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Lectura de Hoy
11-02-2024
Devocional
Devocional: Génesis 44
Hasta este punto de la narrativa (Génesis 44), Judá no se ha cubierto precisamente de gloria. Cuando los hermanos de José declaran por primera vez su intención de acabar con él (Génesis 37:19-20), dos de ellos ofrecen alternativas. Rubén se limita a proponer que sea echado en una fosa, de la que no pudiese escapar. Esta propuesta tenía dos ventajas: en primer lugar, así el asesinato no se podría achacar directamente a sus hermanos y, en segundo lugar, Rubén esperaba poder volver en secreto para rescatar a su hermano. Rubén quedó asolado cuando su plan fracasó (Génesis 37:29-30). El otro hermano con otra propuesta independiente fue Judá quien argumentó que no sacarían ningún provecho de un mero asesinato, sino que sería mejor vender a José como esclavo (37:25-27) – y fue este punto de vista el que prevaleció.
Judá reaparece en el anterior capítulo, acostándose con su nuera (Génesis 38) y, al menos inicialmente, utilizando un doble rasero (ver meditación del 6 de febrero).
No obstante, en Génesis 44, Judá sale algo mejor parado. José manipula las circunstancias a fin de que Benjamín y sus hermanos sean arrestados por robo, e insiste en que sólo Benjamín tendrá que quedarse en Egipto como esclavo. Posiblemente, José quería probar a sus hermanos para ver si seguían menospreciando al más joven, si seguían tan duros de corazón que estarían dispuestos a condenar a uno de ellos a la esclavitud, y quedarse tan tranquilos al marcharse libres. Judá interviene e invoca, por encima de todo lo demás, el amor especial que su padre tiene hacia Benjamín. Incluso se refiere a la creencia por parte de Jacob de que José fue matado por animales salvajes (44:28), como si hubiese pasado el último cuarto de siglo preso de una conciencia atormentada a causa del engaño y de la maldad de todo aquel episodio. Judá explica cómo él mismo había prometido llevarle a Benjamín sano y salvo, y pide emocionadamente, “Por eso, permita mi señor que yo me quede como esclavo de mi señor en lugar de mi hermano menor, y que él regrese con sus hermanos. ¿Cómo podré volver junto a mi padre si mi hermano menor no está conmigo? ¡No soy capaz de ver la desgracia que le sobrevendrá a mi padre!” (44:33-34).
Este es el punto culminante de lo que sabemos del peregrinaje de Judá. Ofrece su propia vida en sustitución por la de otro. Puede que, en parte, fuese motivado por una conciencia culpable; en este caso, este heroísmo genuino nace de una genuina vergüenza. No podía saber cómo, en menos de dos mil años, su descendiente más ilustre, de ninguna manera movido por la vergüenza sino únicamente por la obediencia a su Padre celestial y por su amor hacia los rebeldes culpables, se ofrecería a sí mismo como sustituto de ellos (Marcos 14).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Job 10
Job 10 es la segunda parte de la respuesta de Job a Bildad de Súah. Este ha declarado que Dios no puede pervertir la justicia (Job 8; véase la meditación del 9 de febrero). En el capítulo 9, Job contesta, con bastante impaciencia, que sabe todo eso: “Sé muy bien que esto es cierto” (9:2). Job no tiene dudas de que él, como los demás mortales, tampoco está al margen de la justicia sin igual de Dios: “¿Cómo puede un mortal justificarse ante Dios?” (9:2). Por ello, Job argumenta que ese es precisamente el problema: en este caso particular, insiste en que es intachable (9:21), libre de cualquier mal que pudiese haber atraído las desgracias caídas sobre él, pero Dios sigue sin contestar.
