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08-02-2024
Devocional
Devocional: Marcos 11
El intercambio de palabras entre Jesús y algunos de sus adversarios, como viene relatado en Marcos 11:27-33, es uno de los más extraños en los cuatro evangelios. Jesús esquiva una pregunta crucial planteando otra, una pregunta que ellos se ven incapaces de contestar por motivos políticos. ¿Por qué Jesús no contesta la pregunta de ellos de manera clara y directa? ¿No suena esto a mera diplomacia o, lo que sería peor, a un intento de posicionamiento para conseguir ventajas en el juego de poder?
En cierto modo, la cuestión de los principales sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos era perfectamente legítima. ¿Con qué autoridad Jesús desaloja los recintos del templo, acepta los elogios de miles de personas que han acudido para festejar su llegada a Jerusalén montado en un asno, y predica con tanta rotundidad y confianza? No puede reclamar la autoridad de ninguna escuela rabínica, ni de ninguna posición religiosa ni política. Entonces, ¿de qué clase de autoridad se trata?
¿Cómo podía Jesús haber contestado? Si hubiese dicho que hacía estas cosas por propia iniciativa, sus palabras habrían sonado pretenciosas y arrogantes. No podía nombrar ninguna autoridad terrenal adecuada. Si hubiese insistido en que todo lo que decía y todo lo que hacía eran las palabras y hechos de Dios, podían haberle acusado de blasfemia. No es evidente que hubiese podido ofrecer una respuesta verdadera que les hubiese satisfecho y, al mismo tiempo, le hubiese garantizado su integridad física.
Por lo tanto Jesús les dice, en efecto, que contestará su pregunta si ellos primero responden a la suya: “El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de la tierra? Respondedme” (11:30). Sus interlocutores sopesan sus posibles respuestas en base a la conveniencia política. Si dicen “del cielo”, piensan, él les condenará por no haberse convertido en discípulos de Juan. Peor aún, no pueden dejar de ver en esta pregunta un preludio a la respuesta que pretende darles a la de ellos. Al fin y al cabo, Juan el Bautista apuntaba hacia Jesús. Si reconocen que el ministerio de Juan provenía del cielo, y Juan señalaba a Jesús, entonces Jesús sí ha contestado su pregunta: su ministerio también debía contar con la aprobación de Dios. Pero si dicen “de la tierra”, tendrán en contra suya las muchas personas que valoraban el ministerio de Juan. Por lo cual, guardan silencio y pierden el derecho de recibir una respuesta por parte de Jesús (11:31).
De este intercambio, se pueden sacar varias implicaciones pastorales. En primer lugar, algunas personas son incapaces de captar el verdadero ministerio de Jesús aunque hagan preguntas que parecen penetrantes, puesto que, en realidad, ya han tomado su decisión y sólo buscan más argumentos para destruirle. La segunda es que, a veces, la respuesta más sabia es una respuesta indirecta que evite las trampas mientras que al mismo tiempo ponga de manifiesto la perversidad engañosa del interlocutor. Como creyentes, debemos hablar con claridad, pero no deberíamos ser ingenuos.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Job 7
En la segunda parte de su respuesta a Elifaz, Job de dirige directamente a Dios (Job 7), aunque se supone que debemos entender que Elifaz y sus amigos están escuchando su dolorosa oración. De hecho, como veremos, existe una estrecha relación entre los capítulos 6 y 7.
Los primeros diez versículos de conmovedores lamentos, llenos de descripciones de noches sin dormir y llagas infectadas, se centran en “recordar” a Dios lo breve de la vida humana. Existe una expresión contemporánea que dice que la vida es dura, y después morimos; de forma más prosaica, Job pregunta: “¿No tenemos todos una obligación en este mundo? ¿No son nuestros días como los de un asalariado?” (7:1). Físicamente, no durará mucho más.
Job razona: “Por lo que a mí respecta, no guardaré silencio; la angustia de mi alma me lleva a hablar, la amargura en que vivo me obliga a protestar” (7:11). Job dice a Dios que no es un monstruo, le pregunta por qué la toma entonces con él. Su vida no tiene sentido (7:16); preferiría morir estrangulado en lugar de vivir como lo está haciendo (7:15).
¿Por qué presta Dios tanta atención a un simple mortal como Job (7:17- 18)? Aunque no es consciente de haber cometido pecado alguno en su vida para atraer semejante sufrimiento, Job sabe que es pecador. Sin embargo, ¿por qué está sufriendo tanto? “Si he pecado, ¿en qué te afecta, vigilante de los mortales? ¿Por qué te ensañas conmigo? ¿Acaso te soy una carga?” (7:20).
