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Consejos para cristianos que quieren estudiar ciencias
Quizá te sientes solo y como un «bicho raro» por estar interesado en explorar una carrera científica. Puede ser que incluso los comentarios negativos sobre la ciencia hayan aplastado tu curiosidad infantil y que ni siquiera hayas considerado la ciencia entre tus opciones para el futuro. Hoy queremos presentarte una historia diferente. Una historia que comienza con las siguientes palabras: no estás solo. En este episodio de Piensa, compartimos contigo algunos consejos para todo creyente que desee emprender una carrera científica.
Aprende más:
Por qué necesitamos más cristianos en las ciencias
Se buscan: Cristianos en las ciencias
¿Es la religión un estorbo para la ciencia?
Transcripción
Seré honesta: cuando decidí que estudiaría la carrera de químico biólogo clínico no lo hice por amor a la ciencia. Lo hice porque mi mamá no me dejó estudiar teatro.
Con todo, si pudiera volver el tiempo atrás, estudiaría exactamente la misma carrera (y definitivamente procuraría jugar menos Fruit Ninja y poner más atención a las clases). Mis estudios científicos me permitieron contemplar el mundo que Dios creó desde una perspectiva nueva y fascinante. Estoy agradecida de haber perseverado incluso a pesar de las materias aburridas, los instructores antipáticos y los exámenes tan complejos que los profesores dejaban que te los llevaras a casa para entregarlos al día siguiente. Si bien hoy no trabajo en un laboratorio, puedo ver la manera en que Dios orquestó esos años de estudio y cómo los está usando para su gloria hoy… ¡de maneras que yo jamás imaginé mientras cursaba la universidad!
Algunos cristianos podrían sorprenderse de que hable con tanta dicha sobre mis estudios científicos. A mí me sorprende que eso sorprenda. Durante todo el proceso de elección de carrera, jamás pasó por mi mente que la química o la biología tuvieran conflicto alguno con mi fe cristiana. Puede ser que haya estado un poco nerviosa por el tema de la evolución (que recuerdo se trató brevemente en una sola de mis materias), pero jamás sentí antagonismo entre la idea de ser cristiana y ser científica. Desde pequeña mis padres estimularon mi curiosidad por entender cómo funcionaba el mundo. Ellos me proveyeron enciclopedias de ecología, astronomía, historia y más; libros llenos de información que disfruté leer una y otra vez. El regalo más emocionante de mi infancia fue un telescopio para mirar de cerca la luna y explorar las estrellas. La herida más profunda de la infancia fue que mi mamá se rehusó a comprarme un juego de química «Mi Alegría» (pensó que sería demasiado desastre)… la buena noticia es que esa herida sanó cuando el hombre que ahora es mi esposo me regaló uno de esos juegos de química hace unas cuantas Navidades (no me avergüenza decir que esta mujer adulta saltó de emoción frente a su familia al desempaquetar ese regalo tan anhelado).
Por gracia de Dios tuve la bendición de que mi fascinación por la ciencia nunca fue sofocada, sino más bien estimulada por las personas más cercanas a mí. Pero esta no es la experiencia de muchos creyentes. No tengo estadísticas precisas, pero sí muchas historias personales: en los últimos años he recibido decenas de mensajes y correos electrónicos de cristianos en distintos lugares de Latinoamérica, preocupados porque la ciencia es un tema problemático en sus iglesias. Muchos jóvenes son desanimados de seguir carreras científicas y se les enseña que la universidad es en, el mejor de los casos, una pérdida de tiempo y, en el peor de los casos, un lugar peligroso para su fe.
Tal vez eres uno de esos cristianos. Quizá te sientes solo y como un «bicho raro» por estar interesado en explorar una carrera científica. Puede ser que incluso los comentarios negativos sobre la ciencia hayan aplastado tu curiosidad infantil y que ni siquiera hayas considerado la ciencia entre tus opciones para el futuro.
Hoy quiero presentarte una historia diferente. Una historia que comienza con las siguientes palabras: no estás solo.
Hola, soy David Octavio Corona Martínez, estudié un doctorado en ciencias químicas y actualmente trabajo en la universidad de Sonora.
Hola, soy Elizabeth Garcés. Estudio y hago investigación en la Universidad de Chile.
Hola, soy Emanuel Sanz Luque, doctor en bioquímica y biología molecular. Trabajo como investigador y docente en la Universidad de Córdoba, España.
