Vida Cristiana

Sobre tomar café en el santuario

Nota del editor: El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su podcast Ask Pastor John. A continuación está una de esas preguntas y su respuesta. Hemos decidido traducirla no porque estemos necesariamente de acuerdo, sino porque este tema y la forma en que es abordado aquí nos recuerda y modela la importancia de pensar en nuestras costumbres a la luz de la Palabra de Dios.

Tony Reinke: Fue toda una polémica, pastor John. Todo empezó porque decidiste publicar un tuit sobre el café. El 30 de septiembre, publicaste una cita de Hebreos y, por supuesto, siguió un coro de chistes sobre el café. Pero ese texto, Hebreos 12:28, no es una broma. Es una antibroma, un texto serio que plantea preguntas sobre el tono de nuestras reuniones dominicales.

Hebreos 12:28 dice esto: «Ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia». Y luego acompañaste ese texto con un comentario, incluso una pregunta abierta, no una afirmación. Esta era la pregunta abierta: «¿Podemos replantearnos si es apropiado tomar café los domingos en el santuario?». Una pregunta provocadora, sin duda, especialmente aquí en los Estados Unidos, donde los domingos por la mañana pueden ser una experiencia bastante informal en muchas iglesias.

Tu tuit fue rápidamente amado y odiado, y se difundió por todo Internet, como suelen hacer las cosas que son amadas y odiadas a la vez. Al cabo de un par de semanas, tenía mil retuits, mil quinientos comentarios, tres mil «me gusta» y más de dos millones setecientas mil visitas, y provocó artículos en Fox News, en Estados Unidos, y en el Daily Mail, en el Reino Unido.

John Piper: No vi nada de eso, Tony. No vi ni un retuit. Sigo a cien personas y todas son personas agradables. Todo esto fue una novedad para mí cuando me dijeron: «¿Has visto lo que ha pasado con tu tuit?». Yo dije: «No he visto nada», ni hasta este momento lo he visto. Así que, sobre lo que dices… te tomo la palabra.

Tony Reinke: Está bien, bueno, todo eso es verdad. A miles de personas también les encantó lo que dijiste ahí, para que quede claro. Al menos hubo tantas personas a las que les gustó el tuit como las que lo odiaron. Sin saber si habías visto todas las respuestas (y suponiendo que no), recopilé una docena de los temas que vi y te envié un resumen de las respuestas para ver si estabas dispuesto a intervenir y abordar más a fondo este tema tan candente. Dijiste que sí, así que aquí estamos.

Dudo que sea un solo episodio. Probablemente, será una pequeña serie sobre la trascendencia en nuestro culto dominical. Ya veremos. Así que permíteme comenzar esta conversación simplemente preguntando: Ahora, después de ver esta enorme respuesta en línea, y la lectura de un resumen de algunos de los temas de lo que las personas estaban diciendo en respuesta, ¿cuál es tu respuesta?

Intentaré ir al corazón del asunto. El corazón del asunto no es el café en el santuario. Eso es solo un síntoma, y hay muchos otros síntomas que me preocupan. El corazón es la ausencia de un encuentro existencial, continuo, aterrador, impactante, sobrecogedor, tembloroso, que hace cerrar la boca, reconfortante, seguro y satisfactorio con la majestad y la misericordia del gran «YO SOY EL QUE SOY» (Éx 3:14), cuyo Hijo dijo «Antes que Abraham naciera, Yo soy» (Jn 8:58), y fue asesinado por ello.

Más que una taza de café

Lo que hace falta es un tipo de experiencia de Dios que moldee toda la vida de una persona con un gozo serio, una solemnidad alegre, una tristeza dulce, el peso de gloria. Es el tipo de experiencia con Dios que ha transformado el temor y la reverencia —esas dos palabras de Hebreos 12:28, «temor y reverencia»— de ser meras palabras a ser el más profundo de los placeres experienciales.

Digo todo esto sin negar el valor de lo ordinario, de lo real, de lo cotidiano, de lo casual, de la vida de besar a tu bebé en la mejilla que vivimos la mayor parte del tiempo. No estoy poniendo en duda el valor de nada de eso cuando hablo de lo que tanto me preocupa aquí.

Estoy abogando por el tipo de experiencia de Dios que hace que una persona esté hambrienta de encuentros regulares con Dios y con Su pueblo que capten y encarnen algo de Su majestad, algo del alcance infinito de Su poder ilimitado y Su sabiduría inescrutable, Su ira furiosa y Su gracia soberana que dejan al alma asombrada y muda de agradecimiento para luego desbordarse con las alabanzas de un gozo serio, elevado en las alas del tipo de gozo que solo se eleva en la atmósfera de la grandeza de Dios. Eso es lo que busco. Eso es lo que tanto anhelo, para mí y para los demás.

