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Lectura de Hoy
25-12-2023
Devocional
Devocional: Zacarías 12:1–13:1
Los tres últimos capítulos de Zacarías (caps. 12—14) desarrollan temas que aparecieron en los capítulos 9—11. Pero existe una creciente intensidad, señalada por la frase “en aquel día” que se repite dieciséis veces. El apogeo se encuentra en el último capítulo, donde el reino universal de Dios queda plenamente establecido.
Zacarías 12 forma parte de esta intensidad en aumento. La primera parte (12:1-9) es superficialmente fácil de entender, pero a un cierto nivel, su interpretación es difícil; la segunda parte (12:10—13:1) es inmensamente evocadora y se cita en el Nuevo Testamento.
(1) La primera parte describe a los que fueron exiliados dispersados y que ahora habían regresado a Jerusalén, enfrentándose al ataque violento de naciones hostiles. Parece que hasta Judá abandona en un principio Jerusalén: la traducción de la NEB es probablemente correcta: “Judá será tomado cautivo en el asedio de Jerusalén”. Entonces el Señor interviene y convierte “Jerusalén en una copa que embriagará a todos los pueblos vecinos” (12:2). Dios confunde las cargas de la caballería (12:4) y el pueblo de Judá valora la constancia de la gente de Jerusalén (12:5). Como resultado, que estén entre el enemigo se convierte en ventaja: son como fuego que enciende las gavillas secas (12:6). El triunfo es glorioso (12:7-9).
Hasta aquí, todo está bien. ¿Pero de qué habla esto? La pregunta no se puede responder sin recurrir a otras Escrituras, acercarnos a la Biblia como una unidad. Algunos piensan que esto se refiere a la Jerusalén física en algún momento del futuro, con cambios convenientes (presumibles) desde el calvario a algo más moderno. Otros creen que es una visión apocalíptica de los ataques finales sobre el pueblo de Dios, sobre los ciudadanos de la nueva Jerusalén. ¿Vierte la siguiente sección alguna luz sobre este debate?
(2) La segunda sección es un impactante contraste con la primera. La casa de David y la gente de Jerusalén acaban de recibir un poderoso aliento. Con todo, Dios mismo derrama sobre ellos un espíritu de contrición (12:10) que no es, en absoluto, de triunfalismo. Están llorando por alguien a quien se ha ejecutado en la ciudad; han sido limpiados de su pecado y su impureza por una nueva fuente abierta “a la casa real de David y a los habitantes de Jerusalén” (13:1). ¿Quién es esa persona traspasada por la que el pueblo hace lamento? La interpretación más natural del hebreo dice que se trata de Yahvé mismo: “Pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron” (12:10). En cierto modo, el “traspasado” se puede entender metafóricamente: Yahvé está “herido” del mismo modo en que lo vemos engañado en Oseas. Pero existe un cumplimiento más literal, un traspasamiento más concreto (Juan 19:34, 37). ¿Qué tiene de bueno un triunfo meramente militar, a menos que el pueblo de Dios lamente lo que le han hecho y descubran que él ha abierto una fuente para limpiarlos de su pecado (13:1)?
Devocional: Apocalipsis 16
Las siete copas de la ira de Dios (Apocalipsis 16) que contienen las últimas siete plagas (ver también Apocalipsis 15) se derraman sobre la tierra. Sin duda alguna, mucho del lenguaje está cargado de símbolos; algunos de ellos, transparentes, y otros más difíciles de entender. Aquí quisiera concentrarme en una frase que se repite. Cuando el cuarto ángel derramó su copa, las personas “blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (16:9, énfasis añadido). Sucede igualmente tras la quinta copa: “La gente se mordía la lengua de dolor y, por causa de sus padecimientos y de sus llagas, maldecían al Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus malas obras” (16:10-11, énfasis añadido).
Debemos reflexionar sobre estos sombríos pasajes.
(1) Ocurren inmediatamente después de las líneas semipoéticas de los versículos anteriores: “Justo eres tú, el Santo, que eres y que eras, porque juzgas así: ellos derramaron la sangre de santos y de profetas, y tú les has dado a beber sangre, como se lo merecen… Así es, Señor, Dios Todopoderoso; verdaderos y justos son tus juicios” (16:5-7). Hemos visto este tema anteriormente. Si Dios ignora los ataques persistentes en contra de su pueblo del pacto, si pasa por alto los enormes males que han sido perpetrados en el mundo, él mismo se empequeñece: en el mejor de los casos, sería amoral, tal vez inmoral.
(2) En cierta forma, las terribles palabras de 16:9, 11 explican un poco sobre el infierno mismo. El infierno no está lleno de personas que han aprendido su lección, sino de las que todavía rehúsan arrepentirse. Como los que padecen estas plagas, sufren y maldicen a Dios por su sufrimiento, pero se niegan a arrepentirse de lo que han hecho. Así es el infierno: un ciclo constante de pecado, rebelión, juicio, pecado, rebelión, juicio, un mundo sin fin.
