En ciertos círculos cristianos, los líderes llaman a los creyentes a pactar con Dios. Esta práctica involucra la entrega de algo a la iglesia o sus líderes, usualmente dinero, con el propósito de recibir algún favor específico de Dios. ¿Qué dice la Escritura sobre esto?
La Palabra define los términos en que debemos entender el significado de un pacto con Dios y cómo funcionaba en los tiempos bíblicos, y nos revela por qué hoy no necesitamos de esta práctica.
El significado de “pacto” en la Biblia
Un pacto «es un acuerdo que define una relación de compromiso entre dos partes —que suele ser ratificado por un ritual—, el cual involucra una obligación solemne hecha bajo juramento e incluye algunos beneficios descritos claramente y una amenaza de maldición divina por quebrantar el acuerdo» (God’s Kingdom through God’s Covenants, cap. 2).
Un pacto (heb. בְּרִית, berit) en la Biblia involucra la vinculación de dos partes en un acuerdo mutuo y se hacía en una variedad de situaciones: había pactos entre partes humanas en igualdad de condiciones (Gn 21:27, 26:26-31; 1 S 18:3), entre humanos de distinta condición (Jos 9:3-21; 1 R 20:34), y entre Dios y seres humanos (Gn 15:18; Éx 19:5; 2 S 7).1Es importante resaltar que cuando la Biblia relata un pacto entre Dios y un ser humano, el acuerdo y sus estipulaciones giran en torno a la voluntad de Dios para Su pueblo, no en la voluntad y los deseos del ser humano. Richard P. Belcher Jr., teólogo que afirma la teología del pacto, comenta:
Los pactos hechos por Dios con un ser humano incluyeron promesas y juramentos para asegurar que se cumplieran. Incluyeron también estipulaciones o leyes que debían cumplirse por parte del pueblo. Había bendiciones por mantener el pacto y maldiciones por romperlo (El cumplimiento de las promesas de Dios, p. 11).
Por esto los pactos hechos por Dios constituyen un elemento esencial de la trama bíblica, porque forman parte de un plan de redención y cada uno tenía propósitos claros. Por lo tanto, entender su función y su naturaleza correctamente nos ayuda a honrar y valorar la obra de redención que Cristo consumó.2
La función de los pactos en la Biblia
Los pactos bíblicos se han presentado de distintas maneras y una de las formas más conocidas es la de la teología del pacto, que propone una distinción e interrelación entre el pacto de las obras y el pacto de la gracia.3 El pacto de las obras era condicional y descansaba en la obediencia de Adán; sin embargo, su desobediencia introdujo la muerte (Gn 1 – 3; cp. Ro 5).
Por otro lado, como Belcher Jr. afirma, el pacto de la gracia inicia en Génesis 3:15, donde la salvación descansa en la simiente que aplastará a la serpiente (Gá 3:16-19), es decir, el Señor Jesucristo (ver Catecismo Mayor de Westminster, preguntas 30-36).4 Los demás pactos a lo largo de la historia bíblica son expresiones del pacto de gracia que revelan que la salvación es por gracia por medio de la fe en Cristo (Ef 1:9).
"Los pactos bíblicos revelan el plan de salvación que el Dios Trino estableció en Su soberana voluntad antes de la creación"
Los pactos bíblicos revelan el plan de salvación que el Dios Trino estableció en Su soberana voluntad antes de la creación y que, gracias a eso, la obra de Cristo garantiza a los creyentes todo lo que Dios desea darnos.
De esta manera, podemos ver que Dios ya conoce todas nuestras necesidades y se deleita en mostrarnos Su amor proveedor, pues Cristo nos ha dado entrada al Padre (Jn 14:6; Ef 2:18) y por eso no necesitamos hacer más pactos con Él para obtener algo. Si tenemos necesidad de algo, podemos acercarnos con confianza al trono de la gracia por medio de la oración y, si pedimos conforme a Su voluntad, Él nos oye y responderá conforme a Su voluntad soberana; que también es buena, agradable y perfecta (1 Jn 5:14; Ro 12:2). Esto es posible ya que en Cristo —nuestro Representante— hay un nuevo pacto que es perfecto y eterno (He 8:6; Mt 26:26-30).
No necesitas hacer “pactos con Dios”
A la luz de la teología del pacto, la obra de Cristo y el testimonio de la Escritura, veamos algunas razones por las que es completamente innecesario responder a «llamados» a hacer pactos con Dios.
