Plan
Lectura de Hoy
11-01-2024
Devocional
Devocional: Génesis 12
Este texto, Génesis 12, constituye un punto de inflexión en el desarrollo del plan de Dios para la redención. A partir de ahora, el centro de la actividad de Dios no serán los individuos esparcidos aquí y allá, sino una raza, una nación. Este punto de inflexión hace que los documentos del Antiguo Testamento sean tan profundamente judíos. Y en última instancia, de esta raza nacen la ley, los sacerdotes, la sabiduría, los patrones de las relaciones con Dios de acuerdo con la alianza, los oráculos, las profecías, las lamentaciones y los salmos – una amplia variedad de instituciones y textos que apuntan, de maneras cada vez más patentes, a una nueva alianza, predicha por los profetas de Israel.
Incluso en este nuevo pacto con Abraham, Dios incluye una promesa que ya expande los horizontes más allá de Israel, una promesa que aparece una y otra vez en la Biblia. Dios dice a Abraham, “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!” (12:3). Por si no hemos captado la importancia de esta promesa, el libro de Génesis la vuelve a repetir (18:18, 22:18; 26:4; 28:14). Al cabo de un milenio, esta promesa se centra, no en la nación en su conjunto, sino en uno de los más grandes reyes de Israel: “Que su nombre perdure para siempre; que su fama permanezca como el sol. Que en su nombre las naciones se bendigan unas a otras; que todas ellas lo llamen dichoso.” (Salmo 72:17). El “profeta evangélico” a menudo articula la misma amplitud de visión (p.ej., Isaías 19:23-25). Los primeros predicadores de la iglesia, tras la resurrección de Jesús, comprendieron que la salvación que trajo Jesús era el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham (Hechos 3:25). El apóstol Pablo hace la misma conexión (Gálatas 3:8).
Aunque el texto de Génesis no lo cita explícitamente, este mismo planteamiento – que la última intención de Dios era, desde el principio, incorporar a seres humanos de toda raza en la nueva humanidad que está constituyendo – aparece de múltiples maneras. De hecho, aparte de este texto, dos de las tres lecturas restantes de hoy apuntan hacia la misma dirección. En Mateo 11:20-24, Jesús dice con absoluta claridad, y usando un lenguaje perturbador, que en el último día las ciudades paganas, aunque sean castigadas, lo serán con menos severidad que las ciudades de Israel que habían gozado del privilegio de escuchar a Jesús directamente y de ver sus milagros, pero sin llegar a las conclusiones correctas. La invitación que extiende es amplia: “Venid a mí todos vosotros que están cansados y agobiados, y yo os daré descanso.” (Mateo 11:28). Y en Hechos 11, Pedro relata ante la iglesia en Jerusalén su experiencia con Cornelio y su casa, tras lo cual concluyen lo siguiente: “¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18).
Cristo recibe la alabanza desenfrenada del cielo, porque con su sangre había comprado a multitudes de personas para Dios “de toda raza, lengua, pueblo y nación.” (Apocalipsis 5:9; ver la meditación del 15 de diciembre).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Nehemías 1
En la compleja historia de la comunidad posexílica en Judá, Nehemías desempeña un papel singular. Él no formó parte del grupo que regresó originalmente a Judá, pero el propio emperador lo había enviado allí mucho antes. Nehemías hizo las veces de gobernador de la comunidad remanente en dos expediciones diferentes, siendo en gran manera responsable de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, sin mencionar otras reformas. Su labor y la de Esdras se solaparon.
El libro de Nehemías se considera a menudo un manual de liderazgo religioso. Me pregunto si eso hace justicia al libro. ¿Tuvo Nehemías la intención de escribir un manual de liderazgo? ¿Está incluido en el canon con ese propósito, para que, del mismo modo que recurrimos a Hechos para descubrir la historia de la iglesia primitiva, lo hagamos a Nehemías en busca de los principios del liderazgo?
