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Lectura de Hoy
03-02-2024
Devocional
Devocional: Marcos 6
En el relato que Marcos hace de la alimentación de los cinco mil y de la ocasión posterior en que Jesús camina sobre las aguas (Marcos 6), se constata un pequeño punto y aparte que provoca una provechosa reflexión. Tan pronto como Jesús subió al barco en medio de la fuerte tormenta, el viento cesó. Según comenta Marcos, los discípulos “Subió entonces a la barca con ellos, y el viento se calmó. Estaban sumamente asombrados, porque tenían la mente embotada y no habían comprendido lo de los panes”. (6:51-52).
La primera observación es la más evidente: la sorpresa de los discípulos demuestra el triste hecho de lo poco que habían reflexionado sobre el espectacular milagro realizado por Jesús tan solo unas cuantas horas antes. A primera vista, una persona que domina la naturaleza tomando unos pocos bocados de comida y alimentando a cinco mil personas, sin duda podrá también manejarla de forma suficiente como para domesticar una tormenta. No debemos adoptar una actitud demasiado petulante y condenar a los discípulos, sino más bien reflexionar sobre la facilidad con que olvidamos la misericordia con que Dios obra en nuestra propia vida y reconocer con franqueza (y avergonzados) que nos sorprendemos cuando interviene una vez más.
La segunda observación es un poco más profunda. Si Jesús es verdaderamente el Mesías prometido, si goza de los poderes ya mostrados, ¿puede un discípulo responsable pensar que pierda el control? ¿Puede un miembro comprometido de los doce imaginar que un Mesías así podría hacer discípulos para perderlos en un accidente de navegación? Con esto no sugiero que los seguidores de Jesús estén exentos de sufrir accidentes hoy día. Claro que puede ocurrir. Este es un mundo caído y los que siguen a Jesús también se ven envueltos en los entramados trágicos y crueles de la caída. Sin embargo, aun nosotros debemos aprender a confiar en la sabia providencia de Dios en medio de las circunstancias difíciles y atemorizantes. Con toda seguridad, aquí hay algo que los discípulos deben aprender: su propio servicio particular como núcleo esencial de los discípulos está tan vinculado al ministerio de Jesús que resulta impensable que pudieran morir de manera “accidental”.
Y, en tercer lugar, no podemos evitar reflexionar en la conclusión de Marcos: “tenían la mente embotada”. Esto no significa que fueran estúpidos ni que, aunque su mente estuviera bien, sus afectos se distorsionaran, como si se estuviera refiriendo al centro de la personalidad humana; por tanto, tampoco se refiere exactamente a una percepción de la mente (esto quedaría demasiado restringido a un aspecto cerebral). La totalidad de su orientación seguía siendo excesivamente limitada, muy centrada en lo inmediato de sus temores, coartada por su incapacidad de penetrar en el misterio completo de la identidad de Jesús y el por qué de su venida.
Nosotros, que vemos la cruz y la resurrección del otro lado, tenemos aún menos excusas que ellos.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Job 2
Una cosa es resistir con firme lealtad cuando las pérdidas, aunque dolorosas, son todas externas, pero, sin embargo, es muy diferente hacerlo cuando uno pierde su salud (Job 2). Algunas reflexiones:
(1) Seguimos hablando del sufrimiento inocente. Dios mismo declara acerca de Job: “No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad!” (2:3).
(2) Llegados a este punto, Dios ha demostrado que Satanás está equivocado: la lealtad de Job no está condicionada por un vulgar trueque interesado. Aquí tenemos un hombre recto y fiel aunque le hayan arrancado su riqueza e incluso todos sus hijos. Eso es lo que induce a Satanás a subir la apuesta: “Extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!” (2:5). Por tanto, se presenta un nuevo nivel de sufrimiento totalmente inocente y se establece el escenario para el resto del libro.
