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Lectura de Hoy
15-03-2024
Devocional
Devocional: Juan 5
Uno de los pasajes bíblicos más llamativos relativos a lo que significa confesar a Jesucristo como el Hijo de Dios es Juan 5:16-30.
En una cultura preindustrial, la mayoría de los hijos acaban haciendo lo mismo que hacía su padre. El hijo de un panadero se hace panadero; el hijo de un granjero, granjero. Este principio de “de tal palo tal astilla” permite a Jesús referirse a sus seguidores como “hijos de Dios”. Por lo cual, Jesús dice: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mat 5:9). En otras palabras, Dios mismo es el pacificador por excelencia; por lo tanto, los pacificadores deberían actuar, en este aspecto, como Dios actúa, de modo que, en este aspecto, serán considerados como “hijos de Dios”.
Esta es la categoría funcional con la cual Jesús comienza su discurso en Juan 5:17. Cuando se le condena por trabajar en sábado, no ofrece una lectura diferente del significado del “sábado”, ni defiende que lo que él hacía no constituyese “trabajo”, sino que fuera un acto de misericordia o de necesidad; más bien justifica su actividad argumentando que sólo hace lo que su Padre. Su Padre trabaja, aun en el sábado (si no, la providencia se acabaría) y, por lo tanto él también trabaja.
Sus interlocutores perciben que esto es una reivindicación implícita de igualdad con Dios (5:18). Sin embargo, entienden mal a Jesús en un aspecto. Consideran esta reivindicación como blasfema, al elevar a Jesús al rango de “otro dios” – y tienen toda la razón al insistir que no hay más que un Dios. Jesús responde con dos consideraciones. En primer lugar, insiste que él está funcionalmente dependiente del Padre: “el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace” (5:19). Jesús no es ningún “centro divino”: queda subordinado al Padre. Segundo, no obstante, esta subordinación funcional está, por otro lado, anclada en el hecho de que este Hijo hace lo que el Padre hace (5:19). Los creyentes podemos ser “hijos de Dios” en ciertos aspectos, pero Jesús es el único Hijo de Dios, en el sentido de que “todo lo que el Padre haga, el Hijo también lo hace”. Si el Padre crea, también lo hace el Hijo: de hecho, el Hijo es el agente del Padre en la creación (1:2-3). En los siguientes versículos, el Hijo, igual que el Padre, levanta a personas de la muerte, y también será el agente del Padre en el juicio final.
Los musulmanes, con poca comprensión de la teología cristiana, se imaginan que la Trinidad cristiana está compuesta de Dios, María y Jesús. Dios tuvo relaciones con María y nació Jesús. Creen que esta idea es extraña y blasfema. Y tienen razón. Pero no es esto lo que nosotros creemos, ni lo que las escrituras enseñan. Ojalá estudiasen Juan 5.
Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Devocional: Proverbios 2
Proverbios 2 es quizás el texto que deja más claro que el antónimo de la sabiduría del Antiguo Testamento es el pecado.
Salomón se dirige a su “hijo”. Puede tratarse de su hijo inmediato y heredero al trono, o de una referencia más general. Salomón quiere que su hijo “guarde” los mandamientos de su padre, que vuelva su oído a la sabiduría y su corazón al entendimiento (2:1-2). Si hace de ello su pasión, entonces (le dice Salomón) “comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios” (2:5-6). Esa búsqueda de la sabiduría no volverá a la persona maliciosa ni astuta en el sentido negativo de la palabra. Todo lo contrario: “Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los malvados, de los que profieren palabras perversas” (2:9-12).
Deberíamos reflexionar un poco sobre esta forma de entender la sabiduría. Los cínicos pueden decir de forma condescendiente que esta visión de la misma es demasiado limitada. No es sino el beneficio parroquial de las personas religiosas. En nuestro mundo, la sabiduría auténtica se relaciona frecuentemente con el tipo de “mundanalidad” que pulula cómodamente, y con la misma ausencia de compromiso, entre secularistas, cristianos, budistas, musulmanes y paganos, tomando un poco de cada grupo, rechazando otras cosas, todo en nombre de la sabiduría cosmopolita. Como alternativa, esta puede vincularse con la inteligencia necesaria para dirigir una gran corporación o abrirse camino en los negocios o las artes. No tiene nada que ver necesariamente con la religión.
No debemos despreciar en absoluto un regalo como la inteligencia, pero, por sí misma, esta “sabiduría” se consideraría insensatez absoluta según el punto de vista de la Biblia. Desde la perspectiva de Dios, ¿qué beneficio hay en conseguir la ovación de una cultura que reniega del Señor? Jesús dice: “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde el alma? ¿O qué se puede dar a cambio del alma?” (Marcos 8:36-37). Si este es el universo de Dios, si él es nuestro Hacedor y Juez, ¿por qué iba a calificarse como “sabia” cualquier cosa que le ignore, en esta tierra o más allá de ella? ¿Cuánto menos si cae en acciones y actitudes prohibidas por él? Lejos de ser limitada o demasiado religiosa, la sabiduría del Antiguo Testamento es, para los cristianos, que conocen al Dios viviente, la única visión de la misma que tiene sentido. Cualquier otra postura es bastante triste y frecuentemente egoísta.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Éxodo 26
Construcción del tabernáculo
26 »Harás el tabernáculo con diez cortinas de lino fino torcido, y tela azul, púrpura y escarlata. Las harás con querubines, obra de hábil artífice. 2 La longitud de cada cortina será de 28 codos (12.6 metros), y la anchura de cada cortina de 4 codos (1.8 metros). Todas las cortinas tendrán una misma medida. 3 Cinco cortinas estarán unidas una con la otra. También las otras cinco cortinas estarán unidas una con la otra.