Esto no quiere decir que no haya nada que aprender de Nehemías sobre ese tema, algo que también podemos decir de Moisés, David, Pedro o Pablo. Es un error leer este libro centrándose en el tema del liderazgo; no es acorde al propósito del autor ni a las prioridades canónicas.
Nehemías es un libro que trata de la fidelidad de Dios y de los agentes que él utilizó para restablecer al pueblo de su pacto en la tierra prometida tras el exilio, dar los primeros pasos que garantizasen su protección e identidad como nación escogida por el Señor y asegurar su fidelidad al pacto. Canónicamente, esta parte de la línea argumental de la Biblia contiene trozos de la historia posterior al exilio que nos llevan hasta el propio Señor Jesús.
Sin embargo, quizás podamos centrarnos provechosamente en uno o dos elementos de Nehemías 1, siguiendo hasta el capítulo 2.
Los primeros informes acerca de la triste situación de la comunidad remanente de retornados en Judá (1:3) surgen del profundo dolor y la ferviente intercesión de Nehemías (1:4). El contenido de su oración ocupa la mayor parte del primer capítulo (1:5-11). Nehemías se dirige al “Señor, Dios del cielo, grande y temible” en términos del pacto. Dios había prometido enviar a su pueblo al exilio si este persistía en su desobediencia, pero también que, si se arrepentían y volvían a él, los reuniría de nuevo en la tierra que había escogido como morada para su nombre (1:8-9; véase Deuteronomio 30:4-5). Nehemías no está orando por otros y evitando cualquier papel para sí mismo. Pide a Dios poder encontrar el favor en los ojos del emperador, al que sirve como copero (1:11), cuando comparta con él esta gran carga. Incluso la “oración relámpago” de Nehemías en el siguiente capítulo (2:4) es el afloramiento de una oración de intercesión continua en secreto.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 12
Dios llama a Abram
12 Y el Señor dijo a Abram:
«Vete de tu tierra,
De entre tus parientes
Y de la casa de tu padre,
A la tierra que Yo te mostraré.
2 Haré de ti una nación grande,
Y te bendeciré,
Engrandeceré tu nombre,
Y serás bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan,
Y al que te maldiga, maldeciré.
En ti serán benditas todas las familias de la tierra».
4 Entonces Abram se fue tal como el Señor le había dicho, y Lot se fue con él. Abram tenía 75 años cuando salió de Harán. 5 Abram tomó a Sarai su mujer y a Lot su sobrino, y todas las posesiones que ellos habían acumulado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a la tierra de Canaán; y a la tierra de Canaán llegaron. 6 Abram atravesó el país hasta el lugar de Siquem, hasta la encina de More. Los cananeos habitaban entonces en esa tierra.
7 El Señor se apareció a Abram y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra». Entonces Abram edificó allí un altar al Señor que se le había aparecido. 8 De allí se trasladó hacia el monte al oriente de Betel, y plantó su tienda, teniendo a Betel al occidente y Hai al oriente. Edificó allí un altar al Señor, e invocó el nombre del Señor. 9 Y Abram siguió su camino, continuando hacia el Neguev.
Abram en Egipto
10 Pero hubo hambre en el país, y Abram descendió a Egipto para pasar allí un tiempo, porque el hambre era severa en aquella tierra. 11 Cuando se estaba acercando a Egipto, Abram dijo a Sarai su mujer: «Mira, sé que eres una mujer de hermoso parecer; 12 y sucederá que cuando te vean los egipcios, dirán: “Esta es su mujer”; y me matarán, pero a ti te dejarán vivir. 13 Di, por favor, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y para que yo viva gracias a ti».
14 Cuando Abram entró en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy hermosa. 15 La vieron los oficiales de Faraón y la alabaron delante de él. Entonces la mujer fue llevada a la casa de Faraón. 16 Y este trató bien a Abram por causa de ella. Le dio ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos.
