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Lectura de Hoy

19-02-2024
Devocional
Devocional: Éxodo 2
En los sucesos más cruciales de la historia de la redención, Dios se toma muchas molestias para que nadie pueda legítimamente llegar a la conclusión de que estos acontecimientos han tenido lugar a causa de la resolución o de la ingenuidad humanas. Han sido llevados a cabo por Dios mismo – según su calendario, conforme a sus propósitos, por sus medios, para su gloria–, pero siempre a través de una interacción continua con su pueblo. Todo esto brota de Éxodo 2:11-25.
No se nos explica cómo su madre logró inducir en él un profundo sentido de identidad con su propio pueblo antes de ser educado en la casa real. Posiblemente, hubo un contacto continuado con su madre biológica; tal vez, como joven, quiso conocer su pasado e investigó rigurosamente el estatus y la opresión de su propio pueblo. Conocemos a Moisés cuando ya se ha identificado con los israelitas esclavizados hasta tal punto que está dispuesto a asesinar a un brutal egipcio. Al descubrir que el asesinato ha llegado a ser de dominio público, debe huir del país para salvar la vida.
No obstante, uno no puede por menos que reflexionar acerca del lugar que ocupa este incidente en el guión que culmina en el liderazgo del Éxodo, por parte de Moisés, varias décadas más tarde. Por la intervención judicial de Dios mismo, muchos egipcios tendrían que morir. Por tanto, ¿por qué Dios no utiliza a Moisés ahora, mientras aún es joven, lleno de fervor y celo para servir y emancipar a su pueblo?
Simplemente, porque no es así como Dios obra. Dios quiere que Moisés aprenda a ser manso y humilde, a confiar en la intervención poderosa y espectacular de Dios, a esperar que Dios intervenga, a esperar el tiempo de Dios. Actúa de tal manera, que no nos es posible sacar la conclusión que el verdadero héroe sea Moisés, el gran visionario. Al cumplir los ochenta años, ya no quiere servir así; ya no es un ningún visionario fogoso y idealista. Es un anciano a quien Dios tiene que apremiar (Éxodo 3) e incluso amenazar (Éxodo 4:14) para que obedezca. Por tanto no hay ningún héroe excepto Dios mismo, y nadie excepto Dios debe recibir la gloria.
El capítulo acaba recordándonos cómo los israelitas “seguían lamentando su condición de esclavos y clamaban pidiendo ayuda. Sus gritos desesperados llegaron a oídos de Dios, quien al oír sus quejas se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.” (2:23-24). Esto no quiere decir que Dios se haya olvidado de su pacto. Ya hemos visto que Dios dijo explícitamente a Jacob que descendiese a Egipto y había predicho que él mismo llevaría un día al cumplimiento los propósitos pactados. El mismo Dios que soberanamente arregla estas circunstancias y solemnemente predice lo que hará, elige llevar estas promesas a su cumplimiento relacionándose con el pueblo del pacto en su desesperación y respondiendo a sus clamores.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Job 19
Nuestros dos pasajes están vinculados de una forma sutil.
