Plan
Lectura de Hoy
19-01-2024
Devocional
Devocional: Mateo 19
Después de la entrevista que Jesús tuvo con el joven rico, dice a sus discípulos: “- Os aseguro – comentó Jesús a sus discípulos – que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. (Mateo 19:23- 24). Los discípulos, según se nos relata, “quedaron desconcertados”. Preguntaron: “En ese caso, ¿quién podrá salvarse?” (19:25).
Su pregunta delata mucho su manera de pensar. Es como si los discípulos creyeran que si alguien iba a ser salvo sería como este joven justo, recto y francamente rico que acababa de alejarse, cabizbajo y algo triste, de Jesús. Si no se salvaba ni este, ¿quién se salvaría entonces? Es posible que pensaran que sus riquezas eran prueba de que Dios le había bendecido, mientras que su carácter públicamente tan recto parecía confirmar esta idea.
Pero, de esta forma, lo que delatan es lo poco que habían comprendido la afirmación de Jesús. Quiso señalar con qué facilidad las riquezas se convierten en un sucedáneo de Dios. Es extraordinariamente difícil que alguien que esté apegado a las riquezas, especialmente las acumuladas a lo largo de los años y de las cuales uno se siente orgulloso, se acerque a Dios como un niño se le acercaría (19:13-15), y sencillamente pida ayuda y busque misericordia. Los discípulos están mirando estas cosas justamente al revés. Los bienes materiales son una bendición, según razonan, y proceden de Dios. Si alguien goza de muchos bienes, estas bendiciones tienen su origen en Dios. Por tanto, es más probable que se salve una persona con grandes bendiciones, que no una que cuente con menos.
Jesús no entra en un debate con ellos. Si comenzase a hablar en este momento sobre las probabilidades mayores o menores de que alguien se salve, supondría reconocer la legitimidad de la pregunta, la cual, de hecho, está muy mal planteada. No es así como hay que abordar esta cuestión. Tomemos, por ejemplo, el grupo que los discípulos consideran estar más cerca del reino. ¿Ellos se salvarán? “A base del esfuerzo humano, es imposible”, dice Jesús. Y esto significa, desde la perspectiva de los discípulos, que, si el colectivo más privilegiado no puede entrar, entonces no entrará nadie. Está clarísimo: “Para los hombres es imposible”.
Sin embargo, esta imposibilidad puede convertirse en realidad, puesto que servimos a un Dios que hace cosas que nosotros, los seres humanos nunca podríamos realizar. “¿quién podrá salvarse?”, “… mas para Dios todo es posible” (19:26). En esto estriba nuestra confianza: un Dios que se fija en los individuos más improbables, sean ricos o pobres, y escribe su ley en sus corazones. Aparte de la gracia de Dios, que interviene en nuestra condición, no hay esperanza para ninguno de nosotros.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Hechos 19
La psicología de las masas es fácil de explicar después de los hechos, pero difícil de predecir. Recuerdo unas escandalosas elecciones del campus en la Universidad McGill, hace treinta y cinco años. Un estudiante interrumpió al candidato en cuestión con un par de comentarios embarazosos. La multitud se puso inmediatamente de su lado, alentándolo. Envalentonado, prosiguió con otro argumento, pero este era débil y no tenía sentido. El candidato lo miró con desdén y le preguntó: “¿Estás intentando hacer una reflexión?”. Incapaz de responder de forma rápida y directa, el estudiante vio cómo enseguida la multitud comenzó a abuchearle y decirle que se sentase y callase. En dos minutos, el apoyo entusiasta pasó a ser desprecio y burla. Fue fácil analizar lo ocurrido; era difícil de predecir. Demetrio el platero aprendió esta lección duramente (Hechos 19:23-41). Viendo que el testimonio de Pablo era efectivo, lo cual suponía una amenaza de disminución de ventas en su negocio como artesano que elaboraba estatuillas de plata de la diosa Artemisa (Diana en latín), trata de despertar oposición para detener el movimiento cristiano. Planeado o no, el resultado es el estallido de grandes disturbios, algo que Pablo considera como una oportunidad gloriosa de presentar el Evangelio a una enorme multitud; sus amigos, sin embargo, ven a esta como un peligro tan grande que consiguen, no sin dificultades, convencerle de apartarse de la misma.
