El teólogo inglés John Owen afirmó: «La infinita disparidad entre Dios y el ser humano hizo que el filósofo Aristóteles concluyera que no podía haber amistad entre ellos» (Comunión con el Dios Trino, p. 13.). Aristóteles habló de lo imposible de esta amistad en su obra Ética a Nicómaco y no estaba lejos de la verdad, pues la Biblia enseña de la relación rota entre Dios y la humanidad a causa del pecado (Gn 3).
Se puede comprender mejor esta enemistad a la luz del término griego koinonía.
La koinonía en el griego antiguo
En el mundo del griego clásico, este término fue utilizado en diversos contextos para hablar de «comunión», «participar», «contribuir», «compartir», etc.1
De acuerdo con expertos en la materia, «koinonía» implicaba la acción de cooperar o asociarse con alguien a nivel político o comercial.2 También se usaba en la agricultura y en contextos del matrimonio y la familia; incluso para hablar de tesoros, un crimen, una tumba o una actividad profesional.3
En conclusión, la palabra griega koinonía (y sus derivados) sugiere un sentido de «comunión» en la que se participa y contribuye.
La koinonía en el Nuevo Testamento
Aunque el griego del Nuevo Testamento heredó algunos significados de koinonía del griego clásico, el significado que adquiere en Cristo trasciende en el tiempo por sus implicaciones cósmicas. Entonces, ¿qué significa koinonía en la Biblia y de qué forma los autores bíblicos usaron esta palabra?
La palabra koinonía aparece en veinte ocasiones en el Nuevo Testamento.4 La primera ocasión la encontramos cuando Lucas cuenta que los cristianos de la iglesia temprana «se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración» (Hch 2:42).
"La comunión entre cristianos procede de la comunión de los cristianos con Dios por la obra restauradora de Cristo en la cruz"
La «comunión» (gr. koinonía) en este texto es un aspecto central de la identidad de la iglesia cristiana desde sus inicios. Esto ha sido así porque la iglesia también tiene «comunión» con el Dios Trino (1 Jn 1:3, 6; 1 Co 1:9; 2 Co 13:14; Fil 2:1).
En otras palabras, la comunión entre cristianos procede de la comunión de los cristianos con Dios por la obra restauradora de Cristo en la cruz, donde cumplió de manera perfecta la obra de redención.
El erudito George Panikulam lo explica de la siguiente manera:
Pablo reduce toda la vocación cristiana a una koinonía cuando escribe: «Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo, nuestro Señor» (1 Co 1:9). Lucas usa el mismo término para describir la vida de los primeros cristianos (Hch 2:42).
Juan va un paso más allá y afirma: «Lo que hemos visto y oído les proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo (1 Jn 1:3).
Comunión con Cristo que conduce a la comunión con el Padre y a la comunión unos con otros en Cristo (Koinonía in the New Testament, p. 30).
Panikulam nos recuerda que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo (2 Co 5:19-21) y, como resultado de esto, somos llamados «amigos de Dios» que con libertad pueden acudir al trono de la gracia (Jn 15:15; He 4:16).
Es interesante que, en el griego clásico, la palabra koinonía se usaba (entre muchas otras cosas) para describir el matrimonio. Sobre esto, John Owen reflexiona:
Ahora bien, Cristo se deleita en sobremanera en sus santos: «Y como se regocija el esposo por la esposa, / Tu Dios se regocijará por ti» (Is 62:5)…
Su corazón se alegra en nosotros sin tristeza. Los pensamientos de comunión con los santos fueron el gozo de Su corazón desde la eternidad (Communion with God [Comunión con Dios], p. 118).
La koinonía es un llamado a la reconciliación
En ocasiones, se nos hace difícil aceptar verdades que se encuentran en los escritos no cristianos. Sin embargo, Pablo no tuvo dificultad en citar a autores griegos como Epiménides de Cnosos o Arato de Cilicia en Hechos 17 (ver v. 28).
Tampoco dudó en utilizar el refrán popular: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Co 15:33) que, de acuerdo con muchos eruditos, tuvo su origen con el poeta ateniense Menandro.
De la misma manera, Aristóteles estaba en lo cierto cuando afirmaba que la disparidad entre el ser humano y Dios es infinita. Además, debido al pecado, solo había juicio y condenación para la humanidad. Sin embargo, la entrada del pecado al mundo no fue un «punto y final» para Dios, sino los puntos suspensivos que anticiparon la llegada de Cristo, quien se encarnó para reconciliarnos con el Padre por medio de Su muerte en la cruz.
Jesucristo vino para tener koinonía con nosotros y afirmó: «Los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre» (Jn 15:15). No obstante, hay una condición: «Ustedes son Mis amigos si hacen lo que Yo les mando» (v. 14).
Debido a la comunión, amistad y paz que tenemos con Dios en Cristo, entre cristianos podemos reconciliarnos y tener paz también. Además, recibimos el ministerio de la reconciliación enfocado en el mundo:
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió con Él mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; es decir, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con Él mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.
Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios! (2 Co 5:17-20).
1. A. G. Patzia y A. J. Petrotta, (2002). Pocket Dictionary of Biblical Studies: Over 300 Terms Clearly Concisely Defined (InterVarsity Press, 2002), p. 70. ↩
2. A. J. Heisserer, Alexander’s Letter to the Chians (Zeitschrift für Alte Geschichte, 1973), p. 283. ↩
3. Gregory Seltz, Koinonía: The Biblical Proclamation of koinonía and its Relationship to the Proclamation and Celebration of the Lord’s Supper (Master of Sacred Theology Thesis, 1994), p. 60. ↩
4. La palabra griega koinonía aparece en al menos veinte ocasiones en el Nuevo Testamento (p. ej., Hch 2:42; Ro 15:26; 1 Co 1:9; 1 Co 10:16; 2 Co 6:14; 8:4; 9:13; 13:13; Gá 2:9; Fil 1:5; 2:1; 3:10; Flm 1:6; He 13:16; 1 Jn 1:3; 1 Jn 1:6, 7). ↩
Víctor Zaldaña es licenciado en Comunicación por la Universidad Francisco Gavidia, de El Salvador, y posee una licenciatura en teología de la Escuela Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos Semper Reformanda. Es miembro de la iglesia City on a Hill en Melbourne, Australia. Actualmente cursa una maestría en religión en Puritan Reformed Theological Seminary. Puedes encontrarlo en Instagram.