Ciertamente, no es más malvado que muchos de sus contemporáneos que han permanecido indemnes con el paso de los años. No obstante, ¿cómo puede un simple mortal presentar su caso ante el Todopoderoso? “Dios no es hombre como yo, para que juntos comparezcamos ante un tribunal” (9:32). Ni siquiera hay disponible un árbitro adecuado (9:33). En cuanto a los “amigos” de Job, estos aumentan su sufrimiento, porque no admitirán que él es inocente (9:28); están más que ansiosos por lanzarlo a la ciénaga más cercana para demostrar que está sucio (9:30-31).
Job se dirige ahora a Dios (cap. 10). Quiere saber las acusaciones de este contra él (10:2). Lleno de una amargura que él mismo reconoce (10:1), Job pregunta: “¿Te parece bien el oprimirme y despreciar la obra de tus manos mientras te muestras complaciente ante los planes del malvado?” (10:3). Seguramente, Job está preparado para reconocer que Dios lo formó en la matriz, lo alimentó cuidadosamente, le dio la vida y lo protegió en su providencia (10:8-12). Sin embargo, parece que ahora hay otra vertiente: el Señor no sólo lo cazará si peca, sino que, incluso siendo inocente, se da cuenta de que no puede responder a Dios o luchar contra las presiones que este es capaz de provocar (10:13-17). Entonces, ¿por qué permitió el Señor que naciese? ¿Por qué no murió nada más nacer, siendo llevado directamente de la matriz a la tumba (10:18-22)?
Esta es la retórica de la angustia y la desesperación. Seguimos esperando la respuesta de Dios. Sin embargo, Romanos 14 puede tener algo que decir a los miserables “amigos” de Job: “Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación” (14:19). Por supuesto, en el contexto de Romanos 14, Pablo se está centrando en la contención del cristiano por el bien de los demás, especialmente en el asunto de comer alimentos ofrecidos a los ídolos (como en 1 Corintios 8; véase la meditación del 3 de septiembre en el volumen 1). No obstante, el principio más general se aplica a los amigos de Job: ¿hablan estos desde un compromiso apasionado por la “edificación mutua” o desde una autojustificación miedosa?
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 44
La copa de José
44 Entonces José ordenó al mayordomo de su casa, diciendo: «Llena de alimento los costales de los hombres, todo lo que puedan llevar, y pon el dinero de cada uno de ellos en la boca de su costal. 2 Y mi copa, la copa de plata, ponla en la boca del costal del menor, con el dinero de su grano». Y el mayordomo hizo conforme a lo que había dicho José. 3 Al rayar el alba, fueron despedidos los hombres con sus asnos.
4 Cuando ellos habían salido de la ciudad, y no estaban muy lejos, José dijo al mayordomo de su casa: «Levántate, sigue a esos hombres. Cuando los alcances, diles: “¿Por qué han pagado mal por bien? 5 ¿No es esta la copa en que bebe mi señor, y que de hecho usa para adivinar? Obraron mal en lo que hicieron”».
6 Así que los alcanzó, les dijo estas palabras. 7 Y ellos le dijeron: «¿Por qué habla mi señor de esta manera? Lejos esté de sus siervos hacer tal cosa. 8 El dinero que encontramos en la boca de nuestros costales, se lo volvimos a traer de la tierra de Canaán. ¿Cómo, pues, habíamos de robar de la casa de su señor plata u oro? 9 Aquel de sus siervos que sea hallado con ella, que muera, y también nosotros entonces seremos esclavos de mi señor».
10 Y él dijo: «Sea ahora también conforme a sus palabras. Aquel que sea hallado con ella será mi esclavo, y los demás de ustedes serán inocentes». 11 Ellos se dieron prisa. Cada uno bajó su costal a tierra, y cada cual abrió su costal. 12 El mayordomo registró, comenzando con el mayor y acabando con el menor, y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. 13 Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y después de cargar cada uno su asno, regresaron a la ciudad.
14 Cuando Judá llegó con sus hermanos a casa de José, él estaba aún allí, y ellos cayeron a tierra delante de él. 15 Y José les dijo: «¿Qué acción es esta que han hecho? ¿No saben que un hombre como yo puede ciertamente adivinar?».