Hola, mi nombre es Greysa Barrios y soy licenciada en Biología, graduada en la universidad de los Andes, en Mérida, Venezuela.
Hola, soy Julio Padilla, soy biólogo microbiólogo, estudio una maestría en bioquímica y cubro el área de ciencias del Colegio Bautista de la Gracia en República Dominicana.
Hola, soy Sandra González. Estudié una maestría en Bioquímica en la UNAM, en México y actualmente soy profesora en la universidad de Sonora, en donde también estoy por terminar mi doctorado.
Hola, soy Justin Barrett, el presidente de Blueprint 1543 y soy científico cognitivo.
¡Y hola a todos! Mi nombre es Ana Ávila, soy química bióloga clínica y editora de temas de ciencia y fe en Coalición por el Evangelio. Esto es PIENSA.
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Siempre me alegra escuchar de cristianos fieles interesados en descubrir más sobre el cuerpo humano, los organismos microscópicos, los movimientos planetarios, la estructura interna de la Tierra o el patrón migratorio de la mariposa monarca. Después de todo, fue Dios quien creó a los humanos, los microorganismos, los planetas (incluyendo, por supuesto, la Tierra) y a las mariposas monarca. Estudiar el mundo natural es estudiar la obra del Dios que diseñó, creó y sostiene el mundo natural.
Con todo, diversos mitos sobre la relación entre la ciencia y la fe han ocasionado que algunos de estos cristianos piensen que necesitan invertir su tiempo en algo más «espiritual» que la ciencia, si es que desean mantenerse fieles.
Si quieres escuchar sobre inquietudes específicas como «¿Es la religión un estorbo para la ciencia?» o «¿Deberían los cristianos confiar en las ciencias?» te invitamos a escuchar los episodios anteriores de PIENSA. En esta ocasión preparamos algo diferente para ti. ¡Queremos animarte en tu caminar como joven aspirante a científico! A lo largo de nuestro tiempo juntos escucharás a varios amigos –hombres y mujeres de ciencia pero, sobre todo, temerosos de Dios– que compartirán contigo sobre el gozo de utilizar nuestras mentes para descubrir y proclamar la gloria de Dios en el mundo natural.
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EMANUEL SANZ LUQUE: «Mi consejo para un cristiano que quiera estudiar ciencias sería doble: Primeramente, aférrate a Dios en oración y el estudio de la Palabra hasta que veas y sientas que Dios es la autoridad suprema. En segundo lugar, no tengas miedo de pensar. Dios nos dio la razón para su gloria, así que piensa. Piensa mucho y aprende a separar lo que es la ciencia de verdad y lo que es la interpretación que hacen los científicos. En nuestra sociedad, Dios puede ser considerado como no compatible con la interpretación que muchos científicos tienen de la ciencia, pero puedo asegurarte, sin temor a equivocarme, que la ciencia es un instrumento precioso para aprender más acerca de Dios y observar la hermosura de su gloria».
Absolutamente todo —todo lo que vemos y lo que no podemos ver, todo lo que entendemos y lo que no podemos entender— proviene del Señor. Nuestro Dios formó los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. Si queremos comprender correctamente la creación y nuestro lugar en ella, debemos volvernos al Señor y dejar que Él nos enseñe. Dios es la luz bajo la cual todas las cosas tienen sentido. Si ignoramos al Creador, si no le conocemos a través de su Palabra, poco aprovecha que nos dispongamos a estudiar su creación con diligencia.
De hecho, la cercanía con el Creador —el amor a Él y el deseo de proclamar su gloria— es la mejor motivación para el trabajo del científico. Si no hay Dios, «comamos y bebamos que mañana moriremos». Si no hay Dios, podemos esforzarnos para proveer un mejor entendimiento a las siguientes generaciones, pero ¿para qué? La extinción sería nuestro destino inevitable.
Sin embargo, si Dios es real (¡y sabemos que lo es!) y si Dios es el Creador de todo lo que existe (¡y sabemos que lo es!), la ciencia es una manera en que podemos conocer más de su persona y su obra. Si los cielos cuentan su gloria, entender mejor los cielos abre nuestros ojos a las realidades de su majestad.
Así que disponte a conocer al Señor un poco más cada día. Él se ha revelado y desea que lo conozcamos, a través de su Palabra y a través de su creación.