(3) Tenemos que ver estos pasajes de juicio horrendo dentro del marco de todo el libro de Apocalipsis. Ya el capítulo 5 ha resaltado al León/Cordero cuyo sufrimiento triunfante ha rescatado a hombres y mujeres de toda tribu y lengua y pueblo y nación. Apocalipsis termina con una invitación: el Espíritu y la Novia (otra palabra que se refiere a la iglesia, al pueblo de Dios) todavía claman “¡Ven! Y el que escuche diga: « ¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (22:17).
Escrito está: “Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose” (22:11).
2 Crónicas 30
Celebración de la Pascua
30 Entonces Ezequías envió aviso por todo Israel y Judá, y también escribió cartas a Efraín y a Manasés, para que vinieran a la casa del SEÑOR en Jerusalén a fin de celebrar la Pascua al SEÑOR, Dios de Israel. 2 Pues el rey y sus príncipes y toda la asamblea en Jerusalén habían decidido celebrar la Pascua en el mes segundo, 3 porque no la habían podido celebrar a su debido tiempo, pues los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente, ni el pueblo se había reunido en Jerusalén. 4 Y esto pareció bien a los ojos del rey y de toda la asamblea. 5 Así que proclamaron un decreto para hacer correr la voz por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan, para que vinieran a celebrar la Pascua al SEÑOR, Dios de Israel, en Jerusalén. Porque muchos no la habían celebrado como estaba escrito.
6 Los mensajeros fueron por todo Israel y Judá con cartas de parte del rey y de sus príncipes, conforme al mandamiento del rey, diciendo: «Israelitas, vuélvanse al SEÑOR, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que Él se vuelva a aquellos de ustedes que escaparon y que han quedado de la mano de los reyes de Asiria. 7 No sean como sus padres y sus hermanos, que fueron infieles al SEÑOR, Dios de sus padres, de modo que Él los ha hecho objeto de horror, como ustedes ven. 8 No sean tercos como sus padres, sino sométanse al SEÑOR y entren en Su santuario, que Él ha santificado para siempre, y sirvan al SEÑOR su Dios para que Su ardiente ira se aparte de ustedes. 9 Porque si se vuelven al SEÑOR, sus hermanos y sus hijos hallarán compasión delante de los que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra. Porque el SEÑOR su Dios es clemente y compasivo, y no apartará Su rostro de ustedes si se vuelven a Él».
10 Pasaron, pues, los mensajeros de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y de Manasés y hasta Zabulón, pero los escarnecían y se burlaban de ellos. 11 No obstante, algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se humillaron y vinieron a Jerusalén. 12 También sobre Judá estuvo la mano de Dios para darles un solo corazón a fin de hacer lo que el rey y los príncipes ordenaron conforme a la palabra del SEÑOR.
13 En el mes segundo, se reunió mucha gente en Jerusalén para celebrar la Fiesta de los Panes sin Levadura; una asamblea muy grande. 14 Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén; también quitaron todos los altares de incienso y los arrojaron al torrente Cedrón.
15 Entonces mataron los corderos de la Pascua el día catorce del mes segundo. Y los sacerdotes y los levitas, avergonzados, se santificaron y trajeron holocaustos a la casa del SEÑOR. 16 Y se colocaron en sus puestos según su costumbre, conforme a la ley de Moisés, hombre de Dios; los sacerdotes rociaban la sangre que recibían de mano de los levitas. 17 Porque había muchos en la asamblea que no se habían santificado; por eso los levitas estaban encargados de la matanza de los corderos de la Pascua por todos los que estaban inmundos, para santificarlos al SEÑOR. 18 Pues una gran multitud del pueblo, es decir, muchos de Efraín y de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado; no obstante, comieron la Pascua contrario a lo escrito. Porque Ezequías oró por ellos, diciendo: «Que el buen SEÑOR perdone 19 a todo el que prepare su corazón para buscar a Dios el SEÑOR, Dios de sus padres, aunque no lo haga conforme a los ritos de purificación del santuario». 20 Y oyó el SEÑOR a Ezequías y sanó al pueblo.
21 Los israelitas que se hallaban en Jerusalén celebraron con gran alegría la Fiesta de los Panes sin Levadura por siete días; y los levitas y los sacerdotes alababan al SEÑOR día tras día, cantando al SEÑOR con instrumentos resonantes. 22 Entonces Ezequías habló al corazón de todos los levitas que mostraban buen entendimiento en las cosas del SEÑOR. Y comieron durante los siete días señalados, sacrificando ofrendas de paz y dando gracias al SEÑOR, Dios de sus padres.