(3) Los creyentes deben hacer preguntas dolorosas en este punto. ¿No parece que Dios esté utilizando a Job en algún experimento fantástico? ¿Por qué debía perder este pobre hombre su riqueza, familia, salud y (como comprobaremos) reputación, simplemente para demostrar que Dios tenía razón en un desafío que este bien podía haber ignorado?
Esta pregunta podría dar lugar a un libro muy largo. No tengo respuestas definitivas ni exhaustivas. No obstante, deberíamos tener en mente algunas cosas. (a) Pertenecemos a Dios. Él puede hacer con nosotros lo que desee. Hay algo muy dentro de nosotros que se rebela cuando se nos recuerda esta verdad elemental. De hecho, nuestra rebelión por ello manifiesta lo mucho que aún seguimos queriendo ocupar el centro del universo, con Dios a nuestro servicio. Este deseo es el fundamento de toda idolatría. (b) Supongamos que Job hubiese conocido el acuerdo entre Dios y Satanás. Un hombre inferior pudo haberse quejado de forma violenta, pero al menos es plausible pensar que Job hubiese utilizado esa información para dotar a su sufrimiento de profundo significado, haciéndolo así más fácil de soportar. Es posible que hubiese considerado que este estaba vinculado a una lucha cósmica más grande entre el bien y el mal. (c) Otros factores a tener en mente deben esperar al final del libro de Job, de hecho, al de la Biblia. Volveremos a tratar algunos de estos asuntos en el devocional del 13 de marzo.
(4) Job se enfrenta ahora a una dolorosa y degradante crisis física, al abandono emocional por parte de su mujer y a la llegada de los tres miserables amigos. El sufrimiento inocente es enormemente difícil de soportar; aún es peor cuando todo apoyo emocional demuestra ser inútil.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 35-36
Jacob vuelve a Betel
35 Entonces Dios dijo a Jacob: «Levántate, sube a Betel y habita allí. Haz allí un altar a Dios, que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú». 2 Y Jacob dijo a los de su casa y a todos los que estaban con él: «Quiten los dioses extranjeros que hay entre ustedes. Purifíquense y cámbiense los vestidos. 3 Levantémonos, y subamos a Betel; y allí haré un altar a Dios, quien me respondió en el día de mi angustia, y que ha estado conmigo en el camino por donde he andado». 4 Entregaron, pues, a Jacob todos los dioses extranjeros que tenían en su poder y los pendientes que tenían en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de la encina que estaba junto a Siquem.
5 Al continuar el viaje, hubo gran terror en las ciudades alrededor de ellos, y no persiguieron a los hijos de Jacob. 6 Llegó Jacob a Luz, es decir, Betel, que está en la tierra de Canaán, él y todo el pueblo que estaba con él. 7 Edificó allí un altar, y llamó al lugar El Betel, porque allí Dios se le había manifestado cuando huía de su hermano.
8 Débora, nodriza de Rebeca, murió y fue sepultada al pie de Betel, debajo de la encina. Esta fue llamada Alón Bacut.
Dios bendice a Jacob
9 Cuando Jacob volvió de Padán Aram, Dios se le apareció de nuevo, y lo bendijo. 10 Y Dios le dijo:
«Tu nombre es Jacob;
No te llamarás más Jacob,
Sino que tu nombre será Israel».
Y le puso el nombre de Israel. 11 También le dijo Dios:
«Yo soy el Dios Todopoderoso.
Sé fecundo y multiplícate;
Una nación y multitud de naciones vendrán de ti,
Y reyes saldrán de tus entrañas.
12 La tierra que les di a Abraham y a Isaac,
Te la daré a ti
Y a tu descendencia después de ti».
13 Entonces Dios se alejó de su lado, del lugar donde había hablado con él. 14 Jacob erigió un pilar en el lugar donde Dios había hablado con él, un pilar de piedra, y derramó sobre él una libación; también derramó sobre él aceite. 15 Y Jacob le puso el nombre de Betel al lugar donde Dios había hablado con él.