La respuesta de Job a Bildad (Job 19) es impactante por su intensidad. Es casi como si estuviese dispuesto a explicar con detalle las tensiones y paradojas de su propia posición. Las palabras de Job se fundamentan en cuatro aspectos esenciales. Primero, Job continúa reprendiendo a sus miserables consoladores por su total falta de apoyo. Incluso aunque se hubiese “desviado” (19:4), no tienen por qué humillarlo. Segundo, Job concreta lo que ha ido dando a entender todo el tiempo: si está sufriendo injustamente y Dios controla la situación, entonces este le está perjudicando (19:6). Una vez más, una serie de versículos describe elocuentemente cómo el Señor lo ha destrozado y ha bloqueado su camino, envolviendo sus sendas en tinieblas. Tercero, Job provee algunas descripciones gráficas de su sufrimiento. Su aliento es repulsivo para su esposa; es repugnante para sus propios hermanos (19:17). En una cultura en que los jóvenes deben respetar a sus mayores, ve que incluso los niños pequeños se mofan de él. Su salud se ha desvanecido; sus amigos más íntimos no tienen piedad o compasión con él. Cuarto, sin embargo, el componente más paradójico es que Job sigue confiando en Dios. En un pasaje conocido por sus dificultades exegéticas (19:25-27), afirma que sabe que su “redentor” vive: se trata de la misma palabra que el libro de Rut utiliza para referirse a Booz (Rut 2:20), y probablemente tenga aquí un matiz de “defensor”. A pesar de lo evidente de sus sufrimientos, afirma que Dios, su defensor, vive, y “al final triunfará sobre la muerte” (a la luz del siguiente versículo, puede ser una referencia escatológica, o puede estar hablando del final del sufrimiento de Job, con Dios permaneciendo sobre su tumba). El propio Job verá al Todopoderoso con sus ojos, algo que su corazón anhela dentro de él.
La integridad y fidelidad de este hombre son asombrosas. Se niega a confesar porque no hay nada que confesar, pero nunca deja de reconocer que sólo Dios es Dios. Satanás está perdiendo su apuesta.
Resulta interesante que Pablo también haga un llamamiento a cierto tipo de integridad a los cristianos de Corinto (1 Corintios 6). La triste dimensión de este capítulo es que al menos algunos corintios estaban poniendo en peligro su integridad por no más razones que las tentaciones habituales sumadas a un deseo subliminal de actuar como la cultura que los rodeaba. No todos estaban pasando por el tipo de presión a la que Job fue sometido. Necesitaban aprender que los pleitos entre hermanos cristianos, cuyo fin era ganar al otro, ya constituían un símbolo de derrota (6:7); que la libertad cristiana nunca es una excusa para hacer lo que quisiesen, pues los creyentes buscan lo que es beneficioso y entienden que su cuerpo pertenece a otro (6:12-20). Job ya sabía estas cosas.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Éxodo 2
Nacimiento de Moisés
2 Un hombre de la casa de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví. 2 Y la mujer concibió y dio a luz un hijo. Viendo que era hermoso, lo escondió por tres meses. 3 Pero no pudiendo ocultarlo por más tiempo, tomó una cestilla de juncos y la cubrió con asfalto y brea. Entonces puso al niño en ella, y la colocó entre los juncos a la orilla del Nilo.
4 La hermana del niño se puso a lo lejos para ver qué le sucedería. 5 Cuando la hija de Faraón bajó a bañarse al Nilo, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio la cestilla entre los juncos y mandó a una criada suya para que la trajera.
Moisés en casa de Faraón
6 Al abrirla, vio al niño, y oyó que el niño lloraba. Le tuvo compasión, y dijo: «Este es uno de los niños de los hebreos». 7 Entonces la hermana del niño dijo a la hija de Faraón: «¿Quiere que vaya y llame a una nodriza de las hebreas para que críe al niño?». 8 «Sí, ve», respondió la hija de Faraón. La muchacha fue y llamó a la madre del niño.
9 Y la hija de Faraón le dijo: «Llévate a este niño y críamelo, y yo te daré tu salario». La mujer tomó al niño y lo crió. 10 Cuando el niño creció, ella lo llevó a la hija de Faraón, y vino a ser hijo suyo; y le puso por nombre Moisés, diciendo: «Pues lo he sacado de las aguas».
Moisés huye a Madián
11 En aquellos días, crecido ya Moisés, salió a donde sus hermanos y vio sus duros trabajos. Vio a un egipcio golpeando a un hebreo, a uno de sus hermanos. 12 Entonces miró alrededor y cuando vio que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
13 Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían, y dijo al culpable: «¿Por qué golpeas a tu compañero?». 14 «¿Quién te ha puesto de príncipe o de juez sobre nosotros?», le respondió el culpable. «¿Estás pensando matarme como mataste al egipcio?». Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: «Ciertamente se ha divulgado lo sucedido». 15 Al enterarse Faraón de lo que había pasado, trató de matar a Moisés. Pero Moisés huyó de la presencia de Faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián, y allí se sentó junto a un pozo.
