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Lectura de Hoy
24-12-2023
Devocional
Devocional: Zacarías 11
Zacarías ya ha utilizado el simbolismo asociado a las ovejas y al pastor (9:16; 10:2, 3, 8-12; 11:3). Ahora lo despliega de forma más amplia (Zacarías 11:4-17). El pasaje es difícil. Probablemente, se trate de una alegoría extendida y no algo representado, aunque solo sea por la cantidad de personas implicadas. Su propósito es, casi con toda certeza, anular una suposición importante sobre el liderazgo. Muchos creen que, si una nación tiene el gobernante adecuado, todo irá bien. Pero aquí se odia al pastor apropiado y se le rechaza.
(1) El “Señor mi Dios”, dice Zacarías, da al pueblo la última oportunidad (11:4-6). Dios le encarga que sirva de pastor a un rebaño de ovejas “destinadas al matadero”, es decir, criadas para consumir su carne. Las “ovejas” son el pueblo oprimido, mientras que sus opresores son, de diversas maneras, sus propios pastores, que las engordan para sacrificarlas, y los comerciantes, que “las matan impunemente” (11.5). El lenguaje que describe a sus propietarios es mordaz: las venden para que las maten y dicen: “¡Bendito sea el Señor, porque me he enriquecido!” (11.5), como si la riqueza fuera una señal fiable del favor del Señor (cf. Marcos 10:23). Los “compradores” de la parábola son los poderes de ocupación. Los “vendedores” son, pues, los líderes del pueblo del pacto, cómplices de “vender” a su pueblo. La misión de Zacarías como pastor, salvar a este rebaño, parece condenada al fracaso. Dios mismo entregará al pueblo a manos de sus propios vecinos y de su rey. No le son leales y los abandona a sus conciudadanos, y Dios no los rescatará (11:6).
(2) En la segunda sección (11:7-14), se rechaza al buen pastor, Zacarías. Habría cabido pensar que el rebaño recurriría a él para que lo rescatase, ya que todos los demás —vendedores, pastores, compradores— pretenden venderlos y sacar provecho. Pero el rebaño detesta al buen pastor (11:8). Finalmente, él abandona a las ovejas para que sigan el camino que están decididas a tomar (11:9). La vara llamada “Favor” o “Gracia” se rompe, y también el pacto “con todas las naciones” (probablemente, una alusión a las colonias judías dispersas entre muchos países, como en Joel 2:6). De este modo, los mercaderes que proporcionaron el salario de Zacarías y que, sin duda, querían que se marchara, cumplen sin darse cuenta la voluntad judicial de Dios y lo compran por un pago final de treinta monedas de plata. Luego se le ordena a Zacarías que se las entregue al fundidor (un obrero que trabajaba tanto con arcilla como con metal), presumiblemente para que pudiera hacer una pequeña estatuilla, una pequeña divinidad (11:12- 13). Quienes rechazan al buen pastor son abandonados a los ídolos y a la desunión (12:14).
(3) En las líneas finales (11:15-17), Zacarías representa la única alternativa que le queda a un buen pastor: un pastor inútil.
¿Cuánto meditaría Jesús en este capítulo del buen pastor rechazado por tantos de entre su pueblo y despedido por treinta monedas de plata?
Devocional: 2 Crónicas 29
Con la excepción de unos pocos versículos, la mayoría del material de 2 Crónicas 29-31 no tiene paralelo en 2 Reyes. Estos capítulos ofrecen un relato detallado de la manera en que el rey Ezequías reinstauró una adoración en el templo que se conformaba a la ley que Dios entregó por medio de Moisés. Luego, el rey congregó al pueblo del pacto, no sólo de Judá, sino incluso de partes de Israel para celebrar la Pascua como hacía tiempo que no se realizaba.
