Vida Cristiana
Evalúa tu corazón para ser un buen mayordomo de la creación

Desde hace algunos años transito con regularidad la misma carretera. Su camino sigue la geografía de una montaña, con algunas bajadas pronunciadas y muchas subidas empinadas. Junto a las curvas sinuosas, también se aprecian miles de árboles que componen una escena natural fascinante. Es mi camino favorito, apenas invadido por el pavimento y algunas señales de tránsito. Sin embargo, a un costado de la carretera, se encuentra el basurero local.
Cuando empecé a transitar el camino, parecía que la basura desaparecía mágicamente por un barranco profundo para ser olvidada. Pero apenas unos años después, una barda metálica trata de disimular el impacto agresivo que tiene el lugar. Un espacio que antes era un abismo natural, lleno de flora y fauna locales, ahora no es más que un paisaje desolador.
No puedo evitar sentirme culpable sabiendo que allí están las incontables bolsas de basura que he desechado sin pensar demasiado. El basural me recuerda que soy parte del problema y me hace consciente de que no he ejercido una buena mayordomía sobre la creación.
Una encomienda innegable
Nadie podría negar el hecho de que Dios nos ha encomendado el cuidado de Su creación. En el principio, antes de que el pecado lo manchara todo, la instrucción de Dios para los seres humanos fue reinar sobre lo creado. Adán y Eva debían cultivar y cuidar de la tierra (Gn 2:15). La palabra hebrea para «cuidar» implica prestar atención y proteger.
Las motivaciones de nuestro corazón deben ser transformadas para ejercer un buen dominio sobre lo creado, de un modo que agrade al Creador
Ahora, en una tierra maldecida (3:17-18), nuestra tarea es más compleja e infructuosa, pero sigue siendo la misma: señorear sobre la creación para gloria de Dios. Aunque podamos encontrar miles de argumentos para no hacerlo, descuidar y menospreciar lo que Dios ha creado para Su gloria es pecar contra Su santidad al desobedecer Su mandato. Pero no basta con implementar prácticas ecológicas que podemos encontrar tan fácilmente en Internet. Más bien, las motivaciones y convicciones de nuestro corazón deben ser transformadas para ejercer un buen dominio sobre lo creado, de un modo que agrade al Creador.
Consciente de esto, he comenzado a aplicar estos tres parámetros para evaluar mi corazón y poder glorificar al Señor al cuidar de Su creación. Espero que sean útiles para ti también.
1. Hazlo por la razón correcta: por amor a Dios
Lamento desanimarte, pero nuestros esfuerzos no pueden lograr un mejor planeta. La tierra en donde vivimos manifiesta cada día más su estado precario (Ro 8:20-22). El pecado vino a corromper al mundo y la tierra fue maldita debido a nuestra maldad (Gn 3:17). Por eso pienso en que si la razón principal para ejercer nuestra mayordomía es «detener el deterioro del planeta» o «mejorar nuestro futuro», vamos a terminar decepcionados. Podremos tener éxito a corto plazo en áreas específicas, pero a largo plazo el futuro de este planeta no es tan alentador. Nuestra razón para cuidar la creación debe ser el Creador mismo.
Dios nos ha encomendado la tarea de cuidar y proteger Su creación y podemos lograrlo para Su gloria por medio de Su Hijo, quien nos transformó para una vida nueva. El control de lo que sucederá con este mundo yace exclusivamente en Su soberanía, a nosotros nos toca ser obedientes por amor a Él.
Por eso, cuando te dispongas a realizar un cambio con el objetivo de proteger el medio ambiente, como clasificar tu basura o disminuir la cantidad de cosas que desechas, recuerda que lo haces para ser fiel a Dios y a Su mandato de cuidar la creación. Aunque anhelemos un mundo mejor, anhelamos aún más honrar al Señor con nuestra obediencia.
2. Hazlo con el propósito correcto: para glorificar a Dios
Hoy en día lo ecológico parece estar de moda. Una imagen de nosotros realizando alguna acción de cuidado del medio ambiente puede ser una buena publicación para generar más interacciones en las redes sociales. Es fácil caer en el pensamiento colectivo y, sin darnos cuenta, terminar realizando nuestros esfuerzos y buenas obras con el objetivo de lucir como una mejor persona. Pero tener buenas prácticas con doble intención no te hace un buen mayordomo de la creación.
Todo lo creado tiene el fin de glorificar a Dios (Ro 11:33-36). En la creación encontramos con claridad evidencia de Sus atributos invisibles, de Su eterno poder y divinidad (Ro 1:20) ¡La naturaleza proclama Su gloria! (Sal 19:1). Así también, nuestra mayordomía de la creación no se trata de alcanzar la alabanza de las personas, sino de glorificar a Dios con nuestras acciones.
Nuestra mayordomía de la creación no se trata de alcanzar la alabanza de las personas, sino de glorificar a Dios con nuestras acciones
Pequeños cambios, como evitar el uso de vajilla desechable (que resulta tan práctica) o el cambio a jabones biodegradables (que requieren más trabajo con las manchas), pueden ser hábitos simples de una mejor mayordomía si busca glorificar al Señor. Reflexionar en las intenciones que nuestros corazones inestables albergan nos da la oportunidad de acudir a Cristo para honrarle en la forma en que cuidamos Su creación.
3. Hazlo de la manera correcta: bajo la guía de Dios
Necesitas al Señor para ejercer sabiamente tu mayordomía. La tarea de cuidar la creación de una manera que glorifique al Padre solo puede hacerse unido a Jesús (Jn 15:5).
Desde el momento en que Adán y Eva recibieron la instrucción de señorear sobre la creación, sabían que Dios estaría con ellos para ayudarlos, porque se paseaba en el huerto del Edén (Gn 3:8). Aunque el pecado rompió esta relación de intimidad, no olvides que Cristo nos ha reconciliado con Dios. Ahora tenemos entrada hasta la presencia del Creador, para pedir Su ayuda en todo tiempo (He 4:16), sabiendo que Él se deleita en nuestras oraciones (Pr 15:8).
Cuidar de la creación lo mejor que podamos puede ser una tarea abrumadora y desgastante, pero el Señor puede guiarnos y darnos la sensibilidad para ver en dónde flaquea nuestra mayordomía. Podemos pedirle en oración que nos muestre las áreas en las que debemos ser más cuidadosos. Podría ser que somos descuidados con nuestros desechos o que utilizamos el automóvil cuando podríamos caminar. Cualquiera sea el aspecto en el que tenemos que mejorar, tenemos la seguridad de que el Señor está a nuestro lado para auxiliarnos y darnos la sabiduría para cumplir con Su mandato.
Hoy sigo transitando el mismo camino y sigo viendo con nostalgia el basurero local. Mientras lo veo, reflexiono en mi responsabilidad. No podemos volver el tiempo atrás para cambiar la destrucción que nuestra indiferencia ha dejado en el paisaje, pero podemos aprender a ejercer una buena mayordomía, esa que ama a Dios y busca glorificarlo en cada práctica y hábito.
Mientras esperamos nuevos cielos y nueva tierra (2 P 3:13), pidamos sabiduría a Aquel que se complace en darla, para cuidar la naturaleza que con tanta claridad da evidencia de Su poder al resto del mundo.
Valia Lima es guatemalteca, esposa, y mamá. Le gusta fabricar cosas, leer sobre métodos educativos alternos, y últimamente escribir. Es diseñadora gráfica y emprendedora experimental. Emplea sus mañanas para trabajar en su proyecto actual: LimeTree.