16 Y el sacerdote de Madián tenía siete hijas, las cuales fueron a sacar agua y llenaron las pilas para dar de beber al rebaño de su padre. 17 Entonces vinieron unos pastores y las echaron de allí, pero Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a su rebaño. 18 Cuando ellas volvieron a Reuel, su padre, este les preguntó: «¿Por qué han vuelto tan pronto hoy?». 19 «Un egipcio nos ha librado de mano de los pastores», respondieron ellas; «y además, nos sacó agua y dio de beber al rebaño».
20 Y Reuel dijo a sus hijas: «¿Y dónde está? ¿Por qué han dejado al hombre? Invítenlo a que coma algo». 21 Moisés accedió a morar con aquel hombre, y este le dio su hija Séfora por mujer a Moisés. 22 Ella dio a luz un hijo, y Moisés le puso por nombre Gersón, porque dijo: «Peregrino soy en tierra extranjera».
Dios oye a Israel
23 Pasado mucho tiempo, murió el rey de Egipto. Los israelitas gemían a causa de la servidumbre, y clamaron. Su clamor subió a Dios, a causa de su servidumbre. 24 Dios oyó su gemido y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Dios miró a los israelitas y los tuvo en cuenta.
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Lucas 5
Llamamiento de los primeros discípulos
5 Aconteció que mientras la multitud se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, estando Jesús junto al lago de Genesaret, 2 vio dos barcas que estaban a la orilla del lago, pero los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. 3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, pidió que se separara un poco de tierra; y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca. 4 Al terminar de hablar, dijo a Simón: «Sal a la parte más profunda y echen sus redes para pescar».
5 Simón le contestó: «Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada, pero porque Tú lo pides, echaré las redes». 6 Cuando lo hicieron, encerraron una gran cantidad de peces, de modo que sus redes se rompían. 7 Entonces hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarlos. Y vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: «¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!». 9 Porque el asombro se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la gran pesca que habían hecho; 10 y lo mismo les sucedió también a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». 11 Y después de traer las barcas a tierra, dejándolo todo, siguieron a Jesús.
Curación de un leproso
12 Estando Jesús en una de las ciudades, había allí un hombre lleno de lepra, y cuando vio a Jesús, cayó sobre su rostro y le rogó: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». 13 Extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: «Quiero; sé limpio». Y al instante la lepra lo dejó. 14 Y Él le mandó que no se lo dijera a nadie. «Pero anda», le dijo, «muéstrate al sacerdote y da una ofrenda por tu purificación según lo ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio».
15 Su fama se difundía cada vez más, y grandes multitudes se congregaban para oír a Jesús y ser sanadas de sus enfermedades. 16 Pero con frecuencia Él se retiraba a lugares solitarios y oraba.
Curación de un paralítico
17 Y un día que Él estaba enseñando, estaban allí sentados algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y de Jerusalén; y el poder del Señor estaba con Él para sanar. 18 Y unos hombres trajeron en una camilla a un hombre que estaba paralítico; y trataban de meterlo y ponerlo delante de Jesús. 19 No hallando cómo introducirlo debido a la multitud, subieron a la azotea y lo bajaron con la camilla a través del techo, poniéndolo en medio, delante de Jesús. 20 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados».
21 Entonces los escribas y fariseos comenzaron a razonar, diciendo: «¿Quién es Este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?». 22 Conociendo Jesús sus pensamientos, les respondió: «¿Por qué razonan en sus corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 24 Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados», dijo al paralítico: «A ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
25 Al instante se levantó delante de ellos, tomó la camilla en que había estado acostado, y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios; y se llenaron de temor, diciendo: «Hoy hemos visto cosas extraordinarias».