Aquí, podemos centrarnos en 2 Crónicas 29. El paganismo había logrado seducir de tal manera al pueblo, que el servicio del templo había caído en desuso. El templo se había convertido en un almacén de basura; hasta las puertas necesitaban reparación. Con sólo veinticinco años de edad, el rey Ezequías, en el primer mes de su reinado (29:3), abrió las puertas y las arregló. Encontró algunos sacerdotes y levitas, y les instruyó para consagrarse conforme a los ritos establecidos en la ley, y luego limpiar, reparar y volver a consagrar el templo. Más aún, Ezequías reconoció que los fracasos pasados en este aspecto habían provocado la ira de Dios (29:6). No fue tan necio como para pensar que los fracasos fueron meramente un tema de ritual. Tuvo gran visión porque percibió correctamente que el abandono total del ritual demostraba que los corazones de los sacerdotes, levitas, el pueblo y el rey estaban todos enteramente enajenados de Dios. Su intención expresa era modificar este patrón e inaugurar un pacto con el Señor (29:10).
El resto del capítulo narra detalladamente lo que hizo. Más sacerdotes y levitas se unieron. Los instrumentos musicales que David había establecido se restauraron para su uso. Hasta se registraron las desviaciones leves de la ley, como el permiso que se les dio a los levitas para que ayudaran a desollar a los animales de los sacrificios, debido al hecho de que en este momento había muy pocos sacerdotes consagrados (29:32-34).
“Así fue como se restableció el culto en el templo del Señor. Y Ezequías y todo el pueblo se regocijaron de que Dios hubiera preparado al pueblo para hacerlo todo con rapidez” (29:35-36).
Así sucede cuando llega un avivamiento de proporciones considerables. Inevitablemente, Dios levanta un líder cuya insistencia profética resulte irresistible, primero a unos pocos y luego a una gran multitud. Y en las mejores instancias, no pasa mucho tiempo antes de que las personas miren hacia atrás y se maravillen por la rapidez con que ha ocurrido un cambio extraordinario en el estado de las cosas. Concluyen correctamente que la única explicación es que Dios mismo lo ha hecho; es decir, que la transformación finalmente no se le puede atribuir al celo reformador o a las destrezas de organización, sino a un Dios que ha cambiado los corazones de la gente.
2 Crónicas 29
Reinado de Ezequías
29 Ezequías comenzó a reinar cuando tenía veinticinco años, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abías, hija de Zacarías. 2 Ezequías hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, conforme a todo lo que su padre David había hecho.
3 En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa del SEÑOR y las reparó. 4 Hizo venir a los sacerdotes y a los levitas y los reunió en la plaza oriental. 5 Entonces les dijo: «Óiganme, levitas. Santifíquense ahora, y santifiquen la casa del SEÑOR, Dios de sus padres, y saquen lo inmundo del lugar santo. 6 Porque nuestros padres han sido infieles y han hecho lo malo ante los ojos del SEÑOR nuestro Dios, lo han abandonado, han apartado sus rostros de la morada del SEÑOR y le han vuelto las espaldas. 7 También han cerrado las puertas del pórtico y han apagado las lámparas, y no han quemado incienso ni ofrecido holocaustos en el lugar santo al Dios de Israel.
8 »Por tanto, la ira del SEÑOR vino contra Judá y Jerusalén, y Él los hizo objeto de espanto, de horror y de burla, como ustedes lo ven con sus propios ojos. 9 Por eso nuestros padres han caído a espada, y nuestros hijos y nuestras hijas y nuestras mujeres están en cautividad a causa de esto. 10 Ahora he decidido en mi corazón hacer un pacto con el SEÑOR, Dios de Israel, para que el ardor de Su ira se aparte de nosotros. 11 Hijos míos, no sean ahora negligentes, porque el SEÑOR los ha escogido a fin de que estén delante de Él, para servirle y para ser Sus ministros y quemar incienso».
12 Entonces se levantaron los levitas: Mahat, hijo de Amasai, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de los coatitas; y de los hijos de Merari, Cis, hijo de Abdi, y Azarías, hijo de Jehalelel; y de los gersonitas, Joa, hijo de Zima, y Edén, hijo de Joa; 13 de los hijos de Elizafán, Simri y Jeiel; y de los hijos de Asaf, Zacarías y Matanías; 14 de los hijos de Hemán, Jehiel y Simei; y de los hijos de Jedutún, Semaías y Uziel.