Ahora debería ser más fácil ver la relación de este capítulo con la reflexión del final del 6. Allí, Job dice a Elifaz que su integridad (la de Job) está en juego. El sentido del argumento de Elifaz era que Job debía estar sufriendo por pecados que nunca había confesado; el camino a seguir era la abnegación y la confesión. Sin embargo, este contesta que sus amigos deberían seguir siéndolo; que lo están condenando porque no pueden comprender que una persona inocente pueda sufrir; que su reprensión pone en duda la integridad de la que ha hecho gala durante toda su vida. En el capítulo 7, cuando Job se dirige a Dios, su postura es totalmente acorde con lo que acaba de decir a Elifaz. Lejos de confesar el pecado, le declara que está siendo atormentado, o que si ha pecado, no ha hecho nada para merecer este tipo de minuciosa atención y doloroso juicio. De hecho, falta muy poco para que insinúe que el propio Dios no es justo, pero Job mantiene su integridad.
Así pues, el drama de este libro se va desarrollando. Aún queda camino por explorar. Entretanto, meditemos sobre Job 42:7.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 41
Los sueños de Faraón
41 Y aconteció que después de dos años, Faraón tuvo un sueño. Soñó que estaba de pie junto al Nilo. 2 Y de pronto, del Nilo subieron siete vacas de hermoso aspecto y gordas, y pacían en el carrizal. 3 Entonces otras siete vacas de mal aspecto y flacas subieron del Nilo detrás de ellas, y se pararon junto a las otras vacas a la orilla del Nilo. 4 Y las vacas de mal aspecto y flacas devoraron las siete vacas de hermoso aspecto y gordas. Entonces Faraón se despertó.
5 Se quedó dormido y soñó por segunda vez. Vio que siete espigas llenas y buenas crecían en una sola caña, 6 y que siete espigas, menudas y quemadas por el viento del este, brotaron después de aquellas. 7 Y las espigas menudas devoraron a las siete espigas gruesas y llenas. Entonces Faraón despertó, y resultó que era un sueño.
8 Y por la mañana su espíritu estaba turbado, y mandó llamar a todos los magos, y a todos sus sabios de Egipto. Faraón les contó sus sueños, pero no hubo quien se los pudiera interpretar a Faraón.
9 Entonces el jefe de los coperos habló a Faraón: «Quisiera hablar hoy de mis faltas. 10 Cuando Faraón se enojó con sus siervos y me puso bajo custodia en la casa del capitán de la guardia, a mí y al jefe de los panaderos, 11 él y yo tuvimos un sueño en una misma noche. Cada uno de nosotros soñó según la interpretación de su propio sueño. 12 Y estaba allí con nosotros un joven hebreo, un siervo del capitán de la guardia. Y se los contamos, y él nos interpretó los sueños. A cada uno interpretó su sueño. 13 Tal como nos lo había interpretado, así sucedió. A mí me restableció Faraón en mi puesto, pero al otro lo ahorcó».
José interpreta el sueño de Faraón
14 Entonces Faraón mandó llamar a José, y lo sacaron aprisa del calabozo. Después de afeitarse y cambiarse sus vestidos, vino a Faraón. 15 Y Faraón dijo a José: «He tenido un sueño y no hay quien lo interprete. Pero he oído decir de ti, que oyes un sueño y lo puedes interpretar». 16 «No está en mí», respondió José a Faraón. «Dios dará a Faraón una respuesta favorable».
17 Entonces Faraón dijo a José: «En mi sueño yo estaba de pie a la orilla del Nilo. 18 Y vi siete vacas gordas y de hermoso aspecto que salieron del Nilo. Pacían en el carrizal. 19 Pero sucedió que otras siete vacas subieron detrás de ellas, pobres, de muy mal aspecto y flacas, de tal fealdad como yo nunca había visto en toda la tierra de Egipto. 20 Y las vacas flacas y feas se comieron las primeras siete vacas gordas. 21 Pero cuando las habían devorado, no se podía notar que las hubieran devorado; pues su aspecto era tan feo como al principio. Entonces me desperté.
22 »En mi sueño también vi que siete espigas llenas y hermosas crecían en una sola caña; 23 y que siete espigas marchitas, menudas y quemadas por el viento del este, brotaron después de aquellas. 24 Las espigas menudas devoraron a las siete espigas hermosas. Se lo conté a los magos, pero no hubo quien me lo pudiera explicar».
