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Lectura de Hoy

02-02-2024
Devocional
Devocional: Génesis 34
Las películas y los libros de venganza son tan propios de la cultura popular que rara vez pensamos en la ambigua naturaleza corrosiva del pecado. Solo existen “los buenos” y “los malos”. Sin embargo, en el mundo real, el pecado no corrompe únicamente a quienes hacen el mal, sino también a aquellos que responden con arrogante indignación; créanme que es algo bastante habitual. Las únicas personas que no tienen culpa en este terrible suceso de violación y saqueo (Génesis 34) son las víctimas: Dina misma, por supuesto, y los de Siquem que, sin tener nada que ver con el pecado del hijo de Hamor o la corrupción de este, fueron masacrados o esclavizados.
Siquem, hijo de Hamor, es culpable sin lugar a duda. A la luz de la violación cometida contra Dina, sus esfuerzos por pagar la dote y asegurarse de que los demás varones accedieran a la circuncisión parece más bien un egoísmo decidido y deliberado que una noble expiación; en cierto modo, era como si la violación no hubiera acabado. El razonamiento de Hamor y su hijo, tanto al acercarse a la familia de Jacob como a su propio pueblo, está motivado por el egoísmo y se caracteriza por las medias verdades. No reconocen su delito ni hablan con sinceridad, e intentan influenciar a su propio pueblo despertando su avaricia.
Los hermanos de Dina, “muy dolidos y, a la vez, llenos de ira” (34:7), pueden contar con nuestra comprensión, pero sus posteriores actos son indefendibles. Con extraordinaria hipocresía, utilizan el rito religioso más importante de su fe como medio para incapacitar a los hombres del pueblo (el término ciudad se refiere a una comunidad, cualquiera que sea su tamaño), para matarlos y llevarse a sus esposas, hijos y riquezas como botín. ¿Acaso estaban honrando así a Dina? ¿Agradaba esto a Dios?
También el papel desempeñado por Jacob resulta, como poco, ambiguo. Su silencio inicial (34:5) pudo no ser más que conveniencia política, pero no parece noble y carece de principios. Su conclusión final (34:30) es, sin duda, una valoración precisa de los peligros políticos; sin embargo, no proporciona justicia ni alternativa.
¿Qué aporta este capítulo al libro de Génesis, y, de hecho, al canon?
Mucho. Para empezar, nos recuerda un patrón recurrente. Una vez más, Dios, en su misericordia, intervino y ayudó a su pueblo en medio de una crisis (como lo hizo en Gn. 32-33), pero esto no significaba que ya estuvieran fuera de cualquier peligro moral o que no fueran hacia la corrupción. Más bien nos aclara de nuevo que la línea prometida no se ha escogido por una superioridad intrínseca; este capítulo es un argumento implícito de la primacía de la gracia. Se diría que la crisis de Siquem fue la que llevó a la familia de regreso a Betel (Gn. 35:1, 5), dando fin a los movimientos de Jacob y, como hecho aún más relevante, recordando al lector que “la casa de Dios” es más importante que cualquier morada meramente humana.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Job 1
La Biblia se ocupa de la realidad del mal de muchas formas diferentes. En algunas ocasiones, se hace justicia, y lo vemos, en esta vida. Especialmente en el Nuevo Testamento, la recompensa final para el mal está vinculada con el juicio venidero. Algunas veces, el sufrimiento tiene como fin hacernos humildes, desafiando a nuestra continua soberbia. Guerras, pestilencia y hambre son muchas veces armas terribles del juicio de Dios. Estos temas y otros muchos se desarrollan en la Biblia.
El libro de Job es único a la hora de hacernos reflexionar sobre la cuestión del sufrimiento inocente, lo cual se deja claro en Job 1, que configura, de alguna forma, el resto del libro. Job era “un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal” (1:1). Aunque Job recibió muchas bendiciones en forma de riquezas y una gran familia, no daba nada por sentado. Incluso se dedicó a lo que podría llamarse intercesión preventiva en favor de sus hijos, ya crecidos: oraba y ofrecía sacrificios en su lugar, temeroso de que quizás, en alguna reunión inocente, alguno de ellos hubiese pecado y blasfemado (1:5).
Job no sabe, a diferencia del lector, que se está desarrollando otra trama en la sala del trono de Dios. Se dice poco de esos “ángeles” que se presentan delante del Todopoderoso; se dice poco acerca de Satanás, aunque es obvio que es malvado y hace honor a su nombre, “Acusador”. El diálogo entre Satanás y Dios logra tres cosas. En primer lugar, establece las bases del drama que se desarrolla en el resto del libro. En segundo lugar, da a entender implícitamente que incluso el propio Satanás tiene limitaciones en su poder y no puede actuar sin la aprobación de Dios. En tercer lugar, revela que el propósito del diablo es demostrar que la lealtad humana a Dios no es más que por egoísmo interesado, mientras que el Señor afirma que un hombre como Job es fiel independientemente de las bendiciones que reciba o no.