16 Entonces dijo Judá: «¿Qué podemos decir a mi señor? ¿Qué podemos hablar y cómo nos justificaremos? Dios ha descubierto la iniquidad de sus siervos. Así que somos esclavos de mi señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder fue encontrada la copa». 17 Pero José respondió: «Lejos esté de mí hacer eso. El hombre en cuyo poder ha sido encontrada la copa será mi esclavo. Pero ustedes, suban en paz a su padre».
Judá intercede por Benjamín
18 Entonces Judá se le acercó, y dijo: «Oh señor mío, permita a su siervo hablar una palabra a los oídos de mi señor, y que no se encienda su ira contra su siervo, pues usted es como Faraón mismo. 19 Mi señor preguntó a sus siervos: “¿Tienen padre o hermano?”. 20 Y respondimos a mi señor: “Tenemos un padre ya anciano y un hermano pequeño, hijo de su vejez. Su hermano ha muerto, así que solo queda él de los hijos de su madre, y su padre lo ama”.
21 »Entonces usted dijo a sus siervos: “Tráiganmelo para que yo lo vea”. 22 Y nosotros respondimos a mi señor: “El muchacho no puede dejar a su padre, pues si dejara a su padre, este moriría”. 23 Usted, sin embargo, dijo a sus siervos: “Si su hermano menor no desciende con ustedes, no volverán a ver mi rostro”.
24 »Aconteció, pues, que cuando subimos a mi padre, su siervo, le contamos las palabras de mi señor. 25 Y nuestro padre dijo: “Regresen, cómprennos un poco de alimento”. 26 Pero nosotros respondimos: “No podemos ir. Si nuestro hermano menor va con nosotros, entonces iremos. Porque no podemos ver el rostro del hombre si nuestro hermano no está con nosotros”.
27 »Y mi padre, su siervo, nos dijo: “Ustedes saben que mi mujer me dio a luz dos hijos; 28 el uno salió de mi lado, y dije: ‘Seguro que ha sido despedazado’, y no lo he visto desde entonces. 29 Si también se llevan a este de mi presencia, y algo malo le sucede, ustedes harán descender mis canas con dolor al Seol”.
30 »Ahora pues, cuando yo vuelva a mi padre, su siervo, y el muchacho no esté con nosotros, como su vida está ligada a la vida del muchacho, 31 sucederá que cuando él vea que el muchacho no está con nosotros, morirá. Así pues, sus siervos harán descender las canas de nuestro padre, su siervo, con dolor al Seol. 32 Porque yo, su siervo, me hice responsable del muchacho con mi padre, diciendo: “Si no te lo traigo, que lleve yo la culpa delante de mi padre para siempre”.
33 »Ahora pues, le ruego que quede este su siervo como esclavo de mi señor, en lugar del muchacho, y que el muchacho suba con sus hermanos. 34 Pues, ¿cómo subiré a mi padre no estando el muchacho conmigo, sin que yo vea el mal que sobrevendrá a mi padre?».
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Marcos 14
Complot para prender y matar a Jesús
14 Faltaban dos días para la Pascua y para la Fiesta de los Panes sin Levadura; y con engaño, los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prender y matar a Jesús; 2 pero decían: «No durante la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo».
Jesús ungido en Betania
3 Estando Él en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. 4 Pero algunos estaban indignados y se decían unos a otros: «¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5 Porque este perfume podía haberse vendido por más de 300 denarios, y el dinero dado a los pobres». Y la reprendían.
6 Pero Jesús dijo: «Déjenla; ¿por qué la molestan? Buena obra ha hecho para Mí. 7 Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes; y cuando quieran les podrán hacer bien; pero a Mí no siempre me tendrán. 8 Ella ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir Mi cuerpo para la sepultura. 9 Y en verdad les digo, que dondequiera que el evangelio se predique en el mundo entero, también se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya».
Traición de Judas
10 Entonces Judas Iscariote, que era uno de los doce discípulos, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. 11 Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregar a Jesús en un momento oportuno.