4 »Harás lazos de tela azul en el borde de la cortina del extremo del primer enlace, y de la misma manera los harás en el borde de la cortina del extremo del segundo enlace. 5 Harás cincuenta lazos en la primera cortina, y harás cincuenta lazos en el borde de la cortina que está en el segundo enlace. Los lazos se corresponderán unos a otros. 6 Harás además cincuenta broches de oro, y con los broches unirás las cortinas una a la otra, de manera que el tabernáculo sea una unidad.
7 »Harás también cortinas de pelo de cabra a manera de tienda sobre el tabernáculo. En total harás once cortinas. 8 La longitud de cada cortina será de 30 codos (13.5 metros), y la anchura de cada cortina de 4 codos (1.8 metros). Las once cortinas tendrán una misma medida. 9 Unirás cinco cortinas entre sí y las otras seis cortinas también entre sí, y doblarás la sexta cortina en el frente de la tienda.
10 »Harás cincuenta lazos en el borde de la cortina del extremo del primer enlace, y cincuenta lazos en el borde de la cortina del extremo del segundo enlace. 11 Harás además cincuenta broches de bronce, y pondrás los broches en los lazos y unirás la tienda para que sea un todo.
12 »El exceso que sobra de las cortinas de la tienda, la media cortina que queda, caerá sobre la parte posterior del tabernáculo. 13 En un lado un codo (45 centímetros) y en el otro lado un codo (45 centímetros) de lo que sobra de la longitud de las cortinas de la tienda, caerá en los costados del tabernáculo, a un lado y a otro, para cubrirlo. 14 Harás también para la tienda una cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo, y otra cubierta de pieles de marsopa por encima.
15 »Harás luego para el tabernáculo tablas de madera de acacia, colocándolas verticalmente. 16 La longitud de cada tabla será de 10 codos (4.5 metros), y de 1.5 codos (68 centímetros) la anchura de cada tabla. 17 Cada tabla tendrá dos espigas para unirlas una con otra. Así harás con todas las tablas del tabernáculo. 18 Harás, pues, las tablas para el tabernáculo: para el lado sur veinte tablas.
19 »También harás cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas: dos basas debajo de una tabla para sus dos espigas, y dos basas debajo de la otra tabla para sus dos espigas. 20 Para el segundo lado del tabernáculo, al lado norte, veinte tablas, 21 y sus cuarenta basas de plata: dos basas debajo de una tabla y dos basas debajo de la otra tabla.
22 »Para la parte posterior del tabernáculo, hacia el occidente, harás seis tablas. 23 Harás además dos tablas para las esquinas del tabernáculo en la parte posterior. 24 Serán dobles por abajo, y estarán completamente unidas por arriba hasta la primera argolla. Así será con las dos: formarán las dos esquinas. 25 Habrá ocho tablas con sus basas de plata, dieciséis basas; dos basas debajo de una tabla y dos basas debajo de la otra tabla.
26 »Harás también barras de madera de acacia; cinco para las tablas de un lado del tabernáculo, 27 y cinco barras para las tablas del otro lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del lado posterior del tabernáculo, hacia el occidente. 28 La barra del medio en el centro de las tablas pasará de un extremo al otro. 29 Y revestirás de oro las tablas, y harás de oro sus argollas por donde pasarán las barras. Revestirás de oro las barras. 30 Entonces levantarás el tabernáculo según el plan que te ha sido mostrado en el monte.
El velo
31 »Harás además un velo de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino torcido. Será hecho con querubines, obra de hábil artífice. 32 Lo colgarás sobre cuatro columnas de acacia revestidas de oro. Sus ganchos serán también de oro, sobre cuatro basas de plata. 33 Colgarás el velo debajo de los broches, y pondrás allí, detrás del velo, el arca del testimonio. El velo les servirá como división entre el lugar santo y el Lugar Santísimo. 34 Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio en el Lugar Santísimo. 35 Pondrás la mesa fuera del velo, y el candelabro enfrente de la mesa en el lado del tabernáculo hacia el sur. Pondrás la mesa en el lado norte.
36 »Harás también una cortina para la entrada de la tienda de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino torcido, obra de tejedor. 37 Harás cinco columnas de acacia para la cortina, y las revestirás de oro, y sus ganchos serán también de oro. Fundirás cinco basas de bronce para ellas.
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Juan 5
Curación de un paralítico
5 Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque que en hebreo se llama Betesda que tiene cinco pórticos. 3 En estos estaba en el suelo una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua; 4 porque un ángel del Señor descendía de vez en cuando al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera.