Llamamiento de Leví y la cena en su casa
27 Después de esto, Jesús salió y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: «Sígueme». 28 Y él, dejándolo todo, se levantó y lo seguía.
29 Leví le ofreció un gran banquete en su casa, y había un grupo grande de recaudadores de impuestos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos. 30 Y los fariseos y sus escribas se quejaban a los discípulos de Jesús, diciendo: «¿Por qué comen y beben ustedes con los recaudadores de impuestos y con los pecadores?». 31 Jesús les respondió: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento».
Pregunta sobre el ayuno
33 Ellos dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones; los de los fariseos también hacen lo mismo, pero los Tuyos comen y beben». 34 Entonces Jesús les dijo: «¿Acaso pueden hacer que los acompañantes del novio ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, entonces ayunarán en aquellos días».
36 También les dijo una parábola: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; porque entonces romperá el nuevo, y el pedazo del nuevo no armonizará con el viejo. 37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán, 38 sino que el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. 39 Y nadie, después de beber vino añejo, desea vino nuevo, porque dice: “El añejo es mejor”».
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Job 19
Job argumenta su fe
19 Entonces Job respondió:
2 «¿Hasta cuándo me angustiarán Y me aplastarán con palabras?
3 Estas diez veces me han insultado,
¿No les da vergüenza perjudicarme?
4 Aunque en verdad yo haya errado,
Mi error queda conmigo.
5 Si en verdad se jactan contra mí,
Y comprueban mi oprobio,
6 Sepan ahora que Dios me ha agraviado
Y me ha envuelto en Su red.
7 »Yo grito: “¡Violencia!”, pero no obtengo respuesta;
Clamo pidiendo ayuda, pero no hay justicia.
8 Él ha amurallado mi camino y no puedo pasar,
Y ha puesto tinieblas en mis sendas.
9 Me ha despojado de mi honor
Y quitado la corona de mi cabeza.
10 Me destruye por todos lados, y perezco,
Y como a un árbol ha arrancado mi esperanza.
11 También ha encendido Su ira contra mí
Y me ha considerado Su enemigo.
12 Se concentran a una Sus ejércitos,
Preparan su camino de asalto contra mí,
Y alrededor de mi tienda acampan.
13 »Él ha alejado de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos se han apartado completamente de mí.
14 Mis parientes me fallaron
Y mis íntimos amigos me han olvidado.
15 Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño,
Extranjero soy a sus ojos.
16 Llamo a mi siervo, y no responde,
Con mi propia boca tengo que rogarle.
17 Mi aliento es odioso a mi mujer,
Y soy repugnante a mis propios hermanos.
18 Hasta los niños me desprecian,
Me levanto, y hablan contra mí.
19 Todos mis compañeros me aborrecen,
Y los que amo se han vuelto contra mí.
20 Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne,
Solo he escapado con la piel de mis dientes.
21 Tengan piedad, tengan piedad de mí, ustedes mis amigos,
Porque la mano de Dios me ha herido.
22 ¿Por qué me persiguen como Dios lo hace,
Y no dejan ya de saciarse de mi carne?
23 »¡Oh, si mis palabras se escribieran,
Si se grabaran en un libro!
24 ¡Si con cincel de hierro y con plomo
Fueran esculpidas en piedra para siempre!
25 Yo sé que mi Redentor vive,
Y al final se levantará sobre el polvo.
26 Y después de deshecha mi piel,
Aun en mi carne veré a Dios;
27 Al cual yo mismo contemplaré,
Y a quien mis ojos verán y no los de otro.
¡Desfallece mi corazón dentro de mí!
28 Si dicen: “¿Cómo lo perseguiremos?”.
Y: “¿Qué pretexto hallaremos contra él?”.
29 Teman la espada ustedes mismos,
Porque el furor trae el castigo de la espada
Para que sepan que hay juicio».
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1 Corintios 6