Estoy argumentando que muchos cristianos no han probado este encuentro existencial, aterrador, sobrecogedor, tembloroso, emocionante, reconfortante, seguro y satisfactorio con la misericordia y la majestad de Dios. Por eso, cuando me oyen cuestionar la conveniencia de tomar café en una cierta atmósfera de temor y reverencia, no tienen categorías experienciales para comprender de qué estoy hablando. Dentro de su experiencia de Dios, nada es más natural que reunirse con Él en adoración con una taza de café en la mano. Es solo tan natural. «¿Por qué se altera tanto Piper?», dicen.

Así pues, el corazón del asunto no es la taza de café en la mano. Es la ausencia de un tipo de experiencia con Dios que haga que un alma cristiana anhele encuentros regulares con Dios y Su pueblo que sean tan profundamente satisfactorios en la profundidad de su ser, con Su majestad y Su dulzura, en la seriedad de Su alegría y la pesadez de Su gloria, que una taza de café simplemente se sentiría extrañamente fuera de lugar.

Adoración desigual

Quisiera arrojar luz sobre lo que estoy diciendo simplemente poniendo dos tipos de Escrituras una al lado de la otra. La que cité en el tuit es de Hebreos 12. Permíteme dar el contexto. Esto es lo que dice:

Tengan cuidado de no rechazar a Aquel que habla [esto es a Dios]. Porque si aquellos [los hebreos en el Antiguo Testamento] no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de Aquel que nos amonesta desde el cielo. Su voz hizo temblar entonces la tierra, pero ahora Él ha prometido, diciendo: «Aún una vez más, Yo haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo»…

Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor (He 12:25-2628-29).

Eso es muy serio. Así, Dios dice en Isaías 66:2: «Pero a este miraré: Al que… tiembla ante Mi palabra». Ahora, esa es una dimensión.

Esta es la otra dimensión: Mateo 11:28-30. Este es Jesús ahora:

Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera.

Dios es nuestro amigo. Es nuestro Salvador, nuestro Pastor, una persona con la que podemos relajarnos. Sí, podemos estar cerca, relajados. Podemos. Él se encontrará contigo en tus pijamas en medio de la noche. Sí, lo hará. Lo sé por mil experiencias.

Mi preocupación es que, en los últimos cuarenta años más o menos, la iglesia evangélica ha puesto tanto énfasis en lo casual, lo íntimo, el «ven como eres», la accesibilidad del Cristo amable, que han sucedido dos cosas desafortunadas.

Una es que este énfasis se ha transformado en una forma dominante de adoración tipo entretenimiento, con una atmósfera de animación alegre, divertida y ligera, de modo que nada parecería más natural que tomar tu bebida y unirte a la fiesta cuando entramos en el espacio de adoración. El otro efecto de este énfasis desigual sobre la accesibilidad casual a Dios es que el tipo de encuentro existencial con la majestad de Dios del que estoy hablando se ha convertido, para mucha gente, en algo inconcebible y, por tanto, indeseable.

Cómo avanzar

Lo irónico de todo esto es que yo soy realmente un hombre de iglesia de liturgia baja. No creo que la solución a este problema sea abrazar una liturgia prescrita y formal. Creo que ese enfoque de la adoración corporativa no proporciona suficiente libertad, y puede ser demasiado vulnerable a sonar como una recitación vacía y repetitiva. Creo que el camino a seguir no son las normas.

De hecho, cuando pienso en las normas, no creo que en mis treinta y tres años como pastor haya mencionado nunca nada sobre traer bebidas al santuario, ni a favor ni en contra. No creo haberlo mencionado nunca en treinta y tres años. El corazón del problema no es la ausencia de reglas, sino la ausencia de reverencia.

Por lo tanto, el camino a seguir es:

(1) una visión más completa y profunda de Dios,
(2) una predicación más centrada en Dios, seria, apasionada, saturada de Biblia y con todo el consejo de Dios, y
(3) un liderazgo de la adoración que fomente una atmósfera de gozo y solemnidad sostenidos, centrados en Dios y en la experiencia, con mínimas distracciones de una orientación radicalmente vertical.


Tal vez la próxima vez, Tony, podríamos ir allí. Podríamos tratar de ser más prácticos para los pastores y la gente sobre cómo pueden alejar a una iglesia de la informalidad inapropiada en el culto y dirigirlos hacia algo mejor.

Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

​John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

Acerca del Autor

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