25 Entonces José dijo a Faraón: «Los dos sueños de Faraón son uno. Dios ha anunciado a Faraón lo que Él va a hacer. 26 Las siete vacas hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años. Los dos sueños son uno. 27 Y las siete vacas flacas y feas que subieron detrás de ellas son siete años, y las siete espigas quemadas por el viento del este serán siete años de hambre.
28 »Esto es lo que he dicho a Faraón: Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer. 29 Van a venir siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto; 30 y después de ellos vendrán siete años de hambre. Será olvidada toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre asolará la tierra. 31 No se conocerá la abundancia en la tierra a causa del hambre que vendrá, que será muy severa. 32 En cuanto a la repetición del sueño a Faraón dos veces, quiere decir que el asunto está determinado por Dios, y que Dios lo hará pronto.
33 »Ahora pues, busque Faraón un hombre prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34 Decida Faraón nombrar inspectores sobre el país y exija un quinto de la producción de la tierra de Egipto en los siete años de abundancia. 35 Que los inspectores recojan todos los víveres de esos años buenos que vienen, y almacenen en las ciudades el grano para alimento bajo la autoridad de Faraón, y que lo protejan. 36 Y que los víveres sean una reserva para el país durante los siete años de hambre que ocurrirán en la tierra de Egipto, a fin de que la gente del país no perezca por el hambre».
José gobernador de todo Egipto
37 La idea pareció bien a Faraón y a todos sus siervos. 38 Entonces Faraón dijo a sus siervos: «¿Podemos hallar un hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?». 39 Y Faraón dijo a José: «Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan prudente ni tan sabio como tú. 40 Tú estarás sobre mi casa, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Solamente en el trono yo seré mayor que tú». 41 Faraón dijo también a José: «Mira, te he puesto sobre toda la tierra de Egipto».
42 Y Faraón se quitó el anillo de sellar de su mano y lo puso en la mano de José. Lo vistió con vestiduras de lino fino y puso un collar de oro en su cuello. 43 Lo hizo montar en su segundo carro, y proclamaron delante de él: «¡Doblen la rodilla!». Y lo puso sobre toda la tierra de Egipto.
44 Entonces Faraón dijo a José: «Aunque yo soy Faraón, sin embargo, nadie levantará su mano ni su pie sin tu permiso en toda la tierra de Egipto». 45 Y Faraón llamó a José por el nombre de Zafnat Panea, y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Y salió José para ver la tierra de Egipto.
46 José tenía treinta años cuando se presentó ante Faraón, rey de Egipto. Y salió José de la presencia de Faraón y recorrió toda la tierra de Egipto. 47 La tierra produjo a manos llenas durante los siete años de abundancia. 48 José recogió todo el fruto de estos siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y guardó el alimento en las ciudades. En cada ciudad guardó el fruto de sus campos circunvecinos. 49 Así José almacenó grano en gran abundancia, como la arena del mar, hasta que dejó de medirlo porque no se podía medir.
50 Antes de que llegaran los años de hambre, le nacieron a José dos hijos, los que le dio Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. 51 Al primogénito José le puso el nombre de Manasés, porque dijo: «Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre». 52 Y al segundo le puso el nombre de Efraín, porque dijo: «Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción».
Los siete años de hambre
53 Cuando pasaron los siete años de abundancia que había habido en la tierra de Egipto, 54 comenzaron a venir los siete años de hambre, tal como José había dicho. Entonces hubo hambre en todas las tierras, pero en toda la tierra de Egipto había alimento. 55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por alimento. Faraón dijo a todos los egipcios: «Vayan a José, y hagan lo que él les diga».
56 El hambre también se extendió sobre toda la superficie de la tierra. Entonces José abrió todos los graneros y vendió a los egipcios, pues el hambre era severa en la tierra de Egipto. 57 Y de todos los países venían a Egipto para comprar grano a José, porque el hambre era severa en toda la tierra.
Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Marcos 11
La entrada triunfal
11 Cuando se acercaban* a Jerusalén, por Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, Jesús envió* a dos de Sus discípulos, 2 y les dijo*: «Vayan a la aldea enfrente de ustedes, y tan pronto como entren en ella, encontrarán un pollino atado en el cual nadie se ha montado todavía; desátenlo y tráiganlo. 3 Si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?” digan: “El Señor lo necesita”; y enseguida lo devolverá acá».
4 Ellos fueron y encontraron un pollino atado junto a la puerta, afuera en la calle, y lo desataron*. 5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Qué hacen desatando el pollino?». 6 Ellos les respondieron tal como Jesús les había dicho, y les dieron permiso. 7 Entonces trajeron* el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Él se sentó sobre él.
