Vida Cristiana

Científico cristiano, eres parte del cuerpo de Cristo.

4 consejos para que los científicos sirvan a sus iglesias

Ser científico es un trabajo como cualquier otro: debes ser disciplinado, constante y cumplir con los horarios. Pero, en muchos sentidos, ser científico puede ser muy diferente a otros trabajos.

Si quieres dedicarte por completo a la ciencia, necesitarás encerrarte en un laboratorio, subir varios kilómetros sobre el nivel del mar, sumergirte en las profundidades del océano o vagar por el desierto; todo esto no solo durante varias horas, sino por días y quizá años.

El asunto del aislamiento

En la mayoría de los trabajos te mantienes conectado con la sociedad, ya sea porque trabajas con pacientes, porque atiendes clientes o porque compartes una oficina con al menos un par de compañeros. Pero en un trabajo de investigación, a priori, no necesitas tener contacto con personas.

El científico tiene menos contacto con la sociedad de lo que tienen otros trabajadores, por lo que se pierde muchas relaciones con el resto del mundo. Si bien antes de las redes sociales y los grandes medios de comunicación este fenómeno era mucho mayor, hoy todavía sucede.

¿Quién ve lo que el investigador hace en su laboratorio? Su trabajo es conocido mayormente por él mismo, así que lo que el científico cree que los demás saben de su trabajo también suele estar distorsionado. Por ejemplo, en muchos casos, el investigador no ve ningún beneficio en que los demás se enteren de lo que hace y opta por no esforzarse en comunicarlo.

En otros casos, el científico accede a comunicar sus investigaciones, pero lo hace con un lenguaje altamente técnico, agrandando aún más la brecha entre él y el resto de la sociedad.

El asunto de la especialidad

La ciencia es una disciplina que se vuelve cada vez más específica. Es decir, a medida que el conocimiento avanza, las investigaciones se vuelven cada vez más particulares.

Por eso, cuando le preguntes a un científico qué estudia, es probable que te dé una respuesta vaga, del tipo: «estudio las estrellas», cuando lo que quisiera haber dicho es «estudio las estrellas variables pulsantes tipo Delta Scuti a través del método de los grafos de visibilidad normales y horizontales».

"Convierte tu laboratorio en un lugar de adoración y recuérdate que solo eres un investigador de los misterios de las obras de Dios"

Debido a que cada científico se dedica actualmente a un tema muy particular, ocurre que, generalmente, es el único investigador trabajando en ese tema específico y acotado, lo cual lo vuelve (en la realidad o en su mente) el mejor investigador del mundo en su tema.

Esto le ocurre prácticamente a la mayoría de los científicos, lo que les da mucha autoridad para hablar de su área de investigación.

De modo que, el trabajo científico no solo puede dar la impresión de superioridad, sino que efectivamente puede alimentar ese sentimiento en el investigador.

Tengo la impresión de que hay una amplia percepción de que los científicos son personas arrogantes, que no parecen tener interés en relacionarse con nadie que no esté dentro de su círculo académico.

Tu iglesia necesita científicos humildes

Pero la ciencia también es útil para los creyentes. La ciencia ha hecho grandes contribuciones para generar avances en muchas áreas que han beneficiado al ser humano.

Si como cristianos científicos nos mostramos (o somos) arrogantes, no solo estamos pecando contra nuestro Dios, quien explícitamente nos dice en Su Palabra que odia «los ojos altivos» (Pr 6:16-17), sino que también estamos alejando a nuestros hermanos del conocimiento y los beneficios que trae la ciencia.

A veces los alejamos a tal punto de contribuir a hacer creer a los hermanos que la ciencia va en contra de Dios mismo.

Así que, hermano científico, si al examinarte encuentras orgullo en tu corazón, debes recordar que en Cristo puedes ser libre si te arrepientes y puedes caminar en la dirección contraria.

En lo que queda de este artículo quiero compartir algunas ideas para que los científicos sirvamos a nuestras iglesias locales con humildad.

1. Congrégate

Este es un mandato para todos los creyentes (Heb 10:25) y creo que, definitivamente, es el elemento básico necesario para que los científicos no pierdan contacto con la sociedad y se mantengan humildes.

Como científico cristiano, no eres más ni menos que un «simple» cristiano y, por lo tanto, tu profesión no es más ni menos que la de tu hermano.

Por lo mismo, no dediques más tiempo a tu profesión del que deberías y asume un compromiso con tu congregación local.

Date tiempo para servir y ser de bendición a tu comunidad; aún si estás lejos, busca ser creativo para mantenerte conectado.

2. Usa tu profesión

Cuando tenemos claro que debemos congregarnos y servir en nuestra iglesia local, entendemos que debemos servir con nuestros dones y con las capacidades que el Señor nos ha dado. Debemos edificarnos unos a otros (1 Ts 5:11), y eso implica esforzarnos en hacer, decir y enseñar todo lo bueno que podamos.

