Plan
Lectura de Hoy
17-12-2023
Devocional
Devocional: Juan 7
De forma bastante ingenua, algunos de nosotros pensamos que, si Jesús estuviera vivo hoy, nuestra tolerante cultura no se lo haría pasar mal, y mucho menos lo crucificaría. Sencillamente, lo marginaríamos, le trataríamos como si fuera un inofensivo excéntrico. ¿Acaso es verdad? No, según Juan. Las cuestiones están vinculadas a la naturaleza de nuestra condición caída y sus respuestas a la santidad.
En ningún lugar está tan claro como en Juan 7:7. Los hermanos de Jesús han estado instándole a que regrese a Jerusalén. Si desea convertirse en una celebridad, argumentan, debe mostrarse en la capital, en los días de la gran fiesta. Piensan como políticos: ¿qué te sacará a la luz pública? Pero Jesús responde que no ha llegado todavía el “tiempo”. Ellos pueden seguir su propio horario; él hace y dice solamente lo que el Padre le manda que haga y que diga (7:6; cf. 5:19ss.). Finalmente, subirá a la Fiesta, pero aún no (7:8). Y, cuando va, lo hace en silencio, sin aspavientos (7:10), negándose a atraer la atención sobre sí mismo, con toda la protesta política que provocaría. Una razón importante para esta autolimitación se nos da en 7:7: “El mundo no tiene motivos para aborreceros —les dice Jesús a sus hermanos—; a mí, sin embargo, me aborrece porque yo testifico que sus obras son malas”.
Cuatro breves reflexiones: (a) La cláusula del “por qué” es a la vez inquietante y reveladora. La suposición es, claro está, que el mundo no sólo es malo, sino que odia con desesperación que se exponga su maldad, que se la muestre tal como es. Tanto por su carácter sin defecto como por su franco discurso, Jesús hace que “el mundo” se sienta terriblemente incómodo. ¿Cuánto habría durado Jesús en la Rusia de Stalin? ¿En la Alemania de Hitler? ¿O en Irlanda del Norte? ¿O en los Balcanes? ¿O en los Estados Unidos? Como poco, imagino que lo habríamos sometido a una valoración psiquiátrica. (b) Pero dudo de que esto acabara aquí. Considero solo un ámbito pequeño: algunos de mis amigos han recibido repetidas amenazas de muerte, por oponerse públicamente a los matrimonios homosexuales. No son homofóbicos ni matones de gays. Algunos de ellos han demostrado ser maravillosamente fructíferos y amorosos en su ministerio a gays y heterosexuales por igual. Si Jesús ministrara hoy en medio nuestro, no tengo la menor duda de que tales amenazas de muerte ya se habrían convertido en asesinato. (c) La implicación de 7:7 es que los hermanos de Jesús pertenecen al mundo. Por eso encajan tan bien. ¿Estamos siendo fieles si nadie nos aborrece? (d) Esta franca exposición del mundo no es fruto de una petulante superioridad, ni de una desagradable santurronería. Jesús es justo; es santo. Donde chocan el pecado y la santidad, siempre habrá una explosión. Y nosotros, los pecadores, debemos llegar a reconocer nuestra profunda pecaminosidad o jamás recurriremos al Salvador en busca de ayuda.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 2 Crónicas 19–20
Ya hemos visto a un rey que comenzó bien y acabó mal (Asa; ver 13 y 14 de diciembre), y antes de eso, observamos a un reformador desganado (Roboam; ver 11 de diciembre). Ahora nos encontramos con otro rey, Josafat, quien no se pervierte, ni pasea por las zonas grises entre el bien y el mal, sino que durante toda su vida, demuestra ser muy bueno en algunas áreas y no muy sabio— incluso tonto—en otras (2 Crónicas 19-20).
Los dos capítulos anteriores (2 Crónicas 17-18) se pueden dividir en dos partes. El capítulo 17 presenta las fortalezas de Josafat, el hombre que busca diligentemente al Señor y fortalece todo el reino del sur. Por otro lado, el capítulo 18 nos muestra al Josafat necio, enredado en una alianza innecesaria y comprometedora con Acab, el rey malvado de Israel, y casi perdiendo su vida en una batalla que no era suya. En los capítulos de hoy, el profeta Jehú, hijo del profeta Hanani que fue encarcelado por Asa en su vejez, se enfrenta a Josafat: “¿Cómo te atreviste a ayudar a los malvados, haciendo alianza con los enemigos del Señor? Por haber hecho eso, la ira del Señor ha caído sobre ti. Pero hay cosas buenas a tu favor, pues has quitado del país las imágenes de la diosa Aserá, y has buscado a Dios de todo corazón” (19:2-3).