17 Pero el Señor hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas por causa de Sarai, mujer de Abram. 18 Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: «¿Qué es esto que me has hecho? ¿Por qué no me avisaste que era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”, de manera que la tomé por mujer? Ahora pues, aquí está tu mujer, tómala y vete». 20 Faraón dio órdenes a sus hombres acerca de Abram; y ellos lo despidieron con su mujer y con todo lo que le pertenecía.
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Mateo 11
Jesús sale a enseñar y predicar
11 Y sucedió que cuando Jesús terminó de dar instrucciones a Sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
Jesús y los discípulos de Juan
2 Al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio de sus discípulos 3 a decir a Jesús: «¿Eres Tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?».
4 Jesús les respondió: «Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: 5 los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. 6 Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí».
Jesús habla de Juan el Bautista
7 Mientras ellos se iban, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Miren, los que usan ropas finas están en los palacios de los reyes. 9 Pero, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y uno que es más que un profeta. 10 Este es de quien está escrito:
“He aquí, yo envío Mi mensajero delante de Ti,
Quien preparará Tu camino delante de Ti”.
11 En verdad les digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza. 13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14 Y si quieren aceptarlo, él es Elías, el que había de venir. 15 El que tiene oídos, que oiga.
16 »Pero, ¿con qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, que dan voces a los otros, 17 y dicen: “Les tocamos la flauta, y no bailaron; entonamos endechas, y no se lamentaron”. 18 Porque vino Juan que no comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. 19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. Pero la sabiduría se justifica por sus hechos».
Ayes sobre ciudades de Galilea
20 Entonces Jesús comenzó a reprender a las ciudades en las que había hecho la mayoría de Sus milagros, porque no se habían arrepentido: 21 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. 22 Por eso les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes.
23 »Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades descenderás! Porque si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, esta hubiera permanecido hasta hoy. 24 Sin embargo, les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti».
La gran invitación
25 En aquel tiempo, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños. 26 Sí, Padre, porque así fue de Tu agrado.
27 »Todas las cosas me han sido entregadas por Mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 »Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. 29 Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. 30 Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera».
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Nehemías 1
Oración de Nehemías por los desterrados
1 Palabras de Nehemías, hijo de Hacalías:
En el mes de Quisleu, en el año veinte del rey Artajerjes de Persia, estando yo en la fortaleza de Susa, 2 vino Hananí, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá, y les pregunté por los judíos, los que habían escapado y habían sobrevivido a la cautividad, y por Jerusalén. 3 Y me dijeron: «El remanente, los que sobrevivieron a la cautividad allá en la provincia, están en gran aflicción y oprobio, y la muralla de Jerusalén está derribada y sus puertas quemadas a fuego».
4 Cuando oí estas palabras, me senté y lloré; hice duelo algunos días, y estuve ayunando y orando delante del Dios del cielo. 5 Y dije: «Te ruego, oh Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda el pacto y la misericordia para con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos, 6 que estén atentos Tus oídos y abiertos Tus ojos para oír la oración de Tu siervo, que yo hago ahora delante de Ti día y noche por los israelitas Tus siervos, confesando los pecados que los israelitas hemos cometido contra Ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.
7 »Hemos procedido perversamente contra Ti y no hemos guardado los mandamientos, ni los estatutos, ni las ordenanzas que mandaste a Tu siervo Moisés. 8 Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a Tu siervo Moisés: “Si ustedes son infieles, Yo los dispersaré entre los pueblos; 9 pero si se vuelven a Mí y guardan Mis mandamientos y los cumplen, aunque sus desterrados estén en los confines de los cielos, de allí los recogeré y los traeré al lugar que he escogido para hacer morar Mi nombre allí”. 10 Ellos son Tus siervos y Tu pueblo, los que Tú redimiste con Tu gran poder y con Tu mano poderosa. 11 Te ruego, oh Señor, que Tu oído esté atento ahora a la oración de Tu siervo y a la oración de Tus siervos que se deleitan en reverenciar Tu nombre. Haz prosperar hoy a Tu siervo, y concédele favor delante de este hombre».
Era yo entonces copero del rey.
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Hechos 11