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Lectura de Hoy

03-03-2024

Devocional

Devocional: Éxodo 14

Tres observaciones en relación con la travesía del Mar Rojo (Éxodo 14):

En primer lugar, la confrontación dinámica entre el faraón y el Señor soberano continúa. Por un lado, el faraón aún persigue sus deseos, habiendo llegado a la conclusión de que los israelitas se encontrarán atrapados entre el mar y el desierto, y por tanto serán presa fácil (14:3). Además, el faraón y sus oficiales se arrepienten de haber dejado marchar al pueblo israelita. La esclavitud era una de los pilares fundamentales de su sistema económico y, por supuesto, el recurso más importante para el cumplimiento de sus programas de construcción. Tal vez las plagas no fueran más que golpes de mala suerte. Los esclavos israelitas deben volver.

No obstante, Dios no desempeña un papel pasivo en el desarrollo de estos acontecimientos, ni tampoco se limita a responder ante las iniciativas de los demás. Conduce a los israelitas en fuga hacia el noreste, no sólo para que se libren de una confrontación con los filisteos (13:17), sino también para que los egipcios lleguen a la conclusión de que los israelitas están atrapados (14:31). De hecho, es Dios quien está conduciendo a los egipcios a una trampa, y endurecer el corazón del faraón forma parte de su estrategia (14:4, 8, 17). Esta soberanía total y providencial debería servir para cimentar la confianza del pueblo de Dios (14:31). Ante todo, el Señor está resuelto a que, por medio de esta confrontación, tanto los israelitas como los egipcios aprendan quién es Dios: “¡Voy a cubrirme de gloria a costa del faraón y de su ejército… Y cuando me haya cubierto de gloria a costa de ellos, los egipcios sabrán que yo soy el Señor” (14:17-18). “Y al ver los israelitas el gran poder que el SEÑOR había desplegado en contra de los egipcios, temieron al SEÑOR y creyeron en él y en su siervo Moisés” (14:31).

En segundo lugar, el “ángel de Dios” reaparece (14:9) – no como ángel, sino como columna de fuego por la noche y como columna de nube por el día, en un momento guiando el pueblo y en otro protegiéndoles de los egipcios que les persiguen. Pero, si lo miramos con otra perspectiva, podríamos decir que el Señor va delante suyo en una columna de nube para dirigirles mientras siguen adelante y por la noche en una columna de fuego para darles luz (13:21). Las ambigüedades que hemos visto anteriormente persisten (ver Éxodo 3, meditación del 20 de febrero).

En tercer lugar, fueran cuales fueran los medios por los cuales el mar se dividió (el viento, por ejemplo), este suceso, igual que el de las ranas, se presenta aquí como milagroso – no conforme a la manera como la naturaleza suele ser providencialmente regida (cuya regularidad es lo que permite que la ciencia exista), sino que se trata de una intervención extraordinaria por parte de Dios (lo cual hace que los milagros sean hechos únicos y, por tanto, no susceptibles al análisis científico). Que una multitud de personas puedan caminar sobre tierra seca entre dos murallas de agua (14:21-23) es algo que sólo el Dios soberano de la creación puede lograr, nadie más.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Corintios 2

A pesar de sus intenciones, Pablo no visitó a los corintios como había esperado hacerlo. Pudo haber pasado por Corinto cuando iba hacia Macedonia; tampoco lo hizo, como había planeado, al marcharse de allí (2 Corintios 1:16; véase la meditación del 1 de marzo). Aparentemente, algunos cristianos de Corinto le echaron esto en cara, acusándole de ser voluble. Pablo contesta que no es la clase de persona que dice sí cuando es no, y viceversa (1:17). La razón por la que no fue a Corinto, como quería, fue evitarles un tiempo difícil (1:23). ¿Por qué?