5 Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo*: «¿Quieres ser sano?». 7 El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo». 8 Jesús le dijo*: «Levántate, toma tu camilla y anda». 9 Al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y comenzó a andar.
Jesús censurado por sanar en el día de reposo
Pero aquel día era día de reposo.
10 Por eso los judíos decían al que había sido sanado: «Es día de reposo, y no te es permitido cargar tu camilla». 11 Pero él les respondió: «El mismo que me sanó, me dijo: “Toma tu camilla y anda”». 12 Le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu camilla y anda”?».
13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús, sin que se dieran cuenta, se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar. 14 Después de esto Jesús lo halló* en el templo y le dijo: «Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor».
15 El hombre se fue, y dijo a los judíos que Jesús era el que lo había sanado. 16 A causa de esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Pero Jesús les respondió: «Hasta ahora Mi Padre trabaja, y Yo también trabajo». 18 Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matar a Jesús, porque no solo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios Su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Unanimidad del Padre y del Hijo
19 Por eso Jesús les decía: «En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera. 20 Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que Él mismo hace; y obras mayores que estas le mostrará, para que ustedes se queden asombrados. 21 Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere. 22 Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
24 »En verdad les digo: el que oye Mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. 25 En verdad les digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en Él mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en Él mismo; 27 y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque Él es el Hijo del Hombre.
28 »No se queden asombrados de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz, 29 y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio.
Testimonio del Padre y de las obras de Jesús
30 »Yo no puedo hacer nada por iniciativa Mía; como oigo, juzgo, y Mi juicio es justo porque no busco Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
31 »Si Yo solo doy testimonio de Mí mismo, Mi testimonio no es verdadero. 32 Otro es el que da testimonio de Mí, y Yo sé que el testimonio que da de Mí es verdadero.
33 »Ustedes han enviado a preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. 34 Pero el testimonio que Yo recibo no es de hombre; pero digo esto para que ustedes sean salvos. 35 Él era la lámpara que ardía y alumbraba, y ustedes estaban dispuestos a regocijarse por un tiempo en su luz.
36 »Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para llevar a cabo, las mismas obras que Yo hago, dan testimonio de Mí, de que el Padre me ha enviado. 37 El Padre que me envió, Él ha dado testimonio de Mí. Pero ustedes no han oído jamás Su voz ni han visto Su apariencia. 38 Y Su palabra no la tienen morando en ustedes, porque no creen en Aquel que Él envió. 39 Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! 40 Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida.
41 »Yo no recibo gloria de los hombres; 42 pero a ustedes ya los conozco, que no tienen el amor de Dios. 43 Yo he venido en nombre de Mi Padre y ustedes no me reciben; si otro viene en su propio nombre, a ese recibirán. 44 ¿Cómo pueden creer, cuando reciben gloria los unos de los otros, y no buscan la gloria que viene del Dios único?
45 »No piensen que Yo los acusaré delante del Padre; el que los acusa es Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza. 46 Porque si creyeran a Moisés, me creerían a Mí, porque de Mí escribió él. 47 Pero si no creen sus escritos, ¿cómo creerán Mis palabras?».
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Proverbios 2
La sabiduría protege del mal
2 Hijo mío, si recibes mis palabras
Y atesoras mis mandamientos dentro de ti,
2 Da oído a la sabiduría,
Inclina tu corazón al entendimiento.
3 Porque si clamas a la inteligencia,
Alza tu voz por entendimiento;
4 Si la buscas como a la plata,
Y la procuras como a tesoros escondidos,
5 Entonces entenderás el temor del Señor
Y descubrirás el conocimiento de Dios.
6 Porque el Señor da sabiduría,
De Su boca vienen el conocimiento y la inteligencia.
7 Él reserva la prosperidad para los rectos
Y es escudo para los que andan en integridad,
8 Guarda las sendas del juicio,
Y preserva el camino de Sus santos.
9 Entonces discernirás justicia y juicio,
Equidad y todo buen sendero.
10 Porque la sabiduría entrará en tu corazón,
Y el conocimiento será grato a tu alma;
11 La discreción velará sobre ti,
El entendimiento te protegerá,
12 Para librarte de la senda del mal,
Del hombre que habla cosas perversas;
13 De los que dejan las sendas de rectitud,
Para andar por los caminos tenebrosos;
14 De los que se deleitan en hacer el mal
Y se regocijan en las perversidades del mal;
15 Cuyas sendas son torcidas,
Y se extravían en sus senderos.
16 La discreción te librará de la mujer extraña,
De la desconocida que lisonjea con sus palabras,
17 La cual deja al compañero de su juventud,
Y olvida el pacto de su Dios;
18 Porque su casa se inclina hacia la muerte,
Y sus senderos hacia los muertos.
19 Todos los que van a ella, no vuelven,
Ni alcanzan las sendas de la vida.
20 Por tanto, andarás en el camino de los buenos
Y guardarás las sendas de los justos.
21 Porque los rectos morarán en la tierra,
Y los íntegros permanecerán en ella;
22 Pero los impíos serán cortados de la tierra,
Y los malvados serán desarraigados de ella.
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