Vida Cristiana

¿Por qué me cuesta tanto leer la Biblia?

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No sé si eres como yo, pero cada mañana, cuando suena «la innombrable» (así llamo a mi alarma), pareciera que desde que abro los ojos inicia un intenso maratón que no para hasta el final del día. Un hogar que atender, hijos, esposo, trabajo, reuniones, servicio de la iglesia, libros por leer que se van amontonando, imprevistos que cada día trae… y todo esto sin mencionar que también hay que hacer ejercicio.

Cuando llega la noche, recordamos, a veces con un sentimiento de culpa, que no hemos pasado tiempo en la Palabra. Entonces, una de las excusas más comunes se asoma: «Es que no tengo tiempo». Pero la realidad es que nuestro poco acercamiento a las Escrituras no es un problema de tiempo, es uno de convicción.

Tus convicciones marcan tus prioridades

Invertimos nuestro tiempo en lo que creemos que realmente nos traerá algún beneficio o satisfacción:

– Si creemos que nuestro trabajo nos traerá beneficios, invertiremos nuestro tiempo en aquello que necesitamos hacer, o incluso en lo que debemos aprender, para que nuestro desempeño en el trabajo sea aún mejor.

– Si creemos que la satisfacción vendrá de nuestra familia, haremos de nuestro hogar el centro alrededor del cual gira nuestro mundo.

– Si se trata de nuestro bienestar y placer, buscaremos vacaciones, comida, entretenimiento y descanso a toda costa para sentirnos satisfechas.


Nuestras creencias determinarán nuestras prioridades. Entonces, si no estamos leyendo la Biblia como deberíamos, es porque probablemente no creemos que la necesitamos tanto, o porque creemos que nuestro deleite está en otro lado y no en Su Palabra.
Jesús nos enseñó que donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón (Mt 6:21). Fíjate en lo que la Biblia nos dice de ella:

Es lámpara que nos guía (Sal 119:105)
– Provee consuelo en el dolor (Sal 119:52)
– Es sabiduría de Dios (Sal 19:7)
– Es deleite para nuestras vidas (Sal 93:5)
– Nos da esperanza (Ro 15:4)
– Es motivo de gloria conocerla (Jer 9:24)
– Nos da entendimiento (Sal 119:44)
– Es medio de santificación (Jn 17:17)
– Es el medio de conocer a Jesús y crecer en amor por Él (Jn 5:39)


¿Qué crees que pasaría si genuinamente creyéramos que todo esto es verdad?

Definitivamente, no nos despegaríamos tanto de las Escrituras. Seríamos como el profeta Jeremías, que «comía» la Palabra de Dios(Jer 15:16). Todo nuestro ser se mueve hacia aquello que genuinamente valoramos.

Nuestras acciones siempre serán acordes a nuestras creencias. Entonces, ¿qué hacemos para priorizar nuestra lectura de la Palabra? Tomando en cuenta lo anterior, aquí te dejo algunas cosas a considerar:

1. Tú y yo necesitamos la Palabra

No quiero ignorar ni trivializar la situación de nadie. Hay personas muy ocupadas, personas con realidades complicadas, por ejemplo, atendiendo a familiares enfermos. Hay personas con trabajos absorbentes, para quienes ocuparse de la Palabra requiere un esfuerzo extra. La verdad es que en este mundo caído las cosas requieren más esfuerzo y son más fatigosas de lo que quisiéramos. Al mismo tiempo, tendemos a ver la lectura bíblica como una forma de ganar la aprobación de Dios y eso se convierte en una carga para nosotros.

"Tú y yo vamos a la Palabra no porque necesitamos ganarnos la aprobación de Dios, sino porque estar cerca de Él es nuestro bien"

Pero realidades como estas no deberían hacernos correr de la Palabra, sino hacia ella.

Tú y yo vamos a la Palabra —haciendo el esfuerzo posible en medio del tiempo que tengamos— no porque necesitemos ganarnos la aprobación de Dios al hacerlo, sino porque estar cerca de Él es nuestro bien, porque necesitamos la esperanza, la instrucción y la sabiduría que esta nos provee. Vamos a ella porque estamos incompletas y rotas, y porque a través de las Escrituras podemos conocer a Jesús.

Nosotras necesitamos las Escrituras, Su Palabra es nuestro alimento.

2. Un “sí” a algo es un “no” a otra cosa

Cada cosa que incluimos en nuestras agendas, cada compromiso que aceptamos, cada «sí» que expresamos siempre implica un «no» a algo más. Por eso necesitamos ser más intencionales en detenernos a pensar de qué estamos llenando nuestro tiempo.

