que me agrade de él y Yo sea glorificado», dice el SEÑOR. 9 «Esperan mucho, pero hay poco; y lo que traen a casa, Yo lo aviento. ¿Por qué?», declara el SEÑOR de los ejércitos. «Por causa de Mi casa que está desolada, mientras cada uno de ustedes corre a su casa.
10 »Por tanto, por causa de ustedes, los cielos han retenido su rocío y la tierra ha retenido su fruto. 11 Llamé a la sequía sobre la tierra, sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino nuevo, sobre el aceite, sobre lo que produce la tierra, sobre los hombres, sobre el ganado y sobre todo el trabajo de sus manos».
12 Entonces Zorobabel, hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y todo el remanente del pueblo, obedecieron la voz del SEÑOR su Dios y las palabras del profeta Hageo, como el SEÑOR su Dios le había mandado. Y temió el pueblo delante del SEÑOR. 13 Entonces Hageo, mensajero del SEÑOR, por mandato del SEÑOR, habló al pueblo: «Yo estoy con ustedes», declara el SEÑOR. 14 Y el SEÑOR despertó el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el espíritu de todo el remanente del pueblo. Así que vinieron y comenzaron la obra en la casa del SEÑOR de los ejércitos, su Dios, 15 el día veinticuatro del mes sexto, en el año segundo del rey Darío.
Juan 2