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Cuando parece que la espera no tiene sentido

Una carta de un pastor a su iglesia

Hermanos amados,

Hace algunos días terminé de leer el libro El coronel no tiene quién le escriba, de Gabriel García Márquez. La novela narra la historia de un coronel retirado que espera una carta con su compensación económica por los servicios prestados a su patria.

El coronel iba al puerto cada viernes a esperar al cartero que llevaba la correspondencia del pueblo, pero al final nunca llegaron la carta ni la compensación que esperaba.

Una de las verdades que este libro ilustra es que, así como el coronel esperaba recibir una compensación que nunca llegó, los creyentes podemos vivir a la espera de aquello que pensamos que mejorará nuestra vida o le añadirá valor.

A veces estamos esperando con ansias ese evento, esa relación, esa propiedad, ese aumento salarial, ese estatus legal, esa situación ideal, esa sanidad completa, e incluso esa respuesta a nuestra oración.

Lamentablemente, la espera puede convertirse en un tropiezo cuando vivimos con la sensación de que algo nos falta. Esa espera inquieta nos desvía de valorar aquello que ya tenemos en Cristo y nos roba la capacidad para gozarnos, estar tranquilos y agradecidos por todo lo que Él es para nosotros.

Muchas veces podemos aguardar de manera legítima por algo por lo que hemos orado, trabajado o que nos hemos ganado. Pero no debemos ver esas cosas como la clave de nuestra felicidad, ni estimarlas como más valiosas de lo que son. En el mundo no hay nada ni nadie que nos complete como Cristo.

Por lo tanto, es poco sabio y resulta inútil vivir paralizados entre nuestra necesidad presente y la provisión futura, estancados entre nuestro deseo y su cumplimiento.

No debemos quedarnos pausados en el tiempo, esperando el mañana mientras desperdiciamos o menospreciamos el presente.

Con frecuencia pasamos nuestras vidas suspendidos a la espera de ese gran suceso que soñamos, aguardando una respuesta o esperando que se abra una puerta. A veces, por vivir al borde de la «próxima gran bendición», el creyente se pierde de disfrutar a Cristo y de traer gloria a Su nombre. Además, no olvidemos en qué lugar estamos, el tiempo en que vivimos y lo que tenemos, porque la providencia de Dios así lo requiere. Es sabio y bueno pensar de esta manera.

Tampoco olvidemos que el gran evento ya sucedió, la gran provisión ya llegó, la gran necesidad fue provista, el gran anhelo de nuestro corazón ya lo tenemos en nosotros: Cristo murió y resucitó para nuestra salvación (1 Co 15:3-4). Él es la gran provisión para nuestras almas; nuestra necesidad de redención ha sido cubierta y Su amor eterno, infinito y compasivo es lo único que sacia nuestro corazón sediento.

Los cristianos somos, con justicia y verdad, los únicos entre los seres humanos que podemos vivir satisfechos, aprobados, aliviados, plenos y tranquilos porque estamos en Cristo. Somos los únicos que podemos vivir libres de esa sensación de insuficiencia por lo que no tenemos, libres de esa inquietud y ansiedad que produce el deseo no cumplido y la espera por lo que no llega.

Mis hermanos, por estar en Cristo —y en unión con Él— hoy tenemos perdón de pecados y adopción; también gozamos de Su justicia, amor, paz y vida eterna. Hoy podemos disfrutar de Cristo y sentirnos satisfechos, tranquilos, contentos y confiados a causa de Él, sabiendo que, si mañana recibimos eso que anhelamos, tenemos una razón más para agradecer a Dios.

Pero aún si eso que esperamos no llega, todo sigue igual. Nada se ha perdido. Estamos en Cristo, somos Suyos y Él es «nuestro» y un día volverá para llevarnos y estar juntos por siempre.

Mis hermanos, si esa carta no llega y nunca recibimos algo que anhelamos, el evangelio nos recuerda que Cristo es suficiente y que en Él estamos completos (Jn 14:6Col 2:10).

¡Ánimo!

Nota del editor: Esta es una carta escrita hace un tiempo por el pastor Gerson Morey a la iglesia Día de Adoración, en la ciudad de Davie, al sur de Florida. La hemos compartido ahora en su blog, con su permiso, esperando que pueda ser de edificación y aliento para más lectores.

GERSON MOREY

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