Debemos detenernos y evaluar nuestras agendas, porque estas nos revelarán cuáles son las prioridades en nuestras vidas.

En el libro de Hageo el Señor habló a Su pueblo, a través del profeta, porque tenía una queja contra ellos:

Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Este pueblo dice: “No ha llegado el tiempo, el tiempo de que la casa del SEÑOR sea reedificada”». Entonces vino la palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo: «¿Es acaso tiempo para que ustedes habiten en sus casas artesonadas mientras esta casa está desolada?»

Ahora pues, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos! Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no hay suficiente para que se sacien; beben, pero no hay suficiente para que se embriaguen; se visten, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota». Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «¡Consideren bien sus caminos!» (Hag 1:2-7).

Ellos estaban concentrados en servirse a sí mismos, pero no se daban cuenta de que al final lo que estaban haciendo era infructuoso: sembraban, pero no recogían; se vestían, pero no se calentaban. Así que Dios les dice: «¡Consideren sus caminos!».

El pueblo debía detenerse y darse cuenta de que lo que estaban haciendo, el servirse a sí mismos, era en vano.

Así como necesitó hacerlo el pueblo de Dios en los tiempos del profeta Hageo, nosotros necesitamos detenernos y considerar la manera en la que estamos caminando y cuáles son aquellas cosas que estamos descuidando.

3. Nuestras almas necesitan recordar

Si uno de nuestros problemas con nuestro poco o nulo tiempo en la Palabra es un problema de lo que creemos y no de tiempo, entonces necesitamos llevar nuestra mente continuamente hacia aquello que es genuinamente valioso.

Debemos reconocer que nuestro corazón tiene la inclinación de irse detrás de lo que no tiene valor eterno, de lo que solo trae satisfacción temporal. Por eso es que, en medio de esta realidad, es necesario que le recordemos a nuestras almas que «estar cerca del Señor es [nuestro] bien» (Sal 73:28).

"Necesitamos recordarnos una y otra vez que no hay nada más puro, más limpio, más deseable y más dulce que Su Palabra"

Necesitamos recordarnos una y otra vez que no hay nada más puro, más limpio, más deseable y más dulce que Su Palabra. Aunque a veces no lo sintamos así, digámosle esto a nuestra mente y corazón, una y otra vez, hasta que llegue el momento en el que, en el poder del Espíritu, lo creamos.

Y mientras le recordamos esto a nuestra alma, dirijamos nuestra mirada al Señor en oración, clamando por Su intervención en nuestras vidas, rogándole que unifique nuestro corazón para que le tema y le busque con afán (Sal 86:11).

4. Respondamos en fe

Como ya mencioné, esta vida debajo del sol no es fácil y para muchos es mucho más complicada que para otros. Aun así, debemos recordar que darle prioridad a la Palabra de Dios en nuestras vidas es algo que hacemos por la fe en Jesús.

Lo hacemos por fe porque sabemos que nuestras vidas están en Sus manos. Reconocemos que Él sabe mejor que nosotros lo que nuestras almas y nuestras vidas necesitan, y que Él es quien se encarga de proveer para todas nuestras necesidades conforme a Sus propósitos buenos y las riquezas de Su sabiduría.

En el evangelio y por el evangelio

Tú y yo necesitamos la Palabra. Si nos damos cuenta de que hemos estado despegados de ella, en lugar de alejarnos de Jesús corramos a Él. El Señor nos invita a ir en arrepentimiento delante de Él y nos ofrece Su perdón. Él es el Señor que nos consuela aun en medio de las consecuencias de nuestro propio pecado.

En lugar de cargarnos con culpa por el tiempo que no hemos invertido en la Palabra, recordemos la gracia del Señor que trae restauración y la seguridad que tenemos en Su amor. Estas verdades nos animarán a abrir nuestras Biblias una vez más.

Patricia Namnún es coordinadora de iniciativas femeninas de Coalición por el Evangelio, desde donde escribe, contacta autoras, y adquiere contenidos específicos para la mujer. Sirve en el ministerio de mujeres en la Iglesia Piedra Angular, República Dominicana. Patricia es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute. Ama enseñar la Palabra a otras mujeres y está felizmente casada con Jairo desde el 2008 y juntos tienen tres hermosos hijos, Ezequiel, Isaac, y María Ester. Puedes encontrarla en Instagram y YouTube.

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