Finalmente, el “secretario del concejo municipal” (más o menos, el equivalente a un alcalde) tranquiliza a la muchedumbre. Éfeso es una ciudad libre; Roma confía en que puede gobernarse sola y permanecer fiel al imperio. Este hombre sabe bien que las noticias de revueltas allí podían desencadenar una investigación que podría cambiar la posición de Éfeso. Roma podía enviar tropas e imponer un gobernador comisionado por el senado o por el propio emperador. El alcalde dice que los cristianos no son culpables de profanar el templo de Artemisa. Entonces, ¿por qué esos disturbios? Si Demetrio y sus amigos se sienten agraviados, que acudan a los tribunales o esperen la convocatoria de la próxima “legítima asamblea” de la ciudad (19:39, es interesante que el término sea ekklesia, de donde deriva “iglesia”), constituida adecuadamente. Así pues, este representante de la ciudad apacigua a la multitud y la despide.
Algunas lecciones son obvias. (1) Habitualmente, es muy insensato espolear a una muchedumbre. Las consecuencias de esta acción son impredecibles. (2) Dios siempre lo controla todo. A pesar de algunos momentos angustiosos, los resultados son maravillosos en este caso: los cristianos son absueltos, Demetrio y sus compinches han quedado mal, nadie ha sufrido daños. (3) Dios puede utilizar extrañas presiones económicas y políticas, incluyendo, en este caso, un artesano y un alcalde paganos, para llevar a cabo sus buenos propósitos.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 20
Abraham y Abimelec
20 Abraham salió de donde estaba hacia la tierra del Neguev, y se estableció entre Cades y Shur. Entonces estuvo por un tiempo en Gerar. 2 Abraham decía de Sara su mujer: «Es mi hermana». Entonces Abimelec, rey de Gerar, envió y tomó a Sara. 3 Pero Dios vino a Abimelec en un sueño de noche, y le dijo: «Tú eres hombre muerto por razón de la mujer que has tomado, pues está casada».
4 Pero Abimelec no se había acercado a ella, y dijo: «Señor, ¿destruirás a una nación aunque sea inocente? 5 ¿No me dijo él mismo: “Es mi hermana”? Y ella también dijo: “Es mi hermano”. En la integridad de mi corazón y con manos inocentes yo he hecho esto».
6 Entonces Dios le dijo en el sueño: «Sí, Yo sé que en la integridad de tu corazón has hecho esto. Y además, Yo te guardé de pecar contra mí, por eso no te dejé que la tocaras. 7 Ahora pues, devuelve la mujer al marido, porque él es profeta y orará por ti, y vivirás. Pero si no la devuelves, sabe que de cierto morirás, tú y todos los tuyos».
8 Abimelec se levantó muy de mañana, llamó a todos sus siervos y relató todas estas cosas a oídos de ellos; y los hombres se atemorizaron en gran manera. 9 Entonces Abimelec llamó a Abraham, y le dijo: «¿Qué nos has hecho? ¿Y en qué he pecado contra ti, para que hayas traído sobre mí y sobre mi reino un pecado tan grande? Me has hecho cosas que no se deben hacer». 10 Abimelec añadió a Abraham: «¿Qué has hallado para que hayas hecho esto?».
11 Y Abraham respondió: «Porque me dije: Sin duda no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer. 12 Además, en realidad es mi hermana, hija de mi padre, pero no hija de mi madre. Ella vino a ser mi mujer. 13 Cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije a ella: “Este es el favor que me harás: a cualquier lugar que vayamos, dirás de mí: ‘Es mi hermano’”».
14 Entonces Abimelec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas, y se los dio a Abraham, y le devolvió a Sara su mujer. 15 Y le dijo Abimelec: «Mi tierra está delante de ti. Habita donde quieras». 16 A Sara le dijo: «Mira, he dado a tu hermano 1,000 monedas de plata. Esta es tu vindicación delante de todos los que están contigo, y ante todos quedas vindicada». 17 Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec, a su mujer y a sus siervas, y tuvieron hijos. 18 Porque el Señor había cerrado completamente toda matriz en la casa de Abimelec por causa de Sara, mujer de Abraham.
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Mateo 19
Jesús en Judea
19 Cuando Jesús terminó estas palabras, partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán; 2 y grandes multitudes siguieron a Jesús, y los sanó allí.
Enseñanza de Jesús sobre el divorcio
3 Y se acercaron a Él algunos fariseos para ponerlo a prueba, diciendo: «¿Le está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». 4 Jesús les respondió: «¿No han leído que Aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra, 5 y dijo: “Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? 6 Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe».