Nacimiento de Benjamín
16 Entonces salieron de Betel; y cuando aún faltaba cierta distancia para llegar a Efrata, Raquel comenzó a dar a luz y tuvo mucha dificultad en su parto. 17 Cuando ella estaba en lo más duro del parto, la partera le dijo: «No temas, porque ahora tienes este otro hijo».
18 Y cuando su alma partía (pues murió), lo llamó Benoni; pero su padre lo llamó Benjamín. 19 Murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, es decir, Belén. 20 Y Jacob erigió un pilar sobre su sepultura; ese es el pilar de la sepultura de Raquel hasta hoy. 21 Entonces Israel salió y plantó su tienda más allá de Migdal Eder.
Los doce hijos de Jacob
22 Y mientras Israel moraba en aquella tierra, Rubén fue y se acostó con Bilha, concubina de su padre; e Israel lo supo.
Y los hijos de Jacob fueron doce. 23 Hijos de Lea: Rubén, el primogénito de Jacob, después Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. 24 Hijos de Raquel: José y Benjamín. 25 Hijos de Bilha, sierva de Raquel: Dan y Neftalí. 26 Hijos de Zilpa, sierva de Lea: Gad y Aser. Estos son los hijos de Jacob que le nacieron en Padán Aram.
Muerte de Isaac
27 Jacob fue a su padre Isaac en Mamre de Quiriat Arba, es decir, Hebrón, donde habían residido Abraham e Isaac.
28 Isaac vivió 180 años. 29 Y expiró Isaac. Murió y fue reunido a su pueblo, anciano y lleno de días. Sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.
Descendientes de Esaú
36 Estas son las generaciones de Esaú, es decir, Edom.
2 Esaú tomó sus mujeres de las hijas de Canaán: a Ada, hija de Elón, el hitita; a Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón el heveo; 3 y a Basemat, hija de Ismael, hermana de Nebaiot. 4 Ada dio a luz a Elifaz para Esaú; y Basemat dio a luz a Reuel. 5 Y Aholibama dio a luz a Jeús, a Jaalam y a Coré. Estos son los hijos que le nacieron a Esaú en la tierra de Canaán.
6 Entonces Esaú tomó a sus mujeres, sus hijos y sus hijas y todas las personas de su casa, también su ganado y todas sus bestias, y todos los bienes que había acumulado en la tierra de Canaán, y se fue a otra tierra lejos de su hermano Jacob. 7 Porque los bienes de ellos habían llegado a ser tantos que no podían habitar juntos, y la tierra en que moraban no podía sostenerlos a causa de su mucho ganado. 8 Esaú habitó en la región montañosa de Seir. Esaú es Edom. 9 Estas son las generaciones de Esaú, padre de los edomitas, en la región montañosa de Seir.
10 Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú, y Reuel, hijo de Basemat, mujer de Esaú. 11 Y los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Zefo, Gatam y Quenaz. 12 Timna fue concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y le dio un hijo, Amalec. Estos son los descendientes de Ada, mujer de Esaú. 13 Estos son los hijos de Reuel: Nahat, Zera, Sama y Miza. Estos fueron los hijos de Basemat, mujer de Esaú. 14 Y estos fueron los hijos de Aholibama, mujer de Esaú, hija de Aná, nieta de Zibeón: ella tuvo de Esaú a Jeús, Jaalam y Coré.
15 Estos son los jefes de entre los hijos de Esaú. Los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, son: el jefe Temán, el jefe Omar, el jefe Zefo, el jefe Quenaz, 16 el jefe Coré, el jefe Gatam y el jefe Amalec. Estos son los jefes que descendieron de Elifaz en la tierra de Edom; estos son los hijos de Ada. 17 Estos son los hijos de Reuel, hijo de Esaú: el jefe Nahat, el jefe Zera, el jefe Sama y el jefe Miza. Estos son los jefes que descendieron de Reuel en la tierra de Edom; estos son los hijos de Basemat, mujer de Esaú. 18 Estos son los hijos de Aholibama, mujer de Esaú: el jefe Jeús, el jefe Jaalam, el jefe Coré. Estos son los jefes que descendieron de Aholibama, mujer de Esaú, hija de Aná. 19 Estos fueron los hijos de Esaú, es decir, Edom, y estos sus jefes.