La fascinación que tienes por saber cómo funciona el mundo natural no es casualidad. Dios creó ese mundo natural que tanto te fascina. Dios te dio los sentidos a través de los cuales puedes observar ese mundo natural que tanto te fascina. Dios te dio la mente con la cuál puedes entender cada vez mejor cómo funciona ese mundo natural que tanto te fascina.
¿Ese asombro que sientes? Tiene un lugar dónde depositarse. Lo verás en tus compañeros y profesores. Algunos hablan del “Universo” o “las leyes naturales” o incluso la “madre naturaleza”. Tú y yo sabemos que ese asombro es debido al Señor. ¡Dale la gloria a Él y que tu testimonio sea usado para que los que te rodean también reconozcan al Creador del cielo y de la tierra!
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JULIO PADILLA: «Mi consejo para un cristiano que quiere estudiar ciencia es que no tema. Aunque algunos creen que la ciencia te alejará de Dios, es todo lo contrario. La confianza o fe en Dios es el principal motivador para investigar un asunto. En Cristo, Dios comenzó a redimir este mundo, y nos ha dado el privilegio de continuar esta obra con la ayuda de su Espíritu. Tanto espiritual, como materialmente. No temas, mientras más conocimiento científico desarrolles, mayor será tu admiración por tu creador. Sin embargo, también necesitas fortalecer tu fe en este camino para no perder el enfoque de glorificar a Dios y servir a tu prójimo. La teología y la ciencia no están en conflicto, sino que se complementan. Que tu desarrollo científico te permita aportar un granito de arena para el bien de este mundo, y que tu desarrollo teológico te enseñe cómo vivir en él. No temas. Proverbios 25:2 parafraseado dice: “Honra de Dios es encubrir una cosa y honra del científico investigarla”».
Muchos de nosotros tenemos la impresión de que estamos aquí «por mientras». O por lo menos, así vivimos. Pensamos que el cristianismo significa que Dios nos salvó y nos llevará a la gloria… y ya. Nuestra vida en la tierra es como neblina, así que no importa mucho lo que hagamos con ella (mientras nos portemos bien, ¡claro!). Muchos nos pasamos la vida «en automático», como si estuviéramos en una parada esperando el autobús celestial que nos llevará a casa.
Por supuesto, es cierto que la vida es como neblina y nuestro hogar es la patria celestial, pero eso no significa que Dios nos tenga en este mundo «por mientras». Si estamos aquí todavía, es porque tenemos trabajo que hacer. Nuestra misión principal es predicar el evangelio y hacer discípulos de Jesús, amando a Dios y amando a las personas. Hacemos esto en donde quiera que Dios nos ponga: en nuestros hogares, lugares de trabajo y vecindarios. También estamos aquí para reflejar la imagen del Creador al administrar y desarrollar la creación sobre la cual Él nos ha colocado como embajadores. Una de las muchísimas formas en que podemos hacer esto es a través de la ciencia.
Como escribió el filósofo cristiano Alvin Plantinga: «La ciencia moderna es una manera muy impresionante en la que la humanidad refleja la naturaleza divina de manera colectiva, un impresionante desarrollo de la imagen de Dios en la humanidad».
Al investigar la creación del Señor y comprender cómo funciona, podemos desarrollar de mejor manera su potencial. Podemos participar en la redención de todas las cosas en Cristo Jesús. Podemos cultivar de manera más eficiente para alimentar a nuestro prójimo. Podemos desarrollar medicamentos para aliviar los cuerpos enfermos. Podemos desarrollar tecnologías para transportarnos y comunicarnos como nunca antes, llevando con nosotros las buenas nuevas de salvación a cada rincón de la Tierra.
Si te interesa la labor científica, no la consideres menos espiritual que la labor de un pastor o misionero. ¿Quieres estudiar astronomía? Contempla a través del telescopio la gloria de Aquel que ata las cadenas de estrellas de las Pléyades y desata las cuerdas de la constelación de Orión (Job 38:31-32). ¿Quieres estudiar biología? Proclama la sabiduría de Aquel que entreteje célula por célula a cada ser humano en el vientre de su madre. ¿Quieres estudiar agronomía? Refleja con tus manos el cuidado de Aquel que alimenta a las aves del cielo y las bestias del campo.