7 Ellos le dijeron*: «Entonces, ¿por qué mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?». 8 Él les contestó*: «Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio. 9 Pero Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio». 10 Los discípulos le dijeron*: «Si así es la relación del hombre con su mujer, no conviene casarse». 11 Jesús les dijo: «No todos pueden aceptar este precepto, sino solo aquellos a quienes les ha sido dado. 12 Porque hay eunucos que nacieron así desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y también hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte».
Jesús bendice a los niños
13 Entonces trajeron algunos niños a Jesús para que pusiera las manos sobre ellos y orara; y los discípulos los reprendieron. 14 Pero Jesús dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a Mí, porque de los que son como estos es el reino de los cielos». 15 Y después de poner Él las manos sobre ellos, se fue de allí.
El joven rico
16 Y un hombre se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué cosa buena haré para obtener la vida eterna?». 17 Jesús le respondió: «¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Solo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos». 18 «¿Cuáles?», preguntó* el hombre. Y Jesús respondió: «No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no darás falso testimonio; 19 honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo».
20 El joven dijo*: «Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía?». 21 Jesús le respondió: «Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé Mi discípulo». 22 Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
Peligro de las riquezas
23 Jesús dijo entonces a Sus discípulos: «En verdad les digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos. 24 Otra vez les digo que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios». 25 Al oír esto, los discípulos estaban llenos de asombro, y decían: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». 26 Jesús, mirándolos, les dijo: «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible».
27 Entonces Pedro le respondió: «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos?». 28 Jesús les dijo: «En verdad les digo que ustedes que me han seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria, ustedes se sentarán también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. 30 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Nehemías 9
Arrepentimiento y confesión
9 El día veinticuatro de ese mes se congregaron los israelitas en ayuno, vestidos de cilicio y con polvo sobre sí. 2 Y los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padres. 3 Puestos de pie, cada uno en su lugar, una cuarta parte del día estuvieron leyendo en el libro de la ley del Señor su Dios, y otra cuarta parte, estuvieron confesando y adorando al Señor su Dios. 4 Y sobre el estrado de los levitas se levantaron Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en alta voz al Señor su Dios.
5 Entonces los levitas, Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías, dijeron: «Levántense, bendigan al Señor su Dios por siempre y para siempre.
Sea bendito Tu glorioso nombre
Y exaltado sobre toda bendición y alabanza.
6 Solo Tú eres el Señor.
Tú hiciste los cielos,
Los cielos de los cielos con todo su ejército,
La tierra y todo lo que en ella hay,
Los mares y todo lo que en ellos hay.
Tú das vida a todos ellos
Y el ejército de los cielos se postra ante Ti.
7 Tú eres el Señor Dios
Que escogiste a Abram,
Lo sacaste de Ur de los caldeos
Y le diste por nombre Abraham.
8 Hallaste fiel su corazón delante de Ti,
E hiciste con él un pacto
Para darle la tierra del cananeo,
Del hitita, del amorreo,
Del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo,
Para darla a su descendencia.
Y has cumplido Tu palabra, porque eres justo.
9 »Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto,
Y escuchaste su clamor junto al Mar Rojo.
10 Entonces hiciste señales y maravillas contra Faraón,
Contra todos sus siervos y contra todo el pueblo de su tierra;
Pues supiste que ellos los trataban con soberbia,
Y te hiciste un nombre como el de hoy.
11 Dividiste el mar delante de ellos,
Y pasaron por medio del mar sobre tierra firme;
Y echaste en los abismos a sus perseguidores,
Como a una piedra en aguas turbulentas.
12 Con columna de nube los guiaste de día,
Y con columna de fuego de noche,
Para alumbrarles el camino
En que debían andar.
13 Luego bajaste sobre el monte Sinaí,
Y desde el cielo hablaste con ellos;
Les diste ordenanzas justas y leyes verdaderas,
Estatutos y mandamientos buenos.
14 Les hiciste conocer Tu santo día de reposo,
Y les entregaste mandamientos, estatutos y la ley
Por medio de Tu siervo Moisés.
15 Les proveíste pan del cielo para su hambre,
Les sacaste agua de la peña para su sed,
Y les dijiste que entraran a poseer
La tierra que Tú habías jurado darles.
16 «Pero ellos, nuestros padres, obraron con soberbia,
Fueron tercos y no escucharon Tus mandamientos.