Luego se repite el patrón. Josafat trabaja con diligencia para eliminar la corrupción de la judicatura (19:4-11). Al enfrentarse a otra crisis militar, esta vez con las naciones de Moab y Amón como aliadas, acude a Dios para pedirle ayuda. La culminación de su oración es intensa y conmovedora: “Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!” (20:12) En su misericordia, Dios envía su Espíritu sobre Jahaziel hijo de Zacarías, quien lleva una palabra profética para fortalecer y animar a Josafat y al pueblo de Judá y Jerusalén (20:15ss). La victoria que obtienen es asombrosa, y el Señor con gracia le impone el “temor de Dios” a los reinos de alrededor, dándole así descanso a Josafat y a Judá.
Entonces, ¿qué hace Josafat? Crea otra alianza estúpida e innecesaria, ahora con Ocozías, el nuevo rey de Israel, y vuelve a ser reprendido fuertemente por otra palabra profética (20:35-37). ¿Es que no aprende este hombre?
Hoy día, tal vez etiquetaríamos estas recurrencias tan profundamente perturbadoras como “defectos de carácter”. Pueden ocurrir en personas cuyas vidas, en muchos niveles, son enteramente dignas de alabanza. En cierto modo, es perfectamente correcto darle gracias a Dios por el bien que hacen estas personas. Ahora bien, ¿no hubiera sido muchísimo mejor si Josafat hubiera aprendido de sus errores iniciales?
¿Sería impertinente preguntar si tú y yo aprendemos de los nuestros?
2 Crónicas 19–20
Josafat y los jueces
19 Entonces Josafat, rey de Judá, regresó en paz a su casa en Jerusalén. 2 Pero el vidente Jehú, hijo de Hananí, salió a encontrarlo y dijo al rey Josafat: «¿Vas a ayudar al impío y amar a los que odian al SEÑOR, y con esto traer sobre ti la ira del SEÑOR? 3 Sin embargo, se han hallado en ti cosas buenas, porque has quitado las Aseras de la tierra y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios». 4 Y habitó Josafat en Jerusalén, y volvió a salir por entre el pueblo, desde Beerseba hasta la región montañosa de Efraín, y los hizo volver al SEÑOR, Dios de sus padres. 5 Puso jueces en el país en todas las ciudades fortificadas de Judá, ciudad por ciudad, 6 y dijo a los jueces: «Miren lo que hacen, pues no juzgan en lugar de los hombres, sino en lugar del SEÑOR que está con ustedes cuando hacen justicia. 7 Ahora pues, que el temor del SEÑOR esté sobre ustedes. Tengan cuidado en lo que hacen, porque con el SEÑOR nuestro Dios no hay injusticia ni acepción de personas ni soborno».
8 También en Jerusalén Josafat puso algunos de los levitas y de los sacerdotes y algunos de los jefes de las familias de Israel, para el juicio del SEÑOR y para juzgar querellas entre los habitantes de Jerusalén. 9 Y les ordenó: «Así harán en el temor del SEÑOR, con fidelidad y de todo corazón. 10 Cuando llegue a ustedes cualquier querella de sus hermanos que habitan en sus ciudades, entre sangre y sangre, entre ley y mandamiento, estatutos y ordenanzas, ustedes los amonestarán para que no sean culpables delante del SEÑOR, y la ira no venga sobre ustedes ni sobre sus hermanos. Así harán y no serán culpables. 11 Amarías, el sumo sacerdote, presidirá sobre ustedes en todos los asuntos del SEÑOR, y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en todos los asuntos del rey. También los levitas serán oficiales delante de ustedes. Sean valientes y obren bien, y sea el SEÑOR con el bueno».
Victorias de Josafat
20 Aconteció después de esto, que los moabitas, los amonitas, y con ellos algunos de los meunitas, vinieron a pelear contra Josafat.