8 Muchos tendieron sus mantos en el camino, y otros tendieron ramas que habían cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que lo seguían, gritaban:
«¡Hosanna!
Bendito el que viene en el nombre del Señor;
10 Bendito el reino de nuestro padre David que viene;
¡Hosanna en las alturas!».
11 Jesús entró en Jerusalén, fue al templo, y después de mirar todo alrededor, salió para Betania con los doce discípulos, siendo ya avanzada la hora.
La higuera estéril
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús tuvo hambre. 13 Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella; cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. 14 Jesús, hablando a la higuera, le dijo: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti». Y Sus discípulos le estaban escuchando.
Jesús echa a los mercaderes del templo
15 Llegaron* a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; volcó las mesas de los que cambiaban el dinero y los asientos de los que vendían las palomas, 16 y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. 17 Y les enseñaba, diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”? Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones». 18 Los principales sacerdotes y los escribas oyeron esto y buscaban cómo destruir a Jesús, pero le tenían miedo, pues toda la multitud estaba admirada de Su enseñanza.
19 Cuando atardecía, Jesús y Sus discípulos solían salir fuera de la ciudad.
El poder de la fe
20 Por la mañana, cuando pasaban, vieron la higuera seca desde las raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, dijo* a Jesús: «Rabí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». 22 Y Jesús respondió*: «Tengan fe en Dios. 23 En verdad les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. 24 Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas. 25 Y cuando estén orando, perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus transgresiones. 26 Pero si ustedes no perdonan, tampoco su Padre que está en los cielos perdonará sus transgresiones».
La autoridad de Jesús puesta en duda
27 Llegaron* de nuevo a Jerusalén; y cuando Jesús andaba por el templo, se acercaron* a Él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio la autoridad para hacer esto?». 29 Jesús les respondió: «Yo también les haré una pregunta; respóndanla, y entonces les diré con qué autoridad hago estas cosas. 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondan».
31 Y ellos discutían entre sí, diciendo: «Si decimos: “Del cielo”, Él dirá: “Entonces, ¿por qué no le creyeron?”. 32 ¿Pero si decimos: “De los hombres”?». Pero temían a la multitud, porque todos consideraban que Juan verdaderamente había sido un profeta. 33 Respondiendo a Jesús, dijeron*: «No sabemos». Jesús les dijo*: «Tampoco Yo les diré con qué autoridad hago estas cosas».
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Job 7
Miserias de la vida
7 »¿No está el hombre obligado a trabajar sobre la tierra?
¿No son sus días como los días de un jornalero?
2 Como esclavo que suspira por la sombra,
Y como jornalero que espera con ansias su paga,
3 Así me han dado en herencia meses inútiles,
Y noches de aflicción me han asignado.
4 Cuando me acuesto, digo:
“¿Cuándo me levantaré?”.
Pero la noche sigue,
Y estoy dando vueltas continuamente hasta el amanecer.
5 Mi carne está cubierta de gusanos y de una costra de tierra;
Mi piel se endurece y supura.
6 Mis días pasan más veloces que la lanzadera de telar,
Y llegan a su fin sin esperanza.
7 »Recuerda, oh Dios, que mi vida es un soplo,
Mis ojos no volverán a ver el bien.
8 El ojo del que me ve no me verá más;
Tus ojos estarán sobre mí, pero yo no existiré.
9 Como una nube se desvanece y pasa,
Así el que desciende al Seol no subirá;
10 No volverá más a su casa,
Ni su lugar lo verá más.
11 »Por tanto, no refrenaré mi boca,
Hablaré en la angustia de mi espíritu,
Me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino,
Para que Tú me pongas guardia?
13 Si digo: “Mi cama me consolará,
Mi lecho atenuará mi queja”,
14 Entonces Tú me asustas con sueños
Y me aterrorizas con visiones.
15 Mi alma, pues, escoge la asfixia,
La muerte, en lugar de mis dolores.
16 Languidezco; no he de vivir para siempre.
Déjame solo, pues mis días son un soplo.
17 ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas,
Para que te preocupes por él,
18 Para que lo examines cada mañana,
Y a cada momento lo pongas a prueba?
19 ¿Nunca apartarás de mí Tu mirada,
Ni me dejarás solo hasta que trague mi saliva?
20 ¿He pecado? ¿Qué te he hecho,
Oh guardián de los hombres?
¿Por qué has hecho de mí Tu blanco,
De modo que soy una carga para mí mismo?
21 Entonces, ¿por qué no perdonas mi transgresión
Y quitas mi iniquidad?
Porque ahora dormiré en el polvo;
Y Tú me buscarás, pero ya no existiré».
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