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Lectura de Hoy
14-02-2024
Devocional
Devocional: Lucas 1:1–38
¿Cómo llegaron a nuestras manos los Evangelios Canónicos?
A un cierto nivel, es suficiente descansar en la confianza de que Dios nos los ha provisto. Pero Dios suele obrar por medios identificables. En ningún momento recibimos la impresión de que los evangelios canónicos llegasen del cielo en placas de oro, ni que fuesen escritos por los discípulos por un proceso de dictado divino.
Lucas nos ofrece el mayor detalle de los cuatro en cuanto a la manera como aborda su tarea (Lucas 1:1-4). Nos dice que “muchos” ya han “intentado hacer un relato” de la vida y ministerio de Jesús, “tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra” (1:1-2). De esto se desprenden dos cosas: (a) Lucas mismo no proclama ser testigo presencial de Jesús. Sí que afirma, sin embargo, estar en contacto con los “testigos presenciales” originales y con “los servidores de la palabra” transmitida. (b) Cuando Lucas escribe, sabe que ya hay muchos reportajes y relatos que circulan por ahí. No es de extrañar. Los judíos eran una raza de escritores. Cada niño aprendía a leer y a escribir. Sería inconcebible que nadie escribiese nada durante los primeros años después de la muerte, resurrección y exaltación de Jesús.
Luego Lucas dice que él mismo “habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen”. Estas palabras sugieren que había leído las fuentes, hablado con todos los líderes que encontró y valorado con rigor sus informes. Podemos entrever algo de su método si leemos su segundo tomo, el libro de los Hechos. Allí, al seguir sus movimientos, descubrimos que se encontraba en cada uno de los principales centros cristianos, donde tuvo la oportunidad de hablar con todos los líderes cristianos, y leer cada uno de los primeros informes y archivos. No es necesario entonces hacer un salto demasiado grande para deducir que, si Lucas el médico (ver Colosenses 4:14) tiene más información acerca del singular embarazo de María (Lucas 1:26 ss), es porque la había visitado y había mantenido largas conversaciones con ella. Llegado el momento entonces, había escogido escribir “ordenadamente” (1:3).
Dos cosas se desprenden de esto. En primer lugar, por mucho que el Espíritu de Dios supervisó la composición de los evangelios, dicha supervisión divina no excluyó la necesidad de emprender una obra rigurosa de investigación y de trabajo muy diligente. En segundo lugar, este método de dar a luz una obra canónica está en completa sintonía con los temas que trata: Dios mismo trajo al hijo mesiánico de David, el Hijo de Dios, a este mundo (1:35), lo eterno invadiendo lo temporal, asegurando para siempre que se podría hablar de él de la misma manera que un testigo habla de lo que ha observado. La transmisión de la verdad cristiana descansa, necesariamente, en gran parte, no en experiencias místicas, sino en lo que se ha visto y oído.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Romanos 16
Devocional: Job 13
La respuesta de Job a Zofar ocupa tres capítulos (Job 12—14), el primero de los cuales formaba parte de la lectura de ayer. En él, Job acusa a Zofar y a sus amigos, con un lenguaje mordaz, de hablar de tópicos tradicionales y creer que sus palabras son profundas: “¡No hay duda de que vosotros sois el pueblo! ¡Muertos vosotros, morirá la sabiduría!” (12:2). Job añade: “Pero yo soy tan listo como vosotros; en nada siento que me aventajéis. ¿Quién no sabe todas estas cosas?” (12:3). Se está refiriendo a la soberanía, la grandeza, el poder y la sabiduría inconmensurables. Así pues, Job invierte la mayor parte del capítulo 12 repasando esta visión de la grandeza de Dios y profundizando en ella.