2 Entonces vinieron algunos y dieron aviso a Josafat: «Viene contra ti una gran multitud de más allá del mar, de Aram y ya están en Hazezon Tamar, es decir, En Gadi». 3 Josafat tuvo miedo y se dispuso a buscar al SEÑOR, y proclamó ayuno en todo Judá. 4 Y Judá se reunió para buscar ayuda del SEÑOR; aun de todas las ciudades de Judá vinieron para buscar al SEÑOR.
5 Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa del SEÑOR, delante del atrio nuevo, 6 y dijo: «Oh SEÑOR, Dios de nuestros padres, ¿no eres Tú Dios en los cielos? ¿Y no gobiernas Tú sobre todos los reinos de las naciones? En Tu mano hay poder y fortaleza y no hay quien pueda resistirte. 7 ¿No fuiste Tú, oh Dios nuestro, el que echaste a los habitantes de esta tierra delante de Tu pueblo Israel, y la diste para siempre a la descendencia de Tu amigo Abraham? 8 Y han habitado en ella, y allí te han edificado un santuario a Tu nombre, diciendo: 9 “Si viene mal sobre nosotros, espada, juicio, pestilencia o hambre, nos presentaremos delante de esta casa y delante de Ti (porque Tu nombre está en esta casa), y clamaremos a Ti en nuestra angustia, y Tú oirás y nos salvarás”.
10 »Y ahora, los amonitas y moabitas y los del monte Seir, a quienes no permitiste que Israel invadiera cuando salió de la tierra de Egipto (por lo cual se apartaron de ellos y no los destruyeron), 11 mira cómo nos pagan, viniendo a echarnos de Tu posesión, la que nos diste en heredad. 12 Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia Ti». 13 Todo Judá estaba de pie delante del SEÑOR, con sus niños, sus mujeres y sus hijos.
14 Entonces el Espíritu del SEÑOR vino en medio de la asamblea sobre Jahaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, 15 y dijo Jahaziel: «Presten atención, todo Judá, habitantes de Jerusalén y tú, rey Josafat: así les dice el SEÑOR: “No teman, ni se acobarden delante de esta gran multitud, porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios. 16 Desciendan mañana contra ellos; pues ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallarán en el extremo del valle, frente al desierto de Jeruel. 17 No necesitan pelear en esta batalla; tomen sus puestos y estén quietos, y vean la salvación del SEÑOR con ustedes, oh Judá y Jerusalén”. No teman ni se acobarden; salgan mañana al encuentro de ellos porque el SEÑOR está con ustedes».
18 Entonces Josafat se inclinó rostro en tierra, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron delante del SEÑOR, adorando al SEÑOR. 19 Y se levantaron los levitas, de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar al SEÑOR, Dios de Israel, en voz muy alta.
20 Se levantaron muy de mañana y salieron al desierto de Tecoa. Cuando salían, Josafat se puso en pie y dijo: «Óiganme, Judá y habitantes de Jerusalén, confíen en el SEÑOR su Dios, y estarán seguros. Confíen en Sus profetas y triunfarán». 21 Después de consultar con el pueblo, designó a algunos que cantaran al SEÑOR y a algunos que le alabaran en vestiduras santas, conforme salían delante del ejército y que dijeran: «Den gracias al SEÑOR, porque para siempre es Su misericordia».
22 Cuando comenzaron a entonar cánticos y alabanzas, el SEÑOR puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. 23 Porque los amonitas y los moabitas se levantaron contra los habitantes del monte Seir destruyéndolos completamente, y cuando habían acabado con los habitantes de Seir, se pusieron a destruirse unos a otros.
24 Cuando Judá llegó a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y solo vieron cadáveres tendidos por tierra, ninguno había escapado. 25 Al llegar Josafat y su pueblo para recoger el botín, hallaron mucho entre los cadáveres, incluyendo mercaderías, vestidos y objetos preciosos que tomaron para sí, más de los que podían llevar. Estuvieron tres días recogiendo el botín, pues había mucho. 26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraca, porque allí bendijeron al SEÑOR. Por tanto llamaron aquel lugar el valle de Beraca hasta hoy.