Job, por supuesto, no sabe nada de estos acuerdos. No podía hacerlo, porque el relato que sigue estaría viciado de lo contrario. Pierde rápidamente su riqueza y sus hijos, debido a causas “naturales”. Él sabe que estas no escapan de la influencia de Dios. Cuando le comunican las últimas malas noticias, Job rasga sus vestiduras y se afeita la cabeza (símbolos de humillación), y adora, diciendo unas palabras que se vuelven famosas: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (1:21).
El narrador comenta: “A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios” (1:22), lo que por supuesto significa, en el contexto de este capítulo, que la valoración de Dios era correcta y la de Satán errónea.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 34
Deshonra de Dina en Siquem
34 Y Dina, la hija de Lea, a quien esta había dado a luz a Jacob, salió a visitar a las hijas de la tierra. 2 Cuando la vio Siquem, hijo de Hamor heveo, príncipe de la tierra, se la llevó y se acostó con ella y la violó.
3 Pero él se enamoró de Dina, hija de Jacob, y amó a la joven y le habló tiernamente. 4 Entonces Siquem habló a su padre Hamor, diciendo: «Consígueme a esta muchacha por mujer». 5 Y Jacob oyó que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban con el ganado en el campo, Jacob guardó silencio hasta que ellos llegaran.
6 Hamor, padre de Siquem, salió a donde Jacob para hablar con él. 7 Y los hijos de Jacob regresaron del campo al oírlo. Y aquellos hombres estaban muy tristes e irritados en gran manera porque Siquem había cometido una terrible ofensa en Israel acostándose con la hija de Jacob, pues tal cosa no debe hacerse. 8 Pero Hamor habló con ellos: «El alma de mi hijo Siquem anhela a la hija de ustedes. Les ruego que se la den por mujer. 9 Enlácense con nosotros en matrimonios. Dennos sus hijas y tomen las nuestras para ustedes. 10 Así morarán con nosotros, y la tierra estará a su disposición. Habiten y comercien y adquieran propiedades en ella». 11 Dijo también Siquem al padre y a los hermanos de ella: «Si hallo gracia ante sus ojos, les daré lo que me digan. 12 Pídanme cuanta dote y presentes quieran y les daré conforme a lo que me digan, pero denme a la joven por mujer».
13 Pero los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Hamor y les hablaron con engaño, porque Siquem había deshonrado a su hermana Dina. 14 Y les dijeron: «No podemos hacer tal cosa, dar nuestra hermana a un hombre no circuncidado, pues para nosotros eso es una deshonra. 15 Solo con esta condición los complaceremos: si ustedes se hacen como nosotros, circuncidándose cada uno de sus varones; 16 entonces sí les daremos nuestras hijas, y tomaremos sus hijas para nosotros, y moraremos con ustedes y seremos un solo pueblo. 17 Pero si no nos escuchan, y no se circuncidan, entonces tomaremos a nuestra hija y nos iremos».
Venganza de los hijos de Jacob
18 Sus palabras parecieron razonables a Hamor y a Siquem, hijo de Hamor. 19 El joven, pues, no tardó en hacerlo porque estaba enamorado de la hija de Jacob. Y él era el más respetado de toda la casa de su padre.
20 Entonces Hamor y su hijo Siquem vinieron a la puerta de su ciudad, y hablaron a los hombres de la ciudad: 21 «Estos hombres están en paz con nosotros; déjenlos, pues, morar en la tierra y comerciar en ella, porque vean, la tierra es bastante amplia para ellos. Tomemos para nosotros a sus hijas por mujeres y démosles nuestras hijas. 22 Pero solo con esta condición consentirán ellos en morar con nosotros para que seamos un solo pueblo: que se circuncide todo varón entre nosotros, como ellos están circuncidados. 23 ¿No serán nuestros su ganado y sus propiedades y todos sus animales? Consintamos solo en esto, y morarán con nosotros».
24 Y escucharon a Hamor y a su hijo Siquem todos los que salían por la puerta de la ciudad, y fue circuncidado todo varón: todos los que salían por la puerta de la ciudad.
25 Pero sucedió que al tercer día, cuando estaban con más dolor, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada y entraron en la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. 26 Mataron también a Hamor y a su hijo Siquem a filo de espada, y tomaron a Dina de la casa de Siquem, y salieron.
27 Después vinieron los hijos de Jacob, pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad, porque ellos habían deshonrado a su hermana. 28 Y se llevaron sus ovejas, sus vacas y sus asnos, lo que había en la ciudad y lo que había en el campo. 29 También se llevaron cautivos a todos sus pequeños y a sus mujeres, y saquearon todos sus bienes y todo lo que había en las casas.