La respuesta a esta pregunta se encuentra al principio de 2 Corintios 2, que presenta una perspectiva elocuente de la relación entre el apóstol y una de las iglesias más importantes que fundó. La razón por la que Pablo no pasa finalmente por Corinto como tenía pensado es que estaba convencido de que sería “otra visita que os causará tristeza” (2:1). Una visita anterior, posiblemente de camino a Macedonia, fue desastrosa. Antes o después de la misma (la secuencia no está muy clara), Pablo también envió una carta, escribiendo “con gran tristeza y angustia de corazón, y con muchas lágrimas” (2:4). El propósito de la misma no era afligirles, sino asegurarles que su amor por ellos era muy profundo (2:4). Aparentemente, el contenido de la misiva era una fuerte exhortación a que impusiesen sanciones a un miembro de la iglesia que estaba pecando gravemente.

Algunos sostienen que esta triste carta es 1 Corintios, y que la persona a la que Pablo quiere disciplinar es el hombre que se acuesta con su madrastra (1 Corintios 5). Seguramente, es una posible interpretación. Sin embargo, en su conjunto, 1 Corintios no suena como la carta que Pablo describe brevemente en 2 Corintios 2:4. Es más probable que esté refiriéndose a otra misiva de la que no tenemos más información, donde se insiste en la necesidad de que la iglesia de Corinto entre en acción. Al menos algunos miembros de la misma le han hecho pasar mal al apóstol en relación a este asunto. Ahora, sin embargo, prevalece el sentido común, junto a la sumisión al apóstol (2:9). La iglesia ha castigado al pecador recalcitrante, que se ha arrepentido debidamente, y Pablo insta a los creyentes a terminar con las sanciones y perdonarlo (2:5-10). Un juicio demasiado severo puede tentar a la iglesia a sobrepasar los límites, cayendo así en otra de las muchas artimañas de Satanás para engañar al creyente y destruirlo.

Es enormemente alentador reconocer la vibrante vitalidad de las primeras relaciones cristianas en estas interacciones. La rígida conservación del estado de las cosas puede no ser una señal de vida; puede serlo incluso de muerte. Donde haya muchos nuevos convertidos, habrá problemas, y vida.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Éxodo 14

Faraón persigue a los israelitas

14 El Señor habló a Moisés y le dijo: «Di a los israelitas que den la vuelta y acampen delante de Pi Hahirot, entre Migdol y el mar. Ustedes acamparán frente a Baal Zefón, en el lado opuesto, junto al mar. Porque Faraón dirá de los israelitas: “Andan vagando sin rumbo por la tierra. El desierto los ha encerrado”. Pero Yo endureceré el corazón de Faraón, y él los perseguirá. Y seré glorificado por medio de Faraón y de todo su ejército, y sabrán los egipcios que Yo soy el Señor». Y así lo hicieron.

Cuando le anunciaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, Faraón y sus siervos cambiaron de actitud hacia el pueblo, y dijeron: «¿Qué es esto que hemos hecho, que hemos permitido que Israel se fuera y dejaran de servirnos?». Faraón preparó su carro y tomó consigo a su gente. Tomó 600 carros escogidos, y todos los demás carros de Egipto, con oficiales sobre todos ellos. El Señor endureció el corazón de Faraón, rey de Egipto, y este persiguió a los israelitas, pero estos habían salido con mano fuerte. Los egipcios los persiguieron con todos los caballos y carros de Faraón, su caballería y su ejército, y los alcanzaron acampados junto al mar, junto a Pi Hahirot, frente a Baal Zefón.

10 Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron los ojos, y vieron que los egipcios marchaban tras ellos. Entonces los israelitas tuvieron mucho miedo y clamaron al Señor. 11 Y dijeron a Moisés: «¿Acaso no había sepulcros en Egipto para que nos sacaras a morir en el desierto? ¿Por qué nos has tratado de esta manera, sacándonos de Egipto? 12 ¿No es esto lo que te dijimos en Egipto: “Déjanos, para que sirvamos a los egipcios”? Porque mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto».

13 Pero Moisés dijo al pueblo: «No teman; estén firmes y vean la salvación que el Señor hará hoy por ustedes. Porque los egipcios a quienes han visto hoy, no los volverán a ver jamás. 14 El Señor peleará por ustedes mientras ustedes se quedan callados».

15 Entonces dijo el Señor a Moisés: «¿Por qué clamas a Mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. 16 Y tú, levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar y divídelo. Y los israelitas pasarán por en medio del mar, sobre tierra seca. 17 Pero Yo endureceré el corazón de los egipcios para que entren a perseguirlos. Me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería. 18 Entonces sabrán los egipcios que Yo soy el Señor, cuando sea glorificado en Faraón, en sus carros y en su caballería».