23 Toda la asamblea determinó celebrar la fiesta otros siete días; y celebraron los siete días con alegría. 24 Porque Ezequías, rey de Judá, había contribuido a la asamblea 1,000 novillos y 7,000 ovejas; y los príncipes habían contribuido a la asamblea 1,000 novillos y 10,000 ovejas; y gran número de sacerdotes se santificaron. 25 Y se regocijó toda la asamblea de Judá, junto con los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo que vino de Israel, tanto los peregrinos que vinieron de la tierra de Israel como los que habitaban en Judá. 26 Y hubo gran regocijo en Jerusalén, porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén. 27 Entonces los sacerdotes levitas se levantaron y bendijeron al pueblo; y se oyó su voz, y su oración llegó hasta Su santa morada, hasta los cielos.
Apocalipsis 16
Las siete copas de la ira de Dios
16 Oí entonces una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: «Vayan y derramen en la tierra las siete copas del furor de Dios».
2 El primer ángel fue y derramó su copa en la tierra, y se produjo una llaga repugnante y maligna en los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó su copa en el mar, y se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser viviente que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa en los ríos y en las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5 Oí al ángel de las aguas, que decía: «Justo eres Tú, el que eres, y el que eras, oh Santo, porque has juzgado estas cosas; 6 pues ellos derramaron sangre de santos y profetas y Tú les has dado a beber sangre. Se lo merecen». 7 También oí al altar, que decía: «Sí, oh Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son Tus juicios».
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol. Y al sol se le permitió quemar a los hombres con fuego. 9 Y los hombres fueron quemados con el intenso calor. Blasfemaron el nombre de Dios que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria a Él.
10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se quedó en tinieblas; y todos se mordían la lengua de dolor. 11 Blasfemaron contra el Dios del cielo por causa de sus dolores y de sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran Río Éufrates; y sus aguas se secaron para que fuera preparado el camino para los reyes del oriente. 13 Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, a tres espíritus inmundos semejantes a ranas. 14 Pues son espíritus de demonios que hacen señales, los cuales van a los reyes de todo el mundo, a reunirlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.
15 «¡Estén alerta! Vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza». 16 Entonces los reunieron en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa en el aire. Una gran voz salió del templo, del trono, que decía: «Hecho está». 18 Y hubo relámpagos, voces, y truenos. Hubo un gran terremoto tal como no lo había habido desde que el hombre está sobre la tierra; fue tan grande y poderoso el terremoto. 19 La gran ciudad quedó dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios para darle la copa del vino del furor de Su ira. 20 Entonces toda isla huyó y los montes no fueron hallados. 21 Enormes granizos, como de 45 kilos cada uno, cayeron* sobre los hombres. Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque esa plaga fue* sumamente grande.
Zacarías 12:1–13:1
Liberación de Jerusalén
12 Profecía, palabra del SEÑOR acerca de Israel.
El SEÑOR, que extiende los cielos, pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él, declara: 2 «Yo haré de Jerusalén una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y cuando haya asedio contra Jerusalén, también lo habrá contra Judá. 3 Y sucederá en aquel día que haré de Jerusalén una piedra pesada para todos los pueblos. Todos los que la levanten serán severamente desgarrados, y contra ella se congregarán todas las naciones de la tierra.
4 »En aquel día», declara el SEÑOR, «heriré de espanto a todo caballo, y a su jinete, de locura. Pero sobre la casa de Judá abriré Mis ojos, mientras hiero de ceguera a todo caballo de los pueblos. 5 Entonces los jefes de familias de Judá dirán en su corazón: “Gran apoyo para nosotros son los habitantes de Jerusalén por el SEÑOR de los ejércitos, su Dios”.
6 »En aquel día haré de los jefes de familias de Judá como brasero de fuego entre leños, y como antorcha ardiendo entre gavillas, y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos de alrededor, mientras que Jerusalén será habitada de nuevo en su lugar, en Jerusalén. 7 El SEÑOR salvará primero las tiendas de Judá, para que la gloria de la casa de David y la gloria de los habitantes de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá. 8 En aquel día el SEÑOR defenderá a los habitantes de Jerusalén, y el débil entre ellos aquel día será como David, y la casa de David será como Dios, como el ángel del SEÑOR delante de ellos. 9 Y sucederá en aquel día que me dispondré a destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén.
Lamento por el traspasado
10 »Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me mirarán a Mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por Él, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por Él, como se llora por un primogénito. 11 En aquel día habrá gran lamentación en Jerusalén, como la lamentación de Hadad Rimón en la llanura de Meguido. 12 Y se lamentará la tierra, cada familia por su lado: la familia de la casa de David por su lado, y sus mujeres por su lado; la familia de la casa de Natán por su lado, y sus mujeres por su lado; 13 la familia de la casa de Leví por su lado, y sus mujeres por su lado; la familia de los simeítas por su lado, y sus mujeres por su lado; 14 todas las demás familias, cada familia por su lado, y sus mujeres por su lado.
Purificación de Israel
13 »En aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza.
Juan 15