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Lectura de Hoy

29-12-2023

Devocional

Devocional: Malaquías 2

Una de las señales de que la cultura se está viniendo abajo es que las personas no cumplen sus compromisos. Cuando estos se han hecho con el Señor o delante de él, así como unos con otros, la ofensa se agrava infinitamente.

Hay algo atractivo y estable en aquella sociedad en la que, si una persona da su palabra, se puede contar con ella. Se puede sellar grandes tratos con un apretón de mano, porque ambas partes confían la una en la otra. Los matrimonios resisten. Las personas se comprometen y cumplen. Desde la posición estratégica de nuestra sociedad relativamente sin fe, desde luego resulta fácil burlarse de la imagen que estoy perfilando mediante ejemplos en los que ese tipo de mundo puede mantener a una persona atrapada en un matrimonio cruel o dejar a un hombre o mujer de negocios engañado/a por un manipulador sin escrúpulos. Pero si uno se centra en los casos difíciles y organiza la sociedad conforme a un creciente cinismo, que fomenta un individualismo egoísta, infiel, irresponsable, la inestabilidad cultural, lleno de complejidad y ejércitos de abogados que se multiplican. Más tarde o más temprano te las verás con un Dios enojado.

Y es que Dios desprecia la infidelidad (Malaquías 2:1-17). Dentro de la comunidad postexílica del pacto del antiguo Israel, algunos de los peores ejemplos de esta falta de fidelidad tenían que ver con las dimensiones explícitamente religiosas de la cultura, pero no todos ellos:

(1) Los labios de un sacerdote “atesoran sabiduría” “de su boca los hombres buscan instrucción, porque es mensajero del Señor Todopoderoso” (2:7). El sacerdote debía venerar a Dios y reverenciar su nombre (2:5), transmitir la instrucción verdadera (2:6) y mantener la senda del pacto (2:8). Pero, debido a que los sacerdotes habían demostrado ser desleales en todo esto, Dios haría que fueran despreciados y humillados delante de todo el pueblo (2:9). Entonces, ¿por qué se valora hoy a los ministros del evangelio justo por encima de los vendedores de coches usados en términos de confianza pública?

(2) Como hacen algunos otros profetas (p. ej. Ezequiel 16, 23), Malaquías describe la apostasía espiritual como adulterio (2:10-12).

(3) No sorprende que la infidelidad en el ámbito espiritual vaya acompañada por la deslealtad en los matrimonios y en el hogar (2:13-16). Oh, esa gente puede hacer gala de un despliegue espiritual, llorar e invocar las bendiciones de Dios. Pero él sencillamente no presta atención. ¿Por qué no? “Porque el Señor actúa como testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que traicionaste aunque es tu compañera, la esposa de tu pacto” (2:14).

(4) De forma más genérica, estas personas han hastiado al Señor con su casuística, su relativismo moral (2:17). “Así que cuidaos en vuestro espíritu, y no seáis traicioneros” (2:16).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Crónicas 34

En la meditación del 9 de noviembre, reflexioné brevemente sobre el celo reformador de Josías, quien dirigió el último intento por realizar una reforma a gran escala en Judá (2 Reyes 22). Ya habían pasado tres cuartos de siglo desde la muerte de Ezequías, pero mucho de esto fue presidido por Manasés, cuyo reino de más de medio siglo estuvo casi enteramente dedicado a la maldad pagana. Ahora, regresamos al mismo evento, esta vez registrado en 2 Crónicas 34. Aquí podríamos aprender algunas lecciones adicionales y complementarias.

(1) El redescubrimiento del libro de la ley (probablemente Deuteronomio) entre los escombros del templo le revela a Josías el peligro de la posición de Judá: la ira de Dios pende sobre su cabeza. Josías se rasga las vestiduras, se arrepiente y ordena una reforma. Además, instruye a sus asistentes a consultar a la profetisa Hulda (34:22) sobre la inminencia de estos peligros. La respuesta de Dios es que el desastre y el juicio sobre Jerusalén ya son inevitables: “todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá” (34:24). El patrón de desobediencia deliberada y recurrente al pacto se ha vuelto tan constante y horrendo, que el juicio tiene que llegar. No obstante, el Señor añade: “Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado” (34:27). Le asegura a Josías que el desastre inminente no ocurrirá mientras él esté vivo.