15 Estos levitas reunieron a sus hermanos, se santificaron y entraron para limpiar la casa del SEÑOR, conforme al mandamiento del rey según las palabras del SEÑOR. 16 Los sacerdotes entraron al interior de la casa del SEÑOR para limpiarla, y sacaron al atrio de la casa del SEÑOR todas las cosas inmundas que hallaron en el templo del SEÑOR. Entonces los levitas las recogieron para llevarlas fuera al torrente Cedrón. 17 Comenzaron la santificación el primer día del mes primero, y el octavo día del mes entraron hasta el pórtico del SEÑOR; entonces santificaron la casa del SEÑOR en ocho días, y terminaron el día dieciséis del mes primero. 18 Después fueron al rey Ezequías, y le dijeron: «Hemos limpiado toda la casa del SEÑOR, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa del pan de la proposición con todos sus utensilios. 19 Además, todos los utensilios que el rey Acaz en su infidelidad había desechado durante su reino los hemos preparado y santificado, y ahora están delante del altar del SEÑOR».
20 Entonces el rey Ezequías se levantó temprano, reunió a los príncipes de la ciudad y subió a la casa del SEÑOR. 21 Y trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos como ofrenda por el pecado del reino, por el santuario y por Judá. El rey ordenó a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que los ofrecieran sobre el altar del SEÑOR. 22 Mataron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y la esparcieron sobre el altar. También mataron los carneros y esparcieron la sangre sobre el altar; asimismo mataron los corderos y esparcieron la sangre sobre el altar. 23 Después trajeron los machos cabríos de la ofrenda por el pecado del rey y de la asamblea, y pusieron sus manos sobre ellos. 24 Los sacerdotes los mataron y purificaron el altar con su sangre como expiación por todo Israel, porque el rey había ordenado el holocausto y la ofrenda por el pecado por todo Israel.
25 Luego Ezequías situó a los levitas en la casa del SEÑOR con címbalos, con arpas y con liras, conforme al mandamiento de David y de Gad, el vidente del rey, y del profeta Natán. Porque el mandamiento procedía del SEÑOR por medio de Sus profetas. 26 Los levitas se colocaron con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes con las trompetas. 27 Entonces Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar. Cuando el holocausto comenzó, también comenzó el canto al SEÑOR con las trompetas, acompañado por los instrumentos de David, rey de Israel. 28 Mientras toda la asamblea adoraba, también los cantores cantaban y las trompetas sonaban; todo esto continuó hasta que se consumió el holocausto.
29 Después de consumido el holocausto, el rey y todos los que estaban con él se inclinaron y adoraron. 30 El rey Ezequías y los oficiales ordenaron a los levitas que cantaran alabanzas al SEÑOR con las palabras de David y del vidente Asaf. Cantaron alabanzas con alegría, y se inclinaron y adoraron.
31 Entonces Ezequías dijo: «Ahora que ustedes se han consagrado al SEÑOR, acérquense y traigan sacrificios y ofrendas de gratitud a la casa del SEÑOR». Y la asamblea trajo sacrificios y ofrendas de gratitud, y todos los que quisieron trajeron holocaustos. 32 El número de los holocaustos que la asamblea trajo fue de 70 bueyes, 100 carneros y 200 corderos; todos estos fueron para el holocausto al SEÑOR. 33 Y las cosas consagradas fueron 600 bueyes y 3,000 ovejas. 34 Pero los sacerdotes eran pocos, y no pudieron desollar todos los holocaustos; por eso sus hermanos los levitas los ayudaron hasta que se acabó la obra y hasta que los otros sacerdotes se hubieron santificado. Porque los levitas fueron más cuidadosos para santificarse que los sacerdotes. 35 Hubo también holocaustos en abundancia con la grasa de las ofrendas de paz y con las libaciones para los holocaustos. Así quedó restablecido el servicio de la casa del SEÑOR. 36 Entonces Ezequías se regocijó con todo el pueblo por lo que Dios había preparado para el pueblo, pues todo sucedió rápidamente.