Por lo tanto, independientemente de nuestra profesión, podemos servir en cualquier área en la que podamos aportar.

Como científico cristiano, no eres más ni menos que un ‘simple’ cristiano y, por lo tanto, tu profesión no es más ni menos que la de tu hermano

Sin embargo, a veces, como investigadores, tenemos la sensación de que no podemos servir con nuestra profesión a nuestros hermanos, cuando no es así.

El médico y el enfermero pueden ayudar con sus servicios a la iglesia, el constructor ayuda con los arreglos del edificio de reunión, el economista ayuda con la administración sabia del dinero. Pero ¿cómo sirves si eres químico?

Sin duda que ofrecer clases de tu disciplina es una buena opción, pero también podrías considerar usar todas las herramientas que te enseñaron en tu carrera:

Puedes enseñar a tus hermanos a pensar de una manera más científica; ayudarlos a identificar noticias falsas o a buscar fuentes de información serias y confiables.

Podrías dar talleres de ciencia para niños o una charla acerca de cómo podemos ver la gloria de Dios a través de la química.

También podrías enfocarte en ayudar no solo a los alumnos que se educan en casa, sino también a los padres de estos niños.

Enséñales las herramientas científicas necesarias para desarrollar el pensamiento crítico —a la luz de la Palabra de Dios— y cómo pueden traspasarlo a sus hijos.

Puedes ayudar con consejos prácticos a jóvenes que comenzarán la universidad o simplemente hablar un poco más de lo bonita que es la química, usando palabras sencillas que todos puedan comprender; quién sabe si con tu entusiasmo por la ciencia animas a un joven a convertirse en un científico que sirve al Señor.

Todos podemos aportar con lo que hacemos y sabemos, solo necesitamos sentarnos a pensar un poco más.

3. Desafíate aprendiendo de otras áreas

Quizá pasas demasiado tiempo dentro de tu laboratorio y eso hace que lo único que aprendas sea de tu área de investigación. Crees que estás dentro de los que más saben acerca de tu tema de investigación —y quizá lo estás.

Pero el mundo es mucho más que el pequeño granito de arena en el que te desempeñas (incluso dentro de tu propia área de investigación) y puedes tener un mejor panorama de cuánto tienes por seguir aprendiendo si te pones a leer acerca de otras cosas.

¿Por qué no leer una novela cristiana o algún libro de historia de tu país? ¿Qué tal algo de filosofía? ¿Qué tal si aprendes un oficio de algún hermano en tu iglesia? Incluso si te dedicas solo a las ciencias naturales, ¿podrías responder a las preguntas que Dios le hizo a Job?:

¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra?
Dímelo, si tienes inteligencia.
¿Quién puso sus medidas? Ya que sabes.
¿O quién extendió sobre ella cordel?
¿Sobre qué se asientan sus basas,
O quién puso su piedra angular
Cuando cantaban juntas las estrellas del alba,
Y todos los hijos de Dios gritaban de gozo? (Job 38:4-7).


Ten presente que eres mucho más ignorante de lo que piensas: todavía tenemos mucho por seguir aprendiendo de Dios y Su creación.

4. Recuerda que no eres el Señor de la creación

A veces, cuando sabemos que somos expertos en un tema, podemos sentirnos como los «dueños» de esa parte de la creación. Sin embargo, aunque puedas ser el mayor experto del mundo en las vacuolas de las células, no puedes ser el señor de las vacuolas.

Ni el señor de los exoplanetas. Ni el señor de los grupos abelianos. El único señor es el Señor de la creación, nuestro Dios revelado en Cristo Jesús.

Recuerda que Él no solamente sabe lo que tú estás investigando, Él hizo aquello que estás investigando. Solo descubres una obra ya hecha por tu Señor, pero no eres nada más que un administrador o admirador de esa obra.

Por tanto, convierte tu laboratorio en un lugar de adoración a Quien ha creado estas obras excelsas y recuérdate diariamente que solo eres un investigador de los misterios de las obras de Dios.

Querido hermano científico, tienes la misma meta que tus demás hermanos en la fe: glorificar a Dios con lo que haces diariamente y llegar a ser como Cristo. La humildad es sin duda una característica que debemos poseer para hacer ambas cosas.

Que nuestra profesión no se convierta en un obstáculo en nuestro caminar espiritual dentro del cuerpo de Cristo.

Elizabeth Garcés es máster en Ciencias, con mención en Física, y profesora de Física. Junto con su esposo Ignacio son miembros de la Iglesia Bíblica Roca Grande en Santiago de Chile, pero temporalmente forman parte de Grace Community Church en California. Puedes encontrarla en Instagram como @eligarcesh_profe.

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Back to top button