19 El ángel de Dios que había ido delante del campamento de Israel, se apartó, e iba detrás de ellos. La columna de nube que había ido delante de ellos, se apartó, y se les puso detrás, 20 y vino a colocarse entre el campamento de Egipto y el campamento de Israel. La nube estaba junto con las tinieblas. Sin embargo, de noche alumbraba a Israel, y en toda la noche no se acercaron los unos a los otros.

Paso del Mar Rojo

21 Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor, por medio de un fuerte viento del este que sopló toda la noche, hizo que el mar se retirara, y cambió el mar en tierra seca. Así quedaron divididas las aguas. 22 Los israelitas entraron por en medio del mar, en seco, y las aguas les eran como un muro a su derecha y a su izquierda.

23 Entonces los egipcios reanudaron la persecución, y entraron tras ellos en medio del mar todos los caballos de Faraón, sus carros y sus jinetes. 24 A la vigilia de la mañana (2 a 6 a.m.), el Señor miró el ejército de los egipcios desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión en el ejército de los egipcios. 25 Y entorpeció las ruedas de sus carros, e hizo que avanzaran con dificultad. Entonces los egipcios dijeron: «Huyamos ante Israel, porque el Señor pelea por ellos contra los egipcios».

Dios salva a su pueblo con poder

26 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros y su caballería».

27 Y Moisés extendió su mano sobre el mar, y al amanecer, el mar regresó a su estado normal, y los egipcios al huir se encontraban con él. Así derribó el Señor a los egipcios en medio del mar. 28 Las aguas volvieron y cubrieron los carros y la caballería, a todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar. No quedó ni uno de ellos.

29 Pero los israelitas pasaron en seco por en medio del mar, y las aguas les eran como un muro a su derecha y a su izquierda. 30 Aquel día el Señor salvó a Israel de mano de los egipcios. Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. 31 Cuando Israel vio el gran poder que el Señor había usado contra los egipcios, el pueblo temió al Señor, y creyeron en el Señor y en Moisés, Su siervo.

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Lucas 17

Advertencias a los discípulos

17 Jesús dijo a Sus discípulos: «Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeños. ¡Tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo».

La fe y el servicio

Los apóstoles dijeron al Señor: «¡Auméntanos la fe!». Entonces el Señor dijo: «Si tuvieran fe como un grano de mostaza, dirían a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar”, y les obedecería.

»¿Quién de ustedes tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: “Ven enseguida y siéntate a comer”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? 10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha ordenado, digan: “Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho”».

Los diez leprosos

11 Aconteció que mientras Jesús iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea, 12 y al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia, 13 y gritaron: «¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!».

14 Cuando Él los vio, les dijo: «Vayan y muéstrense a los sacerdotes». Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. 15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. 16 Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y le dio gracias; y este era samaritano. 17 Jesús le preguntó: «¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?». 19 Entonces le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha sanado».

Llegada del reino de Dios

20 Habiendo preguntado los fariseos a Jesús cuándo vendría el reino de Dios, Él les respondió: «El reino de Dios no viene con señales visibles, 21 ni dirán: “¡Miren, aquí está!” o: “¡Allí está!”. Porque, el reino de Dios está entre ustedes».

22 Y a los discípulos les dijo: «Vendrán días cuando ustedes ansiarán ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo verán. 23 Y les dirán: “¡Miren allí! ¡Miren aquí!”. No vayan, ni corran tras ellos24 Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en Su día. 25 Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación.

26 »Tal como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre. 27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.

28 »Fue lo mismo que ocurrió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; 29 pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los destruyó a todos.

30 »Lo mismo acontecerá el día en que el Hijo del Hombre sea revelado. 31 En ese día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a llevárselos; y de igual modo, el que esté en el campo no vuelva atrás. 32 Acuérdense de la mujer de Lot. 33 Todo el que procure preservar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la conservará. 34 Les digo que en aquella noche dos estarán en una cama; uno será tomado y el otro será dejado. 35 Dos mujeres estarán moliendo en el mismo lugar; una será tomada y la otra será dejada. 36 Dos estarán en el campo; uno será tomado y el otro será dejado».