Porque usar términos bíblicos no es lo mismo que ser bíblicos
Muchos han tergiversado el significado original de ciertos términos bíblicos claves para manipular a otros. Por lo tanto, debemos evitar asumir que una persona está enseñando una doctrina bíblica interpretada correctamente solo porque usa una palabra bíblica, como pacto.
La manera en que definimos una palabra establecerá nuestro comportamiento, por eso toda enseñanza que aceptamos debe ser fundamentada a nivel bíblico, teológico y exegético.
Porque atenta contra la distinción entre Creador y criatura
Un principio fundamental de una doctrina sana es la distinción Creador/criatura. Dios tiene la autoridad absoluta sobre aquello que creó y, por lo tanto, todas Sus acciones reflejan esta verdad. Tal es el caso de los pactos bíblicos, donde es Dios quien los establece y dirige para Sus planes, Sus propósitos y Su propia gloria.
"Es Dios quien por gracia y misericordia extiende Su mano para alcanzar a la humanidad perdida por medio de Sus pactos"
Es Dios quien por gracia y misericordia extiende Su mano para alcanzar a la humanidad perdida por medio de Sus pactos. Por eso los seres humanos no tenemos ninguna autoridad sobre Él como para darle órdenes o creer que, por «nuestra fe», Dios está obligado a responder de acuerdo con nuestras demandas. En la doctrina bíblica de los pactos no hay espacio para la enseñanza antibíblica de la declaración positiva.
Porque suele confundir pacto con votos
Algunos pueden pensar que pactar con Dios es lo mismo que hacer votos de compromiso con Él, como sucedía en el Antiguo Testamento. En Números 30:1-2, vemos algunos mandatos que Dios da con respecto a la práctica de los votos. Un ejemplo claro de esto era el nazareato, pero nada de esto implicaba un pacto divino, sino que más bien se trataba de una decisión de ofrecer una vida de obediencia y servicio a Dios. No se trataba de un compromiso para demandar algo de Él.
Porque los pactos bíblicos tienen el propósito primordial de señalar a Cristo
La historia bíblica tiene un clímax que se concreta en la persona de Cristo: «Pero ahora Jesús ha obtenido un ministerio tanto mejor, por cuanto Él es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas» (He 8:6).
"Los pactos instituidos por Dios en el Antiguo Testamento siempre señalaron a Cristo"
Los pactos instituidos por Dios en el Antiguo Testamento siempre señalaron a Cristo: Jesús desciende de Abraham y fue Él quien trajo la bendición para las naciones (pacto abrahámico; Gn 12, 15). Jesús es superior a Moisés y cumplió la ley de Dios (pacto mosaico; Éx 19 – 24).
Es el hijo de David que establecerá Su trono perpetuo (pacto davídico; 2 S 7; 1 Cr 17:11-14; 2 Cr 6:16). Es el postrer Adán que trajo vida (1 Co 15:21, 45). Jesús es el único mediador de un nuevo pacto para Su pueblo, el cual incluye todas las bendiciones que recibiremos ahora y por la eternidad (He 7:22; 9:15).
¿Qué hacemos con los textos que sugieren pactar con Dios?
Vale señalar que los que llaman a hacer pactos con Dios suelen usar algunos pasajes bíblicos para defender su postura. Por asunto de espacio, es imposible desarrollar una explicación amplia de cada pasaje. No obstante, presentaré tres de los más usados y luego enlistaré algunos principios hermenéuticos generales que explican por qué estos pasajes no apoyan la postura de hacer pactos con Dios.
– «Ahora he decidido en mi corazón hacer un pacto con el Señor, Dios de Israel, para que el ardor de Su ira se aparte de nosotros» (2 Cr 29:10, énfasis añadido).
– «Hagamos ahora un pacto con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres y a sus hijos, conforme al consejo de mi señor y de los que tiemblan ante el mandamiento de nuestro Dios; y que sea hecho conforme a la ley (Esd 10:3, énfasis añadido).
– «Y dice: “Junten a Mis santos, / Los que han hecho conmigo pacto con sacrificio”» (Sal 50:5, énfasis añadido).
Estos tres pasajes usan el término hebreo berit (pacto), el mismo que se usa para hablar de los pactos de Dios con Su pueblo. No obstante, debemos considerar lo siguiente:
1- Los libros de 2 Crónicas y Esdras pertenecen al género literario histórico. Esto significa que su contenido es narrativo, informativo y descriptivo. En su redacción no vemos un llamado al lector a hacer lo mismo que ellos hicieron en un momento y contexto específicos. Sería un error concluir que todo lo que la Biblia describe también lo prescribe.