27 Y todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al frente de ellos, regresaron a Jerusalén con alegría, porque el SEÑOR les había hecho regocijarse sobre sus enemigos. 28 Entraron en Jerusalén, en la casa del SEÑOR, con arpas, liras y trompetas. 29 Y vino el terror de Dios sobre todos los reinos de aquellas tierras cuando oyeron que el SEÑOR había peleado contra los enemigos de Israel. 30 El reino de Josafat estuvo en paz, porque su Dios le dio tranquilidad por todas partes.
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba, hija de Silhi. 32 Anduvo en el camino de su padre Asa, y no se apartó de él, haciendo lo recto ante los ojos del SEÑOR. 33 Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, pues el pueblo no había vuelto aún su corazón al Dios de sus padres. 34 Los demás hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en las crónicas de Jehú, hijo de Hananí, que están mencionados en el libro de los reyes de Israel.
35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel. Al hacer esto obró impíamente. 36 Y se alió con él para hacer naves que fueran a Tarsis, y construyeron las naves en Ezión Geber. 37 Entonces Eliezer, hijo de Dodava de Maresa, profetizó contra Josafat: «Por cuanto te has aliado con Ocozías, el SEÑOR ha destruido tus obras». Así que las naves fueron destruidas y no pudieron ir a Tarsis.
Apocalipsis 8
El séptimo sello
8 Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora. 2 Vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, y se les dieron siete trompetas.
3 Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. 4 De la mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. 5 Después el ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la tierra, y hubo truenos, ruidos, relámpagos, y un terremoto.
Las primeras cuatro trompetas
6 Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas.
7 El primero tocó la trompeta, y vino granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados a la tierra. Se quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y toda hierba verde.
8 El segundo ángel tocó la trompeta, y algo como una gran montaña ardiendo en llamas fue arrojado al mar, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. 9 Y murió la tercera parte de los seres que estaban en el mar y que tenían vida. Y la tercera parte de los barcos fue destruida.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de las aguas. 11 El nombre de la estrella es Ajenjo. La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron por causa de las aguas, porque se habían vuelto amargas.
12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que la tercera parte de ellos se oscureciera y el día no resplandeciera en su tercera parte, y asimismo en la noche.
13 Entonces miré, y oí volar un águila en medio del cielo, que decía a gran voz: «¡Ay, ay, ay, de los que habitan en la tierra, a causa de los toques de trompeta que faltan, que los otros tres ángeles están para tocar!».
Zacarías 4
Visión del candelabro y los olivos
4 Entonces el ángel que hablaba conmigo volvió, y me despertó como a un hombre que es despertado de su sueño. 2 Y me preguntó: «¿Qué ves?». Y respondí: «Veo un candelabro todo de oro con su depósito en la parte superior, y sus siete lámparas encima de él con siete tubos para cada una de las lámparas que tiene encima; 3 y junto a él hay dos olivos, uno a la derecha del depósito y el otro a la izquierda».
4 Continué, y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué es esto señor mío?». 5 Respondió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¿No sabes qué es esto?». «No, señor mío», respondí. 6 Continuó él, y me dijo: «Esta es la palabra del SEÑOR a Zorobabel: “No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu”, dice el SEÑOR de los ejércitos. 7 “¿Quién eres tú, oh gran monte? Ante Zorobabel te convertirás en llanura; y él sacará la piedra clave entre aclamaciones de ‘¡Gracia, gracia a ella!’”». 8 Y vino a mí la palabra del SEÑOR: 9 «Las manos de Zorobabel han puesto los cimientos de esta casa, y sus manos la acabarán. Entonces sabrán que el SEÑOR de los ejércitos me ha enviado a ustedes. 10 ¿Pues quién ha despreciado el día de las pequeñeces? Estos siete se alegrarán cuando vean la plomada en la mano de Zorobabel; estos son los ojos del SEÑOR que recorren toda la tierra».
11 Entonces le pregunté: «¿Qué son estos dos olivos a la derecha y a la izquierda del candelabro?». 12 Hablé por segunda vez, y le pregunté: «¿Qué son las dos ramas de olivo que están junto a los dos tubos de oro, que vierten de sí el aceite dorado?». 13 Y me respondió: «¿No sabes qué son estos?». Y yo le contesté: «No, señor mío». 14 Entonces él dijo: «Estos son los dos ungidos que están de pie junto al Señor de toda la tierra».
Juan 7