Descendientes de Seir
20 Estos son los hijos de Seir el Horeo, habitantes de aquella tierra: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 21 Disón, Ezer y Disán. Estos son los jefes que descendieron de los horeos, los hijos de Seir en la tierra de Edom. 22 Los hijos de Lotán fueron Hori y Hemam; y la hermana de Lotán era Timna. 23 Estos son los hijos de Sobal: Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam.
24 Estos son los hijos de Zibeón: Aja y Aná. Este es el Aná que halló las fuentes termales en el desierto cuando pastoreaba los asnos de su padre Zibeón. 25 Estos son los hijos de Aná: Disón y Aholibama, hija de Aná. 26 Estos son los hijos de Disón: Hemdán, Esbán, Itrán y Querán. 27 Estos son los hijos de Ezer: Bilhán, Zaaván y Acán.
28 Estos son los hijos de Disán: Uz y Arán. 29 Estos son los jefes que descendieron de los horeos: el jefe Lotán, el jefe Sobal, el jefe Zibeón, el jefe Aná, 30 el jefe Disón, el jefe Ezer y el jefe Disán. Estos son los jefes que descendieron de los horeos, jefe por jefe, en la tierra de Seir.
Reyes de Edom
31 Estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes de que rey alguno reinara sobre los israelitas: 32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom; y el nombre de su ciudad era Dinaba. 33 Murió Bela, y reinó en su lugar Jobab, hijo de Zera, de Bosra. 34 Murió Jobab, y reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas.
35 Murió Husam, y reinó en su lugar Hadad, hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad era Avit. 36 Murió Hadad, y reinó en su lugar Samla de Masreca. 37 Murió Samla, y reinó en su lugar Saúl de Rehobot, junto al río Éufrates. 38 Murió Saúl, y reinó en su lugar Baal Hanán, hijo de Acbor. 39 Y murió Baal Hanán, hijo de Acbor, y reinó en su lugar Hadar; y el nombre de su ciudad era Pau; y el nombre de su mujer era Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezaab.
40 Estos son los nombres de los jefes que descendieron de Esaú, según sus familias y sus localidades, por sus nombres: el jefe Timna, el jefe Alva, el jefe Jetet, 41 el jefe Aholibama, el jefe Ela, el jefe Pinón, 42 el jefe Quenaz, el jefe Temán, el jefe Mibsar, 43 el jefe Magdiel y el jefe Iram. Estos son los jefes de Edom, es decir, Esaú, padre de los edomitas, según sus moradas en la tierra de su posesión.
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Marcos 6
Jesús enseña en Nazaret
6 Jesús se marchó de allí y llegó* a Su pueblo, y Sus discípulos lo siguieron*. 2 Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos que escuchaban se asombraban, diciendo: «¿Dónde obtuvo Este tales cosas, y cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros que hace con Sus manos? 3 ¿No es Este el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están Sus hermanas aquí con nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. 4 Y Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa».
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro; solo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso Sus manos. 6 Estaba maravillado de la incredulidad de ellos.
Y recorría las aldeas de alrededor enseñando.
Jesús envía a los doce
7 Entonces Jesús llamó* a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos; 8 y les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solo un bordón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto; 9 sino calzados con sandalias. «No lleven dos túnicas», les dijo. 10 Y añadió: «Dondequiera que entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan de la población. 11 En cualquier lugar que no los reciban ni los escuchen, al salir de allí, sacúdanse el polvo de la planta de los pies en testimonio contra ellos».