2 – Una regla de interpretación esencial es evitar formar toda una doctrina de lo que un solo texto menciona y que el Nuevo Testamento no ratifica. Tanto lo que mencionan 2 Crónicas 29:10 como Esdras 10:3 no se vuelve a tratar en ninguna otra parte de la Biblia y tampoco se citan como ejemplos a seguir.
3- Ambos pasajes tienen como trasfondo el pacto mosaico y el davídico que Dios hizo con Sus siervos Moisés y David. En 2 Crónicas 29:10, el rey Ezequías hace referencia a la ira de Dios y con esto podemos recordarnos de las promesas y maldiciones del pacto mosaico (Dt 28). La referencia a no «casarse con extranjeras» en Esdras 10:3 tiene como trasfondo pactual a Deuteronomio 7:3.
4- En estos casos, no existe un «nuevo pacto», sino que hacen referencia a un pacto previo iniciado por Dios. Por lo tanto, no existe tal cosa como un pacto nuevo con Dios iniciado por seres humanos.
5- Una lectura cuidadosa del Salmo 50:5 indica que Dios llama a quienes respondieron a un pacto que Él hizo con ellos previamente y no se refiere a que los israelitas tomaron la iniciativa.
Somos parte de un nuevo pacto
La práctica sin fundamento bíblico de «pactar con Dios» encontró acogida en las iglesias que promueven la teología de la prosperidad. Tanto esta teología como la práctica de pactar con Dios descansan sobre fundamentos débiles y egoístas; por lo tanto, sus propósitos son completamente ajenos a los que Dios tenía en mente cuando estableció Sus pactos.
Mientras que las Escrituras declaran que el corazón humano es «engañoso y perverso» (Jr 17:9, RV60), quienes promueven pactos falsos elevan al ser humano a una posición que no le corresponde. Al hacer eso deshonran a Dios al dejarlo en una posición inferior. Entonces, podemos decir que los promotores de pactos falsos ponen la lógica bíblica de cabeza. Dios es reducido y el ser humano es exaltado. Es debido a esto que la práctica de «pactar con Dios» resulta tan nociva, porque le roba la gloria al Dios trino.
Por estas razones, podemos afirmar que hacer un «pacto con Dios» no es bíblico, pues Cristo ya hizo el nuevo pacto definitivo del que los creyentes genuinos ya somos parte por gracia (He 7:22; 9:15).
1 El Antiguo Testamento usa la palabra pacto para definir distintos acuerdos: tratados internacionales (Jos 9; 1 R 5:12), alianzas tribales (Gn 14:13), acuerdos personales (Gn 31:44), acuerdos de lealtad (1 S 18:3, 23:18), acuerdos matrimoniales (Pr 2:17; Mal 2:14) y acuerdos nacionales (Jr 34:8-10). Visto en: R. P. Belcher, El cumplimiento de las promesas de Dios: Una exposición de la Teología del pacto (Lima, Perú: Editorial Teología para Vivir, 2021), p 11.
2 Charles Spurgeon explica así la centralidad de los pactos: «La doctrina de los pactos divinos yace en la raíz de toda verdadera teología. Se ha dicho que aquel que entiende la distinción entre el pacto de obras y el pacto de gracia es un maestro de la divinidad. Estoy persuadido de que la mayoría de errores que el hombre comete sobre las doctrinas de las Escrituras están basadas en errores fundamentales sobre el pacto de ley y gracia». The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Vol. 58 (1912), p. 517.
3 «Hay dos pactos distintos en las Escrituras, el pacto de obras y el pacto de gracia (bi-pactual). El pacto de gracia fue históricamente iniciado justo después de que Adán rompiera el pacto de obras. Aunque los dos pactos son muy diferentes, hay similitudes entre ellos. Dios es el autor de ambos, Él inició ambos pactos. Dios entró en ambos pactos con Adán y ambos incluyen a sus descendientes. La promesa de ambos pactos es recibir la vida eterna y el objetivo general de los pactos es la gloria de Dios». R. P. Belcher, El cumplimiento de las promesas de Dios, p. 36.
4 R. P. Belcher, El cumplimiento de las promesas de Dios, pp. 35-36.
Vícto Zaldaña es licenciado en Comunicación por la Universidad Francisco Gavidia, de El Salvador, y posee una licenciatura en teología de la Escuela Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos Semper Reformanda. Es miembro de la iglesia City on a Hill en Melbourne, Australia. Actualmente cursa una maestría en religión en Puritan Reformed Theological Seminary. Puedes encontrarlo en Instagram.