Preparación de la Pascua
12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, los discípulos le preguntaron* a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?». 13 Él envió* a dos de Sus discípulos, diciéndoles*: «Vayan a la ciudad, y allí les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo; 14 y donde él entre, digan al dueño de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está Mi habitación en la que pueda comer la Pascua con Mis discípulos?’”. 15 Y él les mostrará un gran aposento alto, amueblado y preparado; hagan los preparativos para nosotros allí». 16 Salieron, pues, los discípulos y llegaron a la ciudad, y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua.
Jesús identifica al traidor
17 Al atardecer llegó* Jesús con los doce discípulos. 18 Y estando sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: «En verdad les digo que uno de ustedes me entregará; el que come conmigo». 19 Ellos comenzaron a entristecerse y a decir uno por uno: «¿Acaso soy yo?». 20 «Es uno de los doce», les respondió, «el que moja el pan en el mismo plato que Yo. 21 Porque el Hijo del Hombre se va tal y como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido».
Institución de la Cena del Señor
22 Mientras comían, tomó pan, y habiéndolo bendecido lo partió, se lo dio a ellos, y dijo: «Tomen, esto es Mi cuerpo». 23 Y tomando una copa, después de dar gracias, se la dio a ellos, y todos bebieron de ella. 24 Y les dijo: «Esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos. 25 En verdad les digo, que ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios».
26 Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de Pedro
27 Jesús les dijo*: «Todos ustedes se apartarán, porque escrito está: “Heriré al pastor, y las ovejas se dispersarán”. 28 Pero después de que Yo haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea». 29 «Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré», le dijo Pedro.
30 Jesús le contestó*: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces». 31 Pero Pedro con insistencia repetía: «Aunque tenga que morir junto a Ti, no te negaré». Y todos decían también lo mismo.
Jesús en Getsemaní
32 Llegaron* a un lugar que se llama Getsemaní, y Jesús dijo* a Sus discípulos: «Siéntense aquí hasta que Yo haya orado». 33 Tomó* con Él a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho. 34 «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte», les dijo*; «quédense aquí y velen».
35 Adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba que si fuera posible, pasara de Él aquella hora. 36 Y decía: «¡Abba, Padre! Para Ti todas las cosas son posibles; aparta de Mí esta copa, pero no sea lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieras». 37 Entonces Jesús vino* y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora? 38 Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
39 Él se fue otra vez y oró, diciendo las mismas palabras. 40 Y vino Jesús de nuevo y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados de sueño; y no sabían qué responder. 41 Vino* por tercera vez, y les dijo*: «¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya; ha llegado la hora; miren, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 Levántense, vámonos; ya está cerca el que me entrega».
Arresto de Jesús
43 En ese momento, mientras Jesús estaba todavía hablando, llegó* Judas, uno de los doce discípulos, acompañado de una multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. 44 Y el que lo entregaba les había dado una señal, diciendo: «Al que yo bese, Ese es; lo prenden y se lo llevan con seguridad».
45 Cuando llegó Judas, inmediatamente se acercó a Jesús y le dijo: «¡Rabí!». Y lo besó. 46 Entonces ellos echaron mano a Jesús y lo prendieron. 47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Y dirigiéndose Jesús a ellos, les dijo: «¿Cómo contra un ladrón han salido con espadas y palos para asegurarse que me arrestaban? 49 Cada día estaba con ustedes en el templo enseñando, y no me prendieron; pero esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras». 50 Y abandonando a Jesús, todos huyeron.
Un joven sigue a Jesús
51 Cierto joven seguía a Jesús, vestido solo con una sábana sobre su cuerpo desnudo; y lo prendieron*; 52 pero él, dejando la sábana, escapó desnudo.