Sin embargo, aquí, en el capítulo 13, Job lleva su reflexión un paso más lejos. La base común que comparte con estos tres amigos es bastante simple: “Todo esto lo han visto mis ojos; lo han escuchado y entendido mis oídos. Yo tengo tanto conocimiento como vosotros; en nada siento que me aventajéis” (13:1-2). La pregunta es qué hacer con la soberanía trascendente del Señor. Sus amigos utilizan esta base para argumentar que un Dios así puede descubrir el mal y castigarlo; el mismo Job lleva este argumento en otra dirección.
En primer lugar, lejos de encogerse de miedo al reflexionar sobre la identidad de Dios, Job quiere hablar con el Todopoderoso, debatir su caso con él (13:3). Su conciencia está realmente limpia y él quiere demostrarlo. Está convencido de que, si se le concediese audiencia, el Señor al menos sería justo.
En segundo lugar, como contraste, los amigos miserables simplemente le calumnian con mentiras (13:4). Job les dice: “¡Cómo médicos no valéis nada!” (13:4). No hacen lo más mínimo para ayudarle en su dolor.
En tercer lugar, y peor aún, Job afirma que ellos mienten “en nombre de Dios”, que hablan de él “con engaños” (13:7). No pueden encontrar evidencias concretas de pecado en la vida de Job, pero, aun así, creen que están hablando por Dios cuando insisten en que debe ser realmente malo. De ahí que, en su “defensa” de Dios, digan falsedades y cosas injustas acerca de Job: mienten “en nombre de Dios”. ¿Cómo pueden agradar al Señor sus afirmaciones? Los fines no justifican los medios. Siempre es importante decir la verdad y no falsear los hechos para que encajen en nuestras predisposiciones teológicas. Es mucho mejor admitir la ignorancia o plantear un misterio que mentir.
En cuarto lugar, el propio Job, por mucho que desee dialogar con Dios, sigue sin hablar como un agnóstico. Ciertamente, Job quiere pasar un día en el tribunal divino. No obstante, Dios sigue siendo Dios para él, y así lo confiesa: “¡Que me mate! ¡Ya no tengo esperanza!” (13:15). Incluso la traducción alternativa (“aunque él me mate, seguiré esperando en él”, nota en NVI) reconoce que Dios es Dios: la diferencia está en la respuesta de Job.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Génesis 47
Jacob presentado a Faraón
47 Entonces José vino e informó a Faraón: «Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán. Ahora ellos están en la tierra de Gosén». 2 Y tomó cinco hombres de entre sus hermanos, y los presentó delante de Faraón.
3 Entonces Faraón dijo a sus hermanos: «¿Cuál es su ocupación?». «Sus siervos son pastores de ovejas, tanto nosotros como nuestros padres», ellos respondieron a Faraón. 4 Dijeron también a Faraón: «Hemos venido a residir en esta tierra, porque no hay pasto para los rebaños de sus siervos, pues el hambre es severa en la tierra de Canaán. Ahora pues, permita que sus siervos habiten en la tierra de Gosén».
5 Y Faraón dijo a José: «Tu padre y tus hermanos han venido a ti. 6 La tierra de Egipto está a tu disposición. En lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos. Que habiten en la tierra de Gosén, y si sabes que hay hombres capaces entre ellos, ponlos a cargo de mi ganado». 7 José trajo a su padre Jacob y lo presentó a Faraón. Jacob bendijo a Faraón. 8 Y Faraón preguntó a Jacob: «¿Cuántos años tienes?». 9 Entonces Jacob respondió a Faraón: «Los años de mi peregrinación son 130 años; pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han alcanzado a los años que mis padres vivieron en los días de su peregrinación». 10 Y Jacob bendijo a Faraón, y salió de su presencia.
11 Así, pues, José estableció allí a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramsés, como Faraón había mandado. 12 José proveyó de alimentos a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de sus hijos.
Consecuencias económicas del hambre
13 No había alimento en toda la tierra, de modo que el hambre era muy severa, y la tierra de Egipto y la tierra de Canaán desfallecían a causa del hambre. 14 Y José recogió todo el dinero que había en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán a cambio del grano que le compraban, y José trajo el dinero a la casa de Faraón.