Tú y yo somos llamados a andar en las buenas obras que Dios preparó para nosotros (Ef 2:10). Es crucial que andemos como embajadores de Cristo, reflejando su carácter y proclamando su verdad a donde sea que vayamos. ¡Que el nombre de nuestro Señor no sea deshonrado porque se nos conoce como estudiantes o científicos cristianos que hacen las cosas a medias! No siempre seremos los mejores, no siempre seremos reconocidos por nuestro trabajo y nadie nos garantiza que ganemos premios; sin embargo, siempre podemos ser fieles en los lugares donde Dios nos ha puesto, haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Sé honesto y un modelo de conducta. Glorifica a tu Señor en lo pequeño y en lo grande, desde el cuidado con el que lavas tus matraces hasta la diligencia con que citas las referencias en tus reportes de laboratorio.
El camino no será fácil —¡es bastante probable que en ocasiones sientas que la tarea es demasiado pesada para ti!— pero será un camino en el que Dios se glorificará y tú serás moldeado a Su imagen. Él es el Dios de toda inteligencia y sabiduría. No necesitas sentir que eres suficiente; necesitas confiar en que el Todosuficiente es quien te envía y fortalece.
Rodéate de personas que hayan sido cautivados por el Creador y su creación de la misma manera que tú… preferentemente personas que ya hayan avanzado un poco más delante de ti en el camino. Escucha sus historias, aprende de sus errores, contágiate de sus fortalezas. ¡No camines solo!
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JUSTIN BARRETT: «Mi consejo para un cristiano que quiere estudiar ciencias es: no olvide que mientras estudia las ciencias está adquiriendo poderosas herramientas para entender cómo Dios ha creado y sostiene el mundo, pero también cómo ha sido dañado por la pecaminosidad humana. Disfrute de la maravilla del descubrimiento, pero sea responsable con este poder también».
La ciencia ha ofrecido muchísimos regalos a la humanidad. Desde la erradicación de enfermedades mortales hasta la tecnología que nos permite comunicarnos el día de hoy. El poder de la ciencia ha sido utilizado a lo largo de la historia para traer alivio y unidad.
Pero la ciencia también nos ha obligado a enfrentarnos con la realidad de la profundidad de la maldad del corazón humano. Desde la eugenesia hasta las bombas atómicas. El poder de la ciencia ha sido usado a lo largo de la historia para traer muerte y división.
No basta entender cómo funciona el mundo. Es crucial comprender cómo es que el mundo debería funcionar y la única manera de hacer esto es contemplando al Diseñador del Universo.
Sé cuidadoso cuando escuches declaraciones sobre cómo deberían ser las cosas de la boca de un científico. Por supuesto, un científico puede tener opiniones sobre lo bueno y lo malo, pero la ciencia como tal no puede decirnos lo que debería ser. Para ello debemos apelar a una autoridad que va más allá de lo que nuestros sentidos pueden percibir.
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GREYSA BARRIOS: «Mi consejo para los jóvenes cristianos que quieren estudiar ciencias es que sean como los tres jóvenes que vemos en la historia del capítulo 3 del libro de Daniel. Estos tres jóvenes se negaron a seguir la orden de inclinarse y adorar el ídolo de oro que el rey Nabucodonosor había mandado a edificar, porque sabían que solamente Dios era digno de ser exaltado y alabado. Aunque en la carrera científica no vas a encontrarte con un rey que haya edificado un ídolo de oro, sí te encontrarás con muchos estudiantes y profesores que abrazan firmemente el naturalismo, hasta el punto de que lo enseñan como si se tratara de una verdad irrefutable. Sin duda, para muchas personas con las que te toparás en la carrera científica, el naturalismo se ha convertido en un ídolo, y te pedirán que te inclines ante él. Por eso, cuando estés estudiando ciencias, recuerda que, a diferencia de lo que enseña el naturalismo, todas las cosas fueron creadas por Dios para alabanza de su nombre. Esto te permitirá alabar al Señor en un sentido mucho más amplio, porque te ayudará a verlo en cada célula, átomo, compuesto químico o ley física que estés estudiando. Recuerda que, como cristianos, somos llamados a ser luz y a proclamar la verdad. Por eso, así como los tres jóvenes del libro de Daniel te invito a no negociar tu fe, sino más bien a proclamarla con denuedo».