Aquí hay dos lecciones obvias. Primero, se nos permite vislumbrar a lo que Dios espera de nosotros si vivimos en una época de declive catastrófico: no filosofar, sino humillación, arrepentimiento sincero, lágrimas, contrición. Segundo, como suele suceder en la Biblia, precisamente porque Dios es lento para la ira y tan paciente, él está más ansioso por suspender y retrasar el juicio que es el correlativo necesario de su santidad, que lo que estamos nosotros por pedirle misericordia.

(2) La imagen del propio rey juntando a los ancianos de Judá y leyéndoles solemnemente las Escrituras (34:29-31) es profundamente conmovedora. No hay nada que nuestra generación precise más que escuchar la palabra de Dios, esto en una época en la cual el analfabetismo bíblico está aumentando muy velozmente. Además, necesita escuchar a líderes cristianos que se sometan personalmente a la Biblia, que lean directamente las Escrituras y las enseñen. Esto, no mediante formas oscuras que meramente asumen alguna especie de herencia de enseñanza cristiana mientras en realidad se centran en cualquier otra cosa, sino de manera reverente, ejemplar, comprensiva, insistente y persistente. Nada—nada en absoluto—es más urgente.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

2 Crónicas 34

Reinado de Josías

34 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Él hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR y anduvo en los caminos de su padre David; no se apartó ni a la derecha ni a la izquierda. Porque en el octavo año de su reinado, siendo aún joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, de las Aseras, de las imágenes talladas y de las imágenes fundidas. Y derribaron en su presencia los altares de los Baales; destrozó los altares del incienso que estaban puestos en alto, encima de ellos; despedazó también las Aseras, las imágenes talladas y las imágenes fundidas y las redujo a polvo, que esparció sobre las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios. Entonces quemó los huesos de los sacerdotes sobre sus altares y purificó a Judá y a Jerusalén. En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta en Neftalí, y en sus ruinas alrededor, derribó también los altares y redujo a polvo las Aseras y las imágenes talladas, y destrozó todos los altares de incienso por todas las tierras de Israel. Después regresó a Jerusalén.

En el año dieciocho de su reinado, cuando terminó de purificar el país y la casa, Josías envió a Safán, hijo de Azalía, y a Maasías, un oficial de la ciudad, y a Joa, hijo de Joacaz, escriba, para que repararan la casa del SEÑOR su Dios. Ellos vinieron al sumo sacerdote Hilcías y le entregaron el dinero que había sido traído a la casa de Dios, y que los levitas guardianes del umbral habían recogido de Manasés y de Efraín y de todo el remanente de Israel, y de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén. 10 Entonces entregaron el dinero en manos de los obreros que estaban encargados de la casa del SEÑOR; y los obreros que trabajaban en la casa del SEÑOR lo usaron para restaurar y reparar la casa. 11 Ellos a su vez les dieron dinero a los carpinteros y a los constructores para comprar piedra de cantería y maderas para las uniones, y hacer vigas para los edificios que los reyes de Judá habían dejado que se arruinaran. 12 Los hombres hicieron el trabajo fielmente con estos capataces sobre ellos para dirigirlos: Jahat y Abdías, levitas de los hijos de Merari, y Zacarías y Mesulam, de los hijos de Coat, y de los levitas, todos los que eran hábiles con instrumentos musicales. 13 Ellos también estaban sobre los cargadores y dirigían, de trabajo en trabajo, a todos los que hacían la obra. Algunos de los levitas eran escribas, oficiales y porteros.

Hallazgo del libro de la ley

14 Mientras ellos sacaban el dinero que habían traído a la casa del SEÑOR, el sacerdote Hilcías encontró el libro de la ley del SEÑOR dada por Moisés. 15 Entonces Hilcías dijo al escriba Safán: «He hallado el libro de la ley en la casa del SEÑOR». Hilcías le dio el libro a Safán, 16 y este llevó el libro al rey y le dio más noticias: «Todo lo que fue encomendado a sus siervos, lo están haciendo. 17 También han tomado el dinero que se encontraba en la casa del SEÑOR, y lo han entregado en manos de los encargados y de los obreros». 18 El escriba Safán informó también al rey: «El sacerdote Hilcías me ha dado un libro». Y Safán leyó de él en la presencia del rey. 19 Cuando el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos. 20 Entonces el rey ordenó a Hilcías, a Ahicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Micaía, al escriba Safán y a Asaías, siervo del rey: 21 «Vayan, consulten al SEÑOR por mí y por los que quedan en Israel y en Judá, acerca de las palabras del libro que se ha encontrado. Porque grande es el furor del SEÑOR que se derrama sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no han guardado la palabra del SEÑOR, haciendo conforme a todo lo que está escrito en este libro».