15 Cuando se acabó el dinero en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, todos los egipcios vinieron a José, diciendo: «Denos alimento, pues ¿por qué hemos de morir delante de usted? ya que nuestro dinero se ha acabado». 16 Entonces José dijo: «Entreguen sus ganados y yo les daré alimento por sus ganados, puesto que su dinero se ha acabado».
17 Trajeron, pues, sus ganados a José, y José les dio pan a cambio de los caballos, las ovejas, las vacas y los asnos; aquel año les proveyó de alimento a cambio de todos sus ganados. 18 Y terminado aquel año, vinieron a él el segundo año, y le dijeron: «No encubriremos a mi señor que el dinero se ha acabado, y que el ganado pertenece a mi señor. No queda nada para mi señor, excepto nuestros cuerpos y nuestras tierras. 19 ¿Por qué hemos de morir delante de sus ojos, tanto nosotros como nuestra tierra? Cómprenos a nosotros y a nuestra tierra a cambio de alimento, y nosotros y nuestra tierra seremos siervos de Faraón. Denos, pues, semilla para que vivamos y no muramos, y no quede la tierra desolada».
20 Así compró José toda la tierra de Egipto para Faraón, pues los egipcios vendieron cada uno su campo, porque el hambre era severa sobre ellos. Y la tierra llegó a ser de Faraón. 21 En cuanto a la gente, la hizo pasar a las ciudades, desde un extremo de la frontera de Egipto hasta el otro. 22 Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, pues los sacerdotes tenían ración de parte de Faraón, y vivían de la ración que Faraón les daba. Por tanto no vendieron su tierra.
23 Entonces José dijo al pueblo: «Hoy los he comprado a ustedes y a sus tierras para Faraón. Ahora, aquí hay semilla para ustedes. Vayan y siembren la tierra. 24 Al tiempo de la cosecha darán la quinta parte a Faraón, y cuatro partes serán de ustedes para sembrar la tierra y para el mantenimiento de ustedes, para los de sus casas y para alimento de sus pequeños».
25 Y ellos dijeron: «Nos ha salvado la vida. Hallemos gracia ante los ojos de Faraón mi señor, y seremos siervos de Faraón».
26 Entonces José puso una ley respecto a la tierra de Egipto, en vigor hasta hoy: que Faraón debía recibir la quinta parte. Solo la tierra de los sacerdotes no llegó a ser de Faraón.
Petición de Jacob a José
27 Israel habitó en la tierra de Egipto, en Gosén. Allí adquirieron propiedades y fueron fecundos y se multiplicaron en gran manera. 28 Jacob vivió diecisiete años en la tierra de Egipto; así que los días de Jacob, los años de su vida, fueron 147 años.
29 Cuando a Israel se le acercó el tiempo de morir, llamó a su hijo José y le dijo: «Si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, pon ahora tu mano debajo de mi muslo y trátame con misericordia y fidelidad: Por favor, no me sepultes en Egipto. 30 Cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos». «Haré según tu palabra», le respondió José. 31 Y Jacob dijo: «Júramelo». Y se lo juró. Entonces Israel se inclinó en adoración en la cabecera de la cama.
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Lucas 1:1–38
Introducción
1 Por cuanto muchos han tratado de poner en orden y escribir una historia de las cosas que entre nosotros son muy ciertas, 2 tal como nos las dieron a conocer los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3 también a mí me ha parecido conveniente, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el principio, escribírtelas ordenadamente, excelentísimo Teófilo, 4 para que sepas la verdad precisa acerca de las cosas que te han sido enseñadas.
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, que tenía por mujer una de las hijas de Aarón que se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 No tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada.
8 Pero aconteció que mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios según el orden indicado a su grupo, 9 conforme a la costumbre del sacerdocio, fue escogido por sorteo para entrar al templo del Señor y quemar incienso. 10 Toda la multitud del pueblo estaba afuera orando a la hora de la ofrenda de incienso. 11 Y se le apareció a Zacarías un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. 12 Al verlo, Zacarías se turbó, y el temor se apoderó de él.