Es una pena que, actualmente, los estudios científicos rara vez incluyan instrucción filosófica. Hace menos de un par de siglos esto hubiera sido impensable. En el siglo XXI, el estudio del mundo natural se ha intentado separar de la reflexión trascendental, aunque esto es imposible. Lo que creemos acerca de la naturaleza de la realidad impactará la manera en que interpretamos los datos obtenidos en un estudio científico.
Es cierto que la cosmovisión dominante en el mundo académico actual es una cosmovisión naturalista, que sostiene que lo único que existe son las leyes y fuerzas naturales. Pero es un error pensar que uno debe afirmar a esta cosmovisión para ser un buen científico o ser respetado en su campo de estudio. La historia de la ciencia, particularmente los inicios de la misma, está llena de evidencia de justamente lo contrario.
Con todo, al ser el naturalismo la cosmovisión dominante, es preciso que el joven cristiano que desea ser científico se prepare para responder a los que defenderán su filosofía atea en nombre de la ciencia. Filósofos y científicos cristianos como Alvin Plantinga, William Lane Craig y John Lennox, por mencionar algunos, proveen argumentos persuasivos sobre la compatibilidad de la cosmovisión bíblica con la labor científica.
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SANDRA GONZÁLEZ: «El consejo que le puedo dar a un cristiano que quiere estudiar una carrera científica es que sea humilde. No es que no estemos llamados a ser santos… por supuesto que sí estamos llamados a ser santos, y hemos sido apartados, pero eso no nos hace mejores personas; no nos hace más inteligentes y no despertamos un día siendo más sabios solamente por ser cristianos. Lo mejor que podemos hacer es recordar que no somos tan distintos a los demás. Cristo es lo que nos hace distintos y solamente eso. No vayas a entrar a la universidad pensando que vas a ser mejor que los demás y que tú tienes las respuestas a todas las preguntas, porque no las tienes. Si la tuvieras no estudiarías una carrera científica. Lo que podemos hacer es más bien ser profesionistas íntegros, buscar ser lo más objetivos posible. De esa manera no solamente vas a reflejar el carácter de Cristo y no solamente vas a cumplir con nuestro llamado primario, que es el glorificar a Dios, sino que además vas a ganarte el respeto como científico de parte de otros científicos y entonces vas a poder generar algún tipo de influencia en la ciencia. No se trata tampoco de que vayas a refutar alguna teoría que consideres que va en contra de la Biblia, simplemente la verdad es que Dios no necesita que lo defiendas. Y si simplemente vas con la humildad de decir: vengo a aprender a ver qué puedo conocer de la revelación natural de Dios por medio de la ciencia entonces puedes ganar mucho más que si llegas a presentarte como un humano por encima de los otros».
Me hubiera hecho bien escuchar ese consejo en mis primeros semestres de la universidad. Al estar estudiando ciencias químico biológicas, era inevitable que el espinoso tema de la evolución surgiera eventualmente en una de mis clases (aunque, curiosamente, como les dije, solo ocurrió una vez). En ese entonces yo creía que los ateos creían en la evolución y los cristianos no. Así de simple. No había hecho absolutamente nada de investigación. Lo único que había leído sobre el asunto era un delgado libro viejo (probablemente de la década de los 80, por lo que la ciencia tratada en él habría tenido más de 30 años de antigüedad).
No había evaluado la evidencia teológica o científica a favor ni en contra de la teoría evolutiva. No me había tomado la molestia de escuchar a teólogos y científicos cristianos respetados que podían responder a los argumentos de ese librillo que encontré. En ese tiempo simplemente pensaba que mi deber era ser luz en las tinieblas, independientemente de lo preparada que estuviera, y eso significaba exponer la teoría de la evolución como la farsa que era…
Aproveché que mi maestro de biología ofrecía créditos extra si exponíamos frente a la clase sobre algún tema libre (relevante para la clase, por supuesto). Decidí que ese sería mi momento de defender la fe. Preparé unas cuantas diapositivas y me senté a esperar mi turno de pasar al frente.
Por misericordia de Dios, el tiempo de la clase terminó antes de que yo pudiera exponer. En ese momento pensé que «el diablo se había salido con la suya», pero ahora entiendo que el Señor impidió que yo hiciera el ridículo con argumentos medio cocinados que repetiría como perico.