22 Entonces Hilcías fue con los que el rey había dicho a la profetisa Hulda, mujer de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, encargado del vestuario. Ella habitaba en Jerusalén en el segundo sector, y hablaron con ella acerca de esto. 23 Y ella les dijo: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Digan al hombre que los ha enviado a Mí: 24 así dice el SEÑOR: ‘Voy a traer mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las maldiciones escritas en el libro que ellos han leído en presencia del rey de Judá. 25 Por cuanto me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses para provocarme a ira con todas las obras de sus manos, por tanto Mi furor se derramará sobre este lugar, y no se apagará’”. 26 Pero al rey de Judá que los envió a ustedes a consultar al SEÑOR, así le dirán: “Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: ‘En cuanto a las palabras que has oído, 27 porque se enterneció tu corazón y te humillaste delante de Dios cuando oíste Sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes, y te humillaste delante de Mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste delante de Mí, ciertamente te he oído’, declara el SEÑOR. 28 ‘Te reuniré con tus padres y serás recogido en tu sepultura en paz, y tus ojos no verán todo el mal que Yo voy a traer sobre este lugar y sobre sus habitantes’”». Y llevaron la respuesta al rey.

29 Entonces el rey mandó reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30 Y subió el rey a la casa del SEÑOR con todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta el menor, y leyó en su presencia todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa del SEÑOR. 31 Después el rey se puso en pie en su lugar e hizo pacto delante del Señor de andar en pos del SEÑOR y de guardar Sus mandamientos, Sus testimonios y Sus estatutos con todo su corazón y con toda su alma, para cumplir las palabras del pacto escritas en este libro. 32 Además, hizo suscribir el pacto a todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Dios, el Dios de sus padres. 33 Y Josías quitó todas las abominaciones de todas las tierras que pertenecían a los israelitas, e hizo que todos los que se encontraban en Israel sirvieran al SEÑOR su Dios. Mientras él vivió no se apartaron de seguir al SEÑOR, Dios de sus padres.


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Apocalipsis 20

Satanás atado durante el milenio

20 Vi entonces a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en su mano. El ángel prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso un sello sobre él para que no engañara más a las naciones, hasta que se cumplieran los mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.

También vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que se les concedió autoridad para juzgar. Y vi las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, y a los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni habían recibido la marca sobre su frente ni sobre su mano. Volvieron a la vida y reinaron con Cristo por mil años. Esta es la primera resurrección. Los demás muertos no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años. Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección. La muerte segunda no tiene poder sobre estos sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él por mil años.

La derrota de Satanás

Cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlas para la batalla. El número de ellas es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. 10 Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

El juicio ante el trono blanco

11 Vi un gran trono blanco y a Aquel que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. 12 También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. 13 El mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos. Y fueron juzgados, cada uno según sus obras. 14 La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. 15 Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.


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Malaquías 2

2 «Y ahora, para ustedes, sacerdotes, es este mandamiento. Si no escuchan, y si no deciden de corazón dar honor a Mi nombre», dice el SEÑOR de los ejércitos, «enviaré sobre ustedes maldición, y maldeciré sus bendiciones; y en verdad, ya las he maldecido, porque no lo han decidido de corazón. Yo reprenderé a su descendencia, y les echaré estiércol a la cara, el estiércol de sus fiestas, y serán llevados con él. Entonces sabrán que les he enviado este mandamiento para que Mi pacto siga con Leví», dice el SEÑOR de los ejércitos.

«Mi pacto con él era de vida y paz, las cuales le di para que me reverenciara; y él me reverenció, y estaba lleno de temor ante Mi nombre. La verdadera instrucción estaba en su boca, y no se hallaba iniquidad en sus labios; en paz y rectitud caminaba conmigo, y apartaba a muchos de la iniquidad. Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del SEÑOR de los ejércitos. Pero ustedes se han desviado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley, han corrompido el pacto de Leví», dice el SEÑOR de los ejércitos. «Por eso Yo también los he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, así como ustedes no han guardado Mis caminos y hacen acepción de personas al aplicar la ley.

Abominaciones del pueblo

10 »¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres? 11 Deslealmente ha obrado Judá. Una abominación se ha cometido en Israel y en Jerusalén; porque Judá ha profanado el santuario del SEÑOR, que Él ama, y se ha casado con la hija de un dios extraño. 12 Que el SEÑOR extermine de las tiendas de Jacob al hombre que hace esto (sea testigo o defensor) aunque presente una ofrenda al SEÑOR de los ejércitos.