13 Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Tendrás gozo y alegría y muchos se regocijarán por su nacimiento, 15 porque él será grande delante del Señor. No beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre, 16 y hará volver a muchos de los israelitas al Señor su Dios. 17 Él irá delante del Señor en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto».
18 Entonces Zacarías dijo al ángel: «¿Cómo podré saber esto? Porque yo soy anciano y mi mujer es de edad avanzada». 19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. 20 Así que te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo».
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de su tardanza en el templo. 22 Pero cuando salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo. Él les hablaba por señas y permanecía mudo. 23 Cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, regresó a su casa.
24 Después de estos días, Elisabet su mujer concibió, y se recluyó por cinco meses, diciendo: 25 «Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres».
Anuncio del nacimiento de Jesús
26 Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando el ángel, le dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo; bendita eres tú entre las mujeres».
29 Ella se turbó mucho por estas palabras, y se preguntaba qué clase de saludo sería este. 30 Y el ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de Su padre David; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin».
34 Entonces María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?». 35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 Tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. 37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios». 38 Entonces María dijo: «Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra». Y el ángel se fue de su presencia.
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Job 13
Defensa de Job
13 »Todo esto han visto mis ojos,
Lo han escuchado mis oídos y lo han entendido.
2 Lo que ustedes saben yo también lo sé;
No soy menos que ustedes.
3 »Pero quiero hablarle al Todopoderoso,
Y deseo argumentar con Dios.
4 Porque ustedes son forjadores de mentiras;
Todos ustedes son médicos inútiles.
5 ¡Quién diera que guardaran completo silencio
Y se convirtiera esto en sabiduría suya!
6 Oigan, les ruego, mi razonamiento,
Y presten atención a los argumentos de mis labios.
7 ¿Hablarán ustedes por Dios lo que es injusto
Y dirán por Él lo que es engañoso?
8 ¿Mostrarán por Él parcialidad?
¿Lucharán ustedes por Dios?
9 ¿Les irá bien cuando Él los escudriñe,
O lo engañarán como se engaña a un hombre?
10 Ciertamente Él los reprenderá
Si en secreto muestran parcialidad.
11 ¿No los llenará de temor Su majestad,
Y no caerá sobre ustedes Su terror?
12 Las máximas de ustedes son proverbios de ceniza,
Sus defensas son defensas de barro.
13 »Cállense delante de mí para que yo pueda hablar;
Y que venga lo que venga sobre mí.
14 ¿Por qué he de quitarme la carne con mis dientes,
Y poner mi vida en mis manos?
15 Aunque Él me mate,
En Él esperaré.
Sin embargo, defenderé mis caminos delante de Él;
16 Esto también será mi salvación,
Porque un impío no comparecería en Su presencia.
17 Escuchen atentamente mis palabras,
Y que mi declaración llene sus oídos.
18 Pues yo he preparado mi causa;
Sé que seré justificado.
19 ¿Quién discutirá conmigo?
Porque entonces me callaría y moriría.
20 »Solo dos cosas deseo que Tú hagas conmigo,
Y no me esconderé de Tu rostro:
21 Que retires de mí Tu mano,
Y que no me espante Tu terror.
22 Entonces llámame, y yo responderé;
O déjame hablar, y respóndeme Tú.
23 ¿Cuántas son mis iniquidades y pecados?
Hazme conocer mi rebelión y mi pecado.
24 ¿Por qué escondes Tu rostro
Y me consideras Tu enemigo?
25 ¿Harás que tiemble una hoja llevada por el viento,
O perseguirás a la paja seca?
26 Pues escribes contra mí cosas amargas,
Y me haces responsable de las iniquidades de mi juventud.
27 Pones mis pies en el cepo,
Y vigilas todas mis sendas;
Pones límite a las plantas de mis pies,
28 Mientras me deshago como cosa podrida,
Como vestido comido de polilla.
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1 Corintios 1