12 Saliendo los doce, predicaban que todos se arrepintieran. 13 También echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
14 El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la gente decía: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él». 15 Pero otros decían: «Es Elías». Y decían otros: «Es un profeta, como uno de los profetas antiguos». 16 Al oír esto, Herodes decía: «Juan, a quien yo decapité, ha resucitado». 17 Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, pues Herodes se había casado con ella. 18 Y Juan le decía a Herodes: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano».
19 Herodías le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía, 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo mantenía protegido. Cuando le oía se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharlo.
21 Llegó un día oportuno, cuando Herodes, siendo su cumpleaños, ofreció un banquete a sus nobles y comandantes y a los principales de Galilea; 22 y cuando la hija de Herodías entró y danzó, agradó a Herodes y a los que se sentaban a la mesa con él; y el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». 24 Ella salió y dijo a su madre: «¿Qué pediré?». «La cabeza de Juan el Bautista», le respondió ella. 25 Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey con su petición, diciendo: «Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja».
26 Aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso contradecirla. 27 Al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y él fue y lo decapitó en la cárcel, 28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29 Cuando los discípulos de Juan oyeron esto, fueron y se llevaron el cuerpo y le dieron sepultura.
Alimentación de los cinco mil
30 Los apóstoles se reunieron* con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Y Él les dijo*: «Vengan, apártense de los demás a un lugar solitario y descansen un poco». Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer. 32 Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado. 33 Pero la gente los vio salir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.
34 Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35 Y cuando ya era muy tarde, Sus discípulos se acercaron a Él, diciendo: «El lugar está desierto y ya es muy tarde; 36 despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer».
37 «Denles ustedes de comer», les contestó Jesús. Y ellos le dijeron*: «¿Quieres que vayamos y compremos 200 denarios de pan y les demos de comer?». 38 Jesús les dijo*: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan y vean». Y cuando se cercioraron le dijeron*: «Cinco panes y dos peces».
39 Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. 40 Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta. 41 Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo; partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos.
42 Todos comieron y se saciaron. 43 Recogieron doce cestas llenas de los pedazos, y también de los peces. 44 Los que comieron los panes eran 5,000 hombres.
Jesús anda sobre el mar
45 Enseguida Jesús hizo que Sus discípulos subieran a la barca y fueran delante de Él al otro lado, a Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. 46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. 47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él estaba solo en tierra. 48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue* hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
49 Pero cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar; 50 porque todos lo vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo*: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera, 52 porque no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
Jesús en Genesaret
53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron en la orilla. 54 Cuando salieron de la barca, la gente enseguida reconoció a Jesús, 55 y recorrieron apresuradamente toda aquella región, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde oían decir que Él estaba. 56 Dondequiera que Él entraba en aldeas, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de Su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.
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Job 2
Job pierde su salud
2 Y sucedió que el día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, vino también Satanás entre ellos para presentarse delante del Señor. 2 Y el Señor preguntó a Satanás: «¿De dónde vienes?». Entonces Satanás respondió al Señor: «De recorrer la tierra y de andar por ella». 3 Y el Señor dijo a Satanás: «¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay otro como él sobre la tierra; es un hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Él todavía conserva su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa». 4 Satanás respondió al Señor: «¡Piel por piel! Sí, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. 5 Sin embargo, extiende ahora Tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en Tu misma cara». 6 Y el Señor dijo a Satanás: «Él está en tu mano; pero respeta su vida».
7 Entonces Satanás salió de la presencia del Señor, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla. 8 Y Job tomó un pedazo de teja para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. 9 Entonces su mujer le dijo: «¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete». 10 Pero él le dijo: «Hablas como habla cualquier mujer necia. ¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?». En todo esto Job no pecó con sus labios.
11 Cuando tres amigos de Job, Elifaz, el temanita, Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita, oyeron de todo este mal que había venido sobre él, vinieron cada uno de su lugar, pues se habían puesto de acuerdo para ir juntos a condolerse de él y a consolarlo. 12 Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo reconocieron, levantaron sus voces y lloraron. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas. 13 Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
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