17 Rehusaron escuchar,
Y no se acordaron de las maravillas que hiciste entre ellos;
Fueron tercos y eligieron un jefe para volver a su esclavitud en Egipto.
Pero Tú eres un Dios de perdón,
Clemente y compasivo,
Lento para la ira y abundante en misericordia,
Y no los abandonaste.
18 Ni siquiera cuando hicieron
Un becerro de metal fundido
Y dijeron: “Este es tu Dios
Que te sacó de Egipto”,
Y cometieron grandes blasfemias,
19 En Tu gran compasión,
Tú no los abandonaste en el desierto.
La columna de nube no los dejó de día
Para guiarlos en el camino,
Ni la columna de fuego de noche para alumbrarles el camino por donde debían andar.
20 Y diste Tu buen Espíritu para instruirles;
No retiraste Tu maná de su boca,
Y les diste agua para su sed.
21 Por cuarenta años proveíste para ellos en el desierto y nada les faltó,
Sus vestidos no se gastaron ni se hincharon sus pies.
22 También les diste reinos y pueblos,
Y se los repartiste con sus límites.
Tomaron posesión de la tierra de Sehón, rey de Hesbón,
Y la tierra de Og, rey de Basán.
23 Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo,
Y los llevaste a la tierra
Que habías dicho a sus padres que entraran a poseerla.
24 Así que entraron los hijos y poseyeron la tierra.
Y Tú sometiste delante de ellos a los habitantes de la tierra, a los cananeos,
Y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra,
Para hacer con ellos como quisieran.
25 Capturaron ciudades fortificadas y una tierra fértil.
Tomaron posesión de casas llenas de toda cosa buena,
Cisternas excavadas, viñas y olivares,
Y árboles frutales en abundancia.
Comieron, se saciaron, engordaron
Y se deleitaron en tu gran bondad.
26 «Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra Ti,
Echaron Tu ley a sus espaldas,
Mataron a Tus profetas que los amonestaban
Para que se volvieran a Ti;
Y cometieron grandes blasfemias.
27 Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, que los oprimieron;
Pero en el tiempo de su angustia clamaron a Ti,
Y Tú escuchaste desde el cielo, y conforme a Tu gran compasión
Les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresores.
28 Pero cuando tenían descanso, volvían a hacer lo malo delante de Ti;
Por tanto, Tú los abandonabas en mano de sus enemigos para que los dominaran.
Cuando clamaban de nuevo a Ti, Tú oías desde el cielo
Y muchas veces los rescataste conforme a Tu compasión.
29 Los amonestaste para que volvieran a Tu ley,
Pero ellos obraron con soberbia y no escucharon Tus mandamientos, sino que pecaron contra Tus ordenanzas,
Las cuales si el hombre las cumple, por ellas vivirá.
Dieron la espalda en rebeldía, fueron tercos y no escucharon.
30 Sin embargo, Tú fuiste paciente con ellos por muchos años,
Y los amonestaste con Tu Espíritu por medio de Tus profetas,
Pero no prestaron oído.
Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas tierras.
31 Pero en Tu gran compasión no los exterminaste ni los abandonaste,
Porque Tú eres un Dios clemente y compasivo.
32 «Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, poderoso y temible, que guardas el pacto y la misericordia,
No parezca insignificante ante Ti toda la aflicción
Que nos ha sobrevenido, a nuestros reyes, a nuestros príncipes,
a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo Tu pueblo,
Desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.
33 Pero Tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros,
Porque Tú has obrado fielmente,
Pero nosotros, perversamente.
34 Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros
sacerdotes y nuestros padres no han observado Tu ley
Ni han hecho caso a Tus mandamientos ni a Tus amonestaciones con que los amonestabas.
35 Pero ellos en su propio reino,
Con los muchos bienes que Tú les diste,
Con la espaciosa y rica tierra que pusiste delante de ellos,
No te sirvieron ni se convirtieron de sus malas obras.
36 Por tanto, hoy somos esclavos,
Y en cuanto a la tierra que diste a nuestros padres
Para comer de sus frutos y de sus bienes,
Ahora somos esclavos en ella.
37 Y su abundante fruto es para los reyes
Que Tú pusiste sobre nosotros a causa de nuestros pecados,
Los cuales dominan nuestros cuerpos
Y nuestros ganados como les place,
Y en gran angustia estamos.
38 A causa de todo esto, nosotros hacemos un pacto fiel por escrito; y en el documento sellado están los nombres de nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes».
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Hechos 19