37 Respondiendo ellos, le dijeron*: «¿Dónde, Señor?». Y Él les dijo: «Donde esté el cuerpo, allí también se juntarán los buitres».

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Job 32

Intervención de Eliú

32 Entonces estos tres hombres dejaron de responder a Job porque él era justo a sus propios ojos. Pero se encendió la ira de Eliú, hijo de Baraquel el buzita, de la familia de Ram. Se encendió su ira contra Job porque se justificaba delante de Dios. Su ira se encendió también contra sus tres amigos porque no habían hallado respuesta, y sin embargo habían condenado a Job. Eliú había esperado para hablar a Job porque los otros eran de más edad que él. Pero cuando vio Eliú que no había respuesta en la boca de los tres hombres, se encendió su ira. Y respondió Eliú, hijo de Baraquel el buzita, y dijo:

«Yo soy joven, y ustedes ancianos;
Por eso tenía timidez y me atemorizaba declararles lo que pienso.
Yo pensé que los días hablarían,
Y los muchos años enseñarían sabiduría.
Pero hay un espíritu en el hombre,
Y el soplo del Todopoderoso le da entendimiento.
Los de muchos años quizá no sean sabios,
Ni los ancianos entiendan justicia.
10 Por eso digo: “Escúchenme,
También yo declararé lo que pienso”.

11 »Yo esperé sus palabras,
Escuché sus argumentos,
Mientras buscaban qué decir;
12 Les presté además mucha atención.
Pero no hubo ninguno que pudiera contradecir a Job,
Ninguno de ustedes que respondiera a sus palabras.
13 No digan:
“Hemos hallado sabiduría;
Dios lo derrotará, no el hombre”.
14 Pero él no ha dirigido sus palabras contra mí,
Ni yo le responderé con los argumentos de ustedes.

15 »Están desconcertados, ya no responden;
Les han faltado las palabras.
16 ¿Y he de esperar porque no hablan,
Porque se detienen y ya no responden?
17 Yo también responderé mi parte,
Yo también declararé lo que pienso.
18 Porque estoy lleno de palabras;
Dentro de mí el espíritu me constriñe.
19 Mi vientre es como vino sin respiradero,
Está a punto de reventar como odres nuevos.
20 Déjenme hablar para que encuentre alivio,
Déjenme abrir los labios y responder.
21 Que no haga yo acepción de persona,
Ni use lisonja con nadie.
22 Porque no sé lisonjear,
De otra manera mi Hacedor me llevaría pronto.


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2 Corintios 2

Problemas en la iglesia de Corinto

2 Pero en mí mismo decidí esto: no ir otra vez a ustedes con tristeza. Porque si yo les causo tristeza, ¿quién será el que me alegre sino aquel a quien yo entristecí? Y esto mismo les escribí, para que cuando yo llegue no tenga tristeza de parte de los que debieran alegrarme, confiando en todos ustedes de que mi gozo sea el mismo de todos ustedes. Pues por la mucha aflicción y angustia de corazón les escribí con muchas lágrimas, no para entristecerlos, sino para que conozcan el amor que tengo especialmente por ustedes.

Pero si alguien ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto, para no exagerar, a todos ustedes. Es suficiente para tal persona este castigo que le fue impuesto por la mayoría; así que, por el contrario, ustedes más bien debieran perdonarlo y consolarlo, no sea que en alguna manera este sea abrumado por tanta tristeza.

Por lo cual les ruego que reafirmen su amor hacia él. Pues también con este fin les escribí, para ponerlos a prueba y ver si son obedientes en todo. 10 Pero a quien perdonen algo, yo también lo perdono. Porque en verdad, lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por ustedes en presencia de Cristo, 11 para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes.

De Troas a Macedonia

12 Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, y se me abrió una puerta en el Señor, 13 no tuve reposo en mi espíritu al no encontrar a Tito, mi hermano. Despidiéndome, pues, de ellos, salí para Macedonia.

Triunfantes en Cristo

14 Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar. 15 Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden. 16 Para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién está capacitado? 17 Pues no somos como muchos, que comercian la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios.

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