13 »Y esta otra cosa hacen: cubren el altar del SEÑOR de lágrimas, llantos y gemidos, porque Él ya no mira la ofrenda ni la acepta con agrado de su mano. 14 Y ustedes dicen: “¿Por qué?”. Porque el SEÑOR ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto. 15 Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así. ¿Y qué hizo este mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Presten atención, pues, a su espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud. 16 Porque Yo detesto el divorcio», dice el SEÑOR, Dios de Israel, «y al que cubre de iniquidad su vestidura», dice el SEÑOR de los ejércitos. «Presten atención, pues, a su espíritu y no sean desleales».

17 Ustedes han cansado al SEÑOR con sus palabras. Y dicen: «¿En qué lo hemos cansado?». Cuando dicen: «Todo el que hace mal es bueno a los ojos del SEÑOR, y en ellos Él se complace; o: ¿Dónde está el Dios de la justicia?».


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Juan 19

19 Entonces, Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Y los soldados tejieron una corona de espinas, la pusieron sobre Su cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura; y acercándose a Jesús, le decían: «¡Salve, Rey de los judíos!». Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez, y les dijo*: «Miren, lo traigo fuera, para que sepan que no encuentro ningún delito en Él».

Y cuando Jesús salió fuera, llevaba la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo*: «¡Aquí está el Hombre!». Cuando lo vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo*: «Ustedes, pues, lo toman y lo crucifican, porque yo no encuentro ningún delito en Él». Los judíos le respondieron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley Él debe morir, porque pretendió ser el Hijo de Dios».

Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, se atemorizó aún más. Entró de nuevo al Pretorio y dijo* a Jesús: «¿De dónde eres Tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Pilato entonces le dijo*: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte?».

11 Jesús respondió: «Ninguna autoridad tendrías sobre Mí si no se te hubiera dado de arriba; por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado». 12 Como resultado de esto, Pilato procuraba soltar a Jesús, pero los judíos gritaron: «Si suelta a Este, usted no es amigo de César; todo el que se hace rey se opone a César».

13 Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en un lugar llamado el Empedrado, y en hebreo Gabata. 14 Y era el día de la preparación para la Pascua; eran como las seis de la mañana. Y Pilato dijo* a los judíos: «Aquí está su Rey». 15 «¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!», gritaron ellos. «¿He de crucificar a su Rey?», les dijo* Pilato. Los principales sacerdotes respondieron: «No tenemos más rey que César». 16 Así que entonces Pilato lo entregó a ellos para que fuera crucificado.

Crucifixión y muerte de Jesús

17 Tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando Su cruz al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota, 18 donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. 19 Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: «JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS».

20 Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. 21 Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilato: «No escribas, “el Rey de los judíos”; sino que Él dijo: “Yo soy Rey de los judíos”». 22 Pilato respondió: «Lo que he escrito, he escrito».

23 Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron Sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza. 24 Por tanto, se dijeron unos a otros: «No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será»; para que se cumpliera la Escritura: «REPARTIERON ENTRE SÍ MIS VESTIDOS, Y SOBRE MI ROPA ECHARON SUERTES».

25 Por eso los soldados hicieron esto. Y junto a la cruz de Jesús estaban Su madre, y la hermana de Su madre, María, la mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Y cuando Jesús vio a Su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo* a Su madre: «¡Mujer, ahí está tu hijo!». 27 Después dijo* al discípulo: «¡Ahí está tu madre!». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo ya se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo*: «Tengo sed». 29 Había allí una vasija llena de vinagre. Colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca. 30 Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: «¡Consumado es! ». E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Los judíos entonces, como era el día de preparación para la Pascua, a fin de que los cuerpos no se quedaran en la cruz el día de reposo, porque ese día de reposo era muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y se los llevaran. 32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y también las del otro que había sido crucificado con Jesús. 33 Cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; 34 pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.

35 Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean. 36 Porque esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «NO SERÁ QUEBRADO HUESO SUYO». 37 Y también otra Escritura dice: «MIRARÁN A AQUEL QUE TRASPASARON».

Sepultura de Jesús

38 Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato concedió el permiso. Entonces José vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39 Y Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, vino también, trayendo una mezcla de mirra y áloe como de treinta y tres kilos. 40 Entonces tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas, como es costumbre sepultar entre los judíos.

41 En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual todavía no habían sepultado a nadie. 42 Por tanto, por causa del día de la preparación de los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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