Apocalipsis 15
Los siete ángeles con las siete plagas
15 Entonces vi otra señal en el cielo, grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las últimas, porque en ellas se ha consumado el furor de Dios.
2 Vi también como un mar de cristal mezclado con fuego, y a los que habían salido victoriosos sobre la bestia, sobre su imagen y sobre el número de su nombre, en pie sobre el mar de cristal, con arpas de Dios. 3 Y cantaban* el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
«¡Grandes y maravillosas son Tus obras, oh Señor Dios, Todopoderoso! ¡Justos y verdaderos son Tus caminos, oh Rey de las naciones! 4 ¡Oh Señor! ¿Quién no temerá y glorificará Tu nombre? Pues solo Tú eres santo; Porque TODAS LAS NACIONES VENDRÁN Y ADORARÁN EN TU PRESENCIA, Pues Tus justos juicios han sido revelados».
5 Después de estas cosas miré, y se abrió el templo del tabernáculo del testimonio en el cielo. 6 Y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas. Estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. 7 Entonces uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, quien vive por los siglos de los siglos. 8 El templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de Su poder. Nadie podía entrar al templo hasta que se terminaran las siete plagas de los siete ángeles.
Zacarías 11
11 Abre tus puertas, Líbano, Y consuma el fuego tus cedros. 2 Gime, ciprés, porque ha caído el cedro, Porque los árboles majestuosos han sido derribados. Giman, encinas de Basán, Porque ha caído el bosque impenetrable. 3 Voz de gemido de pastores, Porque su esplendor está arruinado; Voz del rugido de leoncillos, Porque derribada está la gloria del Jordán.
El buen pastor y el falso
4 Así dice el SEÑOR mi Dios: «Apacienta las ovejas destinadas para la matanza. 5 Los que las compran las matan y salen sin ser castigados, y el que las vende dice: “¡Bendito sea el SEÑOR, porque me he enriquecido!”; y ni sus propios pastores se compadecen de ellas. 6 Pues Yo no me compadeceré más de los habitantes de esta tierra», declara el SEÑOR, «sino que haré que los hombres caigan cada uno en manos de otro y en manos de su rey; y ellos herirán la tierra y Yo no los libraré de sus manos». 7 Apacenté, pues, las ovejas destinadas para la matanza, esto es, los afligidos del rebaño. Y tomé para mí dos cayados: a uno lo llamé Gracia y al otro lo llamé Unión; y apacenté las ovejas.
8 Destruí a los tres pastores en un mes, pues mi alma se impacientó con ellos y su alma también se cansó de mí. 9 Entonces dije: «No los apacentaré más. La que ha de morir, que muera; y la que ha de ser destruida, que sea destruida; y las que queden, cómanse la carne unas a otras». 10 Tomé mi cayado Gracia y lo quebré para romper el pacto que yo había hecho con todos los pueblos. 11 En aquel mismo día fue roto el pacto; así los afligidos del rebaño que me observaban, conocieron que era la palabra del SEÑOR.
12 Y les dije: «Si les parece bien, denme mi paga; y si no, déjenla». Y pesaron como mi salario treinta monedas de plata. 13 Entonces el SEÑOR me dijo: «Arrójalo al alfarero (ese magnífico precio con que me valoraron)». Tomé pues, las treinta monedas de plata y las arrojé al alfarero en la casa del SEÑOR. 14 Y quebré mi segundo cayado, Unión, para romper la hermandad entre Judá e Israel.
15 Y el SEÑOR me dijo: «Toma otra vez los aperos de un pastor insensato. 16 Porque Yo voy a levantar en la tierra un pastor que no se preocupará de la que perece, ni buscará a la descarriada, ni curará a la herida, ni sustentará a la fuerte, sino que comerá la carne de la engordada y arrancará sus pezuñas.
17 ¡Ay del pastor inútil Que abandona el rebaño! ¡Caiga la espada sobre su brazo Y sobre su ojo derecho! Su brazo se secará por completo, Y su ojo derecho totalmente se oscurecerá».
Juan 14