Jesús ante el Concilio
53 Llevaron a Jesús al sumo sacerdote, y se reunieron* todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote y se sentó con los guardias, calentándose al fuego. 55 Y los principales sacerdotes y todo el Concilio procuraban obtener algún testimonio para dar muerte a Jesús, pero no lo hallaban. 56 Porque muchos daban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios se contradecían. 57 Algunos, levantándose, daban falso testimonio contra Él, diciendo: 58 «Nosotros le oímos decir: “Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos”». 59 Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos.
60 Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?». 61 Pero Él se quedó callado y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote: «¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». 62 Jesús le contestó: «Yo soy; y verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo».
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus ropas, dijo*: «¿Qué necesidad tenemos de más testigos? 64 Han oído la blasfemia; ¿qué les parece?». Y todos lo condenaron, diciendo que era digno de muerte. 65 Y algunos comenzaron a escupir a Jesús, le cubrían el rostro y le daban puñetazos, y le decían: «¡Profetiza!». También los guardias lo recibieron a bofetadas.
La negación de Pedro
66 Estando Pedro abajo en el patio, llegó* una de las sirvientas del sumo sacerdote, 67 y al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo*: «Tú también estabas con Jesús el Nazareno». 68 Pero él lo negó, diciendo: «Ni sé, ni entiendo de qué hablas». Entonces Pedro salió al portal, y un gallo cantó. 69 Cuando la sirvienta lo vio, de nuevo comenzó a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos».
70 Pero Pedro lo negó otra vez. Poco después los que estaban allí volvieron a decirle: «Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres galileo». 71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: «¡Yo no conozco a este hombre de quien hablan!». 72 Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: «Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces». Y se echó a llorar.
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Job 10
Job se queja de su condición
10 »Hastiado estoy de mi vida:
Daré rienda suelta a mi queja,
Hablaré en la amargura de mi alma.
2 Le diré a Dios: “No me condenes, Hazme saber qué tienes contra mí.
3 ¿Es justo para Ti oprimir,
Rechazar la obra de Tus manos,
Y mirar con favor los designios de los malos?
4 ¿Acaso tienes Tú ojos de carne,
O ves como el hombre ve?
5 ¿Son Tus días como los días de un mortal,
O Tus años como los años del hombre,
6 Para que andes averiguando mi culpa,
Y buscando mi pecado?
7 Según Tu conocimiento ciertamente no soy culpable;
Sin embargo, no hay salvación de Tu mano.
8 ”Tus manos me formaron y me hicieron,
¿Y me destruirás?
9 Acuérdate ahora que me has modelado como a barro,
¿Y me harás volver al polvo?
10 ¿No me derramaste como leche,
Y como queso me cuajaste?
11 ¿No me vestiste de piel y de carne,
Y me entretejiste con huesos y tendones?
12 Vida y misericordia me has concedido,
Y Tu cuidado ha guardado mi espíritu.
13 Sin embargo, tienes escondidas estas cosas en Tu corazón,
Yo sé que esto está dentro de Ti: 14 Si pecara, me lo tomar
ías en cuenta,
Y no me absolverías de mi culpa.
15 Si soy malvado, ¡ay de mí!,
Y si soy justo, no me atrevo a levantar la cabeza.
Estoy lleno de deshonra y consciente de mi aflicción.
16 Si mi cabeza se levantara, como león me cazarías,
Y mostrarías Tu poder contra mí.
17 Renuevas Tus pruebas contra mí,
Y te ensañas conmigo;
Tropas de relevo vienen contra mí.
18 ”¿Por qué, pues, me sacaste de la matriz?
¡Ojalá que hubiera muerto y nadie me hubiera visto!
19 Sería como si no hubiera existido,
Llevado del vientre a la sepultura”.
20 ¿No dejará Él en paz mis breves días?
Apártate de mí para que me consuele un poco
21 Antes que me vaya, para no volver,
A la tierra de tinieblas y de sombras profundas;
22 Tierra tan lóbrega como las mismas tinieblas,
De sombras profundas, sin orden,
Y donde la luz es como las tinieblas».
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