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Cómo llegar al corazón de los jóvenes en el discipulado
Nota del editor: Este es un fragmento adaptado del libro Líder de jóvenes: 12 marcas para impactar a las nuevas generaciones (B&H Español, 2024), un nuevo recurso de Coalición por el Evangelio.
A lo largo de los años, he aprendido una «fórmula» para llegar al corazón de los jóvenes en el proceso del discipulado y la consejería bíblica: amar, conocer, decir y hacer.
Las palabras en la fórmula no se tratan de pasos a seguir en orden, sino que todas ellas son la esencia de la vida ministerial que busca llegar al corazón de las personas y ser un instrumento en las manos del Señor. De hecho, este modelo de ministerio personal no es solo para «aplicarlo» en un ambiente formal, así que te animo a que sea tu estilo de vida.
Un estilo de vida
Cuando hablamos de amar, nos referimos a la importancia de las relaciones.
Sin duda, el ministerio juvenil para llegar a los corazones debe estar basado en el amor, el mismo que impulsó a Dios a enviar a Su Hijo a sacrificarse en la cruz por cada uno de nosotros y que nos mueve a amar a los demás (1 Jn 4:7‑8).
Que cada relación con los jóvenes a quienes discípulas sea un pequeño taller, basado en el amor de Dios, donde el Señor esté obrando.
Una vez que nos acercamos movidos por el amor a los jóvenes, debemos empezar a familiarizarnos con sus vidas. Debemos conocerlos. Ten cuidado aquí, porque saber sus gustos, cuáles son sus equipos de fútbol favoritos y a cuáles colegios van no es realmente conocerlos.
Los conocemos cuando conocemos sus corazones. Debemos aspirar a conocer sus creencias, sueños, metas, anhelos, emociones, valores y esperanzas. De nuevo, tenemos el ejemplo de nuestro señor Jesucristo, quien sabe cómo obrar en nosotros, cómo confrontarnos y consolarnos, porque nos conoce y conoce nuestras circunstancias íntimamente (He 4:14‑16).
"No puedes ayudar a un joven si no has llegado a la raíz del principal problema en su vida y el lugar donde necesita el evangelio"
Como un líder que quiere ser efectivo, al hablar con los jóvenes debes poder hacer preguntas que apunten a los pensamientos (¿qué piensas?), los afectos (¿qué sientes?) y las decisiones de su corazón (¿qué hiciste?).
Preguntas como:
¿Para qué vives realmente? ¿Cómo sabes que entiendes el evangelio? ¿Qué significa para ti vivir por fe? ¿Qué es lo que más amas? ¿Cómo te sentirías si pierdes un año de universidad? ¿Por qué te preocupas tanto por tu imagen?
Este tipo de preguntas van dirigidas al corazón. Cuando las hagas, no supongas de antemano qué te responderán. Tampoco dejes opciones para malos entendidos.
No puedes ayudar a un joven si no has llegado a la raíz del principal problema en su vida y el lugar donde necesita el evangelio.
Además, es bueno recolectar información sobre sus circunstancias, con preguntas como:
¿Qué estaba pasando antes, durante y después? ¿Quiénes estaban en ese momento? ¿Ellos dijeron algo, hicieron algo? ¿Has hablado con alguien más sobre esto?
Siempre es bueno tener más información, no quedarte con lo que ellos te están diciendo en el momento. Así que usa más preguntas para buscar ampliar lo que ellos te dicen.
Al mismo tiempo, no puedes llegar a conocer a un joven compartiendo solo dos horas a la semana en una reunión de jóvenes. Por ende, te animo a compartir tiempo con los jóvenes fuera de las reuniones. Invierte tiempo en la semana para hacer cosas más informales con ellos, como salir a tomar un café, salir a caminar o ver una película en grupo.
A medida que empieces a pasar más tiempo con ellos, irás conociéndolos como realmente son.
Conocer sus corazones y luchas te ayuda a que puedas hablarles la verdad en amor, mostrándoles qué dice la Palabra de Dios sobre lo que ves en ellos (Ef 4:15).
Esto no significa que debas darles discursos formales; significa ayudar a tus jóvenes a ver su vida con mayor claridad a través de los ojos del Señor.
"Somos llamados a buscar cambios profundos en el interior de las personas. Allí se produce la transformación verdadera, donde Dios obra"
Entonces, luego de que tus jóvenes comprendan lo que la Palabra de Dios tiene para sus vidas, debes ayudarlos a hacer algo con lo que aprendieron, es decir, aplicarlo a sus vidas diarias y relaciones.
El conocimiento por sí solo no es el cambio que buscamos (Stg 1:22). Por tanto, no debemos dejarlos «solos» frente a lo que van aprendiendo sobre sus propios corazones y la vida cristiana; debemos ayudarlos con tareas, para que pongan en práctica lo aprendido.
Así que, intenta que tus tareas vayan en dirección a los elementos del corazón: que haya tareas de memorización de versículos, lectura bíblica, preguntas sobre la lectura, pero también cuestiones prácticas como arrepentirse, pedir perdón, hablar con alguien, rendir cuentas, etc.
Esto ayudará a tu joven a crear hábitos sanos y bíblicos.
En todo esto, es vital que no te creas un superhéroe, y mucho menos que te presentes como uno. Algo bueno del liderazgo en un ministerio y de querer apuntar al corazón es que, cuando quieres servir así para la gloria de Dios, te das cuenta de que necesitas de Cristo y Su Palabra tanto como el joven a quien estás acompañando.
Así que hazle saber que también dependes del Señor, aunque seas más maduro en la fe. Ambos dependen de la obra del Espíritu Santo.
Recordemos siempre que somos llamados a buscar cambios profundos, en el interior de las personas. Es allí donde se produce la transformación verdadera, donde Dios obra y Su Espíritu Santo guía. Solo ese cambio es el que va a perseverar en este mundo inestable y oscuro.
Flavia Johansson, sirve en la iglesia Bíblica Bautista Crecer. Consejera bíblica certificada con ACBC. Estudiante de la maestría en estudios teológicos del Seminario Bíblico Wiliam Carey. Vive en Córdoba, Argentina. Puedes encontrarla en Twitter e Instagram.