30 Entonces Jacob dijo a Simeón y a Leví: «Ustedes me han traído dificultades, haciéndome odioso entre los habitantes del país, entre los cananeos y los ferezeos. Como mis hombres son pocos, ellos se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa». 31 Pero ellos dijeron: «¿Había de tratar él a nuestra hermana como a una ramera?».
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Marcos 5
El endemoniado gadareno
5 Llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos. 2 Cuando Jesús salió de la barca, enseguida se acercó a Él, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, 3 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas; 4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo. 5 Siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras.
6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de Él; 7 y gritando a gran voz, dijo*: «¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes». 8 Porque Jesús le decía: «Sal del hombre, espíritu inmundo». 9 «¿Cómo te llamas?», le preguntó Jesús. «Me llamo Legión», respondió*, «porque somos muchos». 10 Le rogaba entonces con insistencia que no los enviara fuera de la tierra.
11 Había allí una gran manada de cerdos paciendo junto al monte. 12 Y los demonios le rogaron, diciendo: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». 13 Jesús les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la manada, unos 2,000, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron.
14 Los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido. 15 Vinieron* a Jesús, y vieron* al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo. 16 Los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogar a Jesús que se fuera de su región.
18 Al entrar Él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara ir con Él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo*: «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti».
20 Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados.
Jairo ruega por su hija
21 Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de Él; así que Él se quedó junto al mar.
22 Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró* a Sus pies, 23 y le rogaba* con insistencia: «Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva». 24 Jesús fue con él; y una gran multitud lo seguía y oprimía.
Jesús sana a una mujer
25 Había una mujer que padecía de flujo de sangre por doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado.
27 Cuando ella oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto. 28 Porque decía: «Si tan solo toco Sus ropas, sanaré». 29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. 30 Enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: «¿Quién ha tocado Mi ropa?». 31 Y Sus discípulos le dijeron: «Ves que la multitud te oprime, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 32 Pero Él miraba a su alrededor para ver a la mujer que lo había tocado.
33 Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad. 34 «Hija, tu fe te ha sanado», le dijo Jesús; «vete en paz y queda sana de tu aflicción».
Jesús resucita a la hija de Jairo
35 Mientras Él estaba todavía hablando, vinieron* unos enviados de la casa del oficial de la sinagoga, diciendo: «Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?». 36 Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo* al oficial de la sinagoga: «No temas, cree solamente».
37 Y no permitió que nadie fuera con Él sino solo Pedro, Jacobo y Juan, hermano de Jacobo. 38 Fueron* a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio* el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho. 39 Cuando entró les dijo*: «¿Por qué hacen alboroto y lloran? La niña no ha muerto, sino que está dormida».
40 Y se burlaban de Él. Pero echando fuera a todos, Jesús tomó* consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con Él, y entró* donde estaba la niña. 41 Tomando a la niña por la mano, le dijo*: «Talita cum», que traducido significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!».
42 Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento todos se quedaron completamente atónitos. 43 Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.
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Job 1
Integridad y riquezas de Job
1 Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job. Aquel hombre era intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 2 Le nacieron siete hijos y tres hijas. 3 Su hacienda era de 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnas y muchísima servidumbre. Aquel hombre era el más grande de todos los hijos del oriente.
4 Sus hijos acostumbraban ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para comer y beber con ellos. 5 Cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: «Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones». Job siempre hacía así.
6 Un día, cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, Satanás vino también entre ellos. 7 Y el Señor preguntó a Satanás: «¿De dónde vienes?». Entonces Satanás respondió al Señor: «De recorrer la tierra y de andar por ella». 8 Y el Señor dijo a Satanás: «¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra; es un hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal». 9 Satanás respondió al Señor: «¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10 ¿No has hecho Tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. 11 Pero extiende ahora Tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no te maldice en Tu misma cara». 12 Entonces el Señor dijo a Satanás: «Todo lo que él tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él». Y Satanás salió de la presencia del Señor.
Dios permite las pruebas de Job
13 Y aconteció que un día en que los hijos y las hijas de Job estaban comiendo y bebiendo en la casa del hermano mayor, 14 vino un mensajero a Job y le dijo: «Los bueyes estaban arando y las asnas paciendo junto a ellos, 15 y los sabeos atacaron y se los llevaron. También mataron a los criados a filo de espada. Solo yo escapé para contárselo a usted». 16 Mientras estaba este hablando, vino otro y dijo: «Fuego de Dios cayó del cielo y quemó las ovejas y a los criados y los consumió; solo yo escapé para contárselo a usted». 17 Mientras este estaba hablando, vino otro y dijo: «Los caldeos formaron tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada. Solo yo escapé para contárselo a usted». 18 Mientras este estaba hablando, vino otro y dijo: «Sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa del hermano mayor, 19 y entonces vino un gran viento del otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, y esta cayó sobre los jóvenes y murieron; solo yo escapé para contárselo a usted».
20 Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, 21 y dijo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre
Y desnudo volveré allá.
El Señor dio y el Señor quitó;
Bendito sea el nombre del Señor».
22 En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios.
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