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Lo que todo cristiano debe saber sobre el Espíritu Santo
La doctrina del Espíritu Santo suele causar confusión en la iglesia evangélica, pero cada día estoy más convencido de que no debería ser así.
Este es mi intento de resumir lo que todo cristiano necesita saber sobre el Espíritu.
El Espíritu Santo es una de las tres personas de la Trinidad
No se trata de una fuerza impersonal o energía mística, como algunas sectas enseñan. El Espíritu Santo es una Persona distinta al Padre y al Hijo (ver Jn. 14:16,26, 15:26; Rom. 8:26-27; 1 Cor. 2:10, 12:7-11, Ef. 4:30). Al tratarse de una Persona, se le puede mentir (He. 5:3), resistir (He. 7:51), entristecer (Ef. 4:30) y hasta probar (He. 5:9). El Espíritu Santo se comunica intencionalmente y posee voluntad (He. 20:23; Rom. 8:26-27).
El Espíritu Santo tiene los atributos de Dios porque es Dios (ejemplos: Sal. 139:7-8; 1 Cor. 2:10 y Heb. 9:14; Mat 28:19; He. 5:3-4; 1 Cor. 3:16). Por eso el Espíritu es mencionado con frecuencia junto al Padre y al Hijo (Mat. 28:19 y 2 Cor. 13:14). De hecho, en otras porciones de la Escritura es llamado como el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo (Rom. 8:9-11).
Esta Persona siempre ha estado presente en toda la historia redentora desde el relato de la creación (Gén 1:2), morando en medio del pueblo de Dios y capacitando a hombres para la obra que Dios les encomendó, aunque no moraba permanentemente en ellos en la época del Antiguo Testamento (Ejemplos: Is. 63:11; Éx. 31:3; Sal. 51:11). Incluso, Dios nos ha dado su Palabra escrita por medio del Espíritu Santo (2 Pe. 1:20-21).
Es imposible vivir la vida cristiana sin el Espíritu Santo
Así como el Espíritu Santo obró en la encarnación de Cristo, guió sus pasos y lo capacitó para su obra (Mat. 1:18; 4:1; 12:28), nosotros también necesitamos del Espíritu para hacer la voluntad del Señor.
El amplio abanico de la actividad del Espíritu Santo incluye obrar soberanamente en nuestras vidas para convencer de pecado, hacernos renacer, impartir en nosotros la vida de Cristo, y transformarnos cada día más a Su imagen, produciendo frutos en nuestras vidas que honren al Señor (Jn. 16:8, 3:5-7; 6:63; 2 Cor. 3:18; Gá. 5:22-26).
El Espíritu Santo nos fortalece para vivir la vida cristiana y estará siempre con nosotros (Jn. 14:16-17). El Espíritu da testimonio de Cristo, nos guía a toda verdad, y nos capacita para andar en santidad (Jn. 15:26; 16:13; Rom. 8:1-2, 5-8,14). En el nuevo pacto, el Espíritu mora permanentemente en todo creyente y nos es dado como garantía de nuestra herencia futura (Rom. 8:9-11, Ef. 1:13-14). Hemos recibido al Espíritu por medio de la fe en Cristo (Gá. 3:2,5).
El Espíritu Santo nos imparte dones soberanamente para sirvamos en nuestra edificación mutua como miembros de la iglesia (1 Cor. 12:4-11, 14:12). Y aunque el Espíritu ya está en todo creyente, no todo el tiempo estamos llenos de Él (Ef. 5:18). Hacemos bien en pedir al Señor que nos conceda usar bien los dones que Él nos da, y nos conceda estar llenos de su Espíritu. Esta llenura se evidencia en mayor fruto y pasión por exaltar a Cristo (He. 4:8, 7:55).
¿Estamos viviendo conforme al Espíritu?
Debido a todo esto y mucho más, a menudo me entristece ver cómo en algunos círculos evangélicos hay tantos entendimientos errados sobre el Espíritu Santo y su obra, entre excesos y emocionalismo, y cómo en otros círculos el Espíritu es tratado como si fuese una nota al pie de página en la vida cristiana, sin mayor importancia.
Necesitamos entender la relevancia del Espíritu Santo y su rol si hemos de comprender en qué consiste caminar verdaderamente en el Espíritu. Termino este artículo con las siguientes palabras de Francis Schaeffer, uno de mis pensadores cristianos favoritos:
“Los teólogos liberales se deshacen de lo sobrenatural en sus enseñanzas, pero la infidelidad de los evangélicos puede, en la práctica, deshacerse de lo sobrenatural. ¿Puedo ponerlo así? Si me despertara mañana por la mañana y descubriera que todo lo que la Biblia enseña acerca de la oración y el Espíritu Santo fue removido (no como lo eliminaría un liberal, por mala interpretación, sino realmente eliminado), ¿qué diferencia haría eso en [nuestra] práctica desde la forma en que estamos funcionando hoy? El simple hecho trágico es que en gran parte de la iglesia del Señor Jesucristo, la iglesia evangélica, no habría diferencia alguna. Funcionamos como si lo sobrenatural no estuviese allí.
Si la iglesia no muestra lo sobrenatural en nuestra generación, ¿qué lo hará? El trabajo del Señor hecho a la manera del Señor no se relaciona solo con el mensaje, también se relaciona con el método. Debe haber algo que el mundo no pueda explicar por los métodos del mundo, o por la psicología aplicada. Y no estoy hablando aquí de manifestaciones externas especiales del Espíritu Santo, estoy pensando en la promesa normal y universal a la iglesia con respecto a la obra del Espíritu”.[1]
JOSUÉ BARRIOS