Hoy entiendo que la Ana universitaria tenía muchísimo que aprender antes de pasar al frente a disertar sobre un tema tan complejo y controversial. Estuve a punto de caer en el error que Agustín condenó al escribir:
«Acontece, pues, muchas veces que un infiel conoce por la razón y la experiencia algunas cosas de la tierra, del cielo, de los demás elementos de este mundo, del movimiento y del giro, y también de la magnitud y distancia de los astros, de los eclipses del sol y de la luna, de los círculos de los años y de los tiempos, de la naturaleza de los animales, de los frutos, de las piedras y de todas las restantes cosas de idéntico género; en estas circunstancias es demasiado vergonzoso y perjudicial, y por todos los medios digno de ser evitado, que un cristiano hable de estas cosas como fundamentado en las divinas Escrituras, pues al oírle el infiel delirar de tal modo que, como se dice vulgarmente, yerre de medio a medio, apenas podrá contener la risa. No está el mal en que se ría del hombre que yerra, sino en creer los infieles que nuestros autores defienden tales errores, y, por lo tanto, cuando trabajamos por la salud espiritual de sus almas, con gran ruina de ellas, ellos nos critican y rechazan como indoctos. Cuando los infieles, en las cosas que perfectamente ellos conocen, han hallado en error a alguno de los cristianos, afirmando éstos que extrajeron su vana sentencia de los libros divinos, ¿de qué modo van a creer a nuestros libros cuando tratan de la resurrección de los muertos y de la esperanza de la vida eterna y del reino del cielo?».
Esto no quiere decir que no podamos hacer preguntas, pedir evidencia adicional y señalar brechas en los paradigmas comúnmente sostenidos en la comunidad científica (o en cualquier otro lado). ¡Podemos y debemos hacerlo! Pero también debemos cuidarnos de no hablar como si fuéramos expertos cuando no lo somos. Escuchemos sabiendo que tratar de entender no significa afirmar; más bien, escuchemos con el entendimiento de que no podremos refutar de manera adecuada si no nos hemos detenido a intentar entender.
¿Qué pasa si alguien te pregunta sobre un tema complejo que todavía no has estudiado? Siéntete libre de decir «no sé». No necesitas tener todas las respuestas. Puedes hablar con confianza de lo que sí sabes —¡principalmente acerca de Jesús y su obra!— y puedes poco a poco ir compartiendo acerca de las cosas nuevas que vas aprendiendo. Un «no sé, pero aprendamos juntos» es mucho mejor que hacer que tu fe luzca como algo ridículo por pasarte la vida pretendiendo que sabes y repitiendo como un loro.
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ELI GARCÉS: «Mi consejo para quienes quieran estudiar ciencias es que primero que nada, hay que rogar al Señor constantemente por humildad. Sobre todo creo yo en el contexto de que no solo vas a tener que enfrentarte a dilemas o complicaciones dentro de tu ambiente universitario —es decir de tener que enfrentarte a comentarios acerca de tu fe, de tener que estar firme en la fe justamente en la universidad— sino que también, a diferencia de lo que uno esperaría, muchas veces uno tampoco tiene un panorama tan tranquilo en la iglesia estudiando ciencias. Es un poco triste decirlo pero, es la verdad. Uno entra a la carrera pensando en que solo va a tener que enfrentarse a los no creyentes (y hay que estar preparado, es cierto) pero lamentablemente a medida que uno va avanzando, sobre todo, ya bastante la carrera y va aprendiendo a pensar científicamente, cuando empiezas a avanzar al posgrado y hacer investigación con profesores, uno va aprendiendo muchas cosas y dándose cuenta de muchas cosas y eso también va cambiando tu pensamiento, moldeando tu forma de pensar y vas a tener que también enfrentarte a tus propios cambios de perspectiva acerca de algunos temas en tu fe y eso va a ser muy rudo probablemente para algunas personas en la iglesia van a ver temas que probablemente no vas a poder hablar o va a ser incómodo hablar, según la carrera a la que entres así que, rogar al Señor por humildad y estar constantemente tratando de ser humilde y pidiendo humildad para enfrentar esos retos y esos desafíos por ambas partes, desde la iglesia y también tu contexto académico universitario».
La humildad no es necesaria solamente en las cosas que no sabes, sino también en aquellas cosas que estás aprendiendo.
Es posible que durante tus estudios científicos cambie tu perspectiva sobre cosas que siempre has abrazado como ciertas, cosas que otros hermanos en la fe siguen abrazando como ciertas. Eso puede ocasionar tensiones difíciles de sobrellevar.
La búsqueda de la verdad no es tan simple como nos gustaría. A lo largo de la historia han existido —y continuarán existiendo— desacuerdos entre cristianos (para aprender más sobre esto, escucha el episodio «Génesis y el triage teológico»). Esto es inevitable. Como explica el teólogo R. C. Sproul: «Tenemos a seres humanos falibles interpretando la revelación natural infalible, y seres humanos falibles interpretando la revelación especial infalible».
Entre los cristianos fieles siempre habrá cierto grado de desacuerdo (sobre asuntos secundarios y terciarios, no centrales a nuestra fe). Es vital que enfrentemos ese desacuerdo con humildad y mansedumbre, evitando pleitos innecesarios, exponiendo nuestros argumentos con reverencia y amor.
Tu responsabilidad no es hacer que todos piensen sobre todo exactamente como tú lo haces. Tu responsabilidad es ser fiel, hablando la verdad en amor. ¡La obra es del Señor!
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DAVID CORONA: Un consejo que te doy si te decides por estudiar una carrera científica como cristiano es que tengas toda confianza en Dios. Él de seguro puso esta idea en ti para que puedas ver su obra, para que tú conozcas más de su obra, a través, obviamente de las leyes científicas. […] Aunque hay muchas teorías y modelos que podrían ser malinterpretadas en algunas ocasiones y pensar que Dios no está ahí. Sin embargo, como cristiano tú debes saber que Dios está detrás de todo. […] También es muy importante que recuerdes que Dios, en cualquier lugar que nos pone, nos pide que nosotros hagamos muy bien nuestro trabajo, respetemos todo, ese es uno de los factores más importantes: siempre pensar en Dios y recordar que la ciencia es un camino más para conocer su obra y ver las maravillas que él hace en el universo».
El tiempo de ir a la universidad se siente casi como el fin del mundo. Es ahí donde se tienen que tomar un montón de decisiones que podrían determinar el rumbo de nuestras vidas para siempre.
Pero hay dos realidades que podrían aliviar la enorme presión que sentimos. La primera es una realidad práctica y la segunda una realidad sublime. La realidad práctica es que tu vida entera no va a definirse solo por esta decisión. No tienes que tenerlo todo resuelto. No necesitas todo el camino trazado. Puedes orar, buscar consejo sabio, tomar la mejor decisión que puedas y permitir que las cosas vayan sucediendo. Tu trabajo es ser fiel con lo que Dios te vaya dando a lo largo del camino.
La realidad sublime es que Dios es el más interesado en que tu vida sea para la gloria de su nombre. Él no está ahí mirando desde el cielo con el ceño fruncido esperando que te equivoques. Él te ha dado todo lo que necesitas para vivir una vida de sabiduría para alabanza de su gloria. Te ha dado la Biblia, el Espíritu Santo, la iglesia, la oración y un cerebro. Pero Él también sabe que eres polvo. Que tomarás decisiones imperfectas. Por eso enderezará tus veredas. Él está orquestando todo para tu bien. Así que puedes descansar con gozo y aprovechar al máximo este tiempo.
¿Recuerdas que al principio te conté que lo que yo quería estudiar era teatro? Por esa razón, a pesar de mi amor infantil por la ciencia, pasé mucho tiempo meramente sobreviviendo la universidad. Pensaba que esa carrera no era «lo mío», así que ni siquiera me esforzaba. Era tan cínica que me sentaba al frente y al centro y jugaba en el teléfono mientras el maestro daba la lección. Ni siquiera me molestaba en ocultar mi falta de atención. Mi frustración surgía porque pensaba que mis estudios científicos me estaban obligando a tomar un camino que yo no quería tomar.
Mi actitud cambió por completo cuando entendí que la universidad no es una fábrica de químicos, físicos o médicos listos para empaquetarlos y enviarlos a un centro de investigación, una escuela o un hospital. Dios podía usar mis estudios científicos de maneras diversas e inimaginables. Hoy no estoy en un laboratorio (¡nunca digas nunca!), pero sin mis estudios científicos no podría estar hablando sobre todo esto con ustedes hoy.
Si decides estudiar una carrera científica, esfuérzate por disfrutar este tiempo, con la mirada en el Señor. No siempre será fácil (¡cálculo, te estoy mirando a ti!) pero valdrá la pena. Necesitamos más cristianos que usen sus mentes con diligencia para explorar la creación, para la gloria